Cap 102. Perder para ganar
El embarazo de su esposa había tenido variadas complicaciones fuera de las estimaciones calculadas, pero no habían sido cosas que Wingdings no pudiera manejar... hasta ese preciso momento. Siendo la primera vez en que había tenido que aceptar que necesitaba ayuda aunque se tratara de ese par insoportable. Siendo la primera vez en que estaba realmente aterrado por lo que pudiera pasar desde ese punto.
El 29 de febrero de 1902 en la región de Waterfall a la luz de la luna, Arial Gaster había entrado en labor de parto inesperadamente mientras había estado conviviendo con sus amigas y tenido que avisarle a través de la argolla matrimonial para socorrerla de inmediato. Había dado a luz un mes antes de lo contemplado en la comodidad (por decirlo de algún modo), del hogar que luchaban por construir juntos. Pero aunque Wingdings comprendiera el temor que generaba estar cargando a su hijo por primera vez, el hecho de que no hubiese llorado desde el momento en que le ayudó a su esposa en el parto, además de estar con sus pequeñas cuencas cerradas como si estuviese dormido desde el nacimiento, le indicaba de inmediato que algo no estaba bien en él.
Era pequeño, demasiado pequeño para lo que venía siendo un esqueleto recién nacido. Y si no fuera por el hecho de estarlo sujetando con sus manos, podría asumir que estaba...
-Quiero sostenerlo...–Por la voz cansada de su esposa, intuyó que estaba pensando lo mismo que él. Teniendo a cada amiga suya a su costado sin saber qué hacer ante el silencio que reinó por ese breve momento. –Quiero a mi bebé...
-Ari, no... –Le estaba costando trabajo contener su pánico en ese preciso momento.
-Por favor. –Hizo el afán de levantarse, pero sus amigas al menos estaban siendo de ayuda para evitarlo y con delicadeza posible. –Quiero sostenerlo.
No pudiendo negárselo y sin saber qué hacer, con mucho cuidado se lo pasó para que lo cargara entre sus brazos por primera vez, como si toda su vida se hubiese preparado para ese momento por la forma tan precisa que había colocado sus brazos de inmediato. Notando con cierto horror lo tan débiles que se veía su ahora familia ante él, sabiendo que en el estado que se encontraban podrían perecer fácilmente en cuanto no se le ocurriera algo de inmediato. Su pequeño bebé apenas y parecía ser capaz de respirar, razón por la cual tal vez no estaba hecho cenizas ya, pero eso no garantizaba que pudiera estar mejor después. Conocía lo suficiente para saber que nada estaba bien en realidad. Y en cuanto a su esposa, el esfuerzo descomunal que estaba ejerciendo sobre sí misma era admirable, porque visiblemente parecía estar por desfallecer en cualquier momento ante todas las complicaciones. Sin contar que la situación claramente la tenía asustada también.
Pese a haber pertenecido al campo médico por necesidad, Arial no había tenido una buena salud desde que la había conocido. Tantos sobreesfuerzos que había hecho para que otros sobrevivieran a toda costa, brindando incluso de su propia energía en casos extremos, tarde que temprano le iba a cobrar factura en sus huesos desnutridos. Por lo que había sido un tanto evidente que un embarazo la agotaría demasiado y aun así quiso correr el riesgo ante la felicidad que le producía poder formar una familia con él. No obstante, ninguno contempló que aquello no sólo le pudiera afectar a ella, sino al bebé quien necesitó nutrirse de todo directo de la madre. Siendo una muy mala broma de cualquier dios que estuviera contemplándolos, el hecho de no poder siquiera felices en ese preciso momento que se estaban convirtiendo en padres.
-Creí que los embarazos en los esqueletos duraban cinco meses. –Susurró la coneja en cuanto se separaron de Arial para darle su espacio con el bebé. –Ella apenas y estaba cumpliendo el cuarto mes.
-Eso ya lo sé. –Respondió Wingdings con amargura por el simple hecho de tener que aceptarla sin más en su propia casa sin previo reproche. –¿Qué estaban haciendo con ella?
-¡Nada! Nosotras sólo estábamos cantando. –Se excusó por lo bajo la sirena con evidente molestia. –Ni siquiera hizo esfuerzo.
Era difícil de creer considerando como eran una mala influencia para su esposa, pero no tenía tiempo para preocuparse por eso ahora que tenía cosas más importantes por atender de inmediato. Pero en cuanto volvió a prestar atención en su esposa, pudo ver que ella parecía haber encontrado la raíz del problema en cuanto le había abierto las cuencas con sumo cuidado. Sin haber ni una chispa de luz en ellos reflejando hacia sus ojos luminosos esmeralda que por ahora solo reflejaban profundo horror ante la oscuridad que pretendía verla de vuelta.
Juntos habían dado vida a un niño que nació en silencio y sin luz en su interior, lo cual lo llevaría a la muerte en poco tiempo ante las pocas atenciones que ambos pudieran brindarle. Pero ni siquiera necesitó sentir a Arial a través de la argolla para comprender lo que estaba por hacer una vez que llevó su mano hacia su ojo izquierdo. Resonando inmediatamente su grito de dolor ante su osadía de no pensársela dos veces para brindar uno de sus ojos hacia el bebé que seguía sin emitir sonido alguno. Iluminando todo el departamento con la intensa luz que era tener expuesto por completo el punto débil y más importante de todo esqueleto: un ojo mágico.
Y pese a lo desgarrador que era la escena en muchos aspectos, la luz era de lo más hermoso y cálido que alguien pudiera contemplar una vez en su vida. Justo como ella.
-T-tú sobrevivirás... –Con demasiado temblor en su mano a causa del miedo y el dolor, Arial le colocó su ojo en la cuenca izquierda al bebé, el cual no hizo nada para impedirlo. –¡Tú sobrevivirás! ¡Tú... SOBREVIVIRÁS!
Ni Wingdings ni las dos amigas supieron qué hacer tras eso, teniendo qué limitarse a mantenerse alerta de cualquier cosa que pudiera pasar con algo de lo que no había conocimiento de si funcionaría o no. Arial por su parte sólo tenía ojos para el bebé en sus brazos, el cual rodeó además con su aura verde por cualquier herida o malestar que pudiera generarle una interferencia tan repentina en su recién nacido cuerpo. Y nunca un llanto había sido tan aliviador como ese preciso momento. Siendo que ambos esqueletos, madre e hijo, se observaban mutuamente con la misma intensidad esmeralda. Ambos llorando por diferentes razones y aun así causando una sintonía que le hizo sentir demasiado aliviado a Wingdings, al menos por ese momento.
-H-hola, hola, mi pequeño... –Susurró Arial finalmente con una sonrisa en su rostro. –Tú... sobrevivirás... Lo prometo...
-¡Arial!
La esqueleto se desplomó en la cama, pero aun así se mantuvo despierta lo más posible al deber tener cuidado con el bebé que no paraba de llorar. No obstante, por mero instinto Wingdings se apareció a lado suyo para cargarlo él antes de que pudiera caerse. Las amigas también habían llegado nuevamente a los costados, tratando de animarla ante el temor de que se quedase dormida y aquello fuese peor. Agradeciéndolo internamente al tener que atender al bebé que había disminuido su llanto una vez que él lo cargó nuevamente. El cual todavía parecía tan delicado en sus manos... pero ahora con media mirada de ella...
Él era su padre. Tenía un hijo, un ser que provino de él. ¿Era normal aun así estar tan aterrado?
-Hola, Sans. –Le susurró aun cuando supiera de antemano que no le entendería. Extrañamente no se sentía como un tonto hablándole a un bebé. –Yo soy tu papá.
-¿Sans? –Intervino la odiosa coneja desde su sitio con un evidente tono de disgusto. Aparentemente había estado observándolos. –¿En qué momento decidieron llamarlo "Sin"?
-No es francés, coneja.
-Es... cosa de esqueletos. –Contestó Arial en tono bajo, estando completamente cansada y debilitada. –Me gusta, es el nombre de mi padre.
-Bueno, al menos es mejor que "Wingdings", jajajajaja.
El esqueleto mencionado optó por ignorar sus burlas. Teniendo ojos únicamente para su esposa e hijo ahora. Estando sosteniendo un bebé esqueleto que nació en silencio y sin luz en su interior, pero que Arial le había dado la oportunidad de encontrar su voz y su razón de brillar por cuenta propia. Prometiéndole que sobreviviría con todos sus esfuerzos, siendo que aquello se convirtió en un peligro a los pocos días dado que ahora tenía a dos seres con severos problemas de salud a su cuidado y sin poder hacer mucho por sus horas laborales en la fábrica.
Ausentarse varias veces del trabajo para protegerlos y curarlos, significaba menos dinero para poder alimentarlos. Razón por la cual había entrado en la necesidad de robar de vez en cuando ahora que tenía manos extras desactivadas de su magia. Y aunque las amigas estuvieran dispuestas a brindar su ayuda en todo momento, no era suficiente al requerir ambas cuidar a sus respectivas familias también. Su esposa e hijo requerían una atención médica precisa que ni él podría darles por el simple hecho de no contar con medicamentos, maquinaria y demás para lograrlo. Controlar su angustia con todo ello le estaba siendo cada vez más difícil, por lo que había veces que tenía que salirse de la habitación para no preocupar a Arial al no ser capaz de tener controlada la situación.
