Cap 54. La señora Dreemurr
-¡Papi! ¡Aquí nacerá una flor diferente!
La pequeña Frisk de cuatro años amaba muchas cosas en su entorno, pero una de las más grandiosas ante sus ojos era justamente el campo inmenso de flores que rodeaba la enorme casa que venía siendo su hogar. A sus hermanos les gustaba jugar entre tantos tallos largos, ocultándose entre las grandes flores o en uno que otro arbusto, pero a ella simplemente le gustaba ayudar a su padre a regar las plantas que tanto cuidaba meticulosamente y aprender de cada una. Tenía su propia regadera de plantas que su madre le había hecho con algunos materiales a la mano para que no se lastimara con algo tan pesado y metálico como eran las reales, pero para ella era más que suficiente con tal de pasar tiempo con su padre y las hermosas flores que siempre les rodeaban.
-Felicidades, pequeña. –Rió con ternura el monstruo una vez que se le acercó para ver lo que le señalaba. Pese a su gran tamaño, siempre tenía cuidado en cada uno de sus pasos con tal de no maltratar ni una hoja a su paso. –Es un brote de flor eco. Significa que en esta parte de la tierra hay más humedad que en el resto.
-Flor eco. –Repitió para sí misma para no olvidarlo. –Humedad.
-También se les conoce como "susurrantes", ya que sus pétalos repiten el sonido que perciben cerca, como si te hablaran bajo. –Comentó con una sonrisa en sus labios, seguramente contento de que la pequeña prestara demasiada atención en cada palabra suya. –Su brillo es hermoso en la noche.
-¡Quiero ver como brilla!
-Tendrás que esperar mucho para eso. –Nuevamente rió por su reacción. –Pero te prometo que cuando crezca esta flor, podremos ver juntos su brillo.
Tras la promesa, Frisk se esmeró en cuidar aún más ese brote surgido de la nada. Aprendiendo sobre sus cuidados adecuados y siendo instruida por su héroe de las flores que no tardó en enseñarle más cosas. Cultivando juntos varias semillas para plantarlas en otro lado, prestando atención en cada detalle que le daba sobre las diferencias de cada planta, de cada tallo, de cada hoja. Volviéndose una experta en poco tiempo en el arte de la jardinería y herbolaria.
Pero cuando sus hermanos simplemente no volvieron nunca más, aquella promesa comenzó a opacarse pese a sus esfuerzos de retomar el tema. Su padre pasaba más tiempo fuera de la casa por cuestiones de trabajo, y las veces en las que lograba quedarse un par de horas, terminaba peleado con su madre haciendo que volviera a retirarse de inmediato. No comprendía los gritos o las disputas, pero cuando pasó casi un año de todo eso, tuvo la comprensión suficiente para percibir que el dolor les había hecho un daño irreparable. Fue así como se dedicó ella misma a cuidar de esa flor eco hasta que tuviera el tamaño suficiente, apartada de los gritos y de la mala vibra que sentía estando en casa.
Lamentablemente para ella, no pudo esforzarse lo suficiente para quedarse en esa casa y cumplir la promesa de ver a la flor brillar. Su madre simplemente había tomado la decisión de que no podrían seguir más ahí sin explicación alguna y sin poder siquiera avisarle a su padre de que había logrado hacer que la flor eco creciera a la perfección e invitarle a ver juntos su brillo. Esa fue la segunda vez en su vida que Frisk tuvo ganas de llorar... pero no lo hizo. No cuando su madre ya estaba llorando mientras manejaba, comprendiendo que lo mejor para todos sería que no se mostrara disgustada o triste. Después de todo, las cosas lo hacían por su bien, era lo que siempre le decían.
Hasta que finalmente se hartó y tuvo que hacer las cosas por su cuenta. De lo contrario no pasaría nada para ella salvo lamentarse sin sentido alguno. Siempre agradeció cada cuidado de su madre, cada carta de su padre, pero si quería que algo cambiara en su entorno debía de comenzar a caminar por su cuenta, aprendiendo a cocinar para ella misma cuando su madre simplemente no estaba de ánimo para hacerlo, en arreglar cada cosa de la casa cuando ni siquiera se le permitía hablar con otros seres del pueblo. Siendo muchas veces instruida y apoyada por su mejor y único amigo, ayudándole de muchas maneras de poder afrontar el extraño vacío que sentía día con día pese a sus esfuerzos.
Cuando recibió una última carta de su padre, estuvo determinada en tener un nuevo brote de flores eco, cuidándolas constantemente mientras era acompañada por Flowey, esperanzada de que cuando su padre fuera a visitarla como había prometido, las pudieran ver juntos y recordara la promesa que ambos habían tenido antes de que las cosas cambiaran. Pero no, simplemente no fue sin explicación alguna y a cambio recibió dos regalos de cumpleaños bastante particulares. Y no pudiendo más con eso, tomó la decisión de nuevamente obtener las cosas por su cuenta. Esperanzada de poder encontrarse con su padre y así hacerle saber que como adulta, era tiempo de que fueran sinceros con ella. Tener las respuestas de sus infinitas preguntas que se hacía.
Pero ahora que por primera vez en mucho tiempo escuchaba su nombre... no iba a permitir que fuese a través de una blasfemia.
-Mi padre siempre ha sido un buen hombre. No lo compare con usted.
Es lo que logró sacar de entre sus labios mientras mantenía su mano completamente recta tras la cachetada que había dado. No se reconocía a sí misma tras ese impulso, pero tampoco estaba arrepentida por haberlo hecho. ¿Debía de decir algo más ante eso? ¿Tenía que esperarse un golpe de su parte ahora? ¿Qué era lo que tendría que hacer después de tal arranque de su parte? ¿Cómo era que otros lo hacían ver tan sencillo? Controló su respiración y el leve temblor que estaba teniendo en sus manos con tal de volver en sí, pero no pudo dejar de apartar su mirada en el esqueleto de cuencas agrietadas, quien le devolvía la mirada un tanto perplejo.
-Nadie se había atrevido a darme un golpe así. –Comentó Don Gaster mientras apartaba su mano de lo que vendría siendo su mejilla. No tardó en recuperar su expresión fría ante ella, aunque por alguna razón lo notaba diferente. –Te reprendería inmediatamente por ese hecho si no fuera de que estaría perdiendo el tiempo contigo. ¿Cómo es que Sans está embobado en alguien como tú, humana?
-No le gusto, eso es un hecho. –Bajó su mano al no saber si debía de seguir en esa posición o no. Nunca había tenido que actuar de esa forma y no estaba del todo segura de si eso le hacía sentirse mejor o no. ¿Qué se suponía que se hacía en casos así? –Yo misma se lo pregunté y no me contestó.
-Non solo anche maleducato, lei è stupida. –Las cuencas del Don se oscurecieron tras tales palabras que no pudo entender. –Tendré que explorar tu cerebro para entenderte. De otra manera no me explico cómo es que dices tantas tonterías. Empezando por el hecho de creer que eres hija de un monstruo.
-Obviamente soy adoptada.
-Obviamente es ilegal la adopción interespecie. –Atajó mientras volvía esa extraña luz blanquecina en sus cuencas. –Empezando por el hecho de que los monstruos apenas y tienen oportunidades para subsistir, mucho menos verían como posibilidad la adopción de una boca más que alimentar.
-Pues ellos lo hicieron, así que sí se puede. –Contestó Frisk con total firmeza. –Asgore, Toriel... Nos adoptaron a mi hermana y a mí. Fuimos una gran familia de cinco... en un considerable tiempo.
-¿También conoces a esa señora?
-Ella es mi madre.
-Tú enserio crees que perteneces a esa familia. –Por alguna extraña razón, pudo percibir una mueca que simulaba un gesto de asombro de su parte. No estaba segura de ser una mejor expresión para él comparada con su cólera. –En verdad tienes la idea de que eres una Dreemurr.
-Soy una Dremurr. Soy Frisk Dreemurr.
Por la situación del momento, no pensó a tiempo en todo lo que había hablado con el peor sujeto a enterarse de todo de ella. Estaba segura de que si Flowey supiera lo que había ocasionado, le habría regañado durante un mes entero, pero no había vuelta atrás en sus acciones ahora que había hablado demasiado sobre su persona y su familia. Tenía que defenderse y eso implicaba partir de su propia identidad.
-Ahora lo entiendo. Tu estupidez radica en una profunda ignorancia de tu parte. No sabes nada de ti misma, y eso es muy conveniente para quienes saben usar eso a su favor. –El esqueleto se paró y rápidamente invocó nuevamente sus manos para sujetarla mientras le revisaba la vista con una pequeña luz. Era bastante incómodo. –Sea lo que sea que te hicieron, se aseguraron de que fueras tan leal a ellos como dé lugar. Tu atrevimiento al golpearme me lo comprueba.
-Sigo sin entender por qué insiste en eso.
-No eres una humana normal, biológicamente hablando. No has pasado por la menstruación pese a tu edad adulta, tu sistema nervioso reduce cierta sensibilidad al dolor y tus células se regeneran a gran velocidad al grado de curarse por cuenta propia de cualquier herida, por eso no conoces de las cicatrices o costras en ti. Sin contar el hecho de que tu olfato es bastante sensible... Y creo que es el único sentido que tienes desarrollado así. –Habló mientras movía la pequeña luz a través de sus ojos, sin permitirle cerrarlos al haber una mano de tono amatista obligándole a tenerlos abiertos como dé lugar. –Tu sistema inmunológico ultra desarrollado es una extraña mutación a lo que podría denominarse como un experimento biológico. Y por tu expresión, humana, todo este tiempo no tenías ni idea de lo diferente que eres a otros humanos.
-¿Qué?
Le costaba trabajo poder entender gran parte de su explicación. ¿Esa cosa de la menstruación era algo que debía de pasar como humana? No tenía ni idea de lo que era eso, pero eso no implicaría que se tratara de una humana diferente ¿cierto? Sus padres le habrían dicho tal cosa o hubieran hecho algo al respecto ¿cierto? ¿Qué tenía que ver su olfato en eso? ¿Qué se supone que era el sistema inmunológico? ¿Su madre le enseñó algo sobre eso?
Trató de compararse con otros humanos conocidos con tal de demostrar que el esqueleto estaba equivocado, pero era casi nulo su convivio con otros de su especie a comparación del tiempo que había pasado en su vida con monstruos. De humanos cercanos sólo tenía una en mente y era...
-Mi hermana tampoco tenía heridas al lastimarse. –Recordó con cierto alivio para sí misma. –Siempre jugaba entre algunas plantas con espinas y nunca tuvo heridas como yo.
-En ese caso podría tratarse de algo genético... pero lo dudo. Tantas coincidencias en charola de plata no pueden ignorarse. –Finalmente la soltó, y para su sorpresa, no la volvió a atar ni nada por el estilo. Tan sólo se volvió a sentar frente a ella. –Ni siquiera recuerdas algo después de dispararte ¿cierto?
-No...
-Interesante, muy interesante.
Frisk se quedó parada sin saber qué hacer ahora, contemplando al esqueleto que estaba escribiendo por cuenta propia en su libreta con la que había estado haciendo anotaciones en todo momento. No entendía mucho de las explicaciones del jefe de familia, pero algo claro entre todo su palabrerío era sobre que no se trataba de una humana normal y que no era posible que su familia fuese su familia. ¿Cómo explicarle que sólo porque él no creía en tales cosas, no significaba que fuese imposible? ¿Cómo comprobarse a ella misma que estaba equivocada con la biología humana... cuando ni ella tenía idea de cómo funcionaba su propio cuerpo?
Se miró sus manos como su estuviera ahí todas sus respuestas, pero simplemente contempló lo temblorinas y suaves que estaban, sin callos por el manejo de sus tijeras para arbustos o con resequedad por el manejo constante de tierra como su padre solía quejarse de sus manos antes. ¿Ella en verdad no era normal? ¿Por esa razón la habían apartado tan lejos? ¿Querían ocultar a una hija tan anormal como ella venía siendo? ¿Esa era la verdad? No quería creerle en nada al esqueleto, pero sabiendo de antemano que conocía cosas sobre doctores y su manejo de cuerpos para retirarles órganos lo hacía complicado. ¿A menos de que estuviