Capítulo 13

El frío lo despertó haciendo que se estremeciese. Volvió la vista hacia el lecho de Nutria y vió que la joven aún no había llegado. Zarpa de Halcón estaba tumbado comiéndose un ratón.

De repente entro Corazón Florecido y Pelaje Rayado.

– Buenos Días –. Saludaron los dos guerreros.

– Buenos Días –. Dijeron los dos aprendices inclinando la cabeza ante sus mentores.

Pelaje Rayado se le acercó brevemente. Los ojos del guerrero brillaban algo extraños, era como si hubiese presenciado algo terrible pero que a la vez le había dado gusto.

– Vamos a entrenar, primero toma algo del montón de carne fresca y luego saldremos –. Ordenó el guerrero rayado.

– Si Pelaje Rayado –. Dijo obediente.

– ¿Estás listo para entrenar? –. Preguntó Corazón Florecido a Zarpa de Halcón.

– Quiero primero visitar a Flor de Ceniza, escuché que pronto va a dar a luz –. Dijo el aprendiz.

– Bueno pero que sea rápido –. Gruñó Corazón Florecido.

El guerrero era un tanto frío y reservado, nada comparado con Pelaje Rayado, su mentor era menos reservado, aunque también era algo duro y no se tomaba nada a broma, le gustaba que todo fuera derecho.

– ¿Has visto a Nutria? –. Preguntó algo nervioso. Captó una mirada recelosa por parte de Zarpa de Halcón pero le prestó poca atención.

– No la he visto, pero seguro que pronto la veras –. Dijo con un brillo malicioso en sus ojos que no comprendió.

– Está bien, gracias –. Respondió dubitativo.

Zarpa de Sauce apareció entre la maleza de la guarida. Llevaba un tordo que dejo a los pies de Pelaje Rayado.

– Tormenta de Fuego me ha pedido que te lo de, dice que no has comido por salir a patrullar y que necesitas energías –. Ronroneó la joven.

– Gracias Zarpa de Sauce –. Dijo el guerrero con un deje algo frío.

La aprendiza inclino la cabeza y se sentó al lado de Zarpa de Halcón. Vió un brillo en la mirada de la gata y a la vez también vió como la cola de Zarpa de Halcón se agitaba algo emocionada.

¿Así se verían él y Nutria? Se preguntó algo avergonzado.

Salió de la guarida para tomar una presa del montón de carne fresca, cuando Manto Pardo entró veloz al campamento. Su pelaje estaba erizado de puro horror y tristeza. 

– ¿Qué sucede Manto Pardo? –. Preguntó Estrella Moteada saliendo de su guarida.

– Una patrulla del Clan del Río viene hacia acá, hay muy malas noticias –. Dijo dolorosamente.

– ¿Qué malas noticias? –. Exigió saber Tormenta de Fuego.

– Ya lo verán... –. Respondió el guerrero, temblando.

De repente aparecieron cuatro gatos del Clan del Río: Salto de Puma, Manto Cálido, Cola de Ardilla y Pluma de Aire.

Se quedó horrorizado y petrificado al ver la carga que traían Salto de Puma y Cola de Ardilla. De sus fauces colgaban los cuerpos inertes de Nutria y Tormenta.

Salto de Puma depositó delicadamente el cuerpo de Nutria mientras que Cola de Ardilla ponía el de Tormenta a un lado.

– Lo lamentamos mucho Estrella Moteada, las encontramos cerca del-

– ¡Eso es mentira, ustedes las han asesinado! –. La voz furiosa de Tormenta de Fuego cortó las palabras del guerrero del Clan del Río.

Zarpa de Halcón miraba sin poder creerlo. 

– ¡No, Tormenta, Nutria, no! –. La voz sumida de dolor de Flor de Ceniza quebró el silencio. La reina corrió hacia sus hijas con dolor. – ¡No! –. Lloraba con una tristeza irremediable.

