Confesión
—Utahimeee, cambia de papel con Mei Mei.
Ahí estaba otra vez. Utahime ya no quería pensar cuántas veces había escuchado a Gojo pedir lo mismo, como si los papeles no estuvieran estipulados desde el inicio del ensayo, y que si él lo pedía demasiadas veces entonces el deseo se le concedería.
Utahime le dio un golpe en la cabecita albina y el chico sollozo dramáticamente.
—Tú no decides eso, Gojo, lo hace la profesora.
—¡Pero la profesora es tu mamá! —él hizo un puchero sobándose la cabeza, desordenando el peinado de principito que habían arreglado para el ensayo—. Si quisieras, podrías pedirle que te dé una oportunidad del puesto protagónico, ¡eres la suplente de Mei!
Utahime no quería meterse en esa madriguera de conejo. El puesto que tenía ahora estaba bien para ella. El séquito de la princesa maldecida y cautiva, a la espera de libertad, que se dedicaba a entretener a la otra niña con bailes y música para que la princesa olvidase los miserables que eran sus días en cautiverio desde que sus padres la abandonaron a la espera de la valentía de un caballero que quisiera liberarla, porque nadie más en su reino se creía capaz de amar algo que estaba dañado al menos que se lo ganara.
Utahime podía cantar y bailar, y probablemente haría reír a Mei genuinamente mientras ella misma estaba metida en su papel melancólico. Así que el papel que tenía estaba bien, no había necesidad de cambiarlo, y no entendía porque Gojo insistía en que la preferiría a ella para ese puesto cuando a él no le interesaba nada el teatro hasta que el asesor escolar le encomendó buscar un club después de la escuela, y el tipo había terminado en el club de teatro.
Utahime sospechaba que era solo para molestarla, pero resultó que Gojo genuinamente tenía habilidades sociales para la actuación y se estaba divirtiendo. Así que ella no tenía nada para señalar, excepto que todavía él estaba siendo su molestia habitual.
No estaba segura si la solicitud (prácticamente deseo) de Gojo surgía de un simple capricho, una exigencia, o una verdadera petición surgida de la observación y la comodidad.
Ciertamente, su madre le había preguntado más de una vez si ella quería el papel principal, Utahime había estado en presentaciones en templos desde más pequeña y ella misma había liderado a su grupo de diminutas sacerdotisas en festivales, pero cuando se paraba en el escenario toda su voz se atoraba en la garganta. La única vez que se había animado a subir al escenario, se quedó muda al dirigir la canción que abría el Tanabata, aquel suceso todavía la perseguía. Así que se alejaba de ello y lo aceptaba, su madre insistía en que ella estaba huyendo, pero tenía 14 años, ella podía huir y autosabotearse todo lo que quisiera.
Aunque su amigo Satoru no estaba de acuerdo. Este niño problemático que se le había pegado como lapa en cuanto la reconoció. Utahime lo había visto un par de veces en los matsuri en honor a su ancestro Michizane no Sugawara, y ella no pensó que él se acordaría de la niña a la que él le había capturado un pez dorado cuando él todavía tenía grasa de bebe en las mejillas.
Y ahora estaba obstinado en que ella fuera su princesa, ya que él era el valiente príncipe de un reino en decadencia, dispuesto a salvar incluso a una princesa maldecida si eso salvaba a su gente.
Utahime había visto a Mei y Satoru juntos, ellos brillaban y destellaban belleza y gloria de una corona ancestral. Eso solo agravó sus inseguridades de volver al frente, no cuando alguien como Mei Mei podía tomar la delantera, independiente si Utahime tenía más experiencia animando al público festivo. Dudaba que ella y Satoru se mirarían igual de bien.
Así que una vez habiendo aprendido sus diálogos (y los de Mei si ocurría algún percance), ahora se encontraba ayudando con la organización del evento, como unos segundos ojos para su madre que de forma entusiasta había combinado a los grados para un obra de teatro.
Como Satoru no se iba y seguía enfurruñado porque ella estaba siendo terca, Utahime suspiró exasperada y se acercó a él, lo que hizo que Satoru finalmente se detuviera y la mirara con atención, grandes ojos azules de diamantes atentos como un búho. Ella le arregló la ropa de utilería que lo hacía ver como un auténtico príncipe y le pasó el cabello hacia atrás tratando de emular como estaba antes de que él hiciera un desastre con su cabello mientras la perseguía como un cachorro.
Satoru se quedó quieto y con los ojos cerúleos pegados a ella, había un discreto sonrojo, pero ella decidió no hacer ningún comentario.
—Tienes que comportarte —ella finalmente se alejó un paso, esbozando una sonrisa satisfecha por haberlo arreglado un poco—. Eres la estrella, así que tienes que brillar.
—Yo siempre estoy brillando —masculló aclarándose un poco la garganta—. Y preferiría actuar contigo, Mei es muy quisquillosa.
—¿No dijiste que yo era una gruñona? —Divertida, puso su cara seria de broma, tratando de evitar sonreír. Parecía que le hubiera dado una patada a Gojo por la forma pálida que adoptó—. De cualquier manera, vamos a estar juntos en la función, incluso si no somos los protagonistas. Al menos que Mei se lastime.
—¿Debería tirarla por las escaleras?
—¡Satoru Gojo!
—Bien, bien —arisco, se alejó arrastrando los pies, pero antes de irse por completo, se dió media vuelta, tirando una confesión al aire—. ¡Pero todavía creo que le harías mejor de mi princesa!
Utahime sabía que esa no sería la última vez que Gojo insistía en que ella saliera del caparazón y tomará el puesto que él creía que podría interpretar a su lado. Y cuando una parte de la utilería del escenario casi le cayó encima sino era porque él estaba cerca tratando de convencerla una vez más, Utahime fácilmente podría haber sido la que se accidentó.
—¡Por Dios! ¡¿Utahime, estás bien?! —Mei se asomó seguida del resto de niñas que eran parte del séquito de la princesa.
Satoru fue el primero en incorporarse, su pecho subiendo y bajando con bocanadas de pánico mientras sostenía a una paralizada Utahime de los hombros. La ayudó a ponerse de pie y todo el glamour que como actor de príncipe salvador se había ido al caño cuando él la miró preocupado, y luego se puso frente a ella como una pared hasta que alguien se aseguro que nada más iba a caerse encima de nadie.
Ella podía ver por encima de su cabeza y sus hombros eran casi tan pequeños como los de ella, pero él todavía se ponía a pie de guerra como un soldado. Y pensó en porque las princesas se enamoran del hombre que las salvaba y cuidaba.
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Para este día salieron dos entradas, una con el prompt y la otra con el AU, para el siguiente miércoles van a conocer la versión del AU~ ¡Gracias por seguir por aquí! Me alegro que te estén gustando lo suficiente para volver ^^
¡Nos leemos el próximo miércoles ;)✨! Deja tu comentario para saber que te pareció ~^^~ Me gusta interactuar con ustedes 💕
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