Cap 16. Las reglas de la mafia
Fueron días bastante agotadores para el menor de la familia esqueleto. Si bien había tenido mucho por hacer físicamente, su desgaste venía más de la mente que de todo lo exterior.
Desde que había descubierto de que su hermano había estado ocultando a una humana entre sus expedientes en custodia, su panorama sobre las cosas había sido alterado para mal. ¿Qué acaso no comprendía la gravedad del asunto? Estaba violando la confianza de su propia familia y del resto de los monstruos que a su vez confiaban en ellos. Sabía que Sans era un tonto, pero nunca creyó que llegaría a ese grado.
Habitar en la gran ciudad de Ebott, así como pertenecer a la mafia, tenían sus respectivas reglas. La primera y más conocida era que en todo terreno, las cosas eran matar o morir. La segunda, jamás te encariñes con alguien, ya que puede traicionarte en cualquier momento. Por lo mismo Papyrus sabía que jamás podría tener amigos por muy en el fondo que quisiera. Había aceptado las consecuencias con tal de seguir el linaje que con orgullo portaba. Era un monstruo hecho y derecho, protegería a su familia a toda costa.
No, no era fácil cuando le llegaba la nostalgia de necesitar a alguien con quien pudiera hablar amenamente, pero por un tiempo pensó que aquel sentimiento podría desvanecerse en cuanto tuviera a su hermano consigo por siempre. Y aunque fuera así, no tardó en darse cuenta de que no era suficiente. Había veces que no quería ni hablar con su hermano ni con el jefe... por lo que se conformaba con las cortas y casi nulas conversaciones que tenía con sus clientes en su restaurante.
Incluso Sans, quien había sido el mayor seguidor de la segunda regla, había terminado acudiendo a tener un amigo que pudiera escucharle y contestarle. Grillby, el dueño del bar de mala muerte de la región, parecía ser excelente con ello al grado de visitarlo muy a menudo tras acabar con su jornada, cosa que lo llevó a la bebida por la facilidad económica que le brindaba. Y aunque le dijera que no eran amigos como tal, sino más bien socios, sabía que apreciaba poder conversar con él.
A partir de ese momento comenzó a frustrarse con él. Había dejado de tomarse las cosas con la seriedad que les exigían. Actuaba como si no le importaran las consecuencias... como si no le importara morir en el proceso. Deslindándose de deberes en cada oportunidad, embriagándose cada vez más... y con ello llegaron los secretos sobre su propia persona. Manteniendo una máscara indiferente ante cualquier hecho, como si la vida fuera sólo una broma para él.
Por supuesto que se preocupaba por su hermano, incluso más que por sí mismo, pero sin importar sus cuidados sobre él, Sans no parecía cambiar en absoluto. Y aun con todos sus cuidados, aun siendo cómplice de sus fechorías sin petición siquiera, el desgraciado siempre se salía con la suya. Siempre pagando las consecuencias de su pereza, siempre recibiendo el castigo en su lugar.
Y sus esperanzas de que cambiara en algún momento, se habían desvanecido tras descubrir que había roto la tercera regla: jamás te afilies a humanos. Ambos no tenían siquiera problema con esa regla impuesta, ya que lo que tenían en común los tres era el profundo rencor que le tenían a los humanos por haber matado a la única mujer que realmente existiría en sus vidas: su madre.
Su padre había llegado a tiempo para salvarlos, pero muy tarde para ella.
No habían tenido piedad... no les había importado que sus hijos estuvieran contemplado todo sin poder hacer más... y si tan sólo ella se hubiera defendido como debería, no habrían acabado las cosas de tal forma.
O los matabas o morías. No había una opción intermedia.
Desde entonces supieron que se tendrían los tres únicamente. Desde entonces Papyrus comprendió que el mundo no era como lo había pensado. Su padre y hermano se adaptaron muy rápido a ese estilo de vida, pero él...
-Papyrus, vista al frente –Le llamó la atención el jefe desde el asiento trasero del auto.
-SI, SI. LO... LO SIENTO –Dijo sin más.
Quiso apartar su mente de todos esos pensamientos y enfocarse en seguir conduciendo, pero por más que trataba de concentrarse, los penetrantes ronquidos de su copiloto le sacaban de sus casillas.
¿Cómo incluso podía tomarse esa libertad? Y peor aún ¿Por qué el regañado era siempre él? Él era el que siempre se esforzaba, el que cumplía con todas las cosas a pie de la letra sin cuestionamientos. Pero en vez de reconocérselo, era Sans el que siempre se salía con la suya, el de mayor prestigio, el favorito.