-Bueno, al menos es un bebé tranquilo. –Arial esbozó una sonrisa que no le engañaba para nada, siguiéndolo tras salir de la habitación una vez más hasta llegar al pequeño balcón del departamento. –Creo que te habrías desesperado más en el caso contrario.
-Al menos algo así me habría indicado que todo está bien finalmente. –Admitió con cansancio.
-Tranquilo, ding-ding. –Tomó su mano que tenía recargada en el sucio barandal. Justo la que tenía agujerada desde que Sans venía en camino. –Sabíamos que tendríamos algunas dificultades, cariño. Pero si logramos salir de una guerra, sé que saldremos de ésta.
-Hace tiempo que no me llamabas así.
-Hace tiempo que no te había visto tan angustiado. –Entrelazó sus dedos con los de ella como disculpa de no poder ocultarlo. Arial lo aceptó con cariño. –Aun no logro que el ojo se vuelva realmente suyo. Tal vez ese sea el problema de que siga tan delicado.
-No podemos saberlo sin un análisis adecuado.
-¿Tal vez podamos recurrir a la medicina alternativa?
-Demasiados riesgos a considerar. Sin contar que ni siquiera podemos darnos el lujo de algo así.
-¿Entonces qué tal si...?
-Ari, por favor. –Tuvo que interrumpirla al estarle costando trabajo en verdad no terminar lanzándose de ese balcón. El estar sujetando su mano era lo que lo detenía. –Sé que tratas de tranquilizarme, pero.... ¡Aghhh! ¡Esta no es la vida que te prometí! Nada de esto está bien.
-Hey, hey. Tranquilo, cariño, que nadie te está exigiendo que lo hagas. –La esqueleto finalmente se giró hacia él, obligándole a verle de vuelta para lo que sea que estuviera pensando, lo dejara atrás de una buena vez. Definitivamente se había casado con alguien que se anticipaba a sus propias estupideces. –Eres un hombre valiente, caballeroso y sobre todo, inteligente. Si hay alguien que puede encontrar una solución para esto, definitivamente lo eres tú. ¿Pero qué crees? No estás solo en esto por el simple hecho de que me tienes a mi. Así que enfoquémonos en que podremos ver el arcoíris al final de la tormenta, ¿de acuerdo?
-Tú odias las tormentas, mia amore.
-Pero estoy dispuesta a soportarlas si es contigo. –Ahora su sonrisa en verdad era sincera. –Así que no te derrumbes, por favor. Sans y yo te queremos y necesitamos bien, ¿va?
Era demasiado fácil decirlo, pero la verdad es que sí se encontraba solo en cuanto a soluciones se trataba. En cuanto había implorado un aumento en la fábrica en donde trabajaba, lo corrieron en respuesta por el aparente atrevimiento de más dinero pese a sus constantes ausencias. Y cuando había asistido al sindicato de monstruos en busca de ayuda al respecto, el líder sindical le había rechazado de manera déspota por el simple hecho de pedirle algo más aparte del arreglo de sus papeles.
En su desesperación había tenido que recurrir a robos más grandes al sentir que no tenía nada más a la mano con lo cual sustentar a su familia en peligro de desaparecer en cualquier instante, hasta que se encontró con una tortuga bastante peculiar que aparentemente le había estado observando desde hace tiempo. Ofreciéndole trabajo que dignificara sus talentos y conocimientos, otorgándole la posibilidad de una libertad financiera más que suficiente para salvar la vida de su familia debilitada. Atreviéndose con ello a querer crecer más, construyendo algo que no tuviera que depender de terceros al enfocarse en el futuro de sus hijos. Y con ello creyó que había logrado poder salvar a su familia finalmente, pero tan solo los había condenado a ser perseguidos por la muerte por siempre. Fallando garrafalmente al no poder salvar a su pareja y alma gemela. Teniendo que fortalecer a sus hijos sin importar el costo, ante el temor de perderlos a ellos también.
Pero tan solo se trataba de un hombre fracasado. Y todo aquello que tuviera su cariño estaba condenado a sufrir hasta el final.
Las ganas de llorar estaban presentes, pero mantuvo el cráneo en alto al preferir morir con una imagen digna de su ser, a doblegarse ante sus enemigos que claramente querían verle acabado. Sin contar que estaba encerrado junto con sus hijos que apenas y se limitaban a ver los barrotes para contarlos una y otra vez ante un posible aburrimiento. Sin emplear palabra alguna entre ellos por el simple hecho de no saber qué decir en un momento como ese. Pues, ¿cómo se suponía que uno debía de despedirse estando preso?
-Muy bien muchacho, esta será tu celda esta noche, hasta que alguien se digne en pagar tu fianza. –Escucharon que estaban llevando a alguien a la celda de al lado de ellos. –Jeje, para llamarte Ares, eres demasiado escuálido.
-Y usted para ser un policía, es demasiado gordo.
-¡Serás...!
Pudo escuchar como evidentemente empujaron al joven por la queja que vino después y el metal cerrándose inmediatamente. Y al momento de ver al policía pasar a lado de ellos con pasos pesados y mirada déspota, en efecto, era demasiado gordo para alguien que debía de dedicarse a detener a sujetos como ellos, pero tal vez era lo suficientemente pesado para no ser derrumbado. Quien sabe, ya ni siquiera le encontraba sentido pensar en esas cosas que de cualquier manera no le servían para nada. Era un hecho de que ya no había más planes, ideas, o lo que fuera para poder salirse una vez más de una situación complicada.
Al poco tiempo pudo escuchar el suave sonido de una armónica precisamente surgiendo de esa celda, el cual captó mucho más la atención de Sans si le había dado el impulso suficiente para pararse y acercarse a ese lado de la celda. Recargándose en la pared y sacando una mano por mucho que se suponía que no deberían ante el riesgo de que quisieran lastimarle. Aunque tal vez su propio hijo ya lo sabía y ya le daba igual de cualquier manera.
-Hey, ¿puedes prestarme esa armónica un momento?
-¿Eres un... esqueleto? ¿Tienes pulmones para eso? –Sans solo soltó una tenue risa con esa pregunta tan repetitiva sobre su especie. –Soy un humano, ¿no te importa eso?
-He compartido saliva con una.
-Eso sonó muy raro. –Pero aun así pareció que le había dado gracia al humano. Sacando también su mano con la armónica y notando de primera que tenía la piel muy pálida. –Date, amigo.
Sin más, Sans comenzó a soplarle como si evaluara el distinto sonido que podía emitir en cada manera de cubrir algunas salidas. Entendiéndole en muy poco tiempo el instrumento al grado de comenzar a emplear una melodía bastante bien hecha que era imposible no creer que no estuviera leyendo alguna partitura, o que nunca hubiera tocado una armónica en su vida. Y escucharlo precisamente tocar un instrumento era lo que lo tenía más acabado internamente, comprendiendo lo tanto que se parecía también a Arial.
-Cierto, tenías un saxofón. –Recordó Wingdings vagamente mientras le observaba desde su esquina. Sentado en la oscuridad mientras no le quedaba nada más que esperar. –¿Qué pasó con él?
-Lo tiré cuando cometí mi primer asesinato. –Mencionó Sans sin tacto al momento de separar sus dientes de la armónica. Tal vez no era muy higiénico de su parte que pidiera prestado tal cosa, pero suponía que daba igual dada la situación. –¿Qué caso tenía conservarlo si estaba condenado a ser un asesino y nada más?
-¿Querías ser músico? –Le sorprendió descubrir ese hecho. –¿Por qué no me dijiste nada al respecto?
-¿Me habrías escuchado? –Soltó una risa amarga tras su pregunta que no necesitaba de una respuesta de su parte. –Viejo, tú mismo cubriste el piano de mamá porque no querías saber nada que te recordara a ella.
-Lo siento, yo... no tenía ni idea. –Se sintió algo apenado con ello, pero Sans ni siquiera le dio importancia al enfocarse nuevamente en tocar la armónica. Emitiendo una melodía que de alguna forma le recordaba a lo que tarareaba en casa recientemente. –¿Y tú Papyrus? ¿Aspirabas a algo cuando crecieras?
-¿SONARÁ DEMASIADO IRÓNICO QUE QUERÍA SER POLICÍA? –Soltó sin querer verle directamente. Estando contando los barrotes de las celdas más cercanas posibles. Sans había dejado de tocar la armónica nuevamente ante la risa que le había dado eso. –LOS ADMIRABA POR SER LOS BUENOS DE TODA HISTORIA. Y TAL VEZ NO ME EQUIVOQUÉ DEL TODO. HASTA YO SÉ QUE COMETIMOS MUCHAS COSAS IMPERDONABLES.
-Lo siento por eso. Aunque creo que a estas alturas no vale la pena disculparse.
Ambos hijos se miraron el uno al otro, aparentemente sin saber qué hacer ante su pesimismo que no involucraba cantidades de alcohol ingeridas previamente. En efecto, no le gustaba que le observaran en un estado vulnerable, pero si estaba pasando por sus últimas horas de vida, al menos quería que sus hijos le conociesen tal y como siempre había sido pese a sus esfuerzos. Tenían el derecho de hacerlo a fin de cuentas.
-En realidad ya había pensado en cómo sería mi propia muerte hace tiempo, imaginándome que mi final sería combatiendo con algunos de los que nunca les agradé. –Habló Sans mientras comenzó a lanzar levemente la armónica para atraparla con sus manos en corto alcance. Muy seguramente por querer estar haciendo algo más que simplemente conversar. –Incluso pensé que mi muerte sería en garras del Gran Don en cualquier instante. Pero que mi muerte vaya a estar en manos de la policía, lo hace decepcionante.
-YO ME DECÍA A MI MISMO QUE NUNCA PODRÍAN ALCANZARME, PERO EN EL CASO DE QUE PASARA, QUE SERÍA CAPAZ DE ACABARME A MI MISMO CON TAL DE MANTENERLOS A SALVO, FUERA DE TODO INTENTO DE VENGANZA. –Papyrus se apartó de los barrotes para sentarse cerca de ellos. –LAS COSAS AL FINAL RESULTARON MUY RARAS PARA NOSOTROS.
-Si, demasiaaaaaaado raras.
-Maldición. Somos un trío de pesimistas. –Soltó Wingdings con cierto pesar, pero tratando de emitir una mueca lo más amigable posible. –¿No pueden decirme mejor que tienen algún plan para salir de ésta o algo así?
-¿Para qué mentirnos, viejo? No queda nada más por hacer a estas alturas. Sin aliados, sin Muffet, sin el hierbajo dado que no supimos qué pasó con él... –Sans soltó un gruñido ante la inconformidad. –En verdad quería un futuro con Frisk, pero de nuevo la dejé sola.
-DEJAREMOS TAMBIÉN A MUFFET SOLA. SÉ QUE POR MUCHO TIEMPO LA CONSIDERÉ UNA MOLESTIA, PERO... EN ESTE MOMENTO ESTOY PREOCUPADO POR ELLA.
-Es un fastidio andante y una entrometida de primera, pero supongo que también yo. –Sans se encogió de hombros con cierta simpatía. –Al menos si logra salir en poco tiempo, podrá hacerle compañía a Frisk ahora que se hicieron amigas. Ambas hablando de cómo perdieron a un Gaster, ¿eh? Supongo que se les uniría la chihuahua albina.
-SUPONGO QUE SI. –Comentó tras desviar su mirada. Si estuviera de mejor humor y en una mejor situación, tal vez habría tratado de averiguar si su hijo menor había caído en el amor también y saber qué hacer para evitar un catástrofe inicial a cómo lo había sido con la florista. –ESPERO QUE TAMMY ENCUENTRE A ALGUIEN MUCHO MEJOR. COSA QUE SERÁ DIFÍCIL, PERO, SABEN A LO QUE ME REFIERO, ¿CIERTO?
-Igual yo, espero... que Frisk pueda encontrar la felicidad... Rehacer su bonita floristería y hacer la familia que tanto quiere.
-¿PODRÁS MORIR TRANQUILO TENIENDO EN MENTE QUE ESTARÁ CON ALGUIEN MÁS?
-Moriré sea como sea que me sienta, Paps. –Pese a lo deprimente que había sonado su comentario, aun así Sans mantuvo su sonrisa burlona. –Al menos impedí que tuviera problemas y eso tendrá que serme suficiente para partir de este mundo.
-Vaya, definitivamente ya no son unos niños. –Irrumpió Wingdings la conversación ante lo inverosímil que era escucharlos hablar sobre mujeres. Siendo un tema que particularmente había querido evitar hablar con ellos y que había sido un completo error de su parte ahora que los escuchaba con detenimiento. ¿Cómo era posible que se hubiera rehusado tanto a semejante escena? –Tal vez hasta hayan resultado más maduros que yo. Diría que no fallé como padre con eso, pero sería mentira.
-Deja de atormentarte, viejo. –Sans se giró hacia él. –Sé que te he culpado mucho en el pasado, pero comprendo en verdad que hiciste lo que pudiste. Respondiste por todo aquello que yo no pude.
-ME GUSTARÍA DECIR QUE PODRÍAN HABERSE HECHO LAS COSAS DE MEJOR FORMA, PERO NI SIQUIERA YO PUEDO SER UN EJEMPLO DE ESO, SI YO MISMO COMETÍ MUCHOS ERRORES TAMBIÉN. –También Papyrus se había girado hacia él. Esbozando una sonrisa bastante extraña, pero con la mayor posible sinceridad. –COMO PADRE DEJASTE MUCHO QUÉ DESEAR, PERO AUN ASÍ AGRADEZCO TU INTENTO. SOBREVIVIMOS LO MÁS QUE PUDIMOS CON TUS ENSEÑANZAS.
-Y además con ello pudimos concluir que la idiotez viene en el apellido. –Rió Sans con su propio comentario. Extrañamente encontrando calma en sus propias palabras. –Debiste prepararnos mejor para eso que para el "encanto Gaster".
-Bueno, a decir verdad no son tan diferentes nuestra idiotez con ello. –Sonrió Windings con melancolía, teniendo qué aceptarlo. –Con todo lo que nos ha pasado con eso, concluiría que el verdadero encanto Gaster consiste en la bendición de poder amar con locura, y la maldición de poder ser amados con locura.
Nadie estuvo en contra de ese argumento. Pero pudo escuchar un tenue "los vecinos de celda son muy raros" que en otro tipo de circunstancias le habría causado molestia la intrusión inevitable.
...
Frisk se encontró con dos sorpresas al momento de llegar a la iglesia. Una de ellas era el hecho de ver que el señor de la tercera edad que aparentemente siempre se lo topaba ahí, ya se encontraba metiendo a varios humanos en el espacioso lugar, sentándolos en los largos asientos que apuntaban hacia la extraña escultura de un hombre semidesnudo lastimado. Pero la otra sorpresa, era descubrir que en verdad había varios que usaban aquel lugar como confesionario por lo que podía notar en algunas miradas que cruzó con algunos conforme siguió hacia adelante. Pareciendo que en verdad tenían una culpa cargando consigo y que necesitaban sacar de su pecho. Esperando obtener su turno lo más pronto posible para ello.
Los seguidores habían decidido quedarse a una distancia más que considerable tras la breve señal que les había dado sobre permitirle hablar con el señor con la mayor cautela posible, lo cual había parecido también una señal para el señor amable del lugar, el cual le sonrió abiertamente al momento de verla acercarse hacia él. Teniendo que detenerse en la entrada de la iglesia sin poder ingresar a lo que se suponía que era su extraño trabajo de escuchar gente.
-Dudo que hayas venido a misa, ¿cierto? –El señor sonrió con su propio comentario. Frisk por su parte, no tenía ni idea de lo que era "misa". –Por tu mirada fulminante y las noticias con las que amanecimos todos, he de suponer que vienes a hablar sobre la familia esqueleto.
-Si, señor. Necesito... No. –Sacudió su mente para procesar sus palabras. Teniendo a Flowey atento y consigo le ayudaba un poco. –Snowdin necesita de su ayuda.
-Me agarras un poco ocupado esta vez, por lo que tendrás que esperar a que acabe esto.
-No cuento con mucho tiempo, así que seré breve. –Frisk se puso firme ante él. Que si bien no era necesario mostrarse de la misma forma con la que lo había hecho con el líder de la yakuza, no conocía otro modo de pedir lo que necesitaba a esa escala. –Sin los Gaster, el barrio queda vulnerable ante enemigos que quisieran tomar este territorio, por lo que será conveniente mantener a salvo el día de hoy a varios habitantes por precaución. Los humanos de Snowdin parecen querer escucharlo, y ahora que parece que tiene ya a varios reunidos...
-Entiendo. –Mencionó el señor tras esperar pacientemente a las palabras de ella para terminar aquella oración. Pero la carrera que había emprendido para llegar a ese punto y teniendo que pensar demasiadas cosas por atender tan pronto, la tenían demasiado agobiada y sin poder demostrarlo por el bien de sus planes. –Muchas gracias por la consideración.
-A cambio gestionaré que los monstruos no le teman o repudien este lugar, ya que ha sido su queja al respecto, ¿cierto?
-No debes obligar a nadie a querer o profesar algo, mi niña. –El sacerdote levantó sus palmas para detenerla de esa idea. –Tener fe y esperanza es algo que se construye con el tiempo, pero aún más importante, una decisión personal. Así que no, gracias. Pero aun así lo haré.
-¿Entonces qué es lo que quiere a cambio?
-Nada, no necesitas darme nada realmente. –Frisk arqueó su ceja con eso. No le daba confianza que fuese tan sencillo a esas alturas de lo que había estado viviendo en la ciudad. –Me es suficiente con saber que existe la prueba de un cariño genuino entre humanos y monstruos con solo observarte en la distancia.