Él sintió un abismo dentro de él, todo dió vueltas a su alrededor sin poder creer lo que sus ojos contemplaban. Corrió hacia Nutria hundiendo el hocico en el pelaje de la aprendiza. Lo notó frío y mojado. Habían muerto ahogadas.

¿Por qué Nutria...? ¿Por qué me abandonas? Yo te amaba tanto, juraste que jamás me ibas a abandonar y que siempre estarías conmigo, me traicionaste.
La tristeza y el dolor lo invadieron, prestó poca atención al agradecimiento de Estrella Moteada a los guerreros del Clan del Río y a la despedida cortés y triste de los guerreros a las dos jóvenes.

Flor de Ceniza tenía el hocico hundido en el pelaje de sus hijas y jadeaba pesadamente. La guerrera se levantó dando tumbos.

– ¡Va a tener a sus cachorros! –. La voz horrorizada de Perlada lo asustó.

Oreja Parda que estaba tumbada junto al cuerpo de su antigua aprendiza, Tormenta, se levantó rápidamente y sin mirar atrás ayudó a Flor de Ceniza llevándola a la maternidad.

Tormenta de Fuego que también estaba al lado de Zarpa de Halcón tristemente, se levantó veloz para ver a su pareja. 

El claro quedó en un silencio profundo y doloroso, todos estaban tristes por la muerte de las jóvenes.


No se había dado cuenta de que el día había transcurrido y ya era casi de noche. Tormenta de Fuego había vuelto con las jóvenes, algunos guerreros ya se habían marchado. Se sentía agradecido con su mentor Pelaje Rayado por haberle dado el día.

Se levantó torpemente con las extremidades entumecidas de frío. Se dirigió hacia la maternidad. Esperaba a que Flor de Ceniza estuviese bien después de que había tenido sus cachorros bajo la agonía por la muerte de sus hijas.

Al entrar se topó con Oreja Parda. La curandera acomodada algunas hierbas. Él inclino la cabeza.

– Hola Oreja Parda –. Saludó algo cansado.

– Hola Acecho, espero que ya no estes triste, no deberías de estar así. ¿Quieres que te de algo para dormir? –. Preguntó preocupada.

– No, gracias pero solo vengo para ver a Flor de Ceniza y a sus nuevos cachorros. ¿Puedo? –. Preguntó dubitativo.

– Por el momento ella está dormida y algo débil, tal vez mañana puedas venir, en cuanto a los cachorros... son una hembra y un macho –. Ronroneó feliz.

– ¿Cómo se llaman? –. Preguntó un poco más entusiasmado.

– Pequeño Fuego y Pequeña Tormenta –. Respondió cálida.

¿Pequeña Tormenta? No se podía creer que la reina le hubiese puesto un nombre tan idéntico a Tormenta.

– Sé que es algo extraño y que te da ciertos recuerdos, pero a veces cuando mueres no precisamente vas al Clan Estelar, suele pasar que una parte de ti reencarna en otros gatos. Siento que Nutria y Tormenta están más cerca de lo que puedes ver –. Dijo mirando a la reina.

Se acercó a Flor de Ceniza esperando no despertarla. Vió acurrucados contra su vientre, a dos cachorros idénticos a Nutria y a Tormenta. El primero era un cachorro rojizo y la segunda era una cachorrita gris ceniza como su madre.

– Son hermosos –. Dijo tiernamente. Por un momento olvidó el dolor que sentía por la muerte de Nutria.

– Así es... se nota que serán grandes jóvenes. ¿Por qué no sales a cazar? –. Preguntó mirando con curiosidad.

– Si, buena idea, ya voy, solo quería pasar a ver a los cachorros, pero ahora me marcho a cazar, sería mucho mejor que quedarme en el campamento, ademas casi anochece –. añadió.

Salió de la maternidad. Una extraña pero familiar sensación lo provocó.

Ay no, pensó algo horrorizado al recordar la misma sensación de avidez al matar a Escarlata en el campamento del Clan Oscuro.

Miró a sus compañeros de clan a su alrededor, él sabía a la perfección que cuando aquella avidez estallaba no importaba contra quien saltase.