Al llegar a su destino, Papyrus lo despertó lanzándole lo primero que tenía a la mano y acto seguido fue a abrirle la puerta al líder de su familia. Tanto Sans como él cumplían el protocolo de ponerse a sus costados para protegerlo de cualquier cosa en el corto recorrido, manteniéndose alerta de todo el entorno.
-Papyrus, quédate afuera a vigilar. Sans, conmigo –Indicó el mayor tras llegar a la habitual entrada clandestina.
Ambos esqueletos hicieron caso en silencio, nunca era lugar para reprochar ni mucho menos en terrenos de un socio potencial. Era curioso, su padre les había dictado la regla de no hacer tratos con humanos, sin embargo él lo hacía y con los de peor calaña de la ciudad. "No me cuestiones cuanto te mando algo", le decía cada vez que le preguntaba por qué. Entendía que a veces era más que necesario para lograr mantenerse en el juego y que no eran para nada tratos amistosos entre ambos bandos, sino que siempre podía sentirse la tensión, casi tanto como para poder cortarse directamente. Pero aun así le parecía inapropiado.
El mayor negocio que tenía su familia era el tráfico de órganos, y por ende, los mayores clientes potenciales eran los mismos humanos.
Seguía sin comprender cómo era que habían llegado a ese punto. Era tan sólo un niño cuando su padre había comenzado a negociar con los cuerpos de sus víctimas. Sans le respondía que era como "aprovechar lo que la tierra les brindaba, nada podía desperdiciarse", como si de sobras de alimento se tratase. Pero había veces que ni siquiera vendían los cuerpos, sino que el líder se los quedaba a su propio beneficio. Fue así como comenzó su sádica colección de cerebros escabrosa del sótano que evitaba ver a toda costa.
Papyrus se recargó a lado de la puerta manteniendo su vista al frente de brazos cruzados. Él siempre se quedaba afuera a vigilar mientras que el de negocios serios era Sans, nunca le tomaban enserio, ni siquiera sus esfuerzos eran tomados en cuenta. Sus actividades siempre se veían limitadas a ser el chofer, vigilante y dueño del restaurante que era simplemente una coartada de emergencia para desviar atenciones.
Realmente quería revelarle a su padre que su favorito no era lo que creía, sino que le había mantenido secretos en contra de los principios que les habían puesto. Pero aunque ganas no le quedaban, sabía que no era ni propio de él ni que tampoco le satisfaría. Quería a su hermano y quería que fuera feliz. Feliz en verdad, no aquella máscara que mostraba a todos.
¿Por qué se había empeñado en ocultar y cuidar a una humana en su sistema de negocios? Por más que se cuestionaba infinitas posibilidades, la única que le llegaba a la mente era que se había interesado en ella, y aquello le preocupaba en gran medida, porque no sólo estaba rompiendo la tercera regla sino que la cuarta también en conjunto.
Nunca se enamoren.
La mafia era un ambiente difícil, y para mayor seguridad de todos, lo mejor era no relacionarse amorosamente con nadie. Papyrus lo había comprendido a la primera ¿Por qué su hermano no?
Por mucho que Sans quisiera mostrarse indiferente con el tema de la humana, lograba percibirle una leve irritación desde ese día. Tal vez no le había gustado que lo descubriera. Tal vez sentía que lo había subestimado una vez más... o tal vez, lo que le irritaba era no poder seguir en su mismo juego de verla constantemente.
Pero fuera lo que fuera, sabía que sus cambios eran a razón de ella.
Cumplir con su trabajo matutino, esmerarse en arreglarse... aquello habían sido los primeros indicios de que algo estaba pasando. Que guardara un guante femenino consigo había sido su mayor pista para seguir, pero toparse con quien era la mujer que le estaba generando tales cambios fue una verdadera sorpresa.
Una humana, dueña de su propia florería... que le había acosado de discriminador ¿Él? ¿Enserio? ¿Cómo le decía eso precisamente una humana, los seres más discriminadores de la faz de la Tierra? Él no era quien andaba abusando de monstruos, no era él quien los exterminaba con aires de ser la especie superior.
Aunque... esa humana le había preguntado por Sans, se había mostrado preocupada por él... y agradecida además. No parecía siquiera estar enterada de que la habían estado cuidando, lo que le hacía más extraño el asunto ¿Por qué le mantenía secretos también a ella? Y tras saberlo, había pedido firmemente de que no la consideraran en el sistema, rechazándolos mucho antes de negarle el servicio por su cuenta. Había aceptado llevarle el regalo que le había hecho al no poder con tal humildad y gesto de su parte, él había terminado accediendo a la petición de aquella humana.
