Cap 45. En las alturas
-La vi subirse a una camioneta desde la estación del tren.
Tras haber hablado con los pocos seres que tenía consigo para elaborar su plan estratégico de corto plazo, Don Gaster mandó a todos a posicionarse para supervisar varios puntos estratégicos ahora que en cualquier momento podrían invadir su territorio por los presentes conflictos. Mantenerse a la guardia era algo que procuraba desde sus inicios como dueño de una zona tras su adoctrinamiento militar, pero ahora que el Gran Don quería su cabeza y la de sus hijos, requería de medidas desesperadas en cuanto no tuviera todo lo que necesitaba. Contaba con muy pocos a comparación de otros grupos delictivos, por lo que la inteligencia y estrategia debían de ser sus fuertes contra todo enemigo. Ya eran varios quienes parecían querer burlarse de la familia Gaster, era algo imperdonable en muchos aspectos y haría pagar a cada uno por su atrevimiento.
Mientras estaba en su cuarto quitándose su gabardina pesada, escuchaba con atención a su seguidor que había mantenido en vigilancia tras el pésimo momento que resultó su vida. Hacerles creer al resto que bajaba la guardia era una de sus habilidades que siempre le resultaban beneficiosas conforme lo aprendió en su vida delictiva, pero le era decepcionante que sus hijos siguieran cayendo en lo mismo, queriendo engañarlo como si no comprendiera varias cosas que pasaran en su entorno. ¿Sans en verdad creyó que le había dejado irse sin más con la humana? ¿Papyrus en verdad creía que lo había dejado retirarse hacia Waterfall sin protección? Aunque estuviera tan dolido que sentía que su vida realmente había acabado por ese instante, no había podido evitar mandar a sus seguidores a vigilarlos y con la tarea de detenerlos si realizaban algo que atentara contra sus vidas. Él podría matarse si era necesario... pero no permitiría que sus hijos le siguieran hacia el infierno, no de esa manera al menos, no tan pronto.
Pero ahora que se había calmado tras ser su sed de venganza mucho mayor que cualquier tristeza, había mandado a llamar a cada uno de sus seguidores para que acudieran a él en privado. No necesitaba que reclutas temporales supieran de cada cosa que competía exclusivamente a la familia Gaster, al igual que no necesitaba que sus hijos supieran que había mantenido alerta la vigilancia en Snowdin enfocándose justamente por sus acciones personales. No había pensado en un principio que tuviera que saber algo detallado ahora que sus hijos habían vuelto en unión de lograr la venganza, pero ahora que la humana mostraba ser un elemento de lo más extraño conforme conocía algo de ella, había dejado el tema en silencio hasta que pudo estar completamente a solas y sin pendientes urgentes.
-Las seguí hasta que se detuvieron. –Continuó el felino monocromático tras ver que su jefe no le pedía detenerse. –La humana no le presentará problemas, señor.
-¿Quién fue quien se la llevó y hacia dónde?
No recibir una respuesta inmediata le extrañó al esqueleto. ¿Desde cuándo sus extraños seguidores parecían mostrar un interés legítimo?
-La señora Bonnie Bunny, la llevó consigo a La madriguera y no salió de ahí en el tiempo que me quedé observando. –Contestó tras unos segundos extraños en el ambiente formado. –Señor... fui yo quien hizo que la coneja viera a la humana.
Dejando a un lado la noticia desagradable que le era saber sobre la intromisión de la vieja amiga de su esposa, Don Gaster se sentó en su cama sin saber cómo reaccionar ante eso. Desde que el grupo de seres descoloridos se habían presentado ante él ofreciendo su total lealtad sin esperar algo enriquecedor a cambio, no había presentado el inconveniente de que tuvieran intereses propios con los que lidiar a diferencia de lo hormonales que se estaban volviendo sus hijos conforme crecían.
Ver que el felino, que mayormente lo utilizaba como chofer cuando Papyrus no podía serlo, mostraba cierta preocupación por un posible regaño de su parte le era extrañamente incómodo. Por supuesto que no había sido una orden de su parte que el felino se quedara vigilando a la humana ni mucho menos que viera el modo de mantenerla resguardada en algún lado, pero le había sido más que conveniente que lo hubiera hecho y no cabía regaño alguno por esa acción. Aunque ahora le intrigaba mucho más el porqué de sus acciones individuales hacia una posible preocupación hacia un ser que, a su perspectiva, no había dado razones para que quisieran tomar tales medidas.
Y por suerte para él, no necesitaba preguntarle al respecto al ser su silencio más que suficiente para que siquiera hablando.
-La humana... siempre nos dejaba comida preparada que jamás tomamos al no tener la orden de poder hacerlo. –Se explicó el felino sin mostrar una emoción específica de por medio, comprendiendo que tenía que seguir hablando hasta que el jefe le pidiera detenerse. –Sólo quise devolver el gesto sin romper mis órdenes, señor.
-¿Se lo pediste a esa francesa? –Preguntó queriendo omitir lo raro que le era que tuvieran consideración con eso.
-No, sólo hice que viera a la humana acostada en los asientos sin que me viera a mí. –Aclaró de inmediato. –Sabemos lo solidaria que es esa señora porque la hemos observado desde tiempo antes.
El esqueleto no dijo nada al respecto. En efecto, esa señora era capaz de auxiliar cuando lo considerara necesario, pero eso no le quitaba lo irritante que se volvía cuando las cosas no le parecían. Si la humana se había quedado en aquel cabaret, podría negociar el que siguiera manteniéndola ahí sin ser vista hasta que pensara en qué hacer con ella realmente. En cuanto fuera importante para Sans y para la flor, tenía que mantenerla retirada para que no fuera un obstáculo que entorpeciera sus planes. Era desagradable para él tener que llegar a eso...
-Bien, puedes retirarte.