Corrió hacia la entrada del campamento velozmente tratando de controlarse. Llegó al Bosque sintiendo cada vez más el deseo de matar algo en movimiento. Captó con el rabillo del ojo un movimiento en la maleza.

Perfecto, se dijo en mente. 

Un conejo apareció de entre los arbustos y apenas reparó en él.

Sin importarle si hacia ruido o no se abalanzó contra el conejo quien soltó un chillido de sorpresa y pavor. Él lo inmovilizo con ambas zarpas, observó el cuerpo del conejo retorciendose bajo su presión. La avidez de matar lo consumió y mordió con crueldad el conejo sintiendo como los huesos de éste se quebraban bajo la fuerza que había empleado.
Desgarró la cara del conejo haciendo una masacre hasta que soltó al conejo sentándose y mirándose las zarpas, las tenía llenas de sangre al igual que el hocico. Su pelaje blanco y lustroso estaba manchado de sangre.

De repente un crujido sonoro de maleza quebrandose hizo que se levantará y se pusiera en modo de ataque, dudaba de que fuera una presa... El crujido se volvió más fuerte hasta que de entre la maleza surgió una joven de pelaje blanco con marrón.

– ¡Arenita! ¿Qué haces aquí? –. Preguntó sorprendido. – ¡Vete de aquí Arenita, alejate! –. Le bufó erizando su pelaje.

– Hola Acecho, ya no me llamo Arenita, ahora soy Arenosa y…y… ¿Por qué me hablas así? –. Preguntó triste.

– Bueno pues Arenosa... ¡Alejate de mí territorio y de mí o te haré lo mismo que al conejo! –. Se sentía mal por hablarle así a su amiga, pero... sabía que era por su bien, últimamente había perdido el control de si mismo y con ello su instinto de saber lo que estaba bien y lo que no estaba bien.

– Bien, bien, si no quieres que esté aquí entonces... ¡Me marcho! –. Le espetó. Pero no me iré hasta que te haya transmitido lo siguiente.

– ¿Y qué es? –. Dijo fríamente.

– Sobre la profecía, tuve otro sueño... Ala de Agua me dijo que los cuatro ya habían llegado –. Dijo angustiada.
– También que pertenecen al Clan del Trueno –.

– ¿Al Clan del Trueno? eh, bueno como sabré yo quienes son –. Dijo algo molesto.

– No lo sé –. Fueron las palabras de la curandera.

– En el Clan del Trueno hay nuevos cachorros... y tam…

– ¡Escuché lo de Nutria y Tormenta, lo siento muchísimo Acecho, si estás así por eso entonces te comprendo! –. Interrumpió la curandera.

El hizo una mueca al mencionar a Nutria. Tuvo que apretar los dientes para no llorar por las aprendizas.
– Gracias pero estoy bien... Como decía, hay nuevos cachorros que nacieron después de la muerte de Nutria y Tormenta, se llaman Pequeña Tormenta y Pequeño Fuego... además ya había otros cachorros, Pequeña Nieve, Pequeño Soleado y Pequeña Enlodada –. Terminó.

– ¡¿Cómo van a ser cachorros?! Se supone que serán los que salvarán desde este momento a los clanes, no sé de qué, pero supongo que de grandes problemas –.

La sensación de avidez regresó, miró a Arenosa con un brillo y de repente saltó sobre la gata derribandola contra el suelo y clavandole las garras en los hombros.

– ¡Acecho, no! ¡Por favor no me hagas daño! –. Gritó sacudiendose con horror.

Le clavo las garras con más profundidad, escuchando los gritos de dolor de la curandera. De repente volvió en si y se quitó rápidamente.

La curandera salió disparada una vez que estuvo libre.

– ¡No, espera Arenosa! No te vayas... –. Dijo tristemente, vió el charco de sangre que había dejado de la aprendiza.

¿Por qué hice eso? No quería hacerlo, pensó con tristeza.

Se agachó tristemente y miró al conejo.

¡Ayúdame Clan Estelar!



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