¿Acaso había algo en ella que fuera distinto? Le había parecido común y corriente en cuanto la vio, no era siquiera de los gustos pervertidos que acostumbraba a expresar vulgarmente su hermano en cualquier oportunidad. No tenía sentido nada. Si hubiera estado ocultando a una monstruo, simplemente le regañaría y le haría reaccionar, pero una humana...
Eran enemigos por naturaleza. Estaban destinados a luchar entre ellos. A matarse entre ellos. A odiarse mutuamente.
¿Qué clase de cosa tan innatural era que le interesara una en particular?
Esperaba estar equivocado en su hipótesis al respecto, que su hermano estuviera siendo sincero por primera vez con eso de que sólo le agradaba. De ser así, la situación podría pasar desapercibida, en el olvido, y seguir su habitual ritmo como debían de ser las cosas.
-Todo listo. –Aparecieron ambos esqueletos tras abrir la puerta –Nos vamos.
Nadie dijo nada en el trayecto. Fuera lo que fuera lo que se había negociado tras la puerta, jamás se lo comentaron a Papyrus. Siempre estaba aparte de esos temas, siempre fuera de lo importante... Suspiró un tanto agobiado por sus propios pensamientos en lo que llegaban a su casa. El mayor de los esqueletos se había metido de nuevo en su oficina sin decirles nada, dejando solos a los dos en la mera sala.
-Bien, me voy a Grillby's –Se giró sin más el bajo en lo que se estiraba con indiferencia –Nos vemos luego, bro.
-ESPERA, SANS –Le detuvo poniendo su mano en su hombro –QUIERO HABLAR CONTIGO.
-Ahora no Paps, estoy cansado –Suspiró levemente irritado su hermano –Luego me dices lo que quieres.
-ES EN VERDAD IMPORTANTE. YO...
En la velocidad más rápida de lo que era un pestañeo, su hermano se había zafado de su agarre con sutileza y desaparecido en el acto. Detestaba que hiciera eso con él, y aún más, detestaba no haber pensado en inmovilizarlo antes de que acudiera a hacer su truco. Sin poder hacer nada más al respecto, se sentó en el sofá un tanto abatido tratando de pensar en qué más hacer con su hermano mayor.
Era su deber reportar tal atrocidad de su parte, pero no quería hacerle algo que le dañara moralmente. También tendría que tomar cartas en el asunto, pero no le agradaba en lo más mínimo tener que recurrir a ello. Después de todo, Papyrus era gran partidario de la quinta regla.
La familia es lo primero.
...
El atardecer se asomaba entre dos edificios de la lejanía, de tal forma que alumbraban a la joven insistente en recoger varias bolsas de basura de un parque central. Pese a los días en los que Frisk se había esmerado en darle vida a aquel lugar, parecía que la ciudad tenía grandes motivos para evitarlo a toda costa. Aunque llevara consigo sus herramientas para comenzar a preparar la tierra a modo de composta, constantemente tenía que estar recogiendo basura que seguramente los mismos ciudadanos arrojaban sin pena alguna.
Frisk sabía que no lo tendría fácil, pero al menos esperaba que los habitantes de Snowdin le dejaran realizar su labor sin perjudicarle de esa manera. Después de todo, no sólo lo estaba haciendo por un bienestar personal, sino que realmente deseaba marcar un gran cambio en el lugar. El pino merecía crecer majestuosamente, no estar tan así de seco y abandonado.
Después del tercer día de su insistencia con el terreno, la humana optó por tomar otra clase de medidas. Había hecho algunos botes de basura con tal de colocarlos estratégicamente en el lugar y así erradicar el mal hábito de arrojar todo al suelo, pero en vez de ello, los botes habían sido robados al día siguiente para sorpresa de la florista. No dándose por vencida, volvió a hacer unos y los amarró como pudo para indicar que no debían de ser llevados, pero no había ni pasado medio día cuando éstos ya habían sido ultrajados burlando la seguridad casi nula que tenían.
Flowey se burlaba en gran medida de sus esfuerzos, pero a su vez, le decía que dejara su proyecto urbano antes de que pudiera meterse en problemas. No entendía a qué se refería hasta que un día en el que por fin había logrado tratar la tierra con más cuidado y había podido sembrar algunas semillas, un guardia humano se había acercado a ella dándole sombra su mera presencia.
-¿Tiene permiso para esto, señorita?
-¿Permiso? –Frisk alzó la mirada para contemplar al sujeto sin soltar sus herramientas de jardinería –Yo no...
-Esto es propiedad del ayuntamiento, señorita. No puede hacer lo que le plazca en este lugar.