Frisk finalmente pudo sentirse menos agobiada con ese punto. Comprendiendo que el señor lo decía en serio tras una de las conversaciones que había tenido con él al respecto. Tal vez incluso sintiéndose menos sola por ese instante ante el recuerdo que ahora tenía sentido para ella. ¿Acaso la monstruo de la que se había enamorado habría sido un ángel también para él? ¿Habría sentido también desesperación de no poder estar a su lado por intervenciones ajenas? Recordaba que le había contado sobre tener que aceptar el ser sacerdote con tal de ella no corriera peligro, justo como Sans se había sacrificado apartándola de la vista policiaca con tal de no involucrarla.
-¿Cómo fue ella? –Frisk soltó su pregunta sin siquiera pensarla previamente.
-Una hermosa kappa, de larga melena oscura y caparazón resistente. –Respondió sabiendo de antemano a quién se refería su pregunta, sin pensarle mucho aparentemente. Incluso sacándole una sonrisa su mero recuerdo a lo que podía notar en su mirada. –Lo último que pude saber de ella, es que la obligaron a casarse con un monstruo rico. Supongo que tuvo una buena vida tras eso.
-¿Se arrepiente de no haber podido estar con ella?
El señor de ojos verdes no le respondió, o por lo menos, no con palabras. Limitándose a mantener su sonrisa para comunicarle más que suficiente. Y con ello, Frisk supo que el señor ya sabía lo que tenía en mente, y que aun así, mantendría la prudencia de no preguntarle nada al respecto. Tal vez incluso el señor ya se había anticipado a lo que le pediría y era la razón por la cual ya tenía a varios humanos reunidos a tan temprana hora del día. Quien sabe. La sabiduría de un hombre tan mayor le era extraña, pero apreciada a su manera.
-¿Entonces... qué considera usted que deba hacer, señor? –Tuvo curiosidad.
-En mi posición debo decirte que siempre debes hacer el bien. Pero como ser humano que pasó por lo mismo... te aconsejo que cometas los errores que necesites experimentar para vivir. –Podía detectar un ligero temor en el tono de su voz, incluso había bajado mucho más su volumen por mera seguridad. –Eventualmente se te juzgará por tus acciones, pero estando en el mundo terrenal, lo mejor que puedes hacer es precisamente vivir sin arrepentimientos. Agradecer por el precioso regalo que se te ha otorgado y escuchar a tu corazón. ¿Qué es lo que te dice?
-Que los quiero de vuelta.
-Entonces haz historia, señorita. –Puso su mano sobre su hombro de forma comprensible, siendo una aparente complicidad entre ellos. –Oraré por ti.
Si bien el contacto físico de un simple desconocido le desconcertaba demasiado, Frisk comprendió lo mucho que ese señor le deseaba suerte en aquello que se estaba preparando por afrontar, aun contra sus propias creencias y principios respectivamente. No apartándose del tacto y sintiéndose un poco extraña en el hecho de percibir que podría estar ante un extraño reflejo de lo que sería su vida si permitía perder a Sans de su vida. Y ciertamente no le gustaba. Aunque entrara mucha gente a la iglesia y tuviera a varios seres pasando ante él, debía de sentirse muy solo en todo momento. Y todo por estupideces respecto a lo que debían de ser los monstruos y humanos ante una corrupta ciudad.
-Señor, usted es un terrible sacerdote. –Comentó Flowey con enfado tras haberse contenido de intervenir en toda la breve conversación. –Se supone que debería de decirle que se porte bien y esas cosas. No incitarla más a que cometa una locura.
El señor solo rió un poco antes de apartarse e ingresar finalmente a la iglesia donde varios ya se encontraban esperándolo. Escuchando la estruendosa campanada en el instante y siendo una señal más que suficiente para Frisk para tener que apresurarse. Y tras haberse reunido de vuelta con los seguidores que le habían esperado pacientemente al final de las escaleras de piedra, por un momento su mirada se cruzó con la del vendedor de lechugas y su puesto, el cual parecía estar horrorizado con tan solo contemplarle a su respectiva distancia. Tal vez por estar siendo acompañada del equipo trabajador de Don Gaster, tal vez por la mirada molesta que Flowey lanzaba a todos en su camino y estando enredado en su brazo pese a que ella sostenía su maceta. O tal vez, por estarse encaminando precisamente al indiscutible recorrido que le llevaba a La Madriguera.
Si bien no conocía a ese reptil, le parecía que le tenía un buen aprecio hacia Ronnie tras haberse quejado con ella por la falta de invitación a su boda, o incluso presentándose hacia el evento al considerar que presentaba un peligro. Por lo que se limitó en negar con la cabeza para indicarle en la distancia que no había por lo qué temerle, sabiendo de antemano la situación que tenían ella con la familia ahora que le estaban culpando por el rapto de la señora Bonnie.
Razón por la cual tampoco le era sencillo tener que presentarse a ese lugar para requerir de su ayuda. Si bien le daba igual lo que se percibiera de ella o no, el hecho de que tal vez en verdad había sido en parte culpa suya el secuestro por no haber hecho nada en el instante... No, no. Tenía que concentrarse en sus objetivos más urgentes. Salvar vidas a la vez.
-No creo que quieran escucharte. –Soltó Flowey tras un breve momento.
-Lo harán.
-¿Requiere que los golpeemos, jefa? –Preguntó uno de los seres grises al escucharla con firmeza.
-¿Qué? ¡No! –Se giró hacia ellos con preocupación. ¿Acaso era lo que Don Gaster les indicaba que hicieran a través de esas palabras? A estas alturas no lo dudaba. –Yo me encargaré personalmente, no hay necesidad de eso. Ustedes vigilen en las orillas de Snowdin ahora que estamos cerca.
-¡Sí, jefa!
-No me digan así, por favor.
-Como usted diga, jefa.
-Jefa. –Repitió la almeja con demasiada insistencia.
Frisk se sintió incómoda con eso, mas no insistió más. Caminando con paso decidido y pensando detenidamente en todo lo que diría y haría para después, aun cuando todo aquello le ponía nerviosa por no saber si realmente estaría haciendo las cosas apropiadamente por su falta de experiencia en esas cosas y en muchas más. Aferrándose a lo que tenía al alcance y conocía a como le había enseñado Don Gaster que lo hiciera al momento de negociar. Sin saber si la sencillez o complejidad eran detonantes suficientes para saber si iba por buen rumbo o no.
-¿Disculpa... tú eres la amant...? –Escuchó una voz tras de ella.
-Novia. –Se giró con evidente irritación.
-Novia, entonces. ¡Qué bonito! –Aquel comportamiento le había desconcertado, pero aún más ver que era una chica humana que estaba usando pantalón y que tuviera parte de su cabello frontal en un tono morado ¿era posible ese color de cabello? –Entonces el rumor se volvió algo más serio.
-¿Qué es lo que quieres?
-¡Oh! No quiero verme inoportuna. –Finalmente se dio cuenta de que tenía prisa. –Pero a nombre de muchos, quería que supieras que no estás sola en Snowdin. Muchos sabemos lo que has hecho con el parque, con los niños y.. eso.
-¿... Gracias? –Alzó una ceja sin entender del todo qué es lo que quería decirle.
-Y que pese a todo, muchos estamos dispuestos a ayudarte con lo que necesites, ahora que...
-Ahora que los Gaster no están aquí. –Terminó la oración por ella. –No estoy viviendo en la calle o algo, si es lo que estás tratando de insinuarme.
-Pues aun así, si llegas a tener hambre, puedes acercarte a algunos de nosotros los humanos. –Le sonrió con demasiada confianza. Enserio que la chica ante ella era muy rara para hablar sin más como si llevara tiempo conociéndola. –Algunos han querido agradecerte, pero no han tenido el valor de acercarse a ti.
-¡Mariana, vámonos! –Escuchó que alguien la llamó a lo lejos.
-¡Ya voy! –Se giró un poco para contestar a la persona que estaba requiriendo de ella. –Ánimo, novia del esqueleto.
Y así como llegó con ella, se fue con la misma energía carismática y dejándola un tanto perpleja de que alguien hubiera querido decirle algo así tras lo que había pensado sobre requerir seres que le apoyaran a convencer a los habitantes de resguardarse. Pero al menos le dio el impulso suficiente para seguir adelante sin ninguna duda que pudiera surgirle.
-Flowey, tú vigila la casa. –Le indicó a su amigo una vez que estuvieron demasiado cerca. Notando que el reptil vendedor de lechugas les estaba siguiendo sin ser demasiado discreto. –No estoy para ningún tipo de intromisiones hoy.
-De acuerdo, "jefa". –Contestó en tono burlón.
Al separarse de ella con todo y maceta, Frisk se dispuso a tocar la puerta e impedir que los seguidores hicieran lo mismo que con la casa del reno. Sabiendo que no le sería sencillo ante los términos en los que habían quedado tras el incidente, pero queriendo en verdad apelar al sentimiento que debía de caracterizarles a los seres con los que convivió por un tiempo. Pero al notar que precisamente Ronnie había sido quien había abierto la puerta y quedado estático sin un "hola" por murmurar, pudo concluir de inmediato que en efecto, las cosas no le serían factibles por mucho que quisiera apresurarse. Tal vez era por ello que Don Gaster siempre recurría al miedo para ahorrarse tiempo, pensó en el instante.
-¿Frisk? –Para suerte suya, se asomó Shyren ante lo que seguramente había sido un largo momento silencioso entre ambos. –Qué... sorpresa que nos visites.
