Cap 22. Buena suerte, mala suerte
El pasillo marmoleado cada vez se estaba tornando frío conforme Gerson lo recorría con paso tranquilo. Si bien no le agradaba tener que moverse a ese lúgubre sitio, sabía que era un tema pendiente que no podía dejarlo para más tiempo. Asegurándose de que todo fuera en perfecto orden en su entorno, se dirigió hacia el elegante librero de caoba tallado a mano que estaba pegado a la pared y levantó el libro de siempre, lo cual comenzó a deslizarse de lado para dar paso a la sala oculta que se presentaba ante él.
Al adentrarse en su totalidad, poco a poco escuchó los lamentos de un hombre conforme se acercaba cada vez más a la escena. Si bien no comprendía las miles de cosas situadas en el entorno, era más que consciente de la importancia que tenía cada una y por ello lo consideraba una excelente inversión a corto y largo plazo. No había necesidad de que él supiera manejar todo ello, tan sólo hacía falta que estuvieran en manos de su esposa para obtener lo que realmente quería con todo eso.
-Como siempre, tomas una buena iniciativa, querida. –Comentó Gerson una vez que se acercó a la camilla donde estaba un humano bien vestido y amarrado en cada extremidad. –Aunque me parece que me perdí de algo divertido, ¡wah ha ha!
La reptil se giró hacia él con su semblante inexpresivo, parecía que ni se había dado cuenta de su presencia sino hasta el momento en el que le habló. La jeringa que tenía en sus garras la bajó conforme la tortuga revisaba al humano con la mirada. Tras acercarse por fin a él, le sacó del bolsillo interno de su saco una billetera y una placa mientras el sujeto miraba todo horrorizado y sin poder exclamar algo coherente ante el trapo que tenía amarrado en su boca de tal forma que le obligaba a morderlo.
-Detective Issac Smithers, asignado a investigar la región de Snowdin, pese a ser de la comisaría de Waterfall. –Comenzó a leer Gerson conforme revisaba la placa con calma. Tras pasar a la billetera, sonrió aún más como si todo fuese de lo más natural. –Tienes una hermosa familia. Muchos hijos por mantener ¿eh?
El mencionado intentó decir algo sin éxito alguno. Se retorcía como podía como si con ello pudiera zafarse de alguna de sus ataduras, pero estaba más que sujeto a la cama y aquello lo impacientaba aún más. Gerson simplemente sacaba algunas cosas de la cartera sin interés suyo y terminó por arrojar todo en una de las mesas situadas cercanas, haciendo un ruido metálico con el choque de sus pertenencias y la variedad de herramientas de cirugía que se encontraban ahí.
-Tranquilo, tranquilo, solo lo hemos traído aquí para hacerle unas preguntas amistosas. –La tortuga le sonrió como si todo fuese de lo más normal, mientras estiraba su cuello acercando su rostro a él. –Si contesta todo lo que queremos saber, prometemos ser cuidadoso con usted... oh ¿la jeringa? Era solo una medida preventiva en caso de que no fuese cooperativo. Pero no será necesario ¿verdad?
El humano dejó de moverse por un breve momento, y fue así como se dio a entender que iba a hacer caso a la petición. Gerson le quitó con cuidado el trapo que le impedía hablar y se retiró un poco para brindarle espacio personal sin borrar su sonrisa tranquila. Alphys permaneció en una esquina observando todo sin interés alguno, pero su mirada tan falta de vida le inquietaba en gran medida al humano presente.
-Detective, sabemos que tenía el caso de investigar a la familia Gaster, sin embargo... parece ser que hacía muy mal su trabajo. –Gerson sacó un folder que había tenido guardado en su chaleco y lo abrió para revisar nuevamente su contenido. –Sus expedientes son tan burdos que me sorprende que haya engañado a sus superiores con esto. Dígame... ¿le pagaban bien los Gaster para mantener alejada a la policía de su zona?
-S-sí. –Era notoria la vibración de su voz, pero aun así no había bajado el volumen.
-¿Le avisaban con tiempo en dónde no tendría que estar la policía?
-Cuando... Don Gaster lo consideraba necesario, sí. –Aunque quisiera mostrarse rudo, lo cierto era que se encontraba temblando. El lugar era tan siniestro que le daba la impresión de que en cualquier momento lo extirparían.
-Ummm... ¿Y qué me dice de traslados a otras partes de la ciudad?
El detective lo miró un tanto extrañado con esa pregunta, y el no tener una respuesta inmediata le estaba haciendo sudar más de lo normal. Sabía que la familia Gaster tenía vinculaciones en otras partes de la ciudad teniendo la ventaja de tener la industria ferrocarrilera a su favor en la entrada de todo Ebott, pero sólo se trasladaban a Waterfall por el convenio que tenía con la familia apoderada del puerto, cosa que lo llevó a conocer en persona al líder de esa mafia y sus tratos a futuro después de eso ¿se referirían a eso? No se le ocurría qué más pudiera ser.
No sabía siquiera cuánto se había tardado en pensar ello, pero lo que le parecieron un par de minutos, para los reptiles parecía que había sido demasiado tiempo. La de lentes y piel amarillenta se había acercado de nuevo para tomar sus herramientas quirúrgicas de la mesita, cosa que puso de nuevo nervioso al humano.
-Calma, calma, querida. No debemos impacientarnos –Rio la tortuga como si todo aquello le diera gracia. –Estoy seguro que tiene una respuesta por darnos ¿cierto?
-Yo... sólo sé que van a Waterfall, pero no es muy frecuente.
-Oh, entonces es una pena. No es lo que buscábamos.
El detective esperaba lo peor tras sus palabras, sin embargo, la reptil le estaba liberando de sus ataduras con el bisturí que había obtenido de su sitio. Estaba muy confundido con tal interrogatorio tan corto que se quedó pasmado en la camilla tras varios segundos de haber sido liberadas sus manos. Logró levantarse apoyándose en la camilla y se sentó observando sus muñecas un tanto rojas por el forcejeo que había dado, mientras esperaba que le terminaran de liberar los pies.
Tras terminar de romper las cuerdas que le habían retenido por completo, en un movimiento rápido se lanzó hacia la reptil de lentes y sujetó con fuerza mientras le quitaba el bisturí de sus garras y le apuntaba en el cuello con el mismo. Se dirigió directamente hacia el único sujeto de ahí con el que parecía poder entablar conversación alguna, el cual no se mostraba para nada preocupado.
-No sé qué está pasando, pero si no me dejan irme, ¡juro que la mato!
-¿Qué no te has enterado, detective? Estamos en guerra. –Sonrió tranquilo la tortuga mirándolo fijamente a él. –Es normal que hagamos este tipo de cosas por seguridad nuestra.
-No esté bromeando estúpido monstruo... ¡En verdad voy a matarla si no me dejan ir de aquí!
-Me temo que no puedo dejarlo ir por cuenta propia. Si ha trabajado con otra familia mafiosa supongo que lo entenderá bien.
-Los monstruos sólo causan problemas... Sabía que nunca debí acceder a ese trato...
Comentó abiertamente mientras observaba su entorno en busca de una posible salida. Teniendo como retén a la extraña reptil sabía que podía arrastrarla sin problema alguno, pero no le cuadraba que la tortuga se mostrara tan pacífico con todo... y que su mero retén estuviera tan indiferente con su amenaza de muerte. Si bien era extraño, le molestó en gran medida que no le tomaran enserio ¿qué no se supone que era un ser querido para la tortuga? Le había dado a entender eso por la forma de referirse a ella, y a su vez ¿qué no le importaba morir a la reptil amarillenta? Su mirada le parecía más bien de alguien a quien aún no le avisaban que debía tener algún sentimiento de pánico dado el momento.
