Cap 40. Lágrimas silenciosas
Había mucho en juego... Wingdings Gaster lo sabía más que nadie. Sin embargo, por fin tenía en sus manos la carta en respuesta a su petición. La audiencia había sido aceptada... pero el tiempo que disponían era inmediato, literalmente hablando. No le había dado mucho tiempo de poder preparar algo más ni de negociar el punto de reunión más favorable. Le estaban pidiendo presencia en terrenos peligrosos donde no tenía ninguna clase de ventaja.
Era curioso el hecho de que hacía poco había recibido una carta muy similar, escrita a máquina pero amenazante a su manera que le había indicado el peligro que conllevaba ser tachados de enemigos de un sujeto muy superior en todos los aspectos. Pero ahora tenía la oportunidad de remendar todas las acciones catastróficas de sus hijos y continuar tal y como debía de ser el resto de sus días. Nada de conflictos innecesarios, nada de enemigos peligrosos. Sólo monstruos llevando a cabo sus asuntos con tal de ganarse la vida a su manera.
Revisando el reloj de su escritorio que marcaba la hora madrugadora, se dispuso a retirarse a su recámara para descansar un poco después de planificar con demasiada antelación todas sus bases a su favor con tal de salir victorioso. De vez en cuanto observaba al vaso cuya flor seguía sin reaccionar para ver si le convenía utilizarlo como uno de sus elementos a favor, sin embargo, en cuanto estuviera en tal estado deplorable no le convenía del todo en cuanto no tuviera nada más con lo que negociar. Lo mejor era atacar con todas sus ventajas y que la flor parlante fuera su as bajo la manga. Al fin y al cabo, todavía lo necesitaba para controlar de alguna forma a la irrespetuosa y anormal humana.
Sintiendo cómo sus cuencas se cerraban poco a poco ante un cansancio inminente, guardó la carta en su cajón junto con sus preciadas cosas y desapareció del lugar en el acto, dejando la lámpara prendida como única fuente de luz para la flor que aún no recuperaba todo lo perdido de su ser.
Flor que, tras varios segundos de haberse ido del lugar, abrió un ojo con la confianza de no topárselo en más tiempo. Sin saber todavía qué hacer para salir de ahí sin poder recuperar ninguna de sus raíces todavía. No con aquel intento de luz artificial que le daban, indicándole que lo querían con vida pese a todo.
Y aquello sólo le hacía pensar en que nada bueno podía salir de eso.
...
Era sorprendente cómo era que un lugar así acumulara tanto polvo tan rápido si carecía de ventanas, aun así Frisk sacudía todo sin protesta alguna y agradeciendo el silencio que reinaba en toda la casa de momento. Pero en más de una ocasión corría el riesgo de romper con aquella extraña paz tras más de una vez haber empujado uno que otro artefacto con el sacudidor, pero detenido con tiempo antes de que ameritara que la maltrataran más por arruinar algo.
En sus adentros lo admitía, se encontraba distraída tras pensar constantemente en lo que había pasado en la noche que no se daba cuenta de lo que hacía con su momentánea torpeza. En verdad que no sabía que pensar al respecto y por más que no quisiera darle importancia, seguía sin poder concentrarse al grado de que terminó encerrándose en el único lugar que tenía privacidad y cierto sentido de pertenencia en tan desagradable intento de hogar. Fue así como se dejó caer lentamente al suelo del baño, deslizándose en la pared poco a poco hasta llegar al suelo donde se tapó la cara como si con ello le ayudara a opacar todo pensamiento que no le dejaba seguir con lo suyo.
No comprendía muchas cosas de la vida ni mucho menos los actos extraños de los citadinos que le rodeaban, pero la forma en la que Sans se le había acercado de esa forma tan directa le había paralizado sin saber cómo poder reaccionar al respecto. ¿Era otra de sus jugarretas carentes de respeto al espacio personal? ¿O en verdad había intentado besarla? Y si era lo segundo... ¿Por qué? ¿Cómo si ni tenía labios? ¿O si había una forma en la que los esqueletos besaran? ¿Por qué se estaba preguntando eso último? Si Sans le había dicho que podía tocar instrumentos de viento, no cabía duda de que tenía su modo ¿cierto? ¿O tan sólo había sido un malentendido y ella se estaba atormentando con preguntas sin sentido?
En la soledad del baño, la chica suspiró de frustración de no saber qué era lo que Sans había pretendido. Tras lo extraño que había sido todo, el esqueleto tan sólo le había dicho de que jamás haría algo que no fuera sin su consentimiento, pero aquello debió de haber incluido el que se acercara de esa forma a ella y luego besado la frente. ¿Por qué era tan confuso? ¿Por qué no podía ser claro en vez de decirle tantas cosas sin sentido? ¿Tanto le costaba decirle las cosas y ya? Si fuera así, no estaría ahora tan confundida sin saber si había pasado algo malo o no.
Instintivamente tocó su frente con las yemas de sus dedos, recordando con cierta timidez el momento en el que había sentido los dientes del esqueleto con tal delicadeza que realmente se había sentido como un beso, con una calidez un tanto indescriptible que asemejaba tanto al cariño. Aunque Sans le dijera mucho que la admiraba de una forma un tanto insistente, comenzaba a pensar que tal vez pudiera ser cierto, poniendo a un lado todo lo que le hacía poner su barrera ante él por todo lo que conllevaba su persona. Pero... ¿Por qué? ¿Qué había hecho ella para ser admirada de esa forma? ¿En verdad le maravillaba quien era, tal y como le decía? ¿Le agradaba tal y como era sin importar un por qué?
O tal vez... ¿si había un porqué y aun no reparaba en eso?
Mettaton había insistido tanto en preguntarle si había algo entre ellos, suponiendo que el que quisiera rescatarla y salvarle no fuera para nada normal. El monstruo que le llevaba la carne le había mencionado que esa era una forma extraña de cortejarla. La anfibia extraña que se le había aparecido en su casa había destrozado todo con tal de atraer a Sans, llamándola a ella la amante del esqueleto que pretendió invocar y que en efecto había sido así. Incluso Papyrus había sido bastante insistente con el tema que hasta el mayor de ellos lo recalcó con mucho enojo de por medio. Y aunque Sans le hubiera negado cualquier pregunta al respecto de eso, el que le dijera entre susurros de que le gustaría una posibilidad así, le paralizaba al no saber qué sentir en cuanto a la incógnita.
¿Acaso Sans... realmente gustaba de ella?
¿No eran simples coqueteos que le lanzaba en forma de burla? Y si era así... ¿por qué? ¿Por qué ella? ¿Por qué no podía ser claro? ¿O acaso sólo estaba malinterpretando las cosas? Tal vez estaba malacostumbrada a tratos directos con otros seres con sentimientos y eso le confundía, pero por alguna razón sentía que no era tan descabellada la idea de la posibilidad de que el esqueleto estuviera interesado en ella en un nivel algo... románticamente escalofriante para ella. ¿Cómo debería tomar algo así? ¿Qué se suponía que debía de hacer al respecto? ¿Acaso Sans había esperado que ella se le pegara para que el beso fuese algo real... pero al no hacerlo, simplemente cortó todo? ¿Cómo se suponía que era algo así? ¿Hizo algo bien? ¿Hizo algo mal? ¡¿Por qué no podía ser claro con palabras y ya?!
Tantos problemas que ahora presentaba sólo porque un mafioso se había interesado en ella... ¿eran por eso en verdad? ¿El resto de la ciudad sabía que podían llegar a Sans por medio de ella y por eso ahora la ocultaban? ¿Por eso Sans había borrado toda su casa del mapa para no generarle más inconvenientes? Tenía más preguntas ahora llegándole a la cabeza que por un momento pensó en gritar de frustración al no saber cómo lidiar con todo eso. Quería basarse en el matrimonio de sus padres como un ejemplo de cómo era una interacción tan afectiva amorosa, pero tras sólo recordar directamente los conflictos antes de la partida hacia el pueblo... no pudo evitar sentirse peor con eso. En verdad que no tenía una referencia clara para saber si estaba en algo correcto o no. ¿Cómo se suponía que podría saber si alguien gustaba de ella o no? ¿Y qué había hecho para atraer algo así a su vida sin siquiera proponérselo o pensarlo?
¿Sans sólo era amable con ella por eso? ¿Sólo por eso la salvaba? Aquello tampoco le generaba un buen sentimiento de por medio. Porque de ser así sólo tenía su atención con tal de obtener algo de ella a cambio.
Aunque Sans... ya le había dicho que no quería nada salvo el dejarle contemplarla ¿cierto?
-Humana, le traigo las cosas que requirió. –Una voz al otro lado de la puerta la sacó de sus pensamientos, haciéndole sobresaltar de sobremanera al olvidar en dónde se encontraba. –Se los dejo aquí.
-S-si. Gracias. –Respondió por mera inercia.