-¿Me permiten pasar? –Pese a la necesidad de querer atravesarse sin permiso, se contuvo lo suficiente para lograr lo que realmente necesitaba. –Necesitamos hablar.
Por el movimiento de orejas y mirada de inconformidad que no había pasado desapercibido para ella en ese instante, Frisk supo de antemano que su presencia no le era de agrado en absoluto, pero aun así se apartó de la entrada inmediatamente para darle paso. Llegando a la pequeña sala y sentándose sin permiso para apresurar las cosas ante todo. Notando las miradas de algunos conejos en la distancia y sin necesidad de verles directamente para comprender que estaban curiosos ante lo que sea que pudiera hablar con el que ahora era la cabeza de la numerosa familia ante la ausencia de la señora Bonnie.
Shyren había murmurado algo sobre ir a preparar algo de té, pero ciertamente parecía haber querido separarse de ellos sabiendo la tensión que estaba dividiéndolos en gran medida. Y pues bien, Frisk no estaba interesada siquiera en hacerles cambiar de parecer sobre su persona cuando aquello no podía ser forzado de ningún modo, si el tiempo conviviendo no les había sido suficiente aparentemente. Aun cuando tenía que reconocer que le dolía que fuesen así las cosas ahora con una familia a la que le había agarrado cariño pese a su falta de espacio personal.
-Ammm... Lamento lo ocurrido. –Comenzó a hablar Ronnie estando de brazos cruzados frente a ella. Observando el periódico que precisamente tenía a lado suyo y que mencionaba la detención de los Gaster.
-No, no lo haces. Así que puedes dejar tus condolencias o excusas para otro momento que me importe. –Le interrumpió con rudeza, sabiendo que aquello podría alargarse sin sentido alguno y que empeoraría las cosas, pero no queriendo contenerse tampoco del malestar que le habían producido realmente aquella vez. –Vine porque Snowdin necesita de sus oídos. Y yo necesito que me presten la escopeta.
-¿Pero qué...? –Ronnie ni siquiera terminó su pregunta al percatarse de algo que sólo sus orejas pudieron percibir de ella. O al menos esa impresión le daba al notar el movimiento rápido que habían hecho sus largas orejas castañas. Justo lo que había esperado que pasara para evitarse palabras. –¡Es una total locura! ¡No!
-Voy a sacarlos de prisión. –Respondió Frisk abiertamente, aun cuando no era precisamente una necesidad hacerlo. –No voy a perderlos.
-¿Así como dejaste que perdiéramos a nuestra madre? –No pasó desapercibido el tono molesto de su voz, el cual ya había esperado que se manifestara en cualquier momento.–¿Así como dejaste que destruyeran parte de nuestra casa y trabajo? No, gracias. Estoy para proteger a mi familia, no para permitir que los condenes cada vez más.
-Nada de eso fue mi culpa ni de los Gaster, pero ya estaba preparada para tu negación. –Soltó con amargura de tener que discutir de esa forma con él. –No me interesa lo que piensen sobre mí, por lo que también dejo en claro que ni siquiera es necesario que les agrade para lo que estoy requiriendo de todos ustedes. Lo pido porque Snowdin entero podría presentar una vulnerabilidad inconveniente.
-Frisk, para. ¿Te estás dando cuenta de lo que estás haciendo? –Finalmente la miró directamente a los ojos, algo que parecía que había evitado desde que comenzaron a hablar. –Cada vez más hablas y actúas como ellos. Al menos creí que su ausencia te ayudaría a recapacitar y...
-¿Y qué? ¿Que me apartaría de toda delincuencia? –Alzó una ceja de forma desafiante, pero a su vez aquello le causó más calma de lo que quisiera aceptar. –¿Creen que ustedes son diferentes a los Gaster? Ustedes recurren a la prostitución para sobrevivir. Los Gaster recurren a la delincuencia para sobrevivir.
-¡Son cosas diferentes!
-No del todo. Ambos tratan de subsistir en un entorno que les reduce las posibilidades de una vida digna. Y aunque a ustedes los admire por contenerse en todo este tiempo, ¿cuánto creen que podrán aguantar? ¿Cuánto creen que les falte para comenzar a robar? ¿Consideran que estará justificado para ustedes mientras que para otros no?
-Basta, por favor, basta, Frisk. –El conejo se puso de pie para llegar a ella. Y aunque su mirada reflejara inmediatamente el enojo que desquitaba hacia ella, por un lado le hizo sentir en casa la preocupación que aparentemente también detonaba sobre ella. –Sé que esta es solo una versión tuya que está dolida. Comprendo que estés triste por tu novio, pero... ¡estás a tiempo! ¡Apártate de todo! Incluso de Snowdin y de Ebbot city. Comienza una nueva vida y olvídate de los criminales.
-Si mi sueño es estar a lado del hombre del que estoy enamorada, lo haré realidad porque puedo y quiero hacerlo. No me dejo llevar por lo que se considera imposible para otros. –Se puso de pie igualmente, aunque la evidencia de estaturas entre ellos marcaba la diferencia. Enfatizando mucho sus últimas palabras para dejar en claro su argumento sin que los hermanos se enteraran de algo que muy posiblemente Ronnie no les decía. –¿No crees que es absurdo que nos digan quiénes son dignos de tener mejores trabajos, o qué amar? ¿Te parece justo que las situaciones conviertan a un futuro doctor en un criminal por impedimentos ridículos? ¿O que el mundo se esté perdiendo de tantos talentos, vidas felices... solo porque unos cuantos escribieron las reglas? Sé que está mal lo que quiero hacer, ni tampoco voy a justificar los hechos ante tanta sangre y polvo, pero la verdad es que todo lo que implique en esta ciudad está mal sin importar de qué lado se vea.
Las orejas de Ronnie, así como varias en cierta lejanía, se mantuvieron alzadas como si no quisieran perder ni un detalle de sus palabras ni de lo que estaba sintiendo. Comprendiendo que estaba en perfecta sintonía, aun con sus nervios de saber de antemano que estaba por cometer una locura. Por lo que, al notar que pese a todo, Ronnie sí estaba preocupado por ella, se tomó la libertad de tomar sus manos para seguir hablando ahora que nadie parecía saber qué decir tras lo que había soltado.
-Sé lo que es perder a un ser querido. Sé lo que es perder hermanos y no poder verlos nunca más. Sé lo que es buscar con insistencia a un padre y la desesperación que produce no saber nada de su paradero. –El conejo bajó un poco sus orejas con eso. Tal vez no queriendo ser tan intrusivo con un asunto personal. –También perdí mi hogar, mi trabajo. Sé lo que es perder en general, pero si permito que todo aquello me encierre en mí misma, seguiré perdiendo a más seres queridos y no quiero que eso pase nunca más. Así que no voy a quedarme de brazos cruzados en cuanto pueda hacer algo. ¿Y ustedes?
-Yo...
-¿Piensan que las cosas se solucionarán estando aquí sentados? ¿Piensan seguir permitiendo que más miembros de su familia desaparezcan?
-¡Por supuesto que no!
-¡Entonces lucha! Todos ustedes. –Se dirigió a las escaleras y miradas que se asomaban entre puertas. –Estoy aquí para brindarles esa oportunidad, de que dejen de ser abusados, menospreciados. Proteger juntos nuestro hogar y decir "¡basta!" a todas estas estupideces. No necesito que me acepten de vuelta, ni tampoco caerles bien si tanto les incomoda. Solo requiero que sigan mis indicaciones, y les doy mi palabra de que no permitiré que pierdan a alguien más.
Varios conejos que se habían asomado con curiosidad, finalmente habían salido de sus escondites malogrados y se acercaron lo suficiente con confianza. Incluso Shyren, quien claramente no había preparado nada de té, se había acercado y esbozado una tenue sonrisa a modo de estar de acuerdo con lo que había dicho y que había escuchado.
-Bien. –Ronnie sonaba algo resignado al saber que había alentado a su familia con ello, pero también parecía algo triste con ello. –¿Qué es lo que requieres?
-Como dije en un principio, necesito de sus oídos y de la escopeta. –Soltó su mano al no necesitar tanto contacto físico ya. –Y también que me presten su teléfono un momento.
...
Sans no podía quitarse la canción del cráneo, molestándole un poco ese hecho por una tortura que no necesitaba del todo ante lo que podrían ser sus últimos momentos de vida. Sin embargo, que aquella melodía precisamente fuese la que también le llegaba a la mente cuando pensaba en Frisk, era lo que probablemente su mente deseaba recordar como algo feliz dentro de lo que cabía su existencia. Aun cuando también era algo que le ponía nervioso sin querer admitirlo abiertamente.
Frisk ya le había reclamado en más de una ocasión que no le apartara, que no le dejara sola de esa forma ni de otra, por lo que no estaba seguro de si estaría triste o molesta con lo que había tenido que hacer en un acto desesperado ante lo que podría pasar. Y al no encontrarla con la flor que se suponía que no se separaría de ella en ningún momento, podría implicar que la dejó más sola de lo que hubiera querido, así que aunque se mantuviera con vida, ¿cómo se tomaría todo aquello? ¿Podría perdonarle no poder estar a su lado, aun cuando eso hubiese querido?