-No hay necesidad de violencia, detective. –Se encogió de hombros el viejo sin borrar su sonrisa calmada. –Podemos...
-¡Cállese! –Gritó cada vez más alterado, oprimiendo con más fuerza a la reptil que no se quejaba ni emitía algún sonido. -¡El que pone las condiciones aquí soy...!
No terminó su oración tras contemplar a la extraña criatura que se estaba acercando lentamente hacia ellos. Podía ver como se visualizaba una abominación de varias extremidades al punto de no verse sólidas se aproximaba poco a poco desde atrás de la tortuga que yacía tranquilo en su sitio. El humano no tenía ni idea de qué era esa cosa, incluso le pareció que se estaba derritiendo con cada paso.
-¿Q-que...?
-Vaya, que mal. Su grito lo ha despertado, detective. –Mencionó Gerson en cuanto tuvo a lado a tal ser extraño. Parecía ser que le era normal su apariencia tan grotesca.
La abominación emitió un sonido muy similar a lo que sería el gruñido de un canino rabioso, cosa que puso más nervioso al ya alterado humano. No se dio cuenta del momento en el que había dejado de poner presión en la reptil, pero fue muy tarde para reparar en ello tras la suficiente libertad que le había dado para que sacara la jeringa de su ropa y terminara encajándola de lleno en su pierna, causándole dolor por la rudeza en la que se la había puesto.
El detective la soltó para sujetarse la pierna adolorida hincándose en territorio enemigo. Alphys permaneció sin darle importancia a todo lo que pasaba en su entorno y se fue caminando directamente hacia Gerson, quien miraba al humano con algo de gracia. El mareo se hizo presente casi de inmediato para él, cosa que le asustó aún más.
-Verá detective, si bien sólo teníamos la necesidad de hablar con usted... tampoco podemos pasar por alto lo que ha hecho. –Gerson se mantuvo a distancia de él mientras hablaba con serenidad. –Creímos que al ayudar a una causa de monstruos sin importar la familia, eso lo convertiría en un buen elemento a perdonar... peeeeero, no sólo fue de poca utilidad, usted intentó violar y matar a una compañera suya sólo por ser monstruo. Eso me temo, no podemos perdonárselo con facilidad. Corrió con la mala suerte de que yo lo viese todo en aquella noche.
El mareo ahora se había vuelto el menor de sus problemas al sentir un terrible dolor partiendo de su pierna para agonizar por todo su cuerpo. No tenía palabras para describir la sensación tan dolorosa que estaba doblegándolo hasta terminar acostado en el suelo. No le importaba ya la poca dignidad que posiblemente le quedaba, el retorcerse descontroladamente estaba fuera de su control.
Los gritos fueron cada vez más fuertes por parte suya, pero por muy ruidoso que fuera nadie llegaba a su auxilio, por lo que le garantizaba que se encontraban en una parte muy profunda o muy aislada como para ser encontrado por casualidad. Mientras que observaba con la poca visión que le quedaba cómo ambos monstruos tomaban un paraguas situado en alguna esquina, la abominación blanquecina yacía cada vez más inquieto conforme se retorcía de dolor en el frío suelo lleno de suciedad. No tenía que pensarle demasiado para saber lo que pasaría con él en cuanto vio que ambos monstruos abrieron el gran paraguas escudándose en él. Sólo pudo pensar por un momento en su familia... lamentándose por una muy mala decisión de su vida. Pero ya era muy tarde para eso.
La viscosa explosión se hizo presente estampándose en todas las partes posibles de la lúgubre sala.
-No importa cuánto hagamos esto, siempre es asqueroso. –Suspiró Gerson tras aventar el paraguas a un lado una vez que supo que todo había terminado.
La amalgama se había disparado hacia la mayor concentración de lo que ahora parecía carne molida y comenzaba a comerlo desde la extraña boca que tenía. La mezcla entre el extraño goteo negro que surgía de él junto con la sangre que se le escapaba era de lo más asqueroso por ver, sin contar el olor que desprendía tan nauseabundo que le generaba las ganas de vomitar en cualquier momento, por lo que la tortuga simplemente prefirió ignorarlo y enfocarse en la reptil amarillenta que se acercaba cada vez más a un costado de la abominación, la cual mantenía su mirada taciturna sin importarle lo que había pasado y la asquerosidad que tenía por todo el lugar.
Se detuvo en seco a lado del canino deforme que comía con gran desesperación todo lo que podía, pero no era la carne molida en la que había terminado siendo el humano corrupto lo que le interesaba, sino la translúcida figura con forma de corazón que se encontraba flotando en el mismo punto. Apenas y podía notarse el tono amarillento que emitía pese al contraste que debía tener con tan oscuro lugar en el que estaban, pero sin darle importancia eso, Alphys sacó una nueva jeringa distinta a otras de su ropa y atravesó con ello aquel objeto flotante. Comenzó a extraer un líquido rojo con algo de dificultad dada su insistencia en el movimiento. Apenas y había sacado por fin unos cuantos milímetros carmesí en cuanto la figura incorpórea terminó desvaneciéndose por completo, borrando lo único que le quedaba de existencia a aquel humano que alguna vez fue detective.
-Eso ni siquiera es la cantidad mínima. –Se lamentó Gerson observando todo desde su lugar. Se rehusaba a andar entre la asquerosidad que amenazaba con apestar en cualquier momento. –Qué desperdicio de tiempo fue aquel sujeto.
Alphys hizo un leve movimiento de cabeza para dar a entender que le había escuchado, mas no le dio real importancia a su comentario y guardó de nuevo la jeringa de distinto diseño con cuidado en un cajón específico. Había varios frascos pequeños que contenían algo muy similar a lo que había logrado extraer, pero mientras todos estaban etiquetados y bien acomodados, la jeringa la mantuvo así sin darle importancia de clasificarla. Sin embargo comenzó a escribir algo en una hoja en la que ya tenía varios apuntes anteriores.
-No sólo nos estamos tardando en esto, sino que ahora tenemos que tratar algo más. –Suspiró de nuevo la tortuga cruzándose de brazos. –Asgore no será por siempre tan tolerante con nosotros, no...
Con una mano, Alphys hizo unas cuantas señas mientras que con la otra seguía escribiendo. Su mirada grisácea inexpresiva se mantuvo en sus escritos en vez de a su marido.
-Si, si, ya sé qué haces lo que puedes... pero no es suficiente. –Le contestó abruptamente tras sus señas. –Primero perdemos el arma que le prometimos, luego estos errores experimentales... y ahora otro traidor. Ya estoy viejo para estas cosas.
Se masajeo sus sienes ante un posible dolor de cabeza venidero. Mientras sentía como otras abominaciones similares a la mayor se acercaban siendo atraídas por el nauseabundo olor podrido, pensó seriamente en lo que tenía que hacer para mantener todos sus deberes a la altura de la calidad que siempre garantizaba. Hacía tiempo que Don Asgore había mandado a asesinar al traidor de Mettaton sin requerir de su preciado tiempo y presencia al no merecerlo, por lo que había sido sencillo de su parte planificar su muerte en el lugar que menos habría esperado el magnate: en su propio terreno y con su propia gente.