Con calma, se paró para no tener que estarle hablando en una posición incómoda e irrespetuosa. En lo que el guardia la observaba en silencio, Frisk se sacudió la tierra de su ropa con cuidado y esperó a que le dijera más. Desconocía esa clase de cosas y lamentaba verse ignorante al respecto, pero si podía hacer algo sin lugar a dudas lo haría.
Pero por supuesto... tampoco sabía qué decirle. Aunque fuera de un rango bajo, era la primera vez que hablaba con una clase de autoridad. Incluso le impresionaba saber que en verdad existían tras sólo saber de antemano la organización criminal que hacía negociaciones con locatarios por su protección. De algún modo le alegraba saber el dato de que si había al menos un guardia circulando la zona tras mucho tiempo habitando en la ciudad.
-Si no cuenta con un permiso para esto, tendré que ponerle una multa –Sacó una libreta de su bolsillo y comenzó a anotar algo con fiereza –Dañando una zona pública a plena luz del día...
-No lo estoy dañando, lo estoy salvando –Comentó con calma mientras le veía escribir, pero sus palabras avivaron aún más el extraño comportamiento exaltado del guardia.
-Y todavía contestando –Exclamó con exageración.
En lo que anotaba cosas con más prisa y enfado, a Frisk le pareció que para que tomara tan extraño comportamiento se debía posiblemente a que era un tipo apasionado a su trabajo. Le pareció agradable ello. Después de todo ella también era apasionada a su trabajo y se esmeraba siempre en hacerlo mejor día con día.
-Por ambas cosas tendrá que pagar alto, señorita –De vez en cuando la veía de reojo como si esperara algo más de su parte, pero de alguna forma quedaba un tanto desconcertado tras no notar diferencia –Y le agregaré la posición provocativa que estaba teniendo en vía pública.
-¿Posición provocativa? –Aquello le extrañó por completo –Pero si sólo estaba hincada labrando la tierra.
-¿Mas contestaciones? Le agregaré más cargos por eso.
-Pero...
-Siga así y tendré que llevármela, señorita.
Las cosas comenzaban a tornarse irracionales para la joven florista. Todo lo que le decía parecía querer sacárselo de lo primero que le llegaba a la mente de lo que le mostraba. Ya no le estaba pareciendo buen trabajador, sino simplemente un ser exasperante, por lo que optó por no decirle nada más para no darle más motivos y esperó a que sólo le diera la multa para acabar con todo. El sol se estaba ocultando y no le agradaba caminar de noche.
El guardia hacía más y más anotaciones de forma abrupta mientras la miraba de vez en cuando en espera de que dijera algo más, pero tras notar el semblante indiferente que la caracterizaba, terminó por escribir la multa y le lanzó una mirada desafiante.
-Tendrá que pagar 6 mil G por todo esto.
Frisk siguió sin decir nada y simplemente tendió la mano para que le entregara el papel. Le parecía excesivamente caro, pero no le cuestionó la sentencia. Tan sólo quería acabar con ello y ya.
-¿No va a decir nada al respecto?
-¿Debería?
Seguía manteniendo su mano tendida en espera, pero una liana la forzó a que la bajara. Tras voltear hacia la liana, observó cómo su amigo observaba con su cara terrorífica distorsionada hacia el guardia, el cual se había asustado por completo de ver algo así.
-Si lo que quieres es que te den "mordida", ve a buscar un perro. Aquí te garantizo que te encajaré miles de espinas en cuanto no te largues.
-Flowey, es una autoridad –Le reprochó tratando de calmarlo, pero éste ya tenía varias de sus lianas repletas de espinas rojas rodeando al sujeto aparentemente asustado.
El sujeto soltó su libreta y salió huyendo del lugar en cuanto sintió como las espinas le estaban rozando. Frisk se giró hacia su amigo para reclamarle por su comportamiento, pero éste ya se estaba apaciguando por su cuenta como si no hubiera pasado nada. Un tanto disgustada con ello, levantó la libreta en espera de poder devolvérsela y disculparse por tal acto de su amigo, pero tras ver la hoja en la que había estado apuntando con destreza antes cambió de parecer de inmediato.
-No estaba apuntando nada. Estos son sólo garabatos –Hojeaba la libreta de multas en espera de encontrar algo bueno, pero sólo se topaba con lo mismo o con documentos en blanco –Realmente quería estafarme.
-En esta ciudad no puedes confiar en nadie, Frisk –Flowey se acomodaba poco a poco en su maceta –Sólo en mí, ya te debería de haber quedado en claro eso.