Por eso y más era que no dejaba de tocar la armónica que le habían prestado. Siendo una canción que curiosamente había escrito algunas partituras en su habitación, mas no concluido al parecerle absurdo a las alturas de su vida. Pero ahora lamentándose de no poder hacerlo ante lo que seguramente estaba terminando de componer y que sin duda alguna sería una buena canción. Pero también, aquello recordándole a la libreta de su madre, aquella que el conejo y la sirena le habían brindado ante la absurda idea de encontrar con vida tanto a la señora coneja como a la sirena que llevaba muerta desde hace años.
Pero sin duda alguna la había visto con vida. Reconociéndole y aparentemente implorando por algo que no logró entenderle ante una deformación de lo más extraña. Pero si el viejo no le había reconocido pese a verla también... Tal vez seguía siendo una locura, ¿cierto? No había querido hablarlo desde que los habían apresado ante la locura que implicaba, además de no tener sentido si no podría hacer nada con eso de cualquier manera.
-Pero qué descaro el de ustedes hacer que una dama se presente a un lugar como este, hoi.
Sans dejó de tocar la armónica al escuchar la voz chillona de la señora baja ante ellos, la cual para ser sinceros, ni siquiera habían pensado en la posibilidad de que se presentaría. Era evidente el cómo se aguantaba las ganas de hacer una mueca de disgusto, ya sea por el olor del lugar o por el simple hecho de desagradarle en muchos aspectos. Pero como fuera, mantenía su sonrisa en alto, aun cuando los únicos testigos venían siendo ellos directamente.
-Creí que eran más inteligentes para evitar esta clase de cosas, pero veo que me equivoqué, jijiji.
-¿Qué hace aquí? –Se limitó el viejo a preguntar con la mayor delicadeza posible.
-Mi hija está llorando. Y eso es algo que no puedo tolerar, hoi. –El tono de voz agudo que tanto la caracterizaba no coincidía esta vez con lo que reflejaban sus pequeños ojos sobre ellos. –A ninguna madre le gusta que intenten romperle el corazón a su preciosa niña, ¿saben?
-¿TAMMY ESTÁ...? –Papyrus se había girado de inmediato con eso.
-Triste, por supuesto, pero es algo que puedo dejar pasar por alto por una vez, hoi. –Sin apartar la vista sobre ellos, pero con sus orejas puntiagudas en alto, lentamente borró su falsa sonrisa y les habló con seriedad de una buena vez. Mostrando finalmente su verdaderas intenciones con su visita. –Saben que ni siquiera con mi poder puedo salvarlos a todos, ¿cierto?
Lo sabían a la perfección. Por ello era que no contaban con esperanza alguna de poder salirse con la suya una vez más, ante la utilización de extraños artefactos que no necesitaban estar fijos o conectados en algo para desviar la magia. Sin contar que no tenían aliados que quisieran jugársela por ellos ante una posible deuda saldada o por saldar. En cambio, tenían a su elemento sorpresa en otra celda más alejada por su género, y a los seguidores muy probablemente sin saber qué hacer ante nadie que pueda mandarles.
Pero la presencia y palabras de la líder sindical significaban que al menos uno de ellos podía hacerlo, aún con tantas cosas en contra que podrían afectarle por un tiempo. De lo contrario no se habría atrevido a que la vieran en semejante lugar y que además pidiera que la dejaran a solas con ellos por lo que podía notar en el entorno silencioso. Ciertamente, ella misma estaba cometiendo ciertos riesgos que no podían pasar desapercibidos.
-NO. –Se adelantó Papyrus ante lo que era más que evidente. –NO ABANDONARÉ A MI FAMILIA.
-¿Te das cuenta que sacándote de aquí tal vez tú podrías...?
-¿INTENTAR SACAR A MI FAMILIA ESTANDO FUERA? –La interrumpió con evidente enojo conforme se acercaba a los barrotes. Mencionando lo que todos seguramente habían pensado en conjunto con eso. –LA CONOZCO LO SUFICIENTE PARA SABER QUE NO LO PERMITIRÍA. LA IMAGEN ES MUY IMPORTANTE PARA USTED, POR LO QUE LE ES CONVENIENTE QUE LOS GASTER MUERAN AHORA QUE SEGURAMENTE ESTAMOS EN EL FOCO DE ATENCIÓN. NI SIQUIERA TIENE SENTIDO QUE INTENTE RESCATARME A MÍ SIENDO EL CASO, POR LO QUE DEBE TENER ALGO EN MENTE CON ESTO.
-Ya te dije que mi hija está llorando por ti, hoi. –La señora Temmie retomó su sonrisa con calma pese a eso. –Y aunque tu desprecio hacia mi ser es notorio en tus palabras, ¿te parece que estás en opción de tomar ciertos riesgos?
-NO SERÉ SU MARIONETA, SEÑORA. Y EL MODO QUE PUEDO EVITARLO ES EN LA EXTRAÑA LIBERTAD QUE OTORGA LA MUERTE. –Aunque le diera cierto orgullo la firmeza y valentía de su hermano, una parte suya preferiría que aceptara el trato si con ello lograba salvarse. –AUNQUE IMPLIQUE QUE ES MI FINAL, SI NO PUEDO TENER CERTEZA DE QUE PUEDO SALVAR A MI FAMILIA, PREFIERO MORIR CON ELLOS QUE DARLES LA COLUMNA.
-Jijiji, ustedes los esqueletos se expresan de una manera muy curiosa, hoi. –La señora se tapó la boca para reír con falsa ternura. –Pero no seas tontito.
-USTED ES LA QUE NO ENTIENDE LOS RIESGOS, SEÑORA. BIEN PODRÍA FINGIR QUE USTED ME AGRADA, ACEPTAR TODO AQUELLO QUE REQUIERA DE MÍ PARA LUEGO QUEDARME CON TODO, YA SEA REVELANDO SU SECRETO O MATÁNDOLA EN UNA OPORTUNIDAD... PERO ESE NO ES MI ESTILO, Y ADEMÁS USTED ES IMPORTANTE PARA TAMMY. ES MÁS QUE SUFICIENTE PARA NO HACERLO.
-¿Qué... secreto?
Había preguntado la señora manteniendo su sonrisa, pero también hablando entre dientes con ello. Los tres esqueletos por su parte, a la par, sonrieron con malicia a modo de respuesta. Tal vez era algo estúpido, pero nada les quitaría la satisfacción de molestar a la señora ante ellos, ante lo que aparentemente le había preocupado.
-USTED CREE QUE YO LA NECESITO, PERO LA VERDAD ES QUE USTED ME NECESITA PARA MANTENER EL PODER QUE REALMENTE NO TIENE. –Sonrió aún más Papyrus con sus palabras, siendo demasiado extraño y divertido ver que lo hacía con malicia. –USTED Y TAMMY ME NECESITAN PARA MANTENER LAS APARIENCIAS Y ESTILO DE VIDA AL QUE ESTÁN ACOSTUMBRADAS. PERO LA VERDAD ES QUE SOLO LAS CONDENARÍA A MUCHOS PROBLEMAS POR EL SIMPLE HECHO DE QUE NO LO PERMITIRÍA. TAL VEZ LLEGANDO A UN ACUERDO CON EL PERRO QUE CLARAMENTE NO LE AGRADA SU EXISTENCIA.
Si cualquier ser hubiera escuchado la palabra "perro" en esa oración, habría intuido que se trataba de un completo insulto hacia alguien no grato. Pero no para la señora Temmie, no para alguien que evidentemente tenía un significado tan preciso y nada agradable de lo que muy seguramente se trataba de algo que habría preferido mandar a la tumba. Lo que bien podría ser una estupidez en aumento en otro tipo de circunstancias, para ellos era un gusto más que apropiado ante la evidencia de que realmente no tendrían salvación por más que quisieran concentrarse en ello. Tal y como lo había dejado en claro Papyrus, no eran una buena apuesta para nadie y no permitirían llevarse a más con ello.
Aunque tuvieran varias razones por las cuales querer vivir, aceptaban a la muerte sin pena ni deshonra al mero estilo Gaster. Sí, definitivamente eran unos idiotas, pero realmente le daba gusto poder serlo en conjunto como la familia querida que siempre debieron ser entre ellos. Siendo tal vez un buen final pese a todo.
Y pese a esa satisfacción que quisieron darse, la señora Temmie no se los permitió del todo. Esbozando una sonrisa ancha y sin permitirse doblegarse o sentirse mal al respecto. Siendo tal vez el peor revés que pudieron recibir ante las palabras siguientes.
-No la verán a ella en el más allá. Su estúpido sacrificio familiar no les servirá de nada.
Ni para Papyrus ni para el viejo tuvo demasiada importancia ante lo que bien podría tomarse como la evidencia de que no eran aptos para el cielo donde seguramente descansaba su madre. Pero para Sans, aquella malicia en sus palabras tan precisas fueron... extrañas, bajo un contexto que tal vez él sólo entendía ante cosas que ni siquiera sabía explicarse a sí mismo.
-Entonces me parece que no tiene nada por qué estar aquí, perdiendo el tiempo con simples tontos. –Intervino el viejo sin necesidad de pararse ante alguien que no valía la pena. –Pero les daremos sus saludos a su esposo, el cual muy seguramente sí veremos.