Había sido muy fácil sobornar a varios de los meseros presentes. Mientras más necesitados se encontraban, más fácil era para él tenerlos a su favor; siempre conseguía volver a cualquiera en su aliado... en preciados peones fáciles de mover en el tablero de ajedrez que venía siendo la ciudad. No por nada era la mano derecha del mafioso más grande y poderoso de toda el área limítrofe y próximamente del mundo entero. No por nada había logrado que su esposa fuera también considerada como la mano izquierda ante sus talentos no apropiados para una fémina, pero si lo bastante destacables como para no ser ignorados.
El plan que había realizado para matar a Mettaton era de lo más simple, pero era imposible de fallar con ello. Sin embargo, no sólo había sido un desastre del que tuvo que reportar ante la gran baja de elementos valiosos, sino que ahora el magnate había tomado medidas más extremas en cuanto a su seguridad, dificultando aún más las posibilidades de borrarlo del mapa. Había sido un alivio de que no se supiera públicamente el atentado, pero sabía que había silenciado la noticia por motivos e intereses personales más que nada.
Y no sólo le daba rabia que el traidor siguiera vivo gozando de ello, sino que había sido por la intervención de otro monstruo. Le había sido muy difícil saber con exactitud de quién se trataba, aunque el que aniquilara a toda su gente que había colocado en el lugar le había dado una leve pista. Gracias a que uno de los meseros había escapado con éxito fue que pudo aclarar lo que había tenido en mente tras su declaración. Y en efecto, se había tratado de quien había pensado pese a que hubiera deseado que no fuese así. Había veces en que no le alegraba acertar siempre en sus conjeturas.
Sans Gaster... el primogénito y heredero de toda una dinastía clandestina. Sabía de su talento asesino desde tan corta edad, incluso lo tenía en la lista de futuros contactos provechosos una vez que tomara el mando de la familia, pero tras enterarse de su total traición a todos los monstruos con su intervención... era lamentable tener que borrarlo de tan preciada lista personal.
Al principio había pensado que su acción se debía a una alianza en la que estuviera la protección y las riquezas por medio, pero no le cuadraba ese hecho debido a que los pocos testigos aseguraban que sólo se había encontrado él de los Gaster. También por la razón de que al menospreciar sus orígenes y verdadera naturaleza, Mettaton era más odiado que los humanos por cualquiera que tuviera la desdicha de conocerlo. No había necesidad de indicarlo como enemigo de los Dreemurr para que los demás desearan su muerte. Con tales cosas era difícil comprender cuáles habían sido las razones para interferir con los planes de otra familia mafiosa... hasta que otro mesero testigo le confirmó algo mucho peor.
Mettaton siquiera había sido la razón de su intervención... sino que había sido por un asqueroso humano.
El esqueleto había sido habilidoso en matar a toda su gente para no dar testigo al gran Dreemurr, pero si lo suficientemente tonto en no matar también a toda la servidumbre, pareciendo así que se había dignado en dar piedad a algunos. Ahora con eso no sólo había tenido que borrarlo de posibles aliados a futuro, sino que ahora tenía que ponerlo en la lista negra.
La situación le generaba un gran dolor de cabeza. Si se tratara de un delincuente independiente habría sido sencillo borrarlo del mapa, pero siendo un primogénito de una familia mafiosa conocida... complicaba aún más las cosas. Matarlo generaría conflictos con el resto de la familia Gaster, que si bien eran muy pocos a comparación de los demás grupos delictivos conocidos, su sadismo y control de grandes cantidades complementaba la escases de elementos. No por nada se habían apoderado de la clandestinidad ferrocarrilera en muy poco tiempo.
Gerson suspiró de frustración mientras se apartaba un poco de la zona. Aunque varias de las amalgamas estuvieran "limpiando" todo el lugar devorándolo todo lo que alguna vez fue el humano, seguía siendo demasiado asqueroso para él todo eso, mientras que su esposa observaba todo sin mostrar algún interés en eso.
-Sé que aún no contamos con los recursos necesarios, pero ¿Qué opinas de acelerar nuestro... nuevo experimento? –Preguntó Gerson una vez que tuvo a Alphys cerca de él, observando a las grotescas criaturas comiendo como si de mascotas se trataran. –Con eso de que a Asgore le pareció la idea y la candidata, pienso que con ello podríamos matar a dos pájaros de un solo tiro.
La de escamas mostaza se limitó a hacer unos cuantos movimientos con sus manos sin mostrarse inquieta con la idea, dándole a entender una vez más que le daba igual si le preguntaban o no su opinión, ella sólo realizaba cosas que estaban a su alcance... como si ello fuera lo único capaz de darle algo de vida a su alma.
-No, no habrá necesidad de forzarla como a los otros. –Contestó Gerson ante la articulación de manos de la reptil. –He pensado que la señorita Fisher podría convertirse en la pieza clave para ganar la guerra, y para eso se requiere de su total voluntad para garantizarlo. Estoy seguro de que tú ya pensaste lo mismo.
Alphys no hizo nada para continuar con la conversación, pero por su forma taciturna, el reptil dio por hecho de que estaba en lo cierto. Después de todo, la anfibia era más que perfecta para el experimento y la dedicada a la ciencia no podía negarlo desde que había observado por cuenta propia sus heridas. El que no muriera ante tan terrible acto, les indicaba que habían hallado a un elemento de lo más valioso. Un regalo divino que les había caído del cielo.
-Undyne tiene razones personales para odiar a los humanos... Se ha vuelto una asesina por cuenta propia. Una pieza perfecta para mi tablero. –Comentó tranquilamente la tortuga mientras se encaminaban juntos hacia la salida, dejando atrás a las amalgamas comer la asquerosidad. –No sólo haré que ella misma se ofrezca de voluntaria para el experimento, me encargaré de que tanto humanos como monstruos le teman. La verdadera arma mortífera que Asgore necesita.
Los gruñidos de las amalgamas peleándose por la comida fue lo último que escucharon antes de salir de tan lúgubre lugar.
...
Tras recoger a Sans y Flowey del bar de mala muerte, los cuatro se encontraban en el automóvil en total silencio por razones personales. Frisk había recibido muy contenta el tarro donde estaba Flowey una vez que se habían bajado para buscarlos fuera del lugar, ignorando inconscientemente a Sans quien era el que lo había estado cargando. No queriendo darle importancia tras estar acostumbrado, el esqueleto bajo se adelantó para abrirle la puerta del vehículo en la parte trasera y acto seguido se fue de copiloto en cuanto se subió con algo de cautela.
El recorrido comenzaba a tornarse muy incómodo conforme pasaron los primeros minutos, por lo que Sans prefirió hacer algo antes de quedarse dormido por enésima vez.
-¿Y... que tal les fue? –Preguntó Sans observando a la joven desde el retrovisor, la cual estaba abrazando el tarro con la planta sin importarle lo sucio que estaba ahora. – ¿Cómo se la pasaron?
-Bueno... él intentó matarme al principio. –Contestó Frisk manteniendo su semblante inexpresivo.
-¡¿Qué?! –Gritó Flowey observando a la florista con sumo detalle, como si fuera a encontrar en cualquier momento algún indicio de que se encontraba herida.
-SÓLO FUE UN DISPARO DE ADVERTENCIA, NO HAY POR QUÉ EXAGERAR. –Comentó el esqueleto alto conduciendo con calma.
Sans se arrepintió de haber roto con la tranquilidad que antes había estado en el auto. Por una parte estaba de acuerdo con la planta de alterarse por el peligro que pasó en ausencia de ambos, pero por otro lado estaba agradecido de que en efecto la joven estuviera bien ante todo. Si Papyrus no la había matado, era porque algo de ella no le había desagradado o porque no la consideraba una amenaza para la familia. Cualquiera que fuera la razón, contaba con el hecho de que no volvería a pasar... o eso esperaba.
Para su suerte, habían llegado a la florería antes de que comenzara a oscurecer y continuaran con el incómodo ambiente. Se despidieron de Frisk y se retiraron sin bajarse del auto ante la prisa que estaban teniendo por la tardía de su pendiente nocturno.
-TE DEJÉ MUCHO TIEMPO CON DT-00X, ESPERO QUE HAYAS SACADO ALGO DE PROVECHO DE ESO. –Indicó Papyrus manteniendo la vista al frente, una vez que se encontraban más retirados del colorido local.
-Claro, una buena amistad floreció entre nosotros, jejeje. –Subió los pies mientras se reía de su propio comentario. –No presentará un problema por ahora.
-ESO ES BUENO, SUPONGO. YA QUE LA FLOR ES EN VERDAD IMPORTANTE PARA LA HUMANA –comentó haciendo caso omiso al mal chiste de su hermano. –HAN PERMANECIDO JUNTOS POR MUCHOS AÑOS Y ES EL ÚNICO AMIGO QUE TIENE A LO QUE ME CONTÓ.
-¿Qué te dijo? –Preguntó Sans sorprendido, incluso bajó los pies como si con ello pudiera prestar más atención. – ¿Te contó algo de ella?
-SI, QUE SUS PADRES MURIERON EN UN ACCIDENTE AUTOMOVILÍSTICO CUANDO ERA UNA BEBÉ, Y QUE SU HERMANA Y ELLA FUERON ADOPTADAS POR UNA FAMILIA AMISTOSA TRAS SOBREVIVIR AL ACTO LAMENTABLE. –Comentó con tranquilidad haciendo memoria de los detalles. Dio una vuelta en una esquina antes de seguir contando. –LUEGO QUE SU HERMANA Y SU HERMANO ADOPTIVO MURIERON POR ALGO QUE NUNCA SUPO, POR LO QUE PERMANECIÓ EN SOLEDAD HASTA QUE ENCONTRÓ A DT-00X
Sans escuchó analíticamente lo que le estaba contando, haciendo a un lado la ligera envidia que le daba el hecho de que la florista hubiera tenido la confianza de contarle algo a su hermano en vez de a él, quien ya llevaba meses conociéndose. Era información muy valiosa para unificar los datos con los que ya contaba de antemano, pero en vez de aclararle algunas cosas, ahora le generaba más dudas. ¿Accidente automovilístico? Según lo que dictaba el acta de defunción habían muerto todos en un incendio. ¿Cuál era la versión real ahora?
Conforme su hermano seguía conduciendo, Sans no dejaba de pensar en lo enigmática que se estaba tornando la joven conforme trataba de averiguar algo de ella. No le cabía duda de que hasta cierto punto le era divertido, pero a su vez comenzaba a preocuparle la advertencia por parte de la flor. "No invoques el infierno para ella" le había dicho en cuanto no indagar más de su pasado. ¿Se referirá al misterio que aguarda su mero pasado? El que hubiera dos versiones sobre la muerte de sus padres indicaba directamente que alguien contaba con una versión errónea; si se trataba de la documentación podría comprenderlo hasta cierto punto, pero si era Frisk quien tenía el dato falso... ¿por qué mentirle sobre su familia? ¿Quién estaba bien y quién estaba mal ahí?
Comprendía ahora el hecho de que la florista no supiera si realmente provenía de ascendencia japonesa, posiblemente ni siquiera supiera quienes eran sus verdaderos padres si había sido adoptada siendo bebé. Pero si contaba con sus padres adoptivos, y con lo curiosa que venía siendo Frisk ¿por qué no le dijeron nada? ¿O acaso si sabía pero no le daba importancia?
Además... había hecho mención de dos hermanos también fallecidos. Una de parte biológica y otro por parte de su familia adoptiva ¿Serían ellos los que estuvieran enterrados en el cementerio de New Home? De lo contrario no podía explicar cómo era que estaban las cuatro lápidas estando viva una ellos. Y si el apellido biológico era Saito ¿Entonces el "D." era de su nueva identidad? ¿Pero por qué la necesidad de darla por muerta para eso?
¿A eso se referiría la planta sobre no escarbar en su pasado? ¿En no torturarla con algo por lamentar inevitable? ¿O porque había una muy buena razón para mantenerla en el anonimato de su aparente muerte? ¿De qué estaba al tanto la flor... y porqué era que sabía?
Tantas preguntas rondándole en su mente le generaron un malestar tan grande, que terminó sacando un puro de su saco para prenderlo en el acto. Se apuntó en silencio los detalles que le pediría a Grillby para que continuara con la investigación, ya su vez en hacer la cuenta de cuanto le debía por tanta carga acumulada. Después de todo, le había prometido a la flor sobre no investigar más sobre ella por cuenta propia, pero no dijo nada sobre hacer que otros investigaran por él.
Expulsó el humo del puro con suavidad mientras veía al frente cómo llegaban a los límites divisorios entre Waterfall y Snowdin. Odiaba tener que encargarse de mercancía para trasladarla al tren al día siguiente, y más cuando se trataba de materiales de otros, pero al menos podía seguir pensando sin tener que mantenerse tan alerta de lo que pudiera pasarle de momento.
Frisk "D"... sí que era una chica interesante.
...
La humedad era más que presente entre las calles apretujadas que recorría Undyne con paso firme. La larga gabardina que tenía puesta le ayudaba a fusionarse con la densa noche que estaba sobre Waterfall tras sus pasos. Mientras no tuviera contacto con la mirada de los paseantes que animadamente se iban a sus casas, no tendría que mostrarse sospechosa.
Pese a que se había apuntado mentalmente que no debía de hacer más, lo cierto es que le atormentaba el hecho de imaginarse que aún había niños en aquel callejón. Había logrado salvar a uno... pero eso no era suficiente. No cuando pudo darse cuenta del porque estaban siendo arrebatados de su familia. Eran pequeños monstruos que estaban siendo explotados de la peor forma en manos del ser humano. Sumamente desagradable y atroz.
Por lo mismo se había pasado varios días y noches vigilando el lugar, estudiando cualquier comportamiento misterioso, aprendiendo cómo pasar desapercibida entre las sombras. Mientras que como policía había aprendido a dar la cara a cualquier peligro, como vigilante justiciera había tenido que adoptar el hábito de esconderse primero. No era del todo su estilo, pero había tenido que acostumbrarse en los pocos días que había comenzado a serlo. Si se estaba autodenominando como la justiciera de los monstruos, tenía que entender de una buena vez que los métodos tenían que cambiar. Ya no actuaba en voz de una autoridad con reluciente placa, ya no tenía protocolos rigurosos que aprenderse... todo estaba permitido ahora, incluso lo antes impensable para ella.
Ahora el lema no declarado de la ciudad se había vuelto también parte de ella. En Ebott realmente las cosas eran matar o morir.
Llegando al misterioso callejón sin salida, Undyne se mantuvo alerta de cualquier movimiento antes de seguir adentrándose. No quería cometer el mismo error, no menos cuando había sido descuidado de su parte haber dejado los cadáveres ahí haciendo que se mantuvieran más alertas los delincuentes de ahí. Por lo mismo había estudiado el lugar para saber en dónde exactamente estaba la entrada, y a su vez, en qué parte podía escabullirse sin mostrarse directamente. La coladera era la solución a todas sus problemáticas, por lo que rápidamente la abrió sin importarle el peso de ésta, y se metió sin ningún cuestionamiento de lo desagradable que pudiera ser. Pero para su sorpresa, no estaba viendo lo que había esperado toparse.
Fue así como Undyne encontró una bodega amplia y bastante limpia para lo que había esperado encontrarse. Aunque quisiera revisar las densas cajas situadas con cuidado, no quería cometer el error de dejar alguna evidencia que pudiera revelarla. El mundo la daba por muerta, y para conveniencia de sus propósitos prefería que se mantuviera así su identidad.
Recorriendo con cautela la larga bodega, finalmente se topó con una puerta metálica entreabierta para su buena suerte. Empujándola con el pie para abrirla aún más, sintió cómo ésta era lo suficientemente pesada para ser complicada de violar su seguridad, pero ella no era cualquier sujeto debilucho, ella era extremadamente fuerte. Ella se había asegurado de serlo gran parte de su vida. Tenía una misión de vida, un propósito... que sabía que tarde que temprano cumpliría. Se asomó lentamente para garantizar su anonimato y se adentró al nuevo pasillo que ahora estaba frente a ella. Era bastante elegante ahora con luminarias de lo más elegantes y paredes terciopeladas con estampados finos, incluso le parecía oír en la lejanía un suave jazz que poco a poco comenzaba a ser más cercano ¿Qué clase de lugar era ese?
Los cánticos risueños de variadas chicas se hicieron presente conforme se acercaba a varias puertas. Undyne tuvo la precaución de acomodar aún más sus ropas para ocultarse entre ellas conforme avanzaba en tan misterioso lugar, cosa que fue un acierto de su parte en cuanto vio pasar a algunas chicas monstruo con demasiada piel descubierta andar como si nada en el pasillo. Parecía que se estaban encaminando hacia una de las habitaciones cerradas en las que se estaba acercando, mas no le dieron importancia a la de larga capucha pese a que había cometido el error de verlas más de la cuenta. No sólo por el hecho de que estuvieran con tan poca ropa públicamente, sino que se les veía risueñas consigo mismas... y bastante jóvenes. No rayaban a la infantería como habían sido sus temores de tal lugar, pero no les calculaba más de los 20 años. Verlas tan provocativas y adentrándose algunas en distintas habitaciones, le confirmaban el hecho de que ese lugar se trataba de un prostíbulo. Pero por más que trataba de prestar atención al lugar sin detenerse por completo, no hallaba a ningún niño en ese lugar. No estaba segura de si eso era bueno o malo.
-¿Está buscando su reservación? ¿Puedo ayudarle?
La voz suave de una chica surgiendo de una habitación que acababa de pasar la sobresaltó. Sabiendo que no tenía otra alternativa para no verse sospechosa, terminó girándose con cautela para mirar a la chica que se había dado cuenta de su presencia. Para su leve sorpresa, se trataba de una humana joven a comparación de todas las monstruo que había visto en su recorrido. Parecía entonces que en ese lugar no sólo las monstruo eran las prostitutas si se encontraba una humana ahí, aunque la diadema con cuernos diablillos que decoraba su largo cabello rubio, así como el antifaz negro y su lencería sumamente provocativa que resaltaba su piel, le indicaban la posibilidad de que estaba para cumplir algunas fantasías.
-No hay necesidad de cubrirse, la suma confidencialidad es una de las garantías que ofrece este lugar. –Comentó nuevamente la humana mientras se recargaba en el barandal de la puerta y se cruzaba de brazos. Con ese gesto pegó aún más sus pechos ya de por sí muy notorios, pero a Undyne le daba la impresión de que ese había sido su objetivo en primer lugar. –Debieron decírselo en la entrada.
-Yo... creo que no presté atención. –Comentó Undyne finalmente tras no saber qué más hacer. Su modo sigiloso estaría arruinado si esa chica daba aviso de su presencia.
-Oh, eres una chica. –Rio levemente como si aquello le fuera cómico. Undyne se maldijo tras haber descuidado ese detalle suyo, se suponía que su gabardina larga y sombrero cubría su largo cabello y figura por una obvia razón. –Eso explica que se quiera cubrir demasiado. No es la primera que lo hace, así que tranquilícese.
-¿Qué...? –Le extrañó ese comentario a la anfibia, pero rápidamente sintió como sus mejillas se tornaban coloradas al entender exactamente a qué se refería. –Y-yo no...
-¿No busca alguien como yo? Oh... eso lo entiendo. –Se abrazó más a si misma mientras empleaba un tono de lamento muy fingido, aunque lo que realmente estaba haciendo era apretar aún más sus pechos poniéndolos de un suave color rosado llamativo. –Aquí siempre vienen en busca de monstruos. Supongo que la oportunidad de degustar variados cuerpos es de lo más tentador, mientras que una humana como yo no es lo suficientemente llamativa para satisfacer... fantasías pecaminosas.
-¿Sólo buscan monstruos? –Preguntó en el acto, deseosa de saber más sobre tan extraño lugar para cumplir con su investigación y rescate de los niños que pudieran encontrarse ahí. –¿Qué gente viene aquí?
-Puedo responderle todo lo que quiera... pero ¿le parece si hablamos adentro de mi habitación? –Indicó con una mano tranquilamente. –No debemos molestar a otros con ruidos en el pasillo. Es parte del reglamento de éste lugar ¿sabe?
Sintiendo que no tenía otra alternativa, además de tener la suerte de encontrar a alguien que pudiera soltarle la sopa con facilidad, se metió a la habitación que le estaba indicando. Le llegó un profundo olor a incienso en cuanto entró, cosa que fortalecían las velas prendidas aromáticas que decoraban casi todo el lugar. El cuarto no era muy grande, pero tenía el espacio suficiente para tener una cama redonda en el centro con telas de seda de lo más elegantes. La ausencia de ventanas le indicaba de cierta forma que aún se encontraban en una parte subterránea y de que no le sería fácil escaparse en caso de necesitarlo.
-¿Le puedo servir algo? –Preguntó la chica en cuanto cerró la puerta con cuidado y se dirigió hacia una mesita con algunas botellas de cristal situadas desordenadamente por tamaños.
-No, gracias. –Contestó la anfibia en el acto. No iba a cometer esa estupidez.
La humana tomó una copa y se sirvió algo que parecía ser de tonalidad dorada burbujeante. Se sentó en su cama mientras le daba un leve trago y le indicó con un ademán de su mano que se sentara también. Algo colorada con eso, Undyne hizo caso omiso a lo que venía siendo el lugar y aceptó la invitación de sentarse en el mueble en el que seguramente muchos habían cumplido variedad de fantasías morbosas. No le agradaba estar así, pero su lado profesional era mucho mayor a cualquiera de sus emociones cohibidas.
-¿No tiene calor con esa gabardina tan pesada? Puede quitársela sin problema alguno, aquí solo estamos las dos ahora. –Le sonrió tras un par de tragos a su bebida. El tono sugestivo de su voz la mantuvo en alerta por mero instinto. –No debería sentirse avergonzada por ser una mujer en busca de placer. Todos tenemos necesidades sin importar géneros o especies.
-¿No soy la única mujer que viene aquí? –Quiso preguntar primero eso para tentar terreno, haciendo caso omiso a la indicación de quitarse la gabardina. No quería verse obvia de lo que realmente quería saber del lugar, después de todo estaba en proceso de investigación de campo.