Levantándose nuevamente para abrir la puerta con lentitud, tomó la bolsa que estaba en el suelo y de nuevo se encerró en el baño tras no estar lista para salir todavía. Puso la bolsa de papel sobre el lavamanos y sacó las cosas una por una para verlas con detenimiento. Tras serle necesario un peine después de varios días, finalmente terminó pidiendo uno junto con otras cosas que prefirió prevenir por si aquella oportunidad no se le presentaba de nuevo mientras estuviera encerrada en tal casa. Sin comprender del todo, había pedido también aquello que se requería para la mencionada "menstruación" sin saber realmente qué se pedía para ello, pero tras ver un paquete extraño dentro de las cosas que le habían traído supuso que aquellos seres monocromáticos si sabían qué venía siendo. ¿Cómo se supone que se usaba eso? ¿Por qué se catalogaba como algo de uso exclusivo femenino? No encontrándole una utilidad específica, terminó colocándolo debajo del lavamanos y se dispuso a mejor cepillarse el cabello frente al espejo. Tenía un día que continuar, no estaba para detenerse lamentablemente. Aún tenía que resistir estar así en cuanto no diera con Flowey.
Terminando de limpiar lo mejor que pudo, se dirigió a la cocina a preparar un desayuno que no sabía si abandonarían una vez más. Colocando en contenido en la cafetera y acercando una taza para comenzar a extraer todo poco a poco hasta intentar llenarla.
-Así no es como se prepara el café, humana.
Asustada con la repentina aparición del esqueleto mayor, Frisk se giró tan de golpe que no se percató de que había golpeado la taza con su codo y casi se caía al suelo de no ser por la magia de levitación del monstruo. Don Gaster se acercó para tomar la taza con sus propias manos y tomó una mucho más pequeña para que ésta recibiera la poca cantidad de café que comenzaba a salir del aparato. Frisk se sentía incómoda estando ellos dos solos en la cocina en total silencio mientras el esqueleto se limitaba a tomar de su pequeña taza y luego le daba la espalda para aparentemente prepararse más.
-Para eso son estas tazas pequeñas de aquí. –Comentó mientras seguía dándole la espalda y mostrándole el pequeño utensilio. – Ponerle agua es blasfemo, sólo requiere el puro extracto y no en grandes cantidades.
-De acuerdo. –Se limitó a contestarle sin nada más que opinar.
Frisk estuvo a punto de girarse para continuar con sus pendientes, pero para sorpresa suya una mano de tono amatista estaba a su vista sujetando otra taza pequeña. Algo contrariada de ver que ahora el Don le estaba mirando directamente sujetando su bebida, terminó aceptando el gesto tomando la pequeña taza y contemplándola sin saber qué pensar al respecto. ¿Es que los esqueletos eran así de esporádicos en cuanto a sus comportamientos? ¿O sólo era una simple degustación de cómo debía de ser el café para evitar cometer el error de nuevo? En verdad que ya no sabía que pensar y sólo deseaba internamente poder dormir un poco tras su desvelo sin sentido.
Sentía que por cortesía debería de tomar del café... mas no quiso hacerlo. No ante un sujeto que se empeñaba en desacreditarla hasta lastimarla. No le parecía normal que tuviera un buen gesto con ella de la nada y de un día para otro.
-En Italia consumimos el café de esta forma, respetando su textura y color al momento de degustarlo. –Comentó Don Gaster mientras se terminaba el resto de su bebida con una postura elegante. –Por lo que siéntete honrada de que te comparta de mi café personal para sacarte de tu fatídico error. No quiero que se repita tu mala preparación de la otra vez.
-¿Extraña usted Italia? –Soltó sin apartarle la mirada directamente y aun sujetando la pequeña taza entre sus dedos.
-No es asunto tuyo, humana. Es como si te preguntara si extrañas Japón. Simplemente no me interesa.
-No vengo de ahí. –De cualquier forma le contestó. Tener una conversación con el esqueleto no le agradaba, pero al menos le ayudaba a desviar sus pensamientos. –Nací aquí en Ebott.
-Como dije, no me interesa.
Sabiendo que algo así recibiría de respuesta, Frisk optó por tomar la bebida para que le dejara en paz. Pero en cuanto acercó un poco a ella la taza con intenciones de darle un pequeño trago, percibió que el aroma amargo que emitían los granos de café ocultaba otra esencia un tanto dulce, casi como un jarabe. Le habría dado el trago de cualquier forma si no fuera por el hecho de que el esqueleto recién le había comentado sobre su obsesión de cómo debía de tomarse el café al modo más puro posible. No era del tipo que quisiera endulzar la bebida que tanto le fascinaba aparentemente, ni mucho menos que quisiera darle el detalle de hacerle menos amargo su experiencia con el café. Fue así como en ese instante recordó la vez que había detectado el intento de asesinato hacia Mettaton y los problemas que había generado su intervención... siendo así que Sans llegara a rescatarle... pero no quería pensar en eso último de momento.
-Quiere envenenarme. –Comentó volviéndolo a mirar directamente y bajando de nueva cuenta la taza a la altura de su pecho. –¿Puedo al menos saber el porqué de esta forma?
-Si quisiera matarte ya lo habría hecho, humana. –El esqueleto no le apartó la vista del mismo modo que lo hacía ella, casi como si se retaran el uno al otro. –Si piensas seguir de grosera, no esperes de nuevo esta clase de gestos piadosos contigo.
-Usted no es de los que endulzaría el café... y esto oculta algo dulce. –Recalcó mientras terminaba poniendo la pequeña taza a lado suyo en la barra. –¿Esta es su forma de creer que así no se mancharían las man...? ¡Aaahgg!
No pudo ver con tiempo que una mano amatista había estado bastante cerca de ella para inyectarle algo en el brazo derecho con bastante prisa. Aunque el dolor de la aguja penetrándola sin cuidado alguno le fuera incómodo, no se comparaba con el temor que le daba lo que fuera que le hubiera puesto tras ver que la jeringa estaba ahora vacía. ¿Qué era lo que le había puesto? ¿En verdad iba a morir con eso? Por mucho que tuviera muchas preguntas en el instante, apenas y podía sujetarse en la barra ante un mareo repentino. No se estaba sintiendo nada bien, pero no pensaba dejarse caer.
-No cabe duda de que te gusta que las cosas se vuelvan difíciles. –La mano que había estado sujetando la jeringa se puso a lado suyo para que ahora la tomara con su propia mano enguantada. –Los humanos son despreciables por naturaleza, pero siendo específicos contigo... eres bastante terca que no sabes medir el peligro. En cualquier momento voy a matarte en verdad si sigues así.
-¿Qu-qué... me puso? –Su vista comenzó a ser borrosa, pero se rehusaba a soltarse de la barra y desplomarse.
-Sólo duerme.
La vista nublada era extremadamente incómoda que le hacía querer cerrar los ojos con cierta urgencia, pero no estaba dispuesta a dar el brazo a torcer con lo que fuera que le había puesto. Tenía razones por las cuales luchar por su vida, todavía tenía que salvar a Flowey de aquel sujeto frente a él, aún tenía que encontrar a su padre y obtener muchas respuestas que le debía... aun quería volver a tener su florería, aun quería volver a crear un nuevo hogar...
No, no se dejaría caer. No importaba qué tan cansada se sintiera ahora. No era el momento de morir ahora.
-Fl... Flo...wey...
-¿Sigues insistiendo con esa planta? –El esqueleto estaba con brazos cruzados. Esperando pacientemente a que la chica se cayera en cualquier momento mientras sus manos flotantes le preparaban otro café a lado suyo. –No comprendo cuáles son tus verdaderas necesidades. No puedes importarle a un ser que no tiene sentimientos ni alma.
Teniendo su fuerza muy inferior al punto del desmayo, no pudo seguir sujetándose y cayó de rodillas al suelo. No queriendo rendirse tan fácil, logró apoyarse como pudo con sus puños sobre el suelo, obligándose a poner fuerza de cualquier forma hasta sentir dolor como medida necesaria para no dejarse llevar por lo que fuera que le había inyectado. No se sentía en peligro ni con dolor, pero la sensación de la jeringa en su brazo le era levemente incómodo.
-¿P... por... qué... hace esto? –Dijo con voz entrecortada, luchando por mantenerse lo más cuerda posible ante un sueño atroz sobre ella. –Solo... quiero irme... de aquí.
El Don no le dijo nada mientras se disponía a tomar su taza de café recién servido. Tan solo estaba observándole desde su altura con paciencia, confiando en que se dejaría vencer en cualquier momento. Y por más que quería llevarle la contraria... ella misma se sentía con bastante sueño ahora.
¿Realmente qué había hecho mal? ¿Por qué le daban tal maltrato e inseguridades? Ella no quería molestar a nadie ni involucrarse con nadie... ¿Por qué se empeñaban todos a tratarla así? Sólo estaba cansada de tantas cosas sin sentido de la ciudad.
Pero... ¿Qué tal si en verdad había sido un error haber salido del pueblo?
El esqueleto mayor se terminó su café antes de querer inspeccionar el cuerpo que por fin se había dejado llevar por el suero para dormir. Admitía en sus adentros que había sido sorprendente que mostrara tanta resistencia a una carga tan fuerte, pero era un punto más para saber que en efecto esa humana no era común. Tantas anomalías que presentaba ¿y nadie se había percatado de ellas? Ese olfato que pudo detectar la bebida adulterada tampoco era normal, nada en esa chica parecía serlo conforme se limitaba a conocer una mínima parte de ella.