-Jijiji, tontuelos. En verdad espero que sobrevivan a esta situación, hoi. –La señora se giró un poco, dando a entender que estaba por retirarse al no obtener nada más. –Y si lo hacen, me parece que tenemos mucho por hablar.
Sin despedida alguna o cortesía necesaria, la señora se apartó con paso decidido y desapareció de la vista en muy poco tiempo. De alguna manera, sabía del impacto que había querido dejar con sus palabras ante la extraña garantía que dejaba de que la curiosidad fuese suficiente para apelar a su propio intento de supervivencia. Siendo tal vez su forma de querer conseguir su objetivo fuese como fuese. Aun cuando el último recurso empleado fuese más aplicado a la esperanza misma que claramente la familia ya no tenía.
-¿Sans? ¿Todo bien?
-Si, solo es que... No, no es nada.
Era una tontería estar pensando en esas cosas, pero si la señora Waterson había estado con vida todo este tiempo, al igual que Frisk que se suponía que había muerto desde bebé y que había visitado su tumba. ¿Quién más podría encontrarse con vida pese a las evidencias y del tiempo? ¿Y por qué le daba la impresión de que la señora Temmie podría saber algo de todo eso?
...
Undyne no supo cuánto nadó durante horas, pero una vez que salió del mar y se dispuso finalmente a encaminarse hacia la mansión de Don Dreemurr, se sintió sumamente cansada en cada paso que daba. El agua tal vez le habría ayudado a calmar algunas de sus heridas visibles, pero el malestar aun así seguía de toda la paliza que le había dado esa maldita humana anormal. Por lo que cada paso que daba era una grosería que se la dedicaba junto con la promesa de que sería más fuerte para la próxima. Porque si algo que tenía muy en mente con todo eso, era que volverían a verse en cualquier momento. Pero esperaba que al menos cuando eso ocurriera, Don Dreemurr estuviera a su lado para darles fin a esa estúpida familia de esqueletos y burdos aliados.
O... tal vez no tendría que hacerlo.
-¿Qué? –Susurró al momento de levantar el periódico que había pisado. Siendo que la imagen de primera plana le había llamado demasiado la atención.
Los habían detenido. Los Gaster estaban presos tras lo ocurrido en el prostíbulo. Finalmente los habían detenido y se estaba haciendo justicia. Tal vez había sido un desastre en muchas maneras aquel enfrentamiento vergonzoso en el que la humana de manera déspota le había salvado para seguramente burlarse, pero al final la justicia había triunfado, tomando el camino que siempre debió tomar desde hace años.
Y entonces... ¿Por qué demonios eso no le estaba siendo suficiente?
Ya no tendría que perseguirlos ahora que en verdad estaban presos, justo en donde debieron pertenecer siempre. ¿Por qué no le daba la alegría que debía de sentir con esa noticia? ¿Tal vez porque no había sido ella quien lo hubiera logrado, o...? Maldita sea. ¡No, no, no!
-¡Estúpido, Papyrus! –Arrojó el periódico lejos de ella.
No iba a sentir lástima por el hecho de que lo matarían por sus crímenes. ¡No, no! No iba a permitirse sentir una mínima parte de lo que sea sólo porque le había robado un beso. ¡NO! ¡Él se buscó esa vida! ¡Él era culpable de todo! ¡Lo odiaba!
-Si tu intención era llamar la atención, vaya que lo lograste. –Undyne levantó la mirada al reconocerlo de inmediato. Notando que en efecto, Lesser estaba ante ella quitándose su propio saco para dárselo de mala gana. –Con esos pechos cualquiera querrá hacerte algo.
Fue así como se percató que al estar mojada, claramente estaba teniendo sus prendas demasiado pegadas a ella. Tan solo había querido encaminarse hacia Don Dreemurr inmediatamente, que había olvidado por completo esa clase de detalles.
-¡Eres un perro! –Tomó el saco de inmediato para cubrirse con pena.
-Gracias por notarlo. –Sonrió Lesser sarcásticamente mientras ahora le tendía el periódico que había recién arrojado. –Dado que te escabulliste por la zona del suceso según indicó el olfato del resto del equipo, podemos asumir que estuviste involucrada en esto.
-¿Estuvieron buscándome?
-No porque nos hayamos preocupado, eso es un hecho. –Se encogió de hombros a la vez que rodó sus ojos. –Solo es que ya perdimos a nuestro alfa por un descuido en el pasado. No queremos cometer el mismo error, aun cuando se trate de ti.
-En fin. Necesito hablar con Asgore de inmediato, así que andando.
-Tendrás que esperar. Está ocupado encargándose de la coneja. –Le indicó con un leve movimiento de manos a la vez que no parecía querer dar ni un paso más todavía. Haciendo que le moleste mucho más su presencia por ahora. –Y te recomiendo no estar cerca de él por ahora, ya que si se entera que estuviste en esto, puede que no le sea de su agrado. Solo un consejo.
-Esto no puede esperar. En el lugar estaba la humana y... no la mencionan. –Verificó el impreso antes de mencionarlo. –Ella estaba ahí y pude comprobar que es peligrosa, por lo que...
-¿Qué? –Preguntó Lesser tras la pausa dramática.
Undyne no pudo responder de inmediato al estar pensando demasiado la situación. En la nota periodística no estaban mencionando a la humana extraña, ni a la yakuza ni a la red de prostitución en donde claramente ocurrieron todos los hechos. Había algo muy extraño en todo eso, casi como si pretendieran ocultarlo bajo ciertos beneficios. Justo como aparentemente habían ocultado su propia muerte sin corroborar si realmente había muerte o no. ¿Significaba que aquella humana de ojos alargados estaría dentro de los menores atendidos? Si ese era el caso, significaba que podría hacerse cargo personalmente.
-Olvídalo. –Terminó diciendo mientras bajaba el impreso. –¿Y tú qué haces aquí?
-Buscándote, ¡dah!
-Creí que estabas molesto conmigo por el nombramiento de jefa de ustedes.
-Lo estoy, pero trabajo es trabajo. –Finalmente comenzó a caminar a paso lento hacia el sentido contrario al que ella había querido. Marcándole el paso para que le siguiera de alguna forma. –Ya después veré la forma de que me pagues por ésta.
Undyne terminó accediendo, aun cuando en verdad quería ver a su maestro ante el posible peligro que podría presentarse. Incluso le daba la impresión de que todo aquello de atraparlos pudiera ser una trampa por lo fácil que habían terminado las cosas. ¿O acaso era todavía su lado masoquista queriendo lamentarse por no haber sido ella quien los hubiera detenido? ¿O era...? No, no, esa prostituta estaba equivocada. No podía sentir algo por alguien que formó parte del asesinato de sus padres. Y además, ya se había hecho la idea de que le gustaban las mujeres. ¿Cómo era posible que pudieran gustarle ambos géneros a la par?
-Lesser, ¿me consideras una mujer atractiva? –Soltó tras unos minutos de caminata.
-¿A qué viene esa pregunta? –El perro ni siquiera se molestó en verla directamente, pero era evidente que le había desconcertado la pregunta. –Si es por lo que dije hace unos momentos de tus pechos...
-Solo responde. –Insistió, aunque el evidente sonrojo lo hizo mucho antes que sus palabras.
-Pues... si.
Undyne asintió. Necesitaba comprobarse a sí misma si realmente le gustaban ambos géneros o no. Y solo conocía una manera de poder descubrirlo.
-Pues dado que tendré que esperar para ver a Asgore... y que de alguna forma me estás encubriendo, ¿te parece que tengamos sexo para matar el tiempo?
El can cayó al suelo como si se le hubiera olvidado cómo caminar, dándose de hocico sobre el pavimento y no pareciendo que realmente le importara el dolor producido con eso. O por lo menos el movimiento de su cola de un lado para otro le indicaba que le agradaba la idea.
...
No importaba cuánto estuviese viendo diferentes periódicos que había recibido mucho antes que todos los demás mortales, Mettaton simplemente no podía hacerse la idea de que realmente hubiesen logrado atrapar a los tres Gaster en conjunto y fuera de su apreciado Snowdin maloliente. ¿Cómo es que seres tan cautelosos e intimidantes habían cometido semejante estupidez? No cabía duda de que habían sido unos tontos por no haber recurrido a su ayuda cuando se las había ofrecido. Ahora eran unos condenados sin salvación alguna que solo serían una molestia menos para Don Dreemurr. Quedándose solo nuevamente ante la amenaza pertinente.
No mencionaban nada al respecto y tampoco le habían podido responder los reporteros con certeza, pero por la localización de los hechos periodísticos podía intuir que algo había tenido que ver El pozo de los deseos. Lo cual también implicaba la costa de Waterfall y... a ellos. Siendo tal vez la razón por la cual habían sido tan reservados con la alianza propuesta anteriormente. Tal vez pese a todo, creyeron en verdad que aún tenía algo de comunicación con su familia y siendo un gran error eso. Hacía años que no podían ni verse, mucho menos hablarse.