-Creí que al menos siendo una autoridad... Bueno... ¿Realmente no hay nadie que quiera hacer el bien aquí? –Hizo la pregunta un tanto al aire, como si el pino a lado suyo tuviera la respuesta a su incógnita frustrante.
-Cuando las cosas son solo matar o morir, aprendes a sobrevivir a tu manera.
Comenzó a recoger sus cosas teniendo un semblante abatido con eso. No le había agradado saber que la autoridad era corrupta. Le parecía que al menos los mafiosos que conocía tenían mejor trato con la gente y que eran sinceros con lo que hacían, no recurrían a juegos de ese tipo.
Suspiró resignada con ese pensamiento. No podía creer que estuviera cuestionándose sobre si Sans era mejor que la misma policía. Sacudió su mente y tomó la maceta consigo para retirarse de una buena vez.
-¿Me dirás algún día cómo es que sabes tanto?
-Si mañana está bien la tierra, puede que por fin podamos sembrar algo –Divagó la flor evadiendo la pregunta.
-Flowey...
-¿Qué vas a plantar primero?
Frisk siguió caminando en espera de que le dijera algo su amigo, pero una vez más le estaba cambiando el tema cada vez que le hacía la misma pregunta. No era tonta, sabía que Flowey se guardaba las cosas por alguna razón, pero por más que pensaba en variadas opciones sobre cómo era que la flor supiera tanto de la ciudad, le eran cada vez más inverosímiles conforme se formulaban en su mente.
Después de todo ¿Cómo podría haber estado una flor en la ciudad y luego surgir en el pueblo a miles de kilómetros de distancia?
...
El bar estaba más calmado que de costumbre, pero eso no era lo que le preocupaba al ser de llama. Sabía de antemano que había días malos en los que se tenía que limitar a limpiar varias cosas con tal de no sentir que perdía el tiempo. No, lo que realmente le preocupaba era su amigo que se encontraba en una esquina tomando su tercera botella de whisky sin siquiera servirla en un vaso.
Recordaba con cierto pesar cómo era que lo había conocido a fondo. Por supuesto, había llegado con el simple hecho de ofrecerle seguridad por parte de su apellido a cambio de que pagaran una cuota mensual considerable, cosa que agradecía de cierto modo para evitar los conflictos con los pases humanos. Pero aunque fuera útil tal cuidado que requería sólo de su presencia para espantar a gente no deseada, había notado con el tiempo de que aprovechaba más en beber su mercancía en vez de cobrarle monetariamente.
Con el tiempo (y por su estado de ebriedad) había terminado conociendo al esqueleto y sus razones por querer con urgencia ahogar tales penas. Por lo que entendía de antemano que había cosas en las que por más que quisiera, no podría ayudarle y ni podría tratar de comprenderlo.
Pero tras ver que había dejado de tomar tanto... e incluso se le veía más entusiasmado en investigar algo, creyó en su momento de que su amigo iba para bien por mucho que le preocupara que se tratara de una humana. Por lo que no le cabía duda de que había pasado algo respecto al tema para que pudiera decaer de esa forma.
Desesperándose con la situación y queriendo acabar con tal estado deplorable del mafioso, dejó de limpiar las cosas y se encaminó a hacer algo realmente útil.
-¿Seguirás ahogándote en tu propia estupidez hoy? –Le arrojó su trapo con el que había estado puliendo los tarros.
-Piérdete... -Dijo el esqueleto molesto sin siquiera inmutarse de la prenda arrojada.
-No puedo perderme en las cuatro paredes que es mi hogar. En cambio tú, estas lejos de casa y de ti mismo esta noche.
-He... ¿Es tu manera de correrme? –Finalmente se giró hacia el hombre llama –Que pésimo servicio estás dando hoy.
-Sólo trato de saber qué tienes, idiota.
-Cosa Nostra. –Dijo simplemente.
Cada vez que oía tal cosa, sabía que ya no podía preguntar más al respecto tras ser asuntos de su familia. Nunca le había cuestionado más allá de lo que consistía tales palabras, pero por primera vez, le disgustaba que tratara de escudarse de tal situación. O al menos eso presentía ante su experiencia conviviendo con él.
Estando despreocupado ante lo vacío del bar, se sentó frente suyo sin ninguna invitación y le quitó la botella para servirse en el vaso intacto.
-Tu familia debió de estar muy activa en estos días entonces –Comentó finalmente tratando de tentar el terreno en lo que daba un leve trago.
-Mhhjh... -Gruñó Sans con cierto malestar y le arrebató la botella nuevamente para darle otro trago. –No estoy tan ebrio aun, Grill. ¿A qué maldita sea quieres llegar?
-A descubrir la causa de que tengas pésimo humor en estos días –Contestó sin preocupación alguna. Se terminó su trago servido de un solo trago y dejó el vaso en la mesa con un golpe rudo. No se iba a dejar intimidar por el mafioso sólo porque andaba de mal humor –Generalmente comentas un terrible juego de palabras para llevar a cabo tu amargura, y no puedo creer que extrañe eso de ti.
-No te pongas cursi ahora –Se burló el esqueleto.
-Al menos si tengo el valor para decirte que me preocupas, imbécil.
-Primero Papyrus y ahora tu... ¿Qué no tienen una vida propia?
-La humana seguramente si la tiene.
Sabía que había dado un golpe bajo en cuanto notó que sus cuencas se oscurecieron a tal grado de advertirle peligro.
Había pasado bastante rápido el hecho de que el esqueleto arrojara la mesa hacia un lado sin importarle nada salvo acercarse al bartender y tomarlo de la camisa con una mano para con la otra tratar de darle un puñetazo en su cara, pero el movimiento había sido tan lento y forzado para alguien que generalmente aniquilaba sin que su presa se diera cuenta de que su vida había llegado a su fin, que pudo detener el golpe sin problema alguno.
Grillby se encontraba tranquilo sin darle importancia de que su amigo hubiera intentado golpearlo. Sabía que era producto del alcohol que estuviera en tal estado y que tampoco quería realmente lastimarlo. Aunque hubiera recibido el golpe bien merecido, estaría satisfecho de haber hallado la raíz de su problema.
-Apestas tanto a alcohol que te lastimarías tu solo estando cerca de mí –Lo dijo con un leve tono burlón con tal de aligerar las cosas. Después de todo, no debía de provocarlo tanto. –Así que ¿por qué no te calmas y lo hablamos?
-¿Qué tengo que hacerte para que entiendas que no quiero hablar? –Alzó la voz más de la cuenta sin soltarlo.
-Mátame si lo crees necesario –Respondió en el acto mostrando su seriedad en el asunto –Pero yo seguiré insistiendo hasta ayudarte en algo.
Fueron varios minutos en los que se quedaron en tal posición. Las cuencas de Sans permanecieron oscuras por un buen tiempo hasta que poco a poco aparecieron su brillo opaco mirando fijamente al hombre de fuego con un semblante de disgusto y malestar que le hacían entender que andaba dolido internamente por algo. Años siendo dueño de un bar le habían dado la experiencia para saber eso.
Finalmente lo soltó bruscamente y se sentó en su asiento sin importarle las cosas que tenía arrojadas a lado suyo. Recargó los codos en sus piernas y cubrió sus cuencas tras un largo suspiro.
-De todos los idiotas que hay en esta ciudad ¿Por qué elegí como amigo al más terco? –Se lamentó para sí mismo, pero Grillby lo había escuchado claramente y se rió con ello.
-Porque sólo yo otorgo alcohol gratis a alguien que no tiene fondo. Así que sí, soy un idiota por eso.
-He... Haces que pierda el sentido de insultarte si lo haces tú solo –Su característica sonrisa volvió poco a poco conforme trataba de controlar su mareo. El movimiento brusco que había realizado no había sido nada satisfactorio para su estado.
-Lo aprendí del maestro –Le devolvió la burla con gusto.
Sans dejó de sujetarse la cabeza para mirar detenidamente al bartender que lo observaba tranquilo, como si no hubiera pasado ningún percance. Metió sus manos en su saco y se ladeó en su propio asiento estando en una mala posición digna de un regaño por parte del jefe de la familia esqueleto.
-No puedo decirte nada de los asuntos familiares, eso ya lo sabes y deberías dejar de insistir –Comentó más calmado.
-No estás así por tu familia, o de lo contrario no habrías querido golpearme.
-Lo dices como si quisieras que te diera otro golpe.
-Ni siquiera pudiste darme uno.
-Me lo recordarás en cada oportunidad ¿cierto?
-Si, a menos que me digas realmente qué te ha pasado en estos días.
El esqueleto rio levemente desde su posición y Grillby sonrió satisfecho de por fin ver el fruto de su esfuerzo. El mafioso era un idiota a su forma, pero a fin de cuentas era su único amigo y haría lo posible por ayudarlo.
-Papyrus descubrió que he estado custodiado a la humana. No le ha dicho nada al viejo aun... pero seguro que no tarda en hacerlo en cuanto acabe el mes al momento de cobrar.
-¿Y por qué no le pides que no lo haga? –Le cuestionó un tanto extrañado –Tu hermano parece ser razonable, seguro que lo entiende.