-¡¡Frisk!!
La voz de Sans hizo acto de presencia al igual que el resto de él. Aunque le desagradara ver cómo su hijo levantaba levemente a la chica para colocar su cabeza en las piernas de él y así poder revisar su pulso, le dio el beneficio de que hiciera todo eso si con ello pudiera calmarlo de su irritación presente. Lo necesitaba calmado a como dé lugar.
-¡¿Qué le hiciste?!
-Calma, sólo la dormí. Así no será un problema con el cual lidiar en las próximas horas.
Antes de que Sans pudiera preguntarle algo más, sacó una nueva jeringa de su bolsillo y se agachó para ahora tomar sangre de su brazo. Notó el ojo azul de su hijo sobre él ante un evidente enfado, mas no hizo nada más para detenerlo, seguramente sabiendo que un mal movimiento podría lastimarla internamente. Sacándole suficiente sangre para una inspección, se levantó de nueva cuenta y utilizó sus manos flotantes para teletransportar el utensilio hacia su laboratorio. Requería inspeccionarlo a la primera oportunidad, pero de momento tenía cosas más importantes con las cuales lidiar.
-Si tanto te interesa tener contacto con ella, llévala al sofá para que duerma ahí hasta que regresemos. –Le indicó a su hijo, haciendo caso omiso a su enojo hacia él. No estaba para actos infantiles. –Pero no pienses en besarla de nuevo, eso rebasa mi límite de tolerancia en cuanto con ella.
-¿Tú...? Los malditos seguidores. –Terminó Sans murmurando para sí mismo mientras levantaba a la chica con cuidado para cargarla.
Llegando a la sala y dejando que su hijo mayor pusiera a la humana con cuidado en el sofá en el que dormía recientemente, notó que Papyrus comenzaba a bajar las escaleras viendo todo un tanto extrañado de la imagen que presentaba tal cosa.
-Papyrus, estás a cargo mientras Sans y yo no estamos. –Le indicó sin darle importancia a su sorpresa. –No pienses en cometer algo erróneo, que no te quedarás sin vigilancia.
-¿A dónde vamos? –Gruñó Sans con un tono bajo, sin girarse para ver a ninguno de los dos.
-Tenemos respuesta positiva. Nos dirigiremos a hablar hoy con el Gran Don en su territorio.
-PERO...
-En circunstancias así, un Gaster siempre debe de quedarse en Snowdin, sin importar qué. –Indicó con cierta frialdad por tener que recordarles algo tan básico como eso. –Dado que Sans es el que provocó todo esto, él tiene que venir conmigo.
-Ya que... –Sans nuevamente gruñó desde su sitio.
-Mientras tanto, encárgate de que la humana no presente más problemas, aunque dudo que lo sea con la dosis que le di. –Le indicó a Papyrus mientras comenzaba a colocarse su larga gabardina para prepararse para salir. –Tiene para dormir por al menos cuatro horas.
En lo que el jefe de familia se dirigía ahora con uno de sus extraños seguidores para ahora darles indicaciones a ellos, Sans se sentía incapaz de levantarse al tener frente a él a la chica dopada que tendría que abandonar en ese estado. Antes de haberla cargado y llevado a la sala, había podido ver una lágrima en la chica recorriendo su mejilla lentamente, algo que nunca creyó ver en ella siendo tan firme y resistente en sus emociones. Antes de que terminara dejándola con su hermano, limpió la lágrima a discreción de los presentes para que nadie más se percatara de eso. Aunque no estuviera seguro de cómo, comprendía que a Frisk no le gustaría mostrar emociones ante los demás ni mucho menos debilidad alguna, por lo que mantendría ese secreto de ella.
Pero no cabía duda de que en verdad estaba sufriendo internamente. Tenía que sacarla lo más pronto posible de ahí.
...
Tammy sabía que no podía negarse a su madre una vez que se ponía en plan obsesivo, pero verla tan sonriente mientras le explicaba el modo correcto de servir el té a su futuro marido de alguna forma le hacía sentir que hacía algo bien en su vida. Incómoda o no con saber que estaría comprometida en cualquier momento tras llegar su mayoría de edad, no había nada que pudiera evitar lo que sería su destino.
Una vez que acabó su clase particular de "buena esposa" se dirigió hacia su habitación para soltarse el cabello y dejar que sus largos mechones negros taparan su cara una vez más. Eso le hacía sentirse más cómoda consigo misma, sin mostrar su rostro que aparentemente debía de cautivar como obligación femenina. Pero por mucho que tratara de hacerse la idea, no podía evitar cohibirse con eso. Le aterraba que tuviera tantos ojos ante ella y eso era lo que le esperaba cuando fuera su cumpleaños tan cercano, cuando se comprometiera con el único Gaster que quedaría tras la plática con el Gran Don. No sabía que desear al respecto cuando ni ella misma sabía qué sentir con el tema.
Su madre le había llevado fotografías del menor de los esqueletos para que se hiciera la idea de una vez de a quién atendería, y si bien era algo atractivo tal y como su madre lo había descrito con anterioridad, el que fuesen fotografías de registro delictivo le hacía cohibirse aún más con lo que sería su futuro. No sabía si podría continuar con el legado de su padre tras estar acostumbrado a una estadía delictiva. El sindicato era muy diferente a su estándar de vida.
Tomó la base de bordado que había dejado en su cama y se dispuso a continuar con lo que había empezado, al menos eso le calmaba en situaciones así. Entre tejidos relajantes que sólo así podía tener el control sobre algo.
-¡¡¡¡Hooooooooiiiiiii!!!! –El azote de la puerta de su cuarto no se comparó con la exclamación de su madre al ingresar con tal regocijo, sosteniendo un papel un tanto arrugado de tanto que lo apretaba. –¡Hoy es el día, mi terrón de azúcar! ¡Hoy se verán los Gaster y Don Dreemurr! ¡Hooiii!
-Eso... significa que hoy muere la familia de Papyrus ¿cierto? –Comentó al no saber qué más decir al respecto. –Tal y como tú pronosticaste, Hoi.
-Mi dulce niña, ¿te estás sintiendo mal por la familia de tu futuro marido? –El tono burlesco no quedó desapercibido. –Eres tan buena como dulce... no lo seas todo el tiempo, por favor.
-Bueno, yo creo que debería...
-Me habría encantado presenciar tal cosa, pero al haber sido invocado en New Home no puedo al no contar con protección ahí. –Le interrumpió su madre, todavía regocijándose de la felicidad ante un acontecimiento que no debería de ser grato para nadie. –Es una lástima, pero al menos logré proteger mi interés. Yo siempre cumplo con mi parte, Hoi.
Sin importar qué tan mafioso o no fueran los esqueletos, Tammy estaba segura de que tratándose de una familia corta sería algo que le dolería a Papyrus una vez que se quedara solo. Por lo que se apuntó mentalmente en que debía prepararse para consolarlo una vez que se conocieran, ya que era más que inevitable que eso pasaría por lo que veía a su madre comentar una que otra cosa sin prestarle verdadera atención. Continuó con su bordado tras su timidez de tanto júbilo de su madre presente, pensando en que ella sabía lo que era perder a un padre, así que sabría al menos cómo consolar a Papyrus cuando llegara el momento, por mucho que deseara que nadie más padeciera de lo mismo.
Pero no podía hacer nada más que ver a su madre hacer de las suyas una vez más. Ella no era nadie para parar lo que acontecía en el mundo. Ella sólo podía hacer lo que pedían de ella.
...
Mientras el gato de tonos grises conducía el lujoso vehículo, Sans se dedicaba a ver el paisaje de Hotland antes de adentrarse a lo que era New Home. Si bien no le interesaba en absoluto las calles llenas de negocios llamativos, prefería estar viendo aquello a tener que ver los rostros del viejo y de la arácnida por la que habían pasado a su departamento antes de proseguir hacia su destino.
-No trajimos a Papyrus, ¿pero si a la araña? –Soltó tras aburrirse de ver tanto establecimiento a través de la ventana.
-Sabes el protocolo, Sans, siempre dos a mis costados. –Señaló el jefe mientras leía el periódico del día. Ya que no había podido hacerlo tras salir tan temprano de su casa.
-Sí, pero creí que para eso había venido tu extraño fan. ¿Qué necedad de tener a dos ahora? ¿Quieres que te aplaudan cada vez que dices algo?
-Porque esta vez necesito un tercero fuera del lugar. Papyrus tiene un rol más importante quedándose a defender Snowdin a nombre de nuestra familia. –Nuevamente señaló el jefe, cada vez más molesto de tener que hacerlo. –Además, las habilidades de Muffet pueden ser de utilidad en esta situación.
-¡Pfff! ¿Enserio? ¿Qué clase de ayuda podría brindar?
-Pues que a diferencia de ti, yo me preocupo en verdad. ¡Tú solo piensas en ti mismo! –Le reprochó con gran enfado la mencionada. –Todos estos problemas son por tu culpa.