En fin, ¿qué podía hacerse ya? Desde primera hora del día había recibido la invitación del equipo del alcalde para ser jurado en el caso, teniendo que aceptar más por intereses que por otra cosa. Por lo que tendría que limitarse a decirles con la mirada que ellos mismos se buscaron aquella situación y que su más grave error fue no haber aceptado su invitación de alianza desde antes para evitar semejante cosa.
Estando sentado en su escritorio desde que se levantó de la cama, se recargó un poco en su asiento, dejando los periódicos a un lado para prestar atención a la fotografía medio quemada que aún conservaba en su cartera fuera de todo sentido común. Sin los Gaster en Snowdin, significaba que podría ir sin limitaciones en cualquier momento. ¿Cómo estaría ella? Tal vez sin sus aparentes captores, podría desenvolverse con mayor facilidad en su negocio, ¿no es así?
El sonido del teléfono interrumpió todo pensamiento de mala manera. Teniendo que contestar personalmente ante el infortunio de seguir sin asistente personal al no ser capaz de confiar en nadie para el perfil que necesitaba, además de ser su teléfono que solo brindaba a aquellos con los que necesitaba negociar directamente. Por lo que estaba seguro de que debía de ser alguien del equipo del alcalde para acordar algunos puntos previos al juicio que evidentemente le beneficiaría y que su presencia causaría un impacto mucho mayor en su campaña electoral nada grata.
-Mettaton Blook al habla.
-¿Señor Mettaton? Soy Frisk. –Casi deja caer el teléfono ante la sorpresa de reconocer la voz de inmediato, incluso antes de que se presentara. –No sé si se acuerde de mí, pero usted me dio este número telefónico.
-¿Qué hay, lindura? Tiempo sin saber de ti. –Contestó con toda la naturalidad posible. Ni muerto permitiría que se enterara de la emoción que le producía su llamada tras haber estado pensando en ella segundo antes. Casi como si la hubiera invocado. –¿Cómo te encuentras?
-Con prisa y poco tiempo para hablar, pero requiriendo de su apoyo.
-¿En verdad? –Tenía que reconocer que escuchar eso le sacó una gran sonrisa. –Ya te habías tardado, lindura. ¿Por fin descubriste que una mujer no puede llevar las cosas por su cuenta?
Un ligero gruñido se hizo escuchar desde el otro lado del teléfono, lo cual mantuvo su sonrisa al saber que pese al tiempo que llevaban sin verse y múltiples cosas que seguramente había tenido que vivir con los Gaster acechándole, tal parecía que su carácter había quedado intacto. Y si tenía que ser sincero, hacerle molestar le daba una extraña satisfacción que le producía un vuelco en el pecho que le era imposible ignorar.
-Tal y como dije, no tengo tiempo para lidiar con conversaciones absurdas ni con estereotipos andantes como usted. –"Ouch", pensó Mettaton sin borrar su alegría. –Necesito saber si usted sabe sobre el juicio que llevarán los Gaster.
Escuchar aquello le borró la sonrisa por completo. No le estaba gustando para nada a lo que pudiera llevar eso.
-Si, lo sé. Pero no esperes que te diga algo sobre ello.
-¿Por qué no?
-Porque presiento que estás teniendo el síndrome de Estocolmo.
-Ni siquiera sé qué es eso, pero lo que sí sé es que no voy a quedarme sin hacer nada. Y a lo que tengo entendido, usted ha querido negociar con...
-¿Te parece que hablemos de esto con una taza de café? –Le interrumpió de inmediato. Si bien estaba en su línea privada donde pagaba una gran cantidad de dinero para que se mantuviera así, no pasaba por alto que cierto detective le tenía en la mira y que tenía autoridad para interferir en la llamada en casos extremos. –Así podremos hablar con mayor desenvoltura, lindura.
-Ya le dije que no tengo tiempo para eso ni otras cosas.
-Lo que quiero decir es que no es algo apropiado para decir en este medio. –Tuvo que enfatizar demasiado al no haber dejado claro ese punto. –Lo entiendes, ¿cierto?
-Entiendo. –No parecía agradarle eso. –Pero así como yo estoy apurada, tampoco quiero importunar en sus tiempos.
Mettaton pudo percibir el ligero sonrojo que le había dado escuchar eso, por más simple y común que fuese. Tenía que reconocer en sus adentros que le era fascinante e irritante al mismo tiempo la frialdad e ímpetu que parecía reflejar siempre aquella humana que estaba al otro lado de la línea telefónica, pero saber que también podía ser comprensiva, atenta y cordial con él... Maldita sea. ¿Cómo algo tan tonto le estaba agradando tanto?
-Veamos...Puedo mover un poco mi agenda para que ese no sea problema. –Fingió estar algo exasperado con ello, cuando ciertamente le causaba felicidad poder llegar a ese punto finalmente. –Pero me deberás un favor. ¿Te parece?
-La verdad es que no. Sé que usted no es de fiar y que dejar aquello abierto puede ser cualquier cosa desagradable de su parte. –Contestó demasiado rápido y sin pensar para su gusto. –Por lo que prefiero negociarlo.
-¿Negociar conmigo? –Mettaton no pudo evitar soltar una carcajada con eso. –Sabes que te llevo mucha ventaja con eso, ¿cierto?
-Lo sé, por lo que no debería de temer aquello que pudiera ofrecerle una florista como yo, ¿no cree? Sin embargo, quiero dejarle en claro que no estoy dispuesta a perder.
Sabía que no, y ese hecho tal vez era lo que primeramente le había llamado la atención de ella pese a todo pronóstico. En verdad le estaba fascinando poder conversar con ella tras tanto tiempo queriendo hacerlo, pero aún más, detectar que estaba tratando de apelar a un lado curioso de su parte con un deje de reto en que un buen jugador apostador podría caer. Por lo que tal vez en todo ese lapso sin saber algo de ella, no había perdido el tiempo como la emprendedora que pretendía poder ser.
-¿Entonces qué es lo que ofreces?
-Hablar sobre la aparente alianza que busca. –Mettaton dejó de sonreír con eso. ¿Qué tanto se había involucrado con los Gaster para saber eso? –Sé que está al tanto de algunas cosas sobre mí, por lo que me parece apropiado que yo pueda saber algunas sobre usted al respecto con la bebida que me ofrece. Pero primero requiero que me apoye con esto.
¿Así que era cierto aquello de su vinculación con el Gran Don? Tal parecía que la florista no solo había aprendido a apelar a la curiosidad de su contrincante, sino que también había aprendido a tomar riesgos. Aun cuando aquello implicaba ponerse en la mira de algo sumamente peligroso, justamente lo que había aprendido él. Aunque ya lo supiera desde antes, definitivamente no estaba ante una joven común ni corriente. Estaba ante una dama de hierro que era digna de su total atención e interés. Y tal vez era por ello que ahora no podía negar tener cierta atracción hacia ella, aun cuando abiertamente no era capaz de hablarlo.
-Tengo su atención ahora, ¿verdad? –Mencionó tras el silencio que había mantenido. Casi como si le hubiera leído la mente. –¿Puede ayudarme o no?
-No te creas tanto. –Tuvo que reconocerlo. –Muy bien, chica grosera, ¿a dónde paso por ti?
-Al bar que está cerca del parque central de Snowdin. ¿Sabe llegar?
-Sí, lo conozco bien. –Mencionó con malestar. No tenía un buen recuerdo de ese lugar. –Estaré ahí en una hora.
-Muy bien. Indicaré a los seguidores que le permitan pasar.
-Espera, ¿qué?
-Buenos días, señor Mettaton.
Y sin importarle que le dejara atónito con eso, la humana colgó sin aviso. No obstante, le sacó una sonrisa a Mettaton por el simple hecho de que finalmente la vería y que había sido ella misma quien le había contactado. Tal vez el momento ni suceso habían sido apropiados para lo que le habría gustado que se presentara, pero ¿quién era él para no aprovechar la más mínima oportunidad cuando eso era lo que siempre hacía?
Así que tomó nuevamente el teléfono dado que tenía algo de prisa ante el día que le esperaba. Siendo tal vez la cita más extraña que tendría en su vida, pero la que por primera vez sentía que en verdad valía la pena su tiempo.
-Buenos días. Requiero todas las orquídeas rojas que tengan disponibles de inmediato. Gracias.
***
Sí, lo sé, me atrasé de nuevo en subir esto :( Realmente he estado saturada de trabajo recientemente, y sumándole al hecho de que tengo un vecino que hace fiestas casi 24 horas en casi todos los días, no he podido descansar apropiadamente. Teniendo que destinar mis tiempos libres a dormir antes de que se me produzca una migraña que Don Gaster las comprenderá bien.
No obstante, me comprometo siempre a hacer lo posible por tener a tiempo las actualizaciones. ¡Muchas gracias por su paciencia y cariño!
Disclaimer: El personaje Ares corresponde al usuario Espring_720 y Mariana a Mariana_sal117, los cuales terminaron el reto del Flappertober 2022. Y falta una chica, pero no se ha contactado conmigo todavía para decirme sobre su personaje, así que si lees esto... ¡Comunícate conmigo por un mensaje!
**Inserte teorías locas aquí**
¡Michi fuera!
:D
Bạn đang đọc truyện trên: TruyenTop.Vip