-No cuando se trata de las reglas de nuestro p... del viejo –Carraspeó su voz tratando de mantenerse cuerdo ante lo alcoholizado que estaba –Es mucho mejor que yo en esto, ya de por si soy mala influencia para él como para tratar de hacer que no cumpla con su trabajo con esto. No debo intervenir si un día de estos debe de...
No terminó su oración, pero le había dicho lo suficiente para entender que era lo que lo tenía de esa forma. Aunque no conociera del todo al menor de los esqueletos, su fama, así como su metralleta, no estaban en vano. Entendía que si tenía que matar a la humana, lo haría como parte de su labor mafiosa y no tendría oportunidad siquiera de huir.
Y si Sans trataba de intervenir en eso, podría considerarse un traidor y tendría que matarlo también.
Para Grillby era curioso saber que Sans se preocupaba por una vida que no fuera su familia, cuando cada noche decía con un desagradable humor negro las muertes que tenía que cargar con su conciencia. Por su parte, detestaba a los humanos en gran medida por tantos malestares que le habían causado en el pasado, pero si Sans estaba de ese modo por una... debía de ser alguien sumamente especial para hacerle cambiar drásticamente.
-No sé si te siga interesando esto, pero encontré la ubicación de las tumbas de la aparente fallecida familia Saito. –Comentó tras el silencio incómodo que se había generado entre ellos.
-Vaya tacto que tienes para tocar el tema de esa forma –Sacó una de sus manos del saco teniendo consigo un puro –Mira de decirme que vaya a visitar su tumba cuando puede que lo tenga que hacer después...
-Te lo digo para que trates de ver si la puedes dejar con un familiar –Aclaró inmediatamente –Si ella no está muerta, puede que sus padres tampoco. Al menos es una pista... y si se encuentra algo, puedo ayudarte a buscarlos para que esté a salvo.
Sans le observó extrañado. Conocía de antemano que al ser de fuego le desagradaban los humanos por mucho que no lo comentara abiertamente, pero si se estaba ofreciendo para ayudarle a mantenerla a salvo... no iba a desaprovechar tal cosa.
La humana le había dicho que no tenía a nadie con quien acudir... salvo aquella persona que estaba buscando, fuera quien fuera. No pudo evitar disgustarse con eso una vez más, y aunque no lo comentara abiertamente, sabía que su semblante había cambiado nuevamente tras notar que su amigo le observaba.
Ya de por si le disgustaba la estrecha relación que tenía Frisk con la planta parlante al grado de permitirle estar cerca de ella sin esfuerzo alguno, ahora saber que había alguien más en su círculo cercano...
Él... había dicho "él". Se trataba de un hombre. Y aunque era consciente de que la posibilidad del género era más que notoria, la forma en la que se había expresado de ese sujeto... era lo que lo tenía con tal enojo. Frisk estaba sola en una ciudad peligrosa, con una planta igual de mortífera que varios seres que habitaban el lugar. ¿Acaso ese sujeto sabía lo que estaba dejando sin protección alguna? ¿Cómo... podía dejar que tan maravillosa mujer se arriesgara de esa forma? ¿Cómo siquiera le había dejado como para que ella tuviera la necesidad de buscarlo?
¿Qué tenía de especial ese sujeto... para que valiera para ella el riesgo de su propia seguridad?
¿Quién era ese sujeto para que ella se expresara de esa forma tan...?
No supo realmente en qué momento había tomado lo que quedaba de la botella tirada para terminar arrojándolo a una de las paredes con tal fuerza que se hizo añicos ante el impacto. Sin permitirle que le hiciera más preguntas su amigo, se giró para retomar su compostura antes de perder los estribos nuevamente.
-Bien, vamos –Comentó como si no hubiera pasado nada con la botella arrojada.
-¿Ahora? –Se levantó el dueño del bar sorprendido. –No sé si con tu estado sea conveniente...
-Hacen falta tres botellas más para que pierda el sentido de orientación –Respondió girándose nuevamente – ¿Vienes o no?
-Si ni sabes dónde es...
Susurró Grillby un tanto molesto por su comportamiento, pero aceptando finalmente poniendo su mano en su hombro. Tras dictarle la dirección, el esqueleto hizo presencia de su magia para transportarlos inmediatamente en el terreno lúgubre de forma un tanto desastrosa. Ambos habían terminado encima de una lápida al grado de que terminaron cayéndose con extremo ruido.
-Con que no has perdido tu sentido de la orientación ¿eh? –Le reprochó el ser llameante en lo que se levantaba.
-Dije que llegaríamos al lugar, no dije cómo –Se excusó sin pena alguna costándole trabajo levantarse. El mareo estaba presente con él, pero siguió sin darle importancia.
Se encontraban en un panteón bastante grande a comparación de los de otras regiones. La capital siempre tenía lo mejor de lo mejor, y eso incluía hasta sus muertos. Conforme recorrían el lugar siendo guiados por la luz que emitía el ser de fuego, Sans se percataba de que algunas lápidas tenían incrustaciones de oro y mármol. No cabía duda de que New Home se daba lujos absurdos para su vista. Sólo los humanos hacían esa clase de ridiculeces con sus muertos. Ellos en cambio, perecían y ahorraban bastante a sus familiares en pensar en lugares así.
Sabía que en ese lugar únicamente entraban humanos, por lo que debían de darse prisa antes de que pudieran descubrirlos merodeando en el lugar a tales horas.
-Aquí... -Señaló tras un buen rato recorriendo el lugar.
Para su sorpresa, las lápidas eran bastante sencillas a comparación de muchas otras que habían atravesado. Eran cuatro en conjunto, dos de mayor tamaño y dos pequeñas, las cuales tenían consigo unos floreros sencillos con unas flores blancas alargadas y una botella larga de alcohol en medio de las dos grandes. Sans se acercó para contemplar las flores un poco con la luz que le brindaba su amigo, y para su sorpresa, las flores estaban en perfecto estado.
-Alguien las dejó hace poco –Señalo en un susurro mientras tocaba el suave tacto de los pétalos –Parecen incluso recién cortadas.
Antes de que le cuestionara su amigo, talló un poco las lápidas para ver el nombre grabado de cada una, pero nuevamente presentó una sorpresa al notar que los nombres habían sido borrados con demasiada desesperación marcada en lo tallado de tal forma de malformar la piedra. Tocó con cuidado lo raspado tratando de analizar con qué lo habían hecho, pero su ebriedad le impedía llegar a una conclusión rápida que no fuera que alguien se había empeñado demasiado en borrar los nombres mas no los apellidos.
-Misterios y más misterios... -Dijo finalmente el esqueleto.
-¿Crees que tu humana dejó esas flores? –Se acercó Grillby para contemplarlas igualmente.
-No, no sale de su hogar salvo para cosas infinitamente necesarias para ella... -Respondió sin cuestionárselo siquiera. Frisk no había visitado New Home, eso sí lo podía tener por seguro tras tanto tiempo observándola. –Alguien más sabe de esta familia.
-Pero que dejen flores entonces implica que si están muertos –Concluyó Grillby.
-Bueno... sabemos que una no lo está –Tomó la botella del centro para observarla, pero por su escrito en la etiqueta pudo suponer que se trataba de una bebida oriental. Las letras extrañas se lo confirmaban de antemano –Pero podemos brindar por el resto.
-Sans, ni se te ocurra... -Le cuestionó molesto tras ver lo que pretendía, pero ya había sido demasiado tarde. El esqueleto ya había abierto la botella y dado un gran trago. –Robar a los muertos es una falta de respeto.
-No creo que les importe –Carraspeó un poco con el sabor. Era algo nuevo para él, pero no le pareció malo en absoluto. Tomó una de las flores y la guardó en su bolsillo mientras que la otra sostenía firmemente la botella –En fin... vayámonos antes de que se me ocurra desenterrarlos y ver si hay cuerpos en verdad o no.
Suspiró el bartender molesto con su comportamiento, pero se levantó en cuanto notó que su amigo hacía lo mismo. Tomó su hombro ahora con más fuerza y desaparecieron del lugar dejando nuevamente en oscuridad tan frívolo lugar.
A una distancia lejana de las cuatro lápidas, una figura los había estado observando desde su posición perfectamente escondida. Su vestido largo y negro le había permitido mezclarse perfectamente con el lugar al grado de no distinguirse apropiadamente, pero la poca luz que emitía la luna por lo nublado del clima, había reflejado por un fugaz momento la suave sonrisa que se había formado en los labios rojos de aquella mujer en la distancia.
-Parece ser que me encontré con algo divertido –Canturreó con una voz juguetona.
***
Nuevo capítuloooo, chan chan chaaaaaan!!
¿Qué creen que pueda avecinarse? ¿Sans encontrará las respuestas que busca? ¿Frisk logrará rescatar el parque?
Lo sabrán en el siguiente capítulo... tal vez :V
Michi fuera!
:)
PD: tendré que posponer las transmisiones en vivo del dibujo hasta nuevo aviso. Nuevamente me llené de pendientes a los que debo darles prioridad. Una disculpa :(
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