-¿En busca de sexo? Es algo inusual... pero no nulo. –Apartó su larga cabellera rubia con una mano para dejar en descubierto aún más su piel. –Los hombres creen que sólo ellos tienen la necesidad fuerte de coger con todas las que puedan, mientras que hay muchas mujeres que yacen insatisfechas hoy en día. ¿No le parece?
Su comentario le hizo reír levemente, aligerando su tensión de encontrarse en una habitación a solas con una prostituta que a leguas se notaba que buscaba provocarla. No pasaba por alto los movimientos que hacía con su cuerpo, ni la lencería fina que acentuaba su piel posiblemente suave, ni el movimiento de sus labios carmesí de morderse levemente cada vez que daba un trago a su bebida...
-¿Y qué es lo que busca aquí? –Finalmente preguntó la humana tras dejar su copa vacía en la mesita más cercana. –Supongo que ya le mostraron el catálogo si estaba pasando por aquí.
-Bueno, yo... –Undyne no sabía realmente qué contestarle a la brevedad para no poner en evidencia su investigación. No podía decirle que estaba en busca de los niños desaparecidos realmente.
-Es encantador que se haga la inocente, pero yo puedo ver la verdad ¿sabe?
-¿Qué...? –Se alarmó Undyne con ese comentario. ¿Acaso ya la había descubierto?
-Puedo ver que está avergonzada de su propia figura cubriéndola con tan densa prenda, ocultando su cabellera en la misma como si se sintiera culpable de sus acciones. –Poniéndose en cuatro, lentamente se acercó a ella mientras esbozaba una sonrisa coqueta. En cuanto tomó sus rodillas, la anfibia se puso muy nerviosa sin saber cómo reaccionar realmente. –Su andar firme me indicó que no se trata siquiera de una humana... aunque eso también lo pude ver por sus manos descubiertas. Pero lo que más pude notar es que se siente agredida estando a la defensiva corporalmente. Alguien intentó abusar de usted hace poco.
Undyne se quedó petrificada con tantos detalles directos sin conocerla, y el que ahora la humana semidesnuda estuviera prácticamente encima de ella hacía que el calor fuera más notorio en ella. Y el que hubiera tantas velas perfumadas en el lugar cerrado no le ayudaba para nada para controlarse con tanto aumento de temperatura. La rubia le quitó el sombrero y lo arrojó lejos del lugar para contemplar su rostro, poniendo en evidencia su identidad ante una debilidad que no pudo controlar en su gran torpeza.
-Si, los hombres son demasiado rudos cuando quieren obtener algo... mientras que usted busca la suavidad que brinda una mujer. –Lentamente comenzó a abrirle la gabardina sin que la anfibia hiciera algo para detenerla, estando atrapada en la sensualidad que soltaba en todo su esplendor, junto con el rastreo provocativo de sus palabras. –Es bastante notorio que su cuerpo está pidiendo a gritos el contacto de una mujer, pero usted se está rehusando a sus necesidades.
Le era difícil poder explicar lo que estaba pasando... pero lo cierto era que su mente estaba un tanto dispersa ante el mareo por parte de lo perfumado excesivo del lugar. Con un dedo, la humana le empujó sin resistencia alguna obligándola a acostarse, mientras que ella continuaba quitándole la densa gabardina ahora con mayor facilidad entonando una leve risilla coqueta en el proceso. Era claro que se encontraba ante una experta en el arte de la seducción si sólo la estaba deteniendo con su sensualidad. El suave movimiento de sus caderas rozando levemente su parte íntima la tenía hechizada.
-¿Me permite complacerla esta noche? –Canturreó la rubia mientras continuaba meneándose a un ritmo perfecto de los suspiros que comenzaba a sacarle a la anfibia. –Prometo que lo disfrutará.
-E-esto no está b-bien... Somos mujeres...y-yo...
-¿Quién lo sabrá? Aquí solo estamos las dos. –Se acercó a su rostro sin interrumpir del todo el movimiento constante de cadera. –Aquí puede gemir todo lo que quiera.
Postró un corto beso en sus labios sin previo aviso y acto seguido se puso a lamer su cuello con tanta suavidad que Undyne hizo un gran esfuerzo para no dejarse llevar y mantener su cordura. Una parte de ella le decía que debía retirarse de ese lugar, que lo que estaba pasando no era correcto... pero otra, le estaba pidiendo a gritos tocar su descubierta piel para continuar con su ritmo de cadera cada vez más intenso. Se sentía culpable, muy culpable... no era correcto, y no por el hecho de que se trataba de estar con una humana de esa forma, sino por tener tal contacto con otra mujer.
No comprendía cómo aquella humana había dado con un punto de su ser que mantenía oculto hasta de sí misma. Aun recordaba la vez que le había llamado más la atención la maestra de su escuela que sus mismos compañeros... también recordaba el hecho de descubrir que eso no estaba bien al ver cómo golpeaban a un niño que había querido declarársele a otro niño. Simplemente eso no era natural y la sociedad lo dejaba más que claro. Si comprendía eso, ¿entonces porque su ser no aceptaba ese hecho? Ella sabía que era atractiva para los varones ante los comentarios misóginos que había tenido que soportar en su carrera laboral, ella era consciente de lo que podía provocar en un hombre... pero aun así, no le era suficiente.
Sólo había sido uno el que le había indicado que podría ser una joven cumpliendo los estándares de la sociedad hacía tiempo, un chico que le había brindado en ese lapso la esperanza de tener una vida normal. Pero así como había llegado a su vida, también se había ido bruscamente rechazándola mucho antes de que pudiera decirle algo. Ese había sido un duro golpe, uno que le había marcado aun en día y que le había dado a entender que jamás sería lo suyo tener a un compañero de vida. Le había sido sencillo aceptar ese hecho por varios años, pero en más de una ocasión se había atrapado a sí misma con pensamientos que no venían siendo naturales. Estando a solas con la humana en una posición comprometedora le estaba pasando una vez más a medidas muy extremas que rayaban al descontrol total.
Pero la chica tenía razón. Si sucumbía al deseo ¿quién se enteraría además de ellas dos?
No, no estaba bien. Era una humana. Ella estaba ahí en busca de los niños desaparecidos, tenía un objetivo, no podía...
Pero la humana se movía tan bien...
-¿Q-que...? aahh... n-no... -Susurró con pena en cuanto comenzó a sentir su mano tocando su parte íntima con suavidad. Aunque estuviera rozando su ropa, el simple contacto le causaba una sensación nueva para ella de la que no encontraba palabras para comprenderlo. –No...
-Sólo déjese llevar...
Rompió con la postura con la que la había estado reteniendo y se recargó a un lado de ella para tener mayor movilidad de lo que estaba haciendo con su mano, provocándole más suspiros que amenazaban con volverse acelerados. Undyne sabía que tenía toda la fuerza para apartarse y retirarse del lugar, pero ahora no contaba con la voluntad de hacerlo tras serle irresistible el tacto de la joven. No se trataba de magia ni del aroma envolvente del lugar, era más ni menos que su instinto pidiéndole más de aquello que le estaba haciendo la humana. ¿En verdad era tan débil? ¿En verdad rompería con su promesa de salvar al indefenso por algo así?