El felino grisáceo hizo una reverencia antes de retirarse de su habitación personal. No fue hasta quedar solo por varios minutos que terminó desplomándose en su cama con total cansancio y demasiadas emociones que no debía de siquiera permitirlas aparecer. Reconocía para sí mismo estar aterrado con lo que tenía que afrontar ahora, pero si algo le había enseñado la vida misma era que no podía mostrar debilidad alguna o de lo contrario podrían manipularlo desde ahí. Su querida esposa había pagado por su mismo descuido.
Sobrevivir, ese siempre había sido su enfoque principal en cada una de sus jugadas, en cada uno de los movimientos que realizaba y reglas que imponía para mantener todo en margen. Pero aquellos niños que corrían con alegría hacia él cada vez que volvía a casa, eran ahora adultos que lo odiaban. ¿Cómo los protegería una vez que se apartaran de él? Una vez que acabaran con el Gran Don, nada garantizaba que estuvieran a salvo... si es que lograban realmente acabar con él.
Estaba furioso de que el monstruo jefe se atreviera a borrar la sonrisa más linda que el mundo entero pudo contemplar una vez, estaba dispuesto a vengar su muerte sin importar que la vida le costara... pero la sensación de dejar descuidados a sus hijos que seguían sin aprender la importancia de las decisiones, era algo realmente duro para él. Lo que fuera que los había tenido unidos en ausencia de su esposa, se había borrado por completo ahora que sabían la verdad. Los perdería realmente en cuanto todo acabara y no estaba en postura de pedirles que no se fueran. Tenían sus razones para odiarlo, por mucho que siempre se había sacrificado por ellos estando solo.
Pero si había un precio por pagar para remendar sus males... afrontaría todo con cabeza en alto, como siempre lo había hecho. Si sus hijos querían estar lejos de él, al menos se aseguraría de que no tuvieran la mayor amenaza de todas persiguiéndolos por sus propios errores personales.
Se levantó de su cama con esos pensamientos en mente y se aseguró de mantener su seriedad de siempre antes de salir de su habitación. Necesitaba una buena taza de café para la posible noche que tendría que afrontar. Realmente no le daba gracia tener que hablar con esa coneja de nuevo.
-¡Oh querido! Estaba por llevarte tu café, huhuhu.
Y para su desgracia, tenía que lidiar con ese fastidio en su propia casa. Cualquier penitencia que estuviera pagando, ya le era más que suficiente con la acosadora.
No había tenido que bajar las escaleras para tener que ir por su café, ya que la chica arácnida estaba ahí de pie, teniendo con cuidado una pequeña taza que tal parecía que había estado dispuesta a llevárselo a su cuarto pese a dejar en claro que no tenía permitido hacer eso. Ni sus hijos podían entrar a su cuarto sin su permiso y esa chica parecía dispuesta a romper SUS reglas pese a ser piadoso con ella de resguardarla en su casa. En verdad que no había reparo en ella.
Aunque por el aroma que le llegaba a cierta distancia, tal parecía que la chica en verdad sabía cómo le gustaba su café. Le era desagradable saber eso.
-Llevamos poco tiempo ejecutando nuestro plan de momento ¿Por qué no estás en tu puesto, Muffet? –Le cuestionó mientras tomaba la pequeña taza con una de sus manos amatista que había invocado.
-No soporto el frío, mucho menos la nieve. –Contestó algo apenada de que le llamaran la atención. Bajando el pequeño plato que había sostenido con la taza. –Quería pedirte una de tus largas gabardinas para poder salir.
-Hace tiempo te compré una. Usa esa.
La araña simplemente se rió, como si hubiera sido atrapada en una travesura infantil sin importancia. En verdad que no tenía tiempo para sus tonteras, pero su presencia tal vez podría serle de mayor utilidad ahora que tenía que lidiar con algo más grande que las estupideces de una joven sin salvación.
-Vete a tu puesto y en la noche dirígete hacia La madriguera. –Le indicó mientras bajaba las escaleras con calma, pasando de lado sin mirarla. –Hay algo qué arreglar ahí antes de que las cosas empeoren más.
Aunque escuchara la respuesta positiva (y desagradablemente emocionada) de la monstruo, Don Gaster se limitó a seguir adelante hasta llegar a su cocina. Dejando la pequeña taza vacía sobre la barra.
...
La nieve sobre Snowdin era realmente densa estando sobre el techado fumando, pero no era algo que le preocupara a Sans si se tenía a un ser completamente de fuego a lado para evitar cualquier frío con el contacto. Aunque fuera un acto imprudente de su parte estar más lejos de lo que era su punto de vigilancia, en cuanto no perdiera la vista de ello en las alturas, no lo consideraba tan grave. O al menos de eso se convencía al necesitar con mayor urgencia el entablar conversación con su amigo, quien lo había teletransportado consigo en cuanto les permitieron retirarse y había estado dispuesto a escucharle sin siquiera emitir una petición de por medio. Al menos tuvo la consideración de ayudarle a acomodarse con el pie lastimado para que no fuera mucho abuso de su parte.
Exhaló todo humo antes de seguir hablando, contemplando el extraño paisaje que daba el barrio en la estación presente. Aunque estuviera completamente blanco, no dejaba de ser tan lamentable y sin capacidad alguna de mantener color por su cuenta. La pequeña gama que había comenzado a surgir ahí le había obligado a que se retirara pese a ser la razón por la cual se había quedado sin hogar. Vaya el descaro suyo.
-Y bien ¿qué opinas? – Soltó Sans tras un largo rato hablando sin parar. Había sido algo agotador relatar todo lo que había pasado desde la explosión de la florería hasta la fatídica forma en la que se había enterado del asesinato de su madre. –Tienes libertad de considerar que todo está de la mierda ahora. Aun cuando ya parecía estarlo desde antes.
-No lo pudiste decir de mejor forma. –Se burló Grillby con una tenue sonrisa, mirando de igual forma hacia el poco horizonte que dejaba ver los edificios. Estaban en el techo de su bar y no era para nada alto a comparación de las viviendas cercanas. –Un conflicto con el Gran Don... Maldición, me acaban de meter a un acto suicida.
-Nunca escuché que te negaras.
-Negarme a tu padre era igual de suicida. –Renegó sin verdadera importancia, como si su reproche estuviera enfocado en algo fuera de todo contexto. –Pero al menos estando de tu lado puedo asegurarme de que no te metas en problemas. Mas de los que por sí ya estás.
-No te pondría en riesgo, Grill, tu sobrina no me lo perdonaría. –Rió Sans de tan sólo pensarlo. –El viejo solo quiere mayor vigilancia de la que pueda contar al no tener precisamente aliados de momento. Además de que cuando consigamos el dato que necesitamos para vengarnos, sólo tú podrías dar con todo lo demás.
-Mi vieja profesión me sigue persiguiendo ¿eh? Vaya... en verdad que no le hago nada bien a Fuku. Sus padres me matarían si supieran...
Sans no contestó al enfocarse en seguir consumiendo su puro con calma. El humo le calmaba de alguna manera su nerviosismo ante lo que se avecinaba para ellos. Aunque su enojo por lo cometido fuera un sentimiento en común en su familia, el estar tan divididos le hacía sentirse en mayor desventaja de lo que por si el panorama ya presentaba ante ellos. Nunca habían sido una familia armoniosa desde la pérdida de su madre, pero al menos tenían razones para cuidarse el uno al otro con tal de no perder a nadie más. Mientras que ahora... estaba tan fragmentada su familia que cualquiera podría darles el golpe final ahora. Incluso entre ellos y nadie podría culparlos por intentarlo.
Papyrus, quien había sido su apoyo para creer que no todo estaba perdido entre ellos, oficialmente habían terminado sin confiar realmente en el otro. Habían dejado de considerar como un padre y más como un jefe a la cabeza de la familia, pero entre ellos luchaban en silencio de seguir siendo hermanos antes que simples compañeros. Tal vez su error había sido soltar la información tan directa de lo que había pasado, pero no consideraba apropiado mantenerlo en secreto si su vida también atentaba. No, no necesitaba que lo apartaran de algo más en tal situación y no se arrepentía de haber sido sincero con él, por mucho que aquello hubiera sido el golpe final que terminó con lo que fuera que les tenía unidos.
En cuanto al viejo... odiaba el hecho de no poder odiarlo pese a todo. Aunque fuera el culpable de todo, no podía detestarlo por haber intentado hacer lo que fuera por un bien mayor. Él mismo no sabía siquiera qué hacer con su vida ahora, no querría imaginarse lo que eso sería teniendo bocas que alimentar. Pero tampoco podía perdonarlo, no importaba cuántas excusas quisiera darle. No era alguien que mereciera tanta piedad y sabía que el viejo estaba de acuerdo de algún modo. Por experiencia propia sabía detectar cuando alguien estaba en un punto de su vida que ya no le importaba lo que fuera a pasarle con él mismo. Sólo había venganza en esa alma para querer descansar en paz.
-Lamento que tuvieras que apartarte de la humana. –La voz de Grillby irrumpió sus pensamientos sin siquiera saberlo. –Pero coincido en que hiciste lo correcto si tanto te preocupa.
-Si...
-También es una pena que no pudiera entregarle las flores que le mandaban. Deberías de tener cuidado, comienza a tener algunos fanáticos esa humana. Podrían bajártela.
-Seguramente se las mandaron mejores sujetos que yo. –Contestó sin darle importancia a ese dato y a la risa de su amigo. Fumando con mayor intensidad sin apartar la vista de la calle poco habitada. –Cualquier sujeto podría ser mejor para ella que yo.
Aunque no fuera su intención sentirse más miserable de lo que ya estaba, Sans no pudo evitar pensar nuevamente en ella y su última conversación. Sabía que si no se hubiera ido tan cortante, seguramente estaría hablando con ella horas sin parar al encantarle su forma de expresarse pese a lo inusual y conflictivo que se volvía conforme avanzaba. Eso le habría hecho mucho más difícil su despedida.
¿Qué estaría haciendo Frisk ahora? Considerando que sólo le había dejado lo del boleto de tren, esperaba realmente que hubiera podido regresar sana y salva al pueblo del que venía. Tal vez estuviera mejor con su familia, tal vez podría ver otro modo de encontrarse con el sujeto que estaba buscando. Tal vez podría hacer una nueva vida más tranquila, menos problemática estando en la ciudad... Tal vez podría formar una vida entera junto a alguien que podría apreciarla como la magnífica mujer que venía siendo. Tal vez incluso podría formar una familia y tener la vida feliz que se merecía...
Porque todo eso era algo que simplemente él no podría darle nunca.
Heh... pensaba como si hubiera tenido una mínima oportunidad para empezar... Que idiota.
No odiaba su familia pese a todo, pero si su vida misma. ¿Cómo era que de ningún modo podría merecer una pizca de felicidad? Todo lo que era él mismo le alejaba de aquella chica, por lo que no tenía opciones una vez más si quería mantener a salvo aquello que fue bueno para él por muy efímero que lo hubiera sentido. Ya le había causado demasiados malestares como para seguir permitiendo que se acumularan al grado de perderla realmente. No, eso era algo que jamás se perdonaría.
Frisk le había preguntado directamente sobre sus sentimientos, tan cortante y sin rodeos como sólo ella podría hacerlo. Pero él no podría responderle por mucho que quisiera, no sin lastimarse a sí mismo ante la realidad que presentaba de antemano. Heh... tal vez sólo se estaba protegiendo más a él mismo que a la chica particularmente... Ya que le dolería escuchar de ella misma lo que era más que obvio, aun cuando fuera lo suficientemente tenaz en no querer darle forma a algo que emocionalmente ya lo tenía pese a toda su negación de por medio. Hasta para él era estúpido negarlo a esas alturas. ¿Cuántos eran ya que sabían a la perfección qué era lo que pasaba con él? Odiaba tener que mentirse, pero era la única forma de mantenerse cuerdo en cuanto tuviera cosas que hacer.
Ahora comprendía porqué el viejo había puesto esa regla respecto a las mujeres. En verdad eran una debilidad incontrolable.
-Oye, tranquilo. Yo sólo estaba bromeando... aunque si le mandaron flores a la humana. –Nuevamente la voz de su amigo le interrumpió sus pensamientos, aunque a esas alturas eran màs un tormento que cualquier cosa. –Unos niños le han estado dejando cosas en los escombros de la florería. Aunque dejaron de hacerlo en cuanto se presentó la primera nevada. Supongo que sus padres no les permiten salir así.
-Ajá... –Comentó Sans sin darle mucha importancia.
-En una de esas veces fue que me atacó la yakuza.
-¿Qué? –Se giró el esqueleto, quedando sorprendido de saber ese dato al grado de bajar su puro. –La yakuza te atacó en mis dominios ¿y no se te ocurrió contármelo en ningún momento?
-¿Ahora si tengo tu atención? –Le reprochó con algo de gracia, no dándole importancia al asunto pese a ser notorio cuánto le dolía su pie. –Al no saber nada de ti tras la explosión de la florería, me puse a investigar en el lugar y me topé con uno de esos sujetos. Reconozco que salí vivo de milagro, era bastante rápido.
-¿Cómo sabes que se trataba de alguien de la yakuza?
-Porque no lo negó cuando le pregunté. –Respondió en el acto mientras se acomodaba en su sitio al serle incómoda la posición de su pie lastimado. –Además de que me preguntó si sabía algo de la florista antes de intentar matarme. Eso me confirmó que el atentado no había sido por ellos, antes de saber que habías sido tú mismo quien provocó la explosión.
-¿Averiguaste algo más? –Insistió el esqueleto, pasando de largo toda culpa de por medio.
-Solo que me pareció extraño que hiciera una reverencia a los objetos que dejaron los niños en los escombros. Supongo que era una señal de respeto ahora que lo pienso.
-Eso significa que la creyeron muerta. –Comentó Sans más para sí mismo que para su amigo. –Claro, hasta que tú les confirmaste de algún modo que no era así. Maldición...
Se paró en el acto, como si con ello pudiera aclarar sus ideas que ya le estaban torturando con mucha anticipación antes de dar con algo peor. Si la yakuza se ponían a buscarla... ¿estaría a salvo o no? Esos sujetos aun no mostraban sus verdaderas intenciones en cuanto a ella. Incluso la flor parlante que parecía saber de ellos, desconocía lo que fuera que quisieran con ella para vigilarla sin intervención alguna. Si Frisk se trataba de la hija del líder pasado... ¿la habían estado cuidando en la distancia sin intervención? No, no lo creía así dado que permitieron toda la intromisión de los perros del grupo del Gran Don, sin contar en la explosión que no pasó desapercibida por nadie. ¿Habrían querido su muerte entonces? Y si habían ido a asegurarse de que había muerto en verdad y ahora tenían dudas...
Genial, lo que menos necesitaba ahora eran más enemigos que quisieran su cabeza.
-¿Debo decir "lo siento" por eso? –Cuestionó Grillby sin entender del todo su comportamiento.
-No, pero ahora no sé que más hacer. Desconozco el lugar en donde esté y...
-Sans, si tomaste la decisión de vengar la muerte de tu madre, en verdad deberías dejar que siga su trayecto sin importar esa amenaza o no. –El ser de fuego hizo todo esfuerzo para ponerse de pie sin el apoyo de sus muletas. –Sé que no es apropiado de mi parte decir eso dada la situación, pero si ella es tan importante para ti... lo mejor es que la dejes hacer su vida por su cuenta. Al menos así la alejarías del Gran Don.
Sans miró la calle que se suponía que estaba vigilando una vez más. Odiaba lo que le decía el bartender, pero no podía evitar estar de acuerdo con cada palabra. La yakuza parecía ser muy peligrosa, pero no se comparaba con la amenaza del Gran Don y su descomunal fuerza dispuesta a acabar con todo a su paso sólo por su entretenimiento personal. No podía elegir protegerla del todo lamentablemente, pero si podía alejarla de un problema que él mismo le había provocado, no había nada más que pensar al respecto.
Tiró lo que le quedaba de puro hacia la calle, notando como éste se apagaba mucho antes de siquiera tocar el suelo ante tanta frialdad que abundaba en el maldito barrio que le tocaba vivir, y posiblemente, morir en él.
-Si... tienes razón, Grill. Es momento de que me olvide de ella.
...
Por mucho que Frisk hubiera estado dispuesta a prepararse mentalmente para lo que estaría por presenciar, no podía contener las ganas de taparse el rostro cada vez que uno de los conejos entraba a camerino y se desvestía frente a ella, arrojando la ropa en alguna esquina para cambiar de vestuario igualmente llamativo y que cubría poco para su perspectiva. No importaba que fueran machos o hembras, era realmente vergonzoso que hicieran tal cosa sin pudor alguno. ¡¿Cómo era que no les importaba mostrar así su cuerpo?!
Apenas llevaba una hora trabajando entre presentaciones y ya se estaba arrepintiendo de haber aceptado hacer algo así. Era difícil levantar la ropa sin mostrar demás al momento de agacharse, ¿cómo era que existía un vestido tan corto? ¿Por qué nadie pensó en lo molesto que sería trabajar así?
-Awww, eres tan adorable. –Escuchaba que algunos le decían cada vez que se tapaba la cara o la parte trasera de su vestido al momento de agacharse.
Aunque la curiosidad era grande por el ritmo de la música y uno que otro grito de júbilo, se limitaba a estar limpiando y recogiendo todo en vez de asomarse al escenario para ver qué clase de espectáculo daban. Ya era suficiente para ella tener que estar a tanta cercanía recogiendo su ropa constantemente como para ver algo más que pudiera no ser de su agrado.