Sans iba a contestarle burlándose de ella, pero la mirada del jefe ahora separada del impreso le hizo callarse no queriendo soportar un sermón en el camino. Tenía cosas más importantes por las cuales pensar por ahora.
Por mucho que el Gran Don le fuera un nombre conocido al igual que muchos seres de la ciudad, jamás lo había visto en su vida y esperaba no haber tenido que hacerlo nunca tras tantas descripciones que le habían dado desde niño sobre lo aterrador que era estar frente a él. Pero ahora se dirigían hacia su territorio en busca de calmar el conflicto que generaba ser tachados como sus enemigos, algo atroz si lo que se quería era vivir como plan principal. No le agradaba tener que hacer tal cosa ante algo que sólo era un malentendido, pero a su vez no quería que su familia estuviera sufriendo las consecuencias de sus acciones que habría mantenido en el anonimato si no fuera por el hecho de su insistencia de querer seguir viendo a la humana.
Humana a la cual no sabía qué cara ponerle una vez que se vieran tras lo ocurrido anoche. Había pretendido bajar a desayunar con toda la naturalidad posible para evitar alguna incomodidad hacia la chica, pero al verla tirada en el piso olvidó por completo todo lo que había ensayado en su mente sobre qué decir y había corrido una vez más en su auxilio. Ver esa lágrima recorriendo su mejilla... le indicaba qué tanto estaba aguantando. Por lo que era necesario que aquella junta con el Gran Don saliera a la perfección para así ver la forma de liberar a Frisk y que hiciera su vida en donde fuera sin involucrarla en nada más. Era lo que tenía que hacerse al fin y al cabo. No era alguien que le perteneciera ni mereciera.
Tras andar divagando en sus pensamientos, no se percató del momento en el que llegaron a New Home y que estaban cerca de llegar al punto de reunión gracias a la tensión que irradiaba su jefe por mucho que aparentara indiferencia. Le era extraño verlo nervioso, pero al ser un ex jefe suyo supuso que sería normal. Nunca les había contado sobre cómo había sido trabajar para el monstruo más temido del área, pero tampoco ni Papyrus ni él quisieron preguntarle al respecto al optar que era lo mejor dejar las cosas tal y como estaban. No tenían precisamente una buena comunicación armónica entre ellos como para empeorar más las cosas.
Para su sorpresa, el terreno que los conducía hacia la mansión Dreemurr estaba repleta de flores mayormente rojas, aunque algunas doradas destacaban de forma casi reluciente entre otros rameríos de tonos muy verdosos. Notaba a lo lejos que había uno que otro monstruo que recolectaba las flores y hojas para colocarlas en un costal a sus espaldas, pero por la vestimenta que traían no le cabía duda de que se trataban de trabajadores específicos que se dirigían hacia los pequeños lugares que conectaban con la gran mansión que se visualizaba cada vez más conforme se acercaban a ella. Suponiendo así que se trataban de pequeños laboratorios aislados.
Muchos monstruos en el mundo de la mafia se destacaban por algo. Algunos por tráficos de órganos como venía siendo el apellido Gaster, otros al mercadeo de armas, otros a la prostitución... pero Don Dreemurr destacaba por la fabricación y venta de drogas más grande del país.
Tras quedar estacionados frente al lugar, unos monstruos trajeados les esperaban pacientemente y les dieron la espalda para así indicar que les siguieran sin necesidad de palabras. Aquello había sido extraño tanto para Muffet como para él, pero por la seriedad de su jefe supuso que era lo más natural y común del lugar y prosiguió a adentrarse en dicho lugar extraño, mientras que el monocromático gato se había quedado esperando en el vehículo por indicación del jefe.
Una vez que pasaron por la inmensa puerta principal, Sans quedó sorprendido de notar que atravesaban una especie de domo que contenía una cantidad infinita de flores coloridas muy similares a las que habían atravesado, lo cual no pudo evitar pensar en que a Frisk le gustaría contemplar algo así tras tanto tiempo sin sus preciadas plantas.
-Son muy bonitas. –Soltó Muffet algo maravillada con el paisaje. En verdad que el reflejo del sol sobre ellos era bastante hermoso de contemplar.
-Son amapolas, el Gran Don las usa como sustancias para algunas de sus drogas. –Comentó el esqueleto mayor sin darle importancia, comportándose igual de amargado que siempre. –Les recomiendo no tocar ninguna, ya que son preciadas para su negocio.
Sans pensó que era una pena que no pudiera arrancar algunas, pero a su vez supuso de que le sería complicado llevarlas si lo que pretendían estando ahí era justamente calmar el conflicto sólo por haber salvado a una humana. ¿Qué pensaría el Gran Don si notaba que quería llevarle flores a su supuesta "amante? Lo mejor era ignorar todo lo que circulaba en su cabeza y enfocarse en lo que tenía que hacer.
Siguieron caminando derecho hasta dar con la siguiente puerta grande en el que un guardián les esperaba pacientemente, el cual les dejó pasar sin decir nada al respecto y siendo de lo más extraño para el esqueleto. Conforme recorrieron el pasillo que cada vez más parecía hacerse pequeño, comenzó a notar una extraña neblina en el ambiente que poco a poco nublaba la vista. No comprendía de dónde venía si se encontraban en un clima de lo más cálido a comparación de donde venía, a su vez que aquella extraña neblina se sentía tan cálida que le recordó a...
-Esto es humo de tabaco. –Señaló Sans mientras seguía caminando.
Siendo ignorado por sus acompañantes, el esqueleto mafioso quedó sorprendido de notar que había acertado. ¿Qué tanto tabaco se estaba consumiendo ahí como para que se generara semejante cantidad de humo? Él se consideraba un experto fumador, pero esto ya era demasiado hasta para él. Si era cierto el hecho de que Don Dreemurr se dedicaba a la creación y venta de drogas, ¿también se dedicaba al tabaco mismo? No encontraba otra explicación al no notar que hubiera más integrantes en el lugar como para justificar semejante cantidad de humo casi sofocante. Además, a lo que recordaba en una de las explicaciones de Frisk ¿qué no el humo era dañino para las flores de al lado del pasillo?
Sin darse cuenta, soltó una risa tenue por el simple hecho de pensar una vez más en ella y sus explicaciones al respecto. Esa chica estaba en su mente hasta en el peor de los momentos y de alguna forma eso le agradaba, por mucho que debiera pensar en algo más serio tras a lo que se dirigían.
Tras pasar otra gran puerta que les doblegaba el tamaño, los monstruos que habían estado siguiendo se retiraron una vez que ingresaron a la que debería ser una oficina. Y por más que giraba a sus alrededores, no había algún otro monstruo salvo ellos tres en espera de que algo más apareciera ahí. ¿Estarían solos en el lugar? Eso no le daba buena espina.
En lo que Muffet terminaba de colocarse al otro costado, su jefe estaba con los brazos cruzados en su columna y con el cráneo firme, mostrándose lo más seguro posible ante un peligro inminente. Y si bien Sans sabía que debía mostrarse igual, no pudo evitar curiosear con la mirada el lugar en el que estaban. La extraña oficina parecía más bien una sala de juicio con sólo un escritorio gigante al frente. No había nada más a sus alrededores salvo las vitrinas que pretendían darle un toque más cálido al lugar lúgubre con el humo rodeándoles con insistencia. Incluso Sans podía jurar que parecía tener vida propia aquel humo presente.
-Para ser alguien astuto, sigues cometiendo los mismos errores, Wingdings.
La voz había sido tan profunda que había paralizado a todos con el simple hecho de escucharla, incluso instintivamente Sans había dado un paso hacia atrás como si con ello pudiera prepararse para lo que fuera. No había necesidad de preguntarse de dónde había provenido, ya que lentamente entre la densa neblina producida por tanto tabaco en el entorno se comenzó a visualizar una figura alta y reconocible para cualquiera que le temiera. Los cuernos altos como toro y brazos tan fornidos moviéndose con demasiada confianza a ritmo de sus pasos eran suficientes elementos para que cualquiera quisiera retroceder ante tan indomable monstruo. Y no se comparaba con los colmillos que levemente se visualizaban en la tenue sonrisa burlesca que mostraba ante los presentes, sabiendo del temor indiscutible que generaba cada vez que se disponía a dar un paso adelante.
Ante todos estaba el Gran Don, "El Rey". Asgore Dreemurr.
Por la forma en la que se movía el humo ante su presencia, no cabía duda de que la generaba él mismo con tanto tabaco que estaba ingiriendo entre los puros que sostenía entre sus anillados dedos, los cuales parecía fumar todos al mismo tiempo al no serle suficiente uno. Incluso podía sentirse el calor que provenía de él al ser un monstruo con una llama interna imposible de apagar. Aunque en otras circunstancias le hubiese sido grato sentir calor tras venir de un lugar de abundante frialdad, lo que Sans tenía frente a él... realmente le atemorizaba que lo dejaba más helado que toda la nieve de Snowdin junta. Ahora comprendía los temores del viejo cada vez que lo mencionaba como alguien a evitar a toda costa, esas garras y cuernos podrían matar a cualquier humano o monstruo. Y ni hablar de esos colmillos.
Aprovechando que la neblina disminuía como si de una orden no dicha se tratara, el esqueleto pudo ver que el pelaje de las manos del monstruo jefe era mucho más oscuras que el resto de su cuerpo a mostrar. Por el tono marrón que mostraba no le cabía duda de que era por la sangre que no había podido quitarse o que no le importaba en cambiar en su aspecto. También en su aparente barba que se suponía que debía de ser dorada acorde a su melena entre sus grandes cuernos, comprobándole de alguna forma de que el rumor sobre que comía humanos no era tan descabellada después de todo. Era algo con lo que trataban de asustarle de niño según recordaba, aunque el término "bestia" lo empleaban de un modo despectivo y que ahora no podía evitar pensar en lo mismo estando ante él.
En lo que se sentaba en su gigantesco asiento, Sans se percató de que había una figura menor que le había estado acompañando en sus pasos pero que pasó desapercibida ante imponente figura imposible de ignorar. Una reptil amarillenta de grandes lentes y mirada indiferente que contemplaba todo casi con aburrimiento, como si prefiriera hacer otras cosas en vez de tener que estar ahí. No sabía qué pensar al respecto con eso ¿cómo podía darse tal lujo con semejante jefe a lado suyo? No le cabía duda de que debía de ser muy importante para que le estuviera acompañando al Gran Don en ese momento y aun así se mostrara tan apática.
-Que decepcionante. Ya te había señalado que tu familia era tu más grande debilidad... y aun así no hiciste nada para reparar en ello. –El monstruo de pelaje blanco continuó tras acomodarse en su sitio, poniendo a un lado la gabardina que portaba que fácilmente podría arropar del frío a varios que la usaran al mismo tiempo. –Algo patético para alguien que vino del ejército italiano.
-Don Dreemurr. Gracias por permitirnos tener una audiencia con usted. –Comenzó a hablar Gaster con toda la seguridad posible e ignorando los insultos hacia su persona, pero Sans estaba seguro de que estaba algo atemorizado y por primera vez no le culparía al respecto. –Estamos aquí para negociar...
-No hay nada que negociar. En verdad te mentiste a ti mismo que requeriría de una explicación tuya para arreglar las cosas, pero de ser así, ya te habrías presentado ante mí de inmediato en vez de alargar las cosas con tanto movimiento innecesario. Ya sabías dónde encontrarme. –El monstruo le interrumpió de inmediato, alzando una ceja como si fingiera un interés que evidentemente no tenía en lo que fuera a decirle. –No hace falta que me des explicaciones por ello. Sé que querías resguardar tu columna una vez más como el cobarde que eres, no hace falta que quieras justificarte ante lo evidente.
Las palabras del monstruo jefe habían sido tan directas y duras, que Sans contuvo una risa de nervios con tiempo. Era algo que habían pensado hace poco, pero que no se había atrevido ni a formular en su mente tras ser demasiado descortés hasta para él.
-Señor, si me permite explicarle lo sucedido, tanto mi hijo como yo estamos dispuestos a aclarar el evidente malentendido. –Continuó firme pese a todo, no queriendo darle importancia a sus palabras bastante directas. –Incluso tenemos en nuestro poder algo que pudiera ser de su interés recuperar.
Sans sabía que el viejo se refería a la planta que aún no lograba despertar y que había optado en no traer consigo por alguna posible represaría por su estado deplorable, pero el monstruo jefe no mostró interés en sus palabras, como si no hubiera tenido la atención de escucharle en lo más mínimo y le importara más contemplar sus anillos de sus manos gigantes. El jefe de su familia seguía hablando con toda la prudencia y firmeza que tanto le caracterizaba, pero tras varios minutos de palabrería unilateral, el monstruo jefe alzó la mano para detenerle ante una leve irritación que le daba seguir escuchándolo.
-Ummm, dime, ¿Cuántos integrantes de tu familia tienen que morir para que aprendas, Wingdings?
Antes de que se pudiera preguntar al respecto, Sans se vio rodeado de criaturas extrañas que nunca había visto en su vida y que sumergieron tras un chasquido que no vio de dónde provino. No comprendía cómo era que se habían aparecido así de la nada sin siquiera detectarlos hasta que vio que dejaban un rastro un tanto pegajoso, suponiendo que ya habían estado presentes a los pies de todos y siendo ocultados con la niebla de tabaco. Por más que quisiera encontrarles forma específica, parecían ser una mezcla de varias criaturas al grado de derretirse entre ellos y formando un solo ser cada uno. Era bastante aterrador pensar en esa posibilidad de su explicación, pero no se comparaba con el hecho de detectar demasiadas almas en tan sólo una masa blanquecina. ¿Qué... demonios eran esas cosas? No les detectaba nada de magia para denominarlas monstruo, pero tampoco se trataban de algo humano.
Por mero reflejo ante el peligro que presentaba, iluminó su ojo azulado pero notando así que no podría hacer nada para frenarlos si quisieran atacarle. Eran demasiadas almas en cada viscosidad andante como para intentarlo con uno solo. Enserio ¿qué carajos eran esas cosas?
Casi no podía ver a su jefe que había estado a lado suyo por las rarezas que le rodeaban, pero por las exclamaciones que lanzaba estaba seguro de que aquello era nuevo para él también. Incluso detectaba los grititos ahogados de la arácnida que estaba detrás de él, como si fuera igual de terrorífico para ellos como para él que estaba rodeado de ellos sin saber qué movimiento hacer ahora. ¿Si se teletransportaba ahora generaría un problema entre jefes? Aunque le diera igual las autoridades sin sentido, realmente le aterraba el Gran Don con tan sólo su presencia como para arriesgarse con tantas cosas en juego. Además, tampoco quería huir y dejar abandonados a su jefe y a Muffet, por mucho que ambos le irritaran en variadas ocasiones y por motivos diferentes.
-No mereces siquiera llamarte un "Don" de la mafia, Wingdings. Pero aun así podría ser piadoso contigo una vez más... si matas a tu hijo traidor.
-¿Qué...?
-Es evidente que él es un problema. Y que además ya tomó un bando, ¿para qué quisieras tener alguien así contigo? –Recalcó el Gran Don sin importarle las miradas de susto que estaban sobre él ante sus palabras. –Es lamentable que se trate de tu primogénito, pero al menos tienes otro hijo con el cual preservar tu legado ¿no es así? Aunque claro, por lo que me han contado... ya no sería precisamente tu legado.
-Señor...
-Toma una decisión ahora, o de lo contrario tendrá una peor muerte que la de en manos de su padre que no supo ponerle límites. –Insistió el monstruo jefe con una seriedad un tanto atemorizante. –Es lo único que te ofreceré.
-Él es mi hijo. ¡No haré tal cosa!
Las extrañas criaturas gelatinosas se retorcieron de forma amenazante, queriendo lanzarse en cualquier momento con intenciones de devorarlo según percibía en sus intentos de bocas que goteaban un líquido negro de lo más asqueroso, pero aun así parecía que estaban siendo detenidas por una fuerza de superioridad que les impedía hacer algo a su voluntad en cuanto no recibieran orden alguna. Y aunque no era momento para sentimentalismos... realmente le fue muy grato escuchar que el viejo no sería quien le matara. Al menos resultaba que sí tenía límites en verdad, aunque le habría gustado conocerlos en otra situación menos complicada.
-Eso supuse... bien, que pena. –Nuevamente esa sonrisa burlona hizo acto de presencia, mostrando sus colmillos que fácilmente podría romper huesos de una sola mordida. –De cualquier forma ya sabía que siempre serías débil. Aunque, creí que perder a tu esposa había sido más que suficiente para tratar de encaminarte... ummm...Pero que desperdicio de talento resultaste.
-¿Q...?
Por ese instante, Sans sintió como si todo el lugar quedara congelado pese al calor que emanaba el monstruo jefe con su presencia. Ya no le importaban los seres que tenía rodeándole, tan sólo tenía vista para el monstruo de grandes cuernos y la sonrisa que comenzaba a serle una verdadera molestia. Y por lo poco que podía ver entre los cuerpos deformes, notaba que era lo mismo para el viejo pese a tener las cuencas oscuras ahora, teniendo la mandíbula entreabierta ante una pregunta que jamás salió. No le era nada grato verlo en tal estado, ni mucho menos que la situación empeorara a un ritmo alarmante que lo obligaba a pensar en algo rápido para librar la situación ya lo suficientemente fatídica.
Tras una risa con afán de superioridad y de lo más penetrante como un rugido de un león se tratase sobre sus pechos, el monstruo jefe sacó del bolsillo de su saco un pequeño anillo que arrojó directamente hacia el esqueleto jefe, el cual recogió del suelo hincándose y quedándose en esa postura mientras no daba crédito a lo que tenía entre los dedos. Sans reconoció el anillo de plata... era igual al que tenía el jefe, oculto entre sus siempre enguantadas manos para llevarla siempre con él de alguna forma.
Y por ese instante... él se paralizó también, comprendiendo a la perfección lo que trataba de decirles aquel monstruo alzado de grandes cuernos.
Quel figlio di puttana.
-Oh si, ¿en verdad creíste que te cedería uno de mis territorios sin sufrir consecuencias de tu renuncia? –La sonrisa del Gran Don aumentó ante las reacciones de los presentes. Apagando los múltiples cigarros que había estado sujetando, poniéndolos en un cenicero que tenía a lado suyo. –No, yo necesitaba un verdadero pago de tu parte. Uno que te ayudaría a la larga si lo que querías era convertirte en un Don de la mafia como yo.
El mayor de los esqueletos no se levantaba, quedándose con las cuencas oscuras y contemplando a la altura de su vista aquel anillo viejo y pequeño siendo lo único que tenía su atención. Sans se preparó para teletransportarse en cualquier momento, rogando a todos los cielos posibles de actuar a tiempo. Si tan sólo Papyrus estuviera con ellos para ayudar en la distancia...
-Se le puso precio a la captura de tu mujer para que simularan que ellos mismos la mataron... para incrementar tu odio hacia los humanos de tal forma que te diera poder...pero sólo la llevaron ante alguien más para tenerla luego ante mí. De haber sabido que tu hijo sería un problema, me hubiera hecho cargo de él también en un principio.
Continuó narrando el monstruo jefe, algo contento con las reacciones de todos ante él. Apoyó sus codos para cruzar sus dedos anillados con aire de superioridad mientras los vitrales de alrededor comenzaron a vibrar al igual que varios objetos de adorno que resentían la tensión acumulada en el entorno como si de un temblor se tratase. A su vez las criaturas pegajosas se inquietaron aún más con la impaciencia de querer actuar de inmediato. Sans tomó todo aquello como alarma de lo que se avecinaba. No podía creer que estaba viendo al verdadero asesino de su madre. No habían sido humanos como siempre creyó, había sido uno de los suyos todo este tiempo. Y eso le hacía enojarse demasiado... pero no se comparaba con el que comenzaba a notar de su jefe aun hincado y con los dientes apretados ante una impotencia evidente. Cosa que sería peligrosa en cualquier momento.
-Perder a un ser querido es lo que te vuelve fuerte. Esa es la lección que quise enseñarte ante lo débil que eras para querer jugarle a ser independiente de mí. –El Gran Don se levantó de su asiento, haciendo crujir sus nudillos de forma desafiante tras mantener esa sonrisa de superioridad burlona. –Pero no cabe duda de que tú no tienes remedio. Siempre serás un costal de huesos atemorizado de cualquier conflicto. ¿Verdad?
Los vitrales dorados se tornaron en un tono amatista, completamente a juego de los ojos furiosos y ahora luminosos del jefe de esqueletos, los cuales tras tanto temblor sobre ellos terminaron rompiéndose y siendo tomados cada fragmento por múltiples manos flotantes que no permitieron que ninguna parte llegara al suelo. Tras levantarse de golpe con los dientes apretados por la ira y apretando en un puño el anillo de su esposa, con la otra dirigió todas sus manos invocadas armadas hacia el monstruo que tenía frente a él, el cual con una sonrisa aún más grande tras un disfrute de su reacción, tomó el escritorio con una sola mano y detuvo todos los proyectiles posibles con una agilidad sorprendente.
- Es hora de tu muerte. –Rió la bestia.
Arrojó el mueble hacia él con todas su fuerzas, pero Don Gaster fue más rápido y se teletransportó lo más cercano a él para tratar de encajarle varios huesos en una distancia peligrosa, pero antes de que brindara un golpe directo que le habría matado en el instante, se había desaparecido de nueva cuenta para alejarse y dejarle los huesos afilados a punto de perforarlo y que pudo deshacerse de ellos con una llamarada de su boca que rápidamente calcinó los proyectiles.
Sans estaba a punto de teletransportarse también para alejarlo ahí de inmediato antes de que terminara realmente muerto por su arrebato de ira justificada, pero para su mala fortuna las criaturas pegajosas ahora le sostenían los pies de tal forma que no le permitían siquiera moverse con libertad, casi como si le absorbieran la energía con el mero tacto. Notando que la reptil de escamas color mostaza le miraba fijamente junto con las criaturas, le quedó claro de que era ella quien hacía que aquellas cosas le tuvieran sin hacer nada más. ¿Cómo demonios era que las controlaba? ¿Qué se suponía que eran esas cosas? ¿Quién era ella?
... hasta que pudo recordar algo lo suficientemente escabroso para caer en cuenta... de que ella era la "loca" de los extraños experimentos por parte de los Dreemurr. Ella era la cliente que les había contratado en la distancia para capturar a su creación prófuga, ella era la creadora de DT-00X... y seguramente de los seres que en ese instante le rodeaban. No le había tocado conocerla en persona, y ahora pensaba con seriedad de que habría preferido no haberlo hecho nunca. Podía comprender por qué la flor parlante habría querido huir de alguien tan extrañamente controlador sin mover ni un solo dedo. Por la forma en la que le observaba a través de esos cristales, le daba la impresión de que estaba muerta por dentro, pero con la suficiente mentalidad para tener objetivos específicos de lo más escabrosos.
-Debes sentirte orgulloso de haber encontrado alguien que te amara tanto. –Escuchó que el monstruo jefe comentaba como si todo fuese una tarde para tomar el té. Todo mientras rompía los huesos que el esqueleto mayor le lanzaba con puñetazos limpios. –Ella no paró de gritar tu nombre en ningún momento.
-¡¡¡¡CALLATEEEEEE!!!!
Varios huesos más surgieron del suelo haciéndolo temblar por la rabia con las que los invocaba el esqueleto, rompiendo todo a su paso sin importarle dañar a terceros en el proceso. En esos ojos luminosos y agrietados sólo había dolor... y Sans se daba cuenta de que Don Dreemurr sólo lo estaba provocándolo para su simple disfrute. Sólo estaba jugando con él, era lo que había buscado en un principio... y su ira no le estaba dejando ver eso. No le estaba permitiendo ver que un tridente carmesí se había formado de la nada a punto de encajarlo detrás de él.
-¡¡Papá!!
Invocando huesos alrededor suyo para empujar a la fuerza a los intento de vida malformados, logró que le soltaran por un segundo que fue más que suficiente para teletransportarse con tiempo hacia atrás del esqueleto mayor e invocar un blaster a modo de escudo para ambos. Aquello no había sido suficiente para detener el arma pulso cortante tras atravesarlo con facilidad, pero había sido lo suficiente para que el mayor reaccionara y ahora tomara a su hijo para teletransportarse lejos de ese punto y tratara de alejarlo de la zona de peligro... pero ambos se dieron cuenta de que por medio de magia no podrían salir de esa habitación con facilidad. Algo los estaba reteniendo haciéndoles aparecer de nueva cuenta en el lugar en donde habían estado parados minutos antes.
-¿Ves que si eres un cobarde? –Se burló de la situación presente mientras se remangaba la camisa tras quitarse la densa gabardina gigante que había estado portando. Pareciéndole de lo más divertido cada reacción provocada. –¿Qué acaso no quieres vengar a tu esposa?
-Sólo te está provocando.
Comentó Sans sujetándolo del brazo para impedirle que se lanzara hacia él una vez más, aun cuando fuera su propio impulso querer lazársele por revelarles que todos sus malestares del pasado habían sido culpa suya. Pero al verlo directamente al rostro, se sintió un tanto incómodo de notar que el esqueleto estaba soltando varias lágrimas silenciosas, pero que gritaban lo mal que se sentía tras tal revelación devastadora.
-Ya lo sé. –Soltó con enfado y sin apartar la mirada de la bestia. –Pero no me importa.
Con magia hacia su alma, lo empujó hacia la pared en donde la chica arácnida se había estado protegiendo como podía de algunos proyectiles dispersados, cosa que Sans se dedicó en crear un muro de huesos para ayudarle en cuanto notó que todo empeoraría. Muffet estaba asustada de la situación, pero aun así no se iba del lugar sabiendo que ambos estaban ahí. Era de las cosas más imprudentes que pudiera hacer de su parte, pero de alguna forma era un halago que se mantuviera ahí pese al momento. Aunque él estuviera enojado por conocer a la bestia que se había atrevido a romper a su familia, no era momento para arrebatos cuando su propio padre se disponía a tomar el papel de imprudencia ante su enojo.
Ahora veía que ese comportamiento impulsivo lo había heredado de él, razón por la cual le habría exigido tanto a comparación de Papyrus tras sentirse tan identificado. Quería vengarse tanto como él, pero era evidente que estaban en desventaja y era algo que no podía ignorarse. Entre las cosas pegajosas con vida casi inmovibles, varios sujetos armados llegando ante el escándalo y el propio Don con fuerza descomunal, le hacían tratar de planear un escape para alejarse lo más posible de ahí. La batalla no la tendrían ganada ni vivos ni muertos.
-Muffet ¿recuerdas lo que el viejo te enseñó sobre tus telarañas? –Le dijo por lo bajo pese a no ser necesario con tanto escándalo.
-S-si, pero... –La araña se abrazaba a sí misma, completamente temerosa de la situación. –No creo poder hacer tanto para detener tal sujeto.
-No vas a detener al Gran Don.
Por un momento los múltiples ojos de la arácnida se vieron confundidos hasta que terminaron completamente abiertos tras captar lo que le estaba pidiendo. Se notaba que estaba aterrorizada de siquiera pensar en hacer algo así, pero por su silencio sabía Sans que estaría de acuerdo en hacer lo que le pedía si con ello se lograba sacar a todos con vida. Empleando un par de señales con las manos sabiendo que las conocía a la perfección como Papyrus, Muffet asintió algo temerosa y sus ojos tomaron un brillo levemente rosado que le indicaban que estaba lista en cuanto le diera la señal. Sans se paró en posición defensiva preparándose para hacer su salvada más riesgosa hasta ahora y con tan poca energía.
Qué extraño era ser el maduro y el que tuviera sentido común ahora.
Tras un chasquido que dio la reptil indiferente, las criaturas blancas se retorcieron antes de lanzarse directamente hacia él, pero Muffet desde su posición comenzó a dispararles tras sacar sus armas ocultas de su larga gabardina elegante. Siendo capaz de llevar varis pistolas consigo debería de serle más que suficiente, sin embargo no parecía que les afectara en lo más mínimo. Las balas parecían atravesarles con cierta lentitud para luego expulsarlas, no obstante, Sans aprovechó esa distracción y se lanzó a apoyar a su padre que seguía en combate con el gran monstruo de descomunal fuerza. Confiaba en que la arácnida tuviera la suficiente destreza para librarse de esa en cuanto no se dejara llevar por el miedo.
Varias paredes estaban marcadas con sus puños ahora y simplemente se reía de aun lo lograr atrapar al esqueleto que aparecía y desaparecía en diferentes posiciones para atacarle una y otra vez. La velocidad y destreza que mostraba era impresionante, pero Sans sabía más que nadie que su magia tenía un costo de energía que en cualquier momento se agotaría, era un mal de familia después de todo. Debía de detenerlo a él sabiendo que el otro simplemente quería divertirse con él sin reparar en todo el daño que causaba a sus alrededores. Para su desgracia, parecía que sólo lo había provocado para entretenerse un poco al matarlo en vez de haberlo hecho directo y sin explicación alguna.
Bien, si los quería muertos, no le resultaría tan fácil. No estaba para ponerse en los zapatos del viejo, pero en su caso, había alguien que le había dicho que lo quería con vida (y en otros contextos algo distorsionados a su favor, en SU vida). Sans aún quería escucharla hablar en voz alta, aún quería volver a ver esos ojos tintos alargados, aún quería contemplarla... Y eso era más que suficiente para él.
Apareciéndose a espaldas de la bestia cuernuda, intentó usar su magia azul para apartarlo lo más posible del esqueleto mayor, pero era tanta la diferencia en cuanto a capacidades mágicas que no pudo lograr tal cometido, pero sí el de tener su atención ahora y que riera con adrenalina para querer golpearlo a él ahora. Aquello fue más que suficiente para que Don Gaster movilizara todas sus manos flotantes y trataran de ralentizarlo como a dé lugar sin mucho éxito mientras Sans ahora invocaba varios huesos arriba suyo para encajárselos con total brutalidad mientras él desaparecía de nueva cuenta. No obstante, el extraño tridente carmesí se movió hacia su posición y con él pudo hacer una barrera a sus alturas para cubrirle de todos los proyectiles afilados. Sans nuevamente invocó varios huesos desde el suelo para hacerle todas las barreras posibles que ya estaba comenzando a romper.
El esqueleto mayor estuvo a punto de lanzarse de nueva cuenta al ver que eso no había resultado, pero una telaraña bastante gruesa lo rodeó sin que se percatara al haber estado atento a algo más, impidiéndole hacer más magia al ser bloqueada por la misma retención. Se giró hacia la arácnida parada cerca de ellos y completamente temblorosa, cuyos cinco ojos brillaban con el mismo color de la telaraña que ella misma había creado y que no requería de tocar al estar en su total control. A su espalda, ya tenía a las extrañas criaturas retenidas con su misma telaraña sin saber qué hacer.
-Vaya, vaya... hasta un insecto tiene que protegerte, ¿eh Wingdings? –Se burló el monstruo jefe tras romper una barrera más con sus puños y aparecer una más en el acto. –Bien, no cabe duda de que tú sólo produces traidores a la causa monstruo.
-Y matar a otro monstruo sólo por una "lección", ¿a ti en qué te convierte? –Le interrogó Sans tras hacer varias barreras más en lo que retrocedían los tres poco a poco.
-En un rey.
Tras un puñetazo que rompió la enésima barrera de huesos creada, Don Dreemurr se percató de que había estado ocultando la creación de varios blasters que estaba completamente cargados para dispararle directamente, por lo que apenas y pudo reaccionar para poner sus brazos cubriendo su rostro antes de recibir tanta energía de golpe que no le dejó ver nada más de lo que sucedía en el momento con tanta luz que emanaban, al igual que el impacto desgarrador que venía siendo sus disparos.
En cuanto logró levantarse de tal brutalidad de magia de golpe, notó que sus dos brazos parecían estar quemados, pero no lo suficiente para no soportarlo y seguir adelante. No obstante, se dio cuenta de que los tres traidores ya se habían desaparecido del lugar tras dejarlo todo hecho un desastre. Sin darle importancia a nada de eso, simplemente se rio y sacudió su ropa para incorporarse completamente.
Alphys, quien se había logrado proteger haciendo que las amalgamas que no habían sido detenidas con la extraña telaraña la cubrieran sin recibir daño alguno, se separó de las mismas para acercársele sin darle interés a todo lo acontecido, casi como si nada de lo que se había contemplado le generara una emoción mínima.
-Estamos poniendo las cosas un poco más divertidas antes de lo inevitable, ¿Qué te parece, Alphys?
Como respuesta, la reptil simplemente alzó la ceja en lo que inspeccionaba tan extraña red que aún no lograba retirarle a sus preciadas creaciones malformadas.
...
Poco a poco y un tanto atolondrada, Frisk comenzó a abrir los ojos sin darse cuenta a la primera de que se encontraba en la sala en la que habitualmente dormía desde que vivía en aquel desagradable lugar para ella. Comenzó a mover sus dedos poco a poco, acariciando la aterciopelada textura del sofá en el que estaba recostada para aterrizar en su realidad. ¿Acaso todo se había tratado de un sueño? ¿El jefe de familia no había tratado de matarla? Todo parecía realmente muy confuso para ella en ese instante.
-DURMIÓ DEMASIADO, HUMANA. YA CASI ANOCHECE.
Girándose la cabeza lentamente, contempló que el esqueleto menor pero de gran altura le estaba observando, sentado en el sillón de al lado y con un libro pequeño que aparentemente había estado leyendo mientras ella se había encontrado dormida. No queriendo estar más en esa posición, se reincorporó con cuidado para mantenerse sentada de igual forma. Por lo que notaba al tener puesto su uniforme, suponía que había perdido el conocimiento mientras trabajaba.
-¿Cómo pueden saber qué tan de día o de noche es en un lugar sin ventanas?
-PARA ESO EXISTEN LOS RELOJES.
-Sí, pero... olvídelo.
Se tocó el brazo con el que recordaba que le habían inyectado tal sustancia antes de quedar desmayada, pero por más que se tentaba con los dedos, no encontraba absolutamente nada que le indicaran que en efecto había ocurrido tal cosa. ¿En verdad había soñado? Había sido tan real...
-DADO QUE USTED ESTUVO INCAPAZ DE CUMPLIR CON SUS LABORES, ME VI EN LA TAREA DE LIMPIAR EL RESTO POR USTED. –El esqueleto cerró el libro y lo puso en la mesita que tenía a lado suyo. –¿CREE PODER PREPARAR LA CENA?
-¿Cuánto tiempo me quedé dormida?
-SÓLO UNAS HORAS.
-Entonces... la inyección...
-EL JEFE CONSIDERÓ QUE ERA UNA MEDIDA NECESARIA MIENTRAS NO SE ENCONTRARA AQUÍ. SANS Y ÉL FUERON... A UN ASUNTO.
Así que no lo había imaginado... ¿pero por qué tal brutalidad? ¿Acaso había querido evitar que se pusiera a buscar a Flowey en su ausencia? Si había dejado a Papyrus vigilándola de cualquier forma no habría podido hacerlo por mucho que ese fuera su deseo. Se apuntó mentalmente que bajo ninguna circunstancia debía de mostrarse hostil ante el jefe de familia si estaba dispuesto a tantas cosas con tal de torturarla, a su vez el de mantenerse alerta de cualquier clase de truco que implicara objetos pulso cortantes. Fuera lo que fuera que le había puesto, no le había agradado la sensación.
Tampoco le agradaba que se hubiera quedado sola con el otro esqueleto irritante, pero al menos era alguien que podía aclararle un punto que le inquietaba.
-Disculpa... ¿puedo hacerle una pregunta?
-SI ES SOBRE DISCULPARSE POR HACER QUE YO LIMPIARA POR USTED, DE NADA. –Suspiró el esqueleto mientras se cruzaba de brazos.
-No es eso, es... ¿Ustedes los esqueletos pueden besar?
-¿P-PORQUE PREGUNTA ESO, HUMANA? –Por mucho que pareciera que estaba indignado con la pregunta, el tenue anaranjado que se asomaba en sus pómulos le indicaba otra cosa. –¿TRATA DE SOBREPASARSE, ACASO?
-Yo solo tengo curiosidad. –Se sinceró de inmediato.
-¡PUES CLARO QUE PODEMOS! SÓLO QUE NO A MANERA QUE LOS HUMANOS LO HACEN, CLARO... EVIDENTEMENTE NO TENEMOS LABIOS, PERO SI SOMOS MUY SENSIBLES AL TACTO Y... PODEMOS TRANSMITIR... LA MISMA SENSACIÓN... A OTROS...
Con cada frase, el esqueleto comenzó a ponerse más y más colorado al grado de terminar apartando la mirada de la chica que esperaba pacientemente a que terminara su explicación. Frisk presintió que acababa de tocar un tema que le debilitaba en gran manera, casi como si se apenara del asunto.
-¿Usted ha besado antes?
-¡LAS MUJERES SON UN PROBLEMA PARA EL NEGOCIO!
-Eso no fue lo que pregunté.
-¡PUES NO ES ASUNTO SUYO!
-¿Entonces ha intentado besar a alguien?
El esqueleto estuvo a punto de protestar nuevamente con un gesto que irradiaba total molestia, pero rápidamente volvió a cerrar sus dientes y desvió la mirada al no querer decir nada más al respecto. Aunque le causara curiosidad por el efecto de sus reacciones, optó que ya había tenido suficiente respuesta a sus verdaderas incógnitas y se dispuso a levantarse para preparar la cena que le había indicado si el resto de los integrantes de la casa estuvieran por llegar.
-A-ANTES DE LAS REGLAS DE NUESTRO JEFE... HABÍA ALGUIEN QUE ME ATRAÍA. –La voz del esqueleto le detuvo en seco antes de seguir su camino. Quedándose parada y devolviéndole la atención pese a que él no le miraba directamente. –NO INTENTÉ NADA MÁS, PERO... TODAVÍA HE LLEGADO A PREGUNTARME QUÉ HABRÍA PASADO SI ME HUBIERA ATREVIDO.
Le era extraño que se abriera de tal forma con ella después de la plática respecto a su madre, pero nuevamente Frisk supuso que el esqueleto simplemente quería atención y el ver que la había tenido tras sus preguntas además de encontrarse solos en el lugar, se le facilitaba el poder hacerlo.
-¿Qué pasó después de su intento? –Soltó la primera pregunta que le llegó para seguir manteniendo la conversación de la mejor forma. –¿O por qué no volvió a intentarlo?
-NOS VOLVIMOS ENEMIGOS.
-Bueno... ahora tendrá una oportunidad nueva. Con eso de que está comprometido y eso...
-NO PASARÁ TAL COSA. EL JEFE EVITARÁ QUE PASE ESO.
-¿Cómo puede tenerle tanta confianza si ni siquiera le llama padre?
Frisk había soltado sus palabras sin reparar en ellas una vez más, pero en cuanto se dio cuenta de que no había sido algo prudente contra el sujeto con el que estaba hablando, Papyrus simplemente se levantó y comenzó a caminar lentamente a lado de ella para retirarse. Por un momento creyó que estaría a punto de agredirle, pero simplemente pasó de largo sin siquiera voltear a mirarla. Tomó aquello como que ya no podría hacerle más preguntas y que debería de realizar la cena de una buena vez.
Que irónico. La familia siempre era un tema delicado ¿cierto?
...
New Home se sentía algo tenso por más que lograran ocultarse en el primer callejón relativamente seguro que encontraron para estacionarse y esperar a que las horas pasaran hasta asegurarse de moverse con cuidado. Tras serles difícil moverse con poca magia y contar únicamente con el vehículo que conducía el seguidor de tonos grises, tuvieron que ingeniárselas para salir del establecimiento matando a todo aquel que se toparan con ellos y los identificara. Una vez que lograron su cometido y estuvieran lo suficientemente lejos del peligro, la arácnida dejó de alumbrar sus ojos para que su red hiciera lo mismo y por fin el esqueleto se la quitara de encima de inmediato.
Estando dentro del auto lujoso, Sans trató de evaluar su propia energía tras usar demasiada magia de golpe. Aún tenía lo suficiente para teletransportarse una vez más, pero no para una distancia tan extensa como lo era hasta Snowdin. Por lo mismo evitaba usar su ataque más fuerte al agotarlo infinitamente, pero ante la situación desesperada, no tuvo nada más con lo qué tratar de frenar al sujeto. Además, en cuanto notó que tras el disparo de energía en toda la sala ya no había algo que les desviara su intento de teletransportación hacia el exterior, aprovechó la situación y trasladó a todos hacia el auto que les esperaba pacientemente para huir del lugar inmediatamente.
Ni sus huesos, ni su magia azul... nada había parecido suficiente para frenar al monstruo de gran poder y estaba más que seguro de que no había visto ni una mínima parte de lo que pudiera hacer. Era de temer y debía de admitirlo. Con razón era que tantos mafiosos tanto humanos como monstruos trataban de evitarlo a toda costa. ¿Cómo era que el viejo había trabajado para alguien así antes? Quería gritarle múltiples cosas al respecto, incluso golpearlo hasta el cansancio. Pero a su vez no podía evitar sentirse mal tras haberle visto llorar aun con lo orgulloso que era. El dolor que estaba sintiendo él no era nada comparable al que su padre estaba sintiendo de momento, por lo que era suficiente castigo como para que arruinara todavía más la situación con su propio arrebato.
-Tuvieron reflectores de magia ocultos todo el tiempo... para desviar nuestras teletransportaciones hacia el exterior. –Comentó el jefe de familia mientras se recuperaba poco a poco de la magia emitida de las telarañas. Aunque se le mostrara molesto por el atrevimiento, no dijo nada al respecto. –Lo tenían planeado desde un principio retenernos ahí como dé lugar.
-Nos querían muertos y ya... pero pareciera que sólo por entretenimiento. –Soltó Sans sin pensarlo. Era lo único que le llegaba cada vez que trataba de analizar la situación. –No lo entiendo ¿el tipo siempre fue así de sádico?
La pregunta era de lo más incómoda para los presentes tras la desgarradora verdad con la que les habían golpeado. Y aunque estuviera más que molesto con la situación, Sans quería dejar de lado todo eso de momento al preferir dar con una solución inmediata. Ya luego le reclamaría por todo.
-Siempre fue de mucho temer... pero, sus acciones habían sido más cordiales en aquel entonces.
Muffet le reclamó con la mirada por hacerle sentir mal con dicha pregunta, pero Sans la ignoró por completo al no ser asunto suyo al cual entrometerse. El que su madre muriera habría sido evitado si jamás hubiera trabajado para alguien tan malo sólo porque sí. Su vida delictiva entera habría sido evitada si tan solo se hubiera alejado de...
-Aparta tu ojo luminoso de mí, Sans, y mejor apágalo antes de que alguien nos descubra. –Nuevamente comentó el esqueleto mayor sin siquiera mirarlo directamente. Sans no se había percatado de que sus sentimientos estaban viéndose reflejados por aquel impulso e hizo caso a la petición para no gastar energía innecesaria. –Necesitamos ir a Hotland lo más rápido posible.
-¿Por qué ahí?
-Iremos a tu departamento, Muffet, para que empaques lo más esencial y que no logren dar contigo. –Le contestó sin verla directamente tampoco, parecía estarse masajeando las sienes ante un dolor de cabeza presente. –Te ocultarás con nosotros ahora que te identificaron como aliada nuestra.
-Entendido. –Soltó Muffet algo cohibida, pero sin ocultar del todo la felicidad que le daba escuchar eso.
-Ahí recargaremos energías para teletransportarnos a Snowdin... y de ahí reforzarnos para lo que viene.
Sans no quiso decir nada al respecto, pero tal parecía que su mirada decía más que suficiente ahora que finalmente el viejo le observaba de nueva cuenta. Había muchas emociones revoloteando tras lo acontecido, pero la ira y el miedo estaban más que presentes entre ellos. No había necesidad de palabras entre ellos ahora.
Los dos querían vengar a Arial Gaster.
***
Me emociona por fin llegar a esta parte, además de ser el capítulo 40 de la historia ¡¡¡aaaahhhh!!! **casi explota de la emoción**
Sé que lo digo mucho, pero en verdad muchas gracias por haberme acompañado a estas alturas y por todo el apoyo que me brindan pese a mi lentitud necesaria en cuanto a las actualizaciones. Aun vienen muchas cosas interesantes y densas en esta trama, por lo que seguiré agradeciendo la espera de cada capítulo <3
Michi fuera!
:)
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