Con lentitud, sintió que tomaba su mano para guiarle en recorrer su propia figura curvilínea. Pudo averiguar de esa forma que en efecto su piel era de lo más suave como había imaginado, pero también sentir lo ardiente que estaba por la excitación hasta posicionarla en su propia zona íntima. Aunque estuviera tocándole solo su ropa interior, el notar lo mojada que se estaba poniendo le hizo mover sus dedos instintivamente para hacerle lo mismo que le estaba provocando. En cuanto la escuchó suspirar de placer no pudo evitar acelerar sus movimientos.
-¿Ya estamos perdiendo la timidez? –Le susurró la humana mientras ella de igual forma cambiaba de ritmo su tacto.
Undyne hizo caso omiso al serle complicado mantener el control de sí misma. La humana se había adentrado para tocarla fuera de toda prenda y ahora se encontraba gimiendo tras su vaivén de sus dedos. Como si alguien se hubiera apoderado de su cuerpo, terminó moviendo por cuenta propia sus caderas para sentir aún más aquel placentero movimiento, estremeciéndose por la profundidad a la que estaba llegando. Escuchó como la humana reía levemente y volvía a erguirse para despojarle de su ropa ahora estorbosa con lentitud. La anfibia no hizo nada para evitarlo al sucumbir a su propio deseo, impacientándose de que no se la arrancara de una buena vez.
Podía mandar al diablo lo que era correcto o no para los estándares sociales. Qué más daba si le excitaban las mujeres. En ese preciso instante sólo existía ella y la chica con cuerpo ardiente que le incitaba a explorarla no sólo con la mirada. Que se jodieran el resto del mundo y sus patéticas reglas sociales, iba a devorarse a esa chica ahora y nada sería capaz de detenerla.
Se irguió bruscamente para dirigirse rápidamente hacia sus senos para lamerlos con desesperación, de lo cual arrebató con gran urgencia el brasiere negro estorboso para hacerlo con total libertad hasta saborear sus pezones ya excitados. Dejándose llevar por los suspiros placenteros de la humana, hizo a un lado su ropa interior y adentró sus dedos para explorar aún más su cavidad bastante húmeda, jugando con su clítoris a ritmo de sus lamidas en sus pechos.
-Si... si... aaahhh... así se hace pececilla. –Gimió la humana mientras meneaba su cadera para sentirla aún más. –No se contenga más, lo hace delicioso... aaaahhh...
-Apenas estoy empezando.
Estando perdida en sus gemidos cada vez más fuertes, arrancó de un solo jaloneo la última prenda que le quedaba a la rubia y la empujó con urgencia a la cama. Contempló por unos breves segundos su zona íntima al descubierto llamándole antes de dirigirse con demasiada necesidad hacia ella para lamerla en cuanto antes. El sabor le estaba resultando tan exquisito.
-Oh, si, si... ¡si! Devóreme toda, ¡aaaahhhhh! –Mientras con una mano tiraba de su melena pelirroja, con la otra se sujetaba de las sábanas de seda. –Mmmmmhh...Que bien lo hace.
Todo lo que había reprimido con los años lo estaba soltando ahora con esa joven en la cama. No estaba pensando en nada más que entregarse al infinito placer que estaba sintiendo tras estar fuera de sus ataduras morales. Había aborrecido los actos sexuales ante las malas experiencias de los hombres que habían tratado de abusar de ella, pero ahora todo eso estaba superado tras la liberación que estaba teniendo en ese preciso instante, teniendo el control cedido de la situación. Tenía razón la humana, su cuerpo había estado pidiendo una mujer, y lo estaba saboreando con enjundia ahora.
Tomó sus suaves piernas para empujarla un poco y posicionarse sobre su zona íntima. La humana con gesto pícaro la guió con el ritmo en el que ambas se estaban dando placer al punto de convertir aquella habitación en una orquesta de gemidos imposibles de ocultar. Le parecía oír que le pedía que fuera más rápido entre sus gritos, pero la escuchaba tan lejana al perderse en el punto del clímax que sólo se enfocó en cumplir a lo que su cuerpo le pedía. Por la forma en la que se contraía la humana, sabía que ella estaba en las mismas.
Al unísono gritaron de excitación al llegar al orgasmo, recibiéndose en las piernas de la otra. Pero aun cuando tenían la respiración entrecortada con ello, la rubia cambió de posición en un giro hábil del agarre de sus piernas y cambió papeles con la anfibia ahora estando encima de ella mientras masajeaba lentamente sus pechos.
-¿Lista para un segundo round? –Aunque su antifaz fuese tan oscuro que no podía verle los ojos, Undyne estaba segura de alguna forma que estaban brillando de placer. –Hay mucha tensión acumulada en tu cuerpo.
Undyne estuvo a punto de responderle gustosa de que siguiera, pero tras sus últimas palabras le vinieron a la mente la verdadera razón por la que estaba ahí. No debía de darse tal lujo si había infantes que posiblemente los estaban capacitando para algo así... para satisfacer gente como ella... dejándose llevar y alimentando así una industria explotadora...
El duro golpe de la realidad fue tan fuerte, que sentirse como una completa idiota fue el menor de sus problemas. Seguramente la chica que estaba encima suyo había sido arrebatada de su familia, conociendo sólo ese estilo de vida con tal de sobrevivir... y ella la había usado para soltar todas sus frustraciones. Arrepentida y molesta consigo misma, la apartó bruscamente y se levantó de la cama en busca de sus ropas regadas en varios lados. Sentía como la chica la observaba pacíficamente, como si no le extrañara ese sentimiento evidente de culpa que mostraba su rostro. Seguramente ya había varios casos como el suyo y le había tocado en más de una vez atenderlos.
La anfibia no pudo evitar gruñir mientras se vestía con prisa. La chica no parecía tener más de veinte, pero las posibilidades de que fuera más menor... no, ni siquiera quería pensarlo. Primero se había vuelto una asesina, y había terminado consolándose diciendo mentalmente que había sido por un bien justiciero por culpa del abuso de poder de los humanos ¿pero el ser una violadora cómo se lo justificaría? ¿El que una humana le había seducido sacando lo peor de ella? No, no debía de buscar razones para perdonarse por algo así. Había estado mal y punto. Había cometido pecado con una humana más joven... con una mujer.
"Estúpida", se maldijo a si misma por su debilidad.
Tras terminar de vestirse y acomodarse correctamente la pesada gabardina, se giró hacia la chica que aun yacía acostada entre las sábanas de seda. El que se estuviera masturbando con lentitud no ayudaba a encontrar las palabras para disculparse, pero un vago pensamiento le alarmó de lo que pudiera esperar también la humana.
-Ah... yo...
-La casa invita esta vez. –Le guiñó el ojo sabiendo qué quería preguntarle. –Espero que vuelvas a visitarme.
Sin saber qué más decirle ante tantos sentimientos consigo, dio la vuelta para no verla más y salir rápidamente antes de que volviera a cometer una estupidez. Aprovechando que veía el pasillo solo, se fue corriendo hasta llegar a la extraña bodega de donde había logrado entrar. Moviendo la pesada tapa de la coladera que no era nada para ella, se escapó sin mantenerse cautelosa de que nadie la siguiera o viera. Tan sólo quería irse lo más lejos posible.
Corriendo como una vil cobarde... patético.
Ante la rapidez y fuerza de sus piernas, terminó en muy poco tiempo en el acantilado cercano al puerto. Por la densa noche que yacía sobre todos le era imposible ver más allá, pero al menos contaba con la inmensidad de estrellas a su lado para no sentirse sola entre tantos pensamientos fúricos. Terminó dando un golpe de rabia en el suelo, haciendo que se partiera por la mitad una roca que se encontraba ahí y no se había dado cuenta.