Aprovechando que no tenía a nadie alrededor, se dirigió al siguiente camerino para recoger lo que le faltaba de ropa y no tener que toparse con nadie semi desnudo. Pero por lo que observaba a su paso, se trataba de un camerino diferente a los otros dos que ya había pasado. Era más pequeño a comparación, más individual le parecía al observar las fotografías que estaba colgadas en algunas paredes. La mayoría de las fotografías eran de la señora Bonnie con sus... (¿quince? ¿veinte?) hijos junto con un señor conejo que supuso que sería su esposo fallecido. Pero en unas pocas parecía estar completamente diferente la señora conejo, viéndose mucho más joven y portando unas prendas muy similares a la que sus hijos tenían actualmente para sus espectáculos. Le era curioso verla de tal modo pese a conocerla poco, pero en cuanto se topó con una fotografía en la que estaba acompañada de dos monstruos más fue que se olvidó por completo de que estaba ahí para recoger ropa sucia. Incluso tomó la fotografía para poder verla con mayor cercanía.
La que estaba en el medio era muy parecida a la monstruo que recién había conocido con cara de pez, suponiendo que se trataba de la hermana que la señora Bonnie había mencionado. Pero al otro lado de la monstruo tipo sirena estaba una esqueleto, portando una vestimenta tan similar a las otras dos en aquella fotografía y sosteniendo un micrófono, seguramente cantando dada las expresiones que todas tenían en aquel impreso. Se veían tan contentas juntas, como si nunca se hubieran percatado de que les habían tomado esa fotografía al estar más concentradas cantando.
-Se... veían lindas ¿verdad?
Frisk se giró abruptamente, temiendo que pudieran regañarla por estar revisando objetos de alguien más, pero para su sorpresa se trataba de Shyren, la chica con cara de pez y todavía con problemas de garganta por lo que notaba. La chica parecía haber estado ahí sentada desde hace tiempo y Frisk no se había dado cuenta. Se sintió mal por eso y bajó el cuadro lentamente hasta querer acomodarlo en su posición exacta en la pared, pero la monstruo le sonrió mientras se dirigía hacia ella sin intenciones de regañarla por lo que le indicaba su expresión.
-La de aquí... es Lyra, mi hermana. –Señaló a la monstruo que evidentemente se parecía más a ella pero mucho más alegre. Era algo que le había parecido obvio después de todo. –Ella es... la señora Bonnie de más joven... y la de aquí es la señora Gaster. Eran mejores amigas y cantaban juntas.
-¿Qué le pasó a tu hermana? –Preguntó de inmediato al darle curiosidad, pero rápidamente se dio cuenta de lo impertinente y descuidada que había sonado.
-La mataron... por un robo. –Su mirada de tristeza aumentó más al comentar tal cosa. Frisk no encontraba el momento para disculparse sin verse grosera ahora de interrumpirle. –El canto no le daba suficiente dinero... y ella me cuidaba. No teníamos más familia. Así que... ella robó algo de dinero a unos mafiosos que le atraparon en el acto.
-Lo lamento mucho. –Se sinceró Frisk en el acto.
-Está bien, ya pasó hace mucho... No la culpo por haber intentado darme algo mejor. –Su voz no alentaba a que se sintiera mejor realmente, pero la humana optó por no comentar nada más. –La señora Bonnie y la señora Gaster me ayudaron mucho después de eso.
-¿Conociste a la mamá de Sans?
-¿Sans? Oh, el hijo... –La monstruo pareció algo confusa con eso. Tal parecía que no estaba muy familiarizada con otros integrantes de esa familia. –Si... era muy amable. Lamenté mucho su muerte. Supe que habían sido unos humanos que asaltaron su casa.
-No, al final no fue eso.
-¿Qué? –La monstruo carraspeó un poco su garganta al darle bastante tos tras escuchar eso. –Entonces...
-¡Oh! Aquí están las dos. –La señora conejo había entrado al camerino con la energía que parecía caracterizarla. –Shyren, ayúdame con este accesorio, por favor. Cachorrita...
-Lo siento, me distraje un poco. –Se anticipó Frisk a contestar antes de cualquier regaño, pero por la risa de la coneja supuso que no iba a ser el caso. –Enseguida me pongo con mis labores.
-Tranquila, tranquila, no tiene nada de malo ver un poco. –Le guiñó el ojo mientras se sentaba en su silla para que la chica pez le arreglara el plumaje de su peinado. –Adelante, contempla el talento que tenía mi esposo.
-¿Su esposo las tomó? –Señaló los marcos un tanto contrariada de que no le regañaran.
-Si, a él le encantaba la fotografía, pero nunca quiso dedicarse a eso. Consideró que le daba más ganancias ser un mercader que un simple pasatiempo, ¡pffff! –Rodó los ojos con algo de burla antes de seguir hablando. Shyren simplemente rió de su reacción mientras tenía cuidado de no arruinarle su peinado. –Al menos me dejó algo con qué recordar varios momentos bonitos.
-¿En este...?
-¡Oh! En ese estamos Lyra, Arial y yo. –Contestó con alegría al ver cuál foto señalaba. –En ese día nos pusimos a crear nuestros vestuarios y a simular que en verdad estábamos en un escenario. Mi esposo nomás llegó y nos tomó la fotografía sin avisarnos. Nos reímos pensando en que saldríamos mal... pero resultó que no fue así.
Frisk se enfoqué en ver más allá de la fotografía ahora que sabía tal historia de esa toma. Contemplando a la esqueleto que le llamaba la atención, comenzaba a ver ciertas facciones que no comprendía cómo era que no le había llamado al principio. Esa sonrisa era idéntica a la que Sans esbozaba salvo más... alegre en verdad. La esqueleto de ahí parecía en verdad disfrutar de su vida pese a todo, aun con la escasez que Sans le había descrito su vida que le había orillado a una vida delictiva. ¿A la señora Gaster le hubiera gustado que su familia se volviera mafiosa? ¿Seguiría sonriendo de esa forma si supiera que se trataban de asesinos? ¿Cómo era que alguien tan sonriente y amable como le describían, estuvo casada con alguien como Don Gaster? Parecían contrastes muy grandes.
-Si te interesa ver más fotos de ellas, tengo unas cuantas aquí. –Mencionó la señora Bonnie mientras sacaba unas cosas de su cajón, olvidando que Shyren le estaba acomodando sus accesorios y ahora se había movido todo. –Creo que si ese señor supiera que las tengo, me iría mal.
Frisk tomó las fotos con cuidado al sentir que se trataba de algo que era valioso para la coneja. Shyren sólo le sonrió desde su sitio como si ya conociera el contenido de esas impresiones de antemano y se dispuso a seguir con lo que le habían pedido y estaba arruinado de nuevo. Algo apenada de que estuviera flojeando cuando se suponía que debía de recoger la ropa, se puso a contemplar las fotografías sabiendo que contaba con su permiso. No podía evitarlo, realmente sentía curiosidad ahora.
La mayoría de las fotos parecían ser tomadas sin que ellas se dieran cuenta, incluso algunas borrosas por el movimiento que apenas y podía contemplar la silueta de ellas. Otras parecían estar posando en algún barandal de escalera, sonrientes las tres de permanecer juntas. Pero se detuvo en una en particular al ser muy diferente de todas las demás, incluso de las que estaban colgadas cuidadosamente en las paredes. El fotógrafo parecía que había querido capturar el momento en el que una esqueleto con un vestido muy largo arrojaba un ramo de flores en la orilla de un barandal, mientras que otro esqueleto de mayor altura y trajeado le sujetaba... sonriendo.
No podía creerlo... ¿Ese era Don Gaster? Aunque fuera muy tenue su sonrisa, se le veía feliz.
-¿Esta foto de qué es? –Preguntó Frisk mientras la mostraba a los presentes.
-Oh... no me acordaba de esa. –La sonrisa de la conejo se vio algo forzada, como si no fuera precisamente grato ver esa imagen en particular y no pudiera decir mucho al respecto. –Fue de cuando los conocimos por primera vez. Tomamos el mismo crucero para venir a vivir aquí a Ebott. Ellos eran una pareja recién casada mientras que nosotros ya teníamos un par de años casados. Mi esposo tomó esa fotografía al llamarle la atención los gritos que soltaba Arial, despidiéndose de su querida Italia.
-¿Usted también es de Italia?
-Oh mon Dieu, no, jajajajaja. Yo soy de Francia, le pays de l'amour. –Le guiñó un ojo nuevamente, borrando la leve preocupación que parecía haberle dado tras ver la foto que aun sostenía en sus manos. La humana no había entendido nada de lo que había dicho en otro idioma. –Puedo darte consejos amorosos el día que gustes.
Frisk no comentó nada más tras eso y nuevamente contempló el impreso antes de entregarlo de nueva cuenta a su dueña. Ver a Don Gaster feliz era una cosa que seguía sin poder procesar tras el poco tiempo que le había conocido, pero ver que la esqueleto que tenía sujetando era tan feliz... ¿Pero porqué estaba arrojando su ramo de flores al agua? ¿Porqué su ramo de flores parecían ser lavandas a lo que alcanzaba a distinguir? No eran flores apropiadas para un ramo de bodas y parecía notar que eran bastantes acumuladas para que pudiera tratarse de un ramo para empezar. Aunque tampoco estaba para juzgar los gustos personales que pudiera tener en su momento la señora esqueleto. Tal vez simplemente había sido tan extraña como lo era ahora Sans.
Sans... ¿Qué estaría haciendo ahora? ¿Estaría bien?
-¡Mamá! Hay un problema. –Un conejo a medio arreglar entró sin preguntar y con prisa. Pese a entrar a un camerino en donde pudiera encontrar a su propia madre arreglándose, tal parecía que no le importaba. –Vino...
-Ahora no, hijo. Mi turno está por iniciar. –Le interrumpió mientras se paraba y se miraba en el espejo, contenta con el resultado.
-Pero mamá...
-¡Mamá! ¡Don Gaster está aquí!
Otra coneja había entrado con prisa, sin importarle de igual modo si alguien estuviera cambiándose en ese momento. ¿Qué no conocían sobre la privacidad en el lugar? Sin embargo parecía que sí conocían del miedo, ya que la mención del nombre nuevamente les tuvo paralizados a todos los presentes sin saber qué mas decir al respecto.
Frisk incluso tardó en recapacitar al respecto mientras comenzaba a sentir una presión en su cabeza, como si tuviera ese zapato bastante lustrado sobre ella una vez más. ¿Porqué Don Gaster estaba ahí? De todos los seres que conocía en el mundo, él era al que menos querría volver a ver en su vida. Las múltiples posibilidades que se formulaba en su mente no le llegaban a nada bueno. No parecía ser alguien que buscara esa clase de contenido visual, aunque por lo que sabía de él respecto a que les pagaba a sus hijos para que obtuvieran esa clase de placeres, todo podría ser posible a esas alturas. ¿O acaso sabía de ella ahora y nuevamente buscaría agredirla? ¿Qué pasaría con toda la familia Bunny? ¿Qué pasaría con Flowey?
La señora Bonnie parecía seguir viéndose en el espejo con calma, pero de algún modo parecía que no estaba devolviendo la mirada a su reflejo. Viendo más allá de lo que podía contemplarse mientras suspiraba tenuemente antes de poder emitir palabra alguna.
-¿Viene por el pago del mes? –Preguntó sin apartar la mirada del espejo. –El no suele recoger el dinero.
-Solo pidió verte a ti a solas. No dijo motivo. –Tomó la palabra el primer conejo que había entrado, mirando de reojo a la humana que no sabía qué hacer en ese momento. –Aunque puedo hacerme una idea del porqué.
-Nunca supongas nada, sólo mantente alerta sin dar juicios adelantados. –Por el tono que había empleado, parecía que le había regañado por algo que Frisk no lograba captar. –¿Viene acompañado?
-Con uno de esos secuaces grises extraños.
-Bien, tráeme mi escopeta. Puede que la necesite en un rato más.
-Mamá...
Aunque los dos conejos quisieran decirle algo, la señora Bonnie había salido con paso decidido sin necesitar que le dijeran hacia dónde dirigirse. Rápidamente su hija y Shyren le siguieron como si quisieran evitar algo, pero el conejo se había quedado en el lugar mientras seguía mirando a la humana que ahora le extrañaba que le contemplara de esa forma. ¿Acaso el vestido no era de su agrado? Podría estar de acuerdo con él si tan sólo lo comunicara, no había necesidad de que fuera tan persistente con la mirada.
Sin que pudiera reaccionar con tiempo, el conejo se le había acercado y puesto una mano sobre su cabello, acariciándola levemente como si tratara con un verdadero cachorro que hubiera encontrado en la calle.
-Nuestra familia ha pasado por muchas desgracias. –Comentó en conejo por lo bajo, dando a entender que era algo que sólo quería que ella le escuchara. –Por favor, no seas una más.
Tras ello, quitó su mano y se apartó del lugar sin decir nada más. Frisk no tenía ni idea de cómo reaccionar a tal gesto. ¿Le había comentado eso con desagrado o con preocupación? No le quedaba claro del todo, pero si podía comprender que le estaba relacionando a ella con la llegada de Don Gaster al establecimiento. ¿La familia entera podría estar en un problema sólo por haberla acogido en su hogar? Eso sí que no era justo, ella no quería causar problemas a nadie. ¿Tendría que irse ahora? Y si era así... ¿a dónde?
No queriendo que el jefe de familia esqueleto lastimara a la señora Bonnie por algo que no tenía motivo, salió del camerino con paso prisa para buscar el lugar que fuera en el que estuvieran reunidos, pero tras dar varios pasos sin pensar en nada más que detener un conflicto, se percató de qué tanto había estado recorriendo el lugar al grado de exponerse entre las mesas hasta que comenzó a escuchar demasiado ruido de por medio. Eran tantos los vitoreos hacia el escenario, la música en volumen tan alto, las risas coléricas... demasiado ruido en el lugar. Demasiado humo de diferentes puros que incomodaban su olfato y le mareaban un poco... Tuvo que regresarse al lugar de donde venía al sentirse incómoda con todo. Ni siquiera en la fiesta extraña de Mettaton se había sentido de esa forma, aun cuando parecía tener mucha atención al haber sido su acompañante. ¿Acaso era porque el público era diferente?
No queriendo darse vencida, se limitó a asomarse por si pudiera encontrarlos entre la muchedumbre, pero no encontró nada más que seres viendo el espectáculo que algunas conejas mostraban mientras bailaban con abanicos gigantes y muy emplumados. ¿En dónde pudieran estar? ¿Acaso estaban dentro de lo que era la casa y no el extraño local? Tratando de recordar el modo de regresarse a ese punto sin tener que atravesar de nuevo el lugar, retrocedió un poco por si lograba ver algo más antes de retirarse por completo.
La señora Bonnie había sido muy amable con ella pese a ser completas desconocidas entre ellas, incluso sus hijos habían sido muy amistosos a su manera pese a lo raros que eran para ella. No quería que les pasara algo malo sólo porque ese esqueleto tuviera un prejuicio contra su persona. ¿Y si la lastimaba al igual que como le había hecho con ella?
-Hey, humana.
Una voz extremadamente empalagosa le sacó de sus pensamientos, mas no tuvo que buscar el origen de esa voz con la mirada al estar la causante justamente acercándose hacia ella desde arriba. Al principio le había parecido extraño que una monstruo estuviera apareciendo desde las alturas hasta percatarse que se trataba de la chica arácnida que había visto llegar a la casa de la familia esqueleto. Supuso de inmediato que tendría la facilidad de colgarse por el tipo de monstruo que era, pero, ¿qué hacía ahí? ¿Por qué le llamaba directamente a ella?
Aunque se sintiera incomodada con su presencia ahora que había aterrizado con suma destreza frente a ella, no tuvo la necesidad de pedirle que se retirara dado que parecía querer realmente buscarla. La monstruo de múltiples extremidades le observó con todos sus ojos mientras emitía una suave sonrisa que dejó en visto un par de pequeños colmillos. Estando tan de cerca, Frisk se preguntó si la había buscado para morderla ante un posible veneno que pudiese portar. ¿O sólo estaba haciendo un prejuicio de su especie?
-En verdad eres la amante de Sans ¿cierto? –Soltó sin más la arácnida sin querer entrar a rodeos.
-No... no soy nada de eso.
La situación comenzaba a incomodarle. ¿Qué todos la conocerían así? No comprendía cómo era que gran parte de quienes le rodeaban habían llegado a esa conclusión errónea. Pero muy a su pesar, no podía evitar recordar cómo había reaccionado Sans al querer hablar precisamente de ese tema. Frisk se contuvo una vez más al no considerar oportuno verse débil ante alguien que le incomodaba en muchos aspectos, sin embargo, su respuesta inmediata pareció divertirle a la monstruo más de lo que debería.
-Podrás engañar a aquellos que no tienen ojos, pero no a mí que los tengo y en gran cantidad, huhuhu. –La chica arácnida parpadeó constantemente sus alargados y oscuros ojos a modo de comprobación de sus palabras. –Esa mirada cómplice que se lanzaban los dos en la cena... no era cualquier cosa. Algo tienen entre ustedes.
La plática le era de lo más extraña para Frisk ¿por qué ella estaría interesada en entablar una conversación así con ella si ni siquiera se habían presentado o saludado? No sabía cómo explicarlo, pero por la forma en que la miraba tan despectiva tras esa sonrisa persistente, de alguna forma le quedaba claro que no le agradaba, por lo que no había necesidad de que quisiera simpatizar con ella con casualidad. Más le valía mantenerse alerta si no quería ser lastimada de nuevo, ya estaba harta de todo eso. Pero además... ¿por qué insinuaba que había algo con Sans? ¿Acaso nuevamente no se había percatado de algo? ¿Por qué los demás si se daban cuenta de esas cosas y ella no? ¿Qué acaso era normal en la ciudad no decir nada y ser más que suficiente eso? No tenía ningún sentido.
No sabía cómo estaría la señora Bonnie con semejante esqueleto, no tenía tiempo para tal incomodidad.
-Mujer de pocas palabras ¿eh? –Se burló la arácnida tras varios segundos en silencio. –Haces bien, a los hombres no les gusta las parlanchinas ni las que dan opiniones.
-Sans me dice siempre que le gusta mi opinión.
Le había contestado tan inmediato y por impulso que, tras ver la mirada de la monstruo hacia ella, como si le analizara más allá de lo evidente, le hizo sonrojarse al sentir que había hecho algo malo y que se burlaría al respecto sin saber muy bien qué era. El que le sonriera de ese modo le hacía pensar que había caído en una trampa que no lograba ver.
-Sí, los hombres dicen eso cuando quieren conseguir algo. Así que no te creas tan importante por eso.
-¿Sólo vino a decirme eso? –Arqueó la ceja cada vez más molesta con su presencia. –Disculpe, pero tengo cosas qué hacer.
-Calma, calma. Sólo vine a advertirte, huhuhu. –La arácnida parecía estar divertida con su nula expresión, manteniéndola parada en ese preciso lugar con la simple mirada. –Pareces ser una verdadera molestia para mi querido W.D., así que hazte un favor y no pienses en poner un pie fuera de este lugar.
-¿W.D.? –Preguntó sin comprender.
-Wingdings... un apodo de cariño que le tengo a mi querido, huhuhuhu.
Iba a preguntar ahora por ese nombre tan extraño hasta que se acordó de que la señora Bonnie lo había mencionado justamente en el día. ¿Qué no era el nombre de Don Gaster? ¿Porqué le tenía un apodo a un señor que no tenía la gracia de que le pudiera agradar tal cosa? ¿Y porqué le llamaba "querido" también? ¿Qué no eso sólo se mencionaba entre esposos? La monstruo parecía ser muy extraña, ¿porqué parecía mostrar demasiado cariño hacia un señor que parecía doblegarle la edad?
...hasta que recordó que Sans ya le había contado de ella. ¿Qué no le había narrado sobre que su padre había robado una chica de circo con cierto propósito y ahora no se la podía quitar de encima?
La arácnida frente a ella... ¿iba a ser la prometida de Sans?
-¿Te quedó claro, humana? –Preguntó la monstruo, manteniendo su sonrisa con labios pintados de rojo carmesí.
-Yo no he querido problemas con nadie, sólo quiero que me dejen en paz. –Contestó sin siquiera pensarlo. Tener que repetir lo mismo comenzaba a ser molesto. –Y que me devuelvan a mi amigo.
-Huhuhuhu, no estás en posición de negociar, humana.
-Y tú no estás en posición de amenazarme.
Olvidando por un momento que tenía prisa en encontrar a los monstruos, se quedó mirando fijamente a la arácnida que borraba su sonrisa poco a poco tras escuchar sus palabras. Por un momento pensó en que le golpearía con alguna de sus múltiples manos o que le intentaría morder ahora que mostraba más sus delgados colmillos, pero al final se limitó a menear su cabeza de un lado al otro con fingida resignación.
-Yo vine en buenos términos... pero tal parece que todos los humanos son igual de groseros. En fin, quedas advertida, humana.
Sin siquiera despedirse, la arácnida le dio la espalda y se dirigió lentamente hacia las mesas del lugar, como si formara parte del público desde un principio y encajando perfectamente con la vestimenta que traía. Frisk no sabía cómo reaccionar ante eso. ¿Era un modo de ser despectiva con ella? ¿O había pasado algo que no comprendía del todo? ¿Qué todos en la ciudad en verdad eran igual de raros? Aquella última pregunta parecía responderse sola conforme pasaban los días. No paraba de rodearse de seres que tenían un sentido común muy extraño para ella y que parecían querer culparla por todo.
No comprendía del todo qué había pasado realmente, pero el que fuera aquella chica a hablarle de tal forma no le agradaba para nada. ¿Advertirle que no saliera del lugar? ¿Porqué tendría "consideración" con ella? Le daba la impresión más bien de que sólo había querido ser despectiva con ella sin intervención alguna. De algún modo comenzaba a acostumbrarse a eso y no le agradaba para nada.
Además... ¿por qué precisamente quien iba a ser la prometida de Sans quería hablar con ella? Las posibles razones no le agradaban para nada.
***
He aquí un capítulo más antes de que acabara el mes. Comienzo a retomar el ritmo pese a todo y eso es genial, aunque aun me falta mucha organización en mis cosas personales para que todo quede sin riesgos para el otro. Reconozco que hoy que termino de escribir esto me encuentro algo cabizbaja ahora que resulta que mi abuela se mudará muy lejos y quien sabe si vuelva a verla... o que ella me recuerde ahora que su alzheimer va en aumento tras el fallecimiento de mi abuelo. Son cosas que pasan, pero no dejan de causar emociones complicadas, jeje. No obstante, soy lo suficientemente persistente para seguir escribiendo en toda adversidad.
Los quiero mucho! Y muchas gracias por seguir acompañándome en esta historia.
**inserte teorías locas aquí**
Michi fuera!
:)
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