¿Cómo había permitido cometer semejante error? No había logrado investigar sobre qué pasaba con los niños desaparecidos, y para el colmo, se había dejado llevar por un instinto que tantos años había logrado reprimir. Asesina y ahora... eso.
¿Por qué nada estaba como quería? ¿Por qué nada le salía bien? ¿En verdad no podría salvar a nadie? ¿En verdad por ser mujer y una monstruo... no estaba hecha para poder lograrlo?
Aprovechando la soledad que la albergaba y el viento frío que la consolaba, se dejó llevar y terminó soltando silenciosas lágrimas que se fueron directo a formar parte del inmenso mar. Sus piernas las sentía entumecidas por tanto correr y por su actividad lujuriosa reciente, por lo que no se sentía capaz de levantarse justo ahora y volver a la casa de Gerson antes de que este se diera cuenta de su ausencia. No era merecedora de la humildad de tal pareja de acogerla en su casa, y aún más de que le ayudaran en mantener el secreto de que se encontraba viva a diferencia de los reportes policiales.
Una fuerte ráfaga le hizo sentirse por un breve momento que sería empujada hacia el mar, pero sólo había terminado sacando su cabello de la gabardina y ahora por su color resaltaba entre la densa oscuridad en la que se había ocultado. Undyne simplemente lo tomó con cuidado para que no se enredara más de lo que ya estaba, pero tras ver por cuenta propia las ondas de la cortina roja que tenía por cabello, sólo la hizo sentirse peor. "Me gusta cómo se te ve el cabello", recordó sus palabras en el peor momento. Lo que menos necesitaba era recordarlo a él y cómo le había fallado tras no cumplir con su palabra.
Pero él también le había fallado a ella... así que ya no dejaría que ese sentimiento siguiera atormentándola.
Dejando que las lágrimas siguieran saliendo hasta que no pudiera más, invocó una lanza y la retuvo en su mano por un breve minuto. Teniendo con la otra sujetada su cabello a ritmo del viento, con un suave pero firme movimiento hizo un corte limpio, ahora teniendo el resto de su cabello sujetado con una mano, escapándose algunos mechones por el viento hasta que finalmente soltó todos para que se fueran juntos hacia el denso mar. Ya no podía permitirse tales errores, pero tampoco quería limitarse más por su pasado y emociones. Era momento de algo más para ella, y si el mundo entero la daba por muerta ¿qué mejor que aprovechar eso?
Era tiempo de encontrarse una nueva vida.
...
La suave melodía adornaba la elegancia del establecimiento subterráneo clandestino. Aunque se tratara de un lugar de explotación carnal para "antojos íntimos", para la recepcionista que apuntaba tranquilamente el nombre de la clientela le parecía un buen detalle. El jazz siempre le animaba a seguir haciendo su trabajo sin importarle dónde se encontraba.
Era terrible tener que trabajar en algo así dada la necesidad, pero al menos no tenía que llegar al nivel que las monstruos habían terminado sin ninguna otra opción que no fuese la muerte. Debía de sentirse agradecida de no ser obligada a prostituirse y sólo atender a quienes invertían en el negocio. Pero aun así le causaba un gran malestar conocer cada rostro de los depravados que llegaban con cita previa.
-La suerte es tan relativa ¿no te parece?
La voz suave que reconoció en el acto le hizo retroceder por mero instinto, pero había sido demasiado lenta para la agilidad de su ahora depredadora, la cual literalmente la estaba teniendo entre la espada y la pared tras empujarla bruscamente golpeándose la cabeza en el proceso. La recepcionista contempló con horror a la joven que, con una sonrisa, le apuntaba con una daga en el cuello con una mano, mientras que con la otra apartaba el largo cabello rubio que claramente le molestaba de frente. Agradecía de cierta forma que llevara un antifaz, ya que estaba más que segura de que su miedo incrementaría con verla directamente a los ojos que tanto atemorizaban según los relatos.
-Por ejemplo, para mi es buena suerte el hecho de haberme encontrado aquí para evitar un problema. Pero para ti... –Continuó la rubia mientras pegaba aún más la daga haciéndola temblar de miedo. –Es mala suerte que precisamente yo estuviera aquí.
-P-por favor... Y-yo no... -Rogó la recepcionista comenzando a llorar lentamente.
-Tuvimos una intrusa merodeando por el pasillo del placer... y habría sido catastrófico que conociera todo el establecimiento sin seguir siendo detectada. Estaban inversionistas importantes justo hoy, imagínate el problema que hubiera sido que los vieran. –Continuó la chica sonriendo como si todo se tratara de una conversación matutina con café. –Prometieron que este lugar era seguro ¿Qué le diré ahora a mi querido jefe?
Había gente que pasaba mirando de reojo la escena entre las dos mujeres, mas no hacían nada para evitarlo. Muchos de ellos hacían como si no hubiera nada en ese punto y continuaban con su trayecto, otros se esperaban parados a un lado para ser atendidos.
-Parece que tendremos que buscar otro sitio para nuestros negocios. Es una pena, ya comenzaba a agradarme este lugar.
-Por favor, no me mate...
-Si no lo hago yo, lo harán tus superiores por tu incompetencia. Al menos yo lo hago rápido, te conviene que sea así.
-P-por favor...
-Ummmm, bueno, ya que me encuentro contenta, creo que podríamos mantener este secretito entre nosotras. Claro que si prometes que no ocurrirá de nuevo. –Su voz se suavizó aún más, pero seguía sin apartar la cuchilla de la recepcionista. –No quiero que se cambien los planes por un pequeño detalle. Después de todo, sólo yo me enteré y resolví el problema... además, pude pasar un buen rato.
Sin más, apartó el arma y dejó que la chica tuviera su espacio tras estar al borde de un colapso. Aun con lágrimas en sus ojos, la recepcionista se dejó caer al suelo deslizándose en la pared mientras se tocaba su cuello salvado por simple azar.
-Gracias, muchas gracias.
-Qué no vuelva a pasar, o haré que seas tú quien me ruegue por tu muerte. –Aclaró con un tono meloso nada adecuado con su amenaza. Parecía que le causaba placer el tener la capacidad de hacer eso, aunque solo era su intuición.
-Si, si... lo prometo s-señorita Saito...
Como si nada hubiera pasado, la joven se apartó con pasos largos moviendo sus caderas sabiendo que la estaban observando morbosamente los señores en espera dada la ausencia de ropa. Una vez que estuvo lo suficiente apartada de la entrada, se quitó con urgencia la diadema con cuernos para acto seguido comenzar a retirar con cuidado la mata rubia falsa que le estaba dando comezón en su cuero cabelludo. Se detuvo en la primera mesita que encontró y puso ambas cosas para observarse en el espejo de plata de la pared. Su cabello natural corto castaño había terminado despeinado tras quitarse la peluca, así que con sus dedos lo cepilló con suavidad para darle forma mientras tarareaba el coro de la melodía que resonaba en el lugar. Una vez que le gustó el resultado improvisado, se quitó lentamente el antifaz negro que hacía juego con su lencería bastante descubierta.
Un par de rubíes le devolvieron la mirada a conjunto de su característica sonrisa pícara.
***
Las cosas comienzan a ponerse candentes... literalmente hablando.
Por fin pude tener vacaciones!! Y si bien fueron algo cortas, en verdad que las disfruté y me ayudaron bastante. Muchas gracias por la paciencia en las actualizaciones, los quiero mucho.
*inserte sus teorías locas aquí*
Michi fuera!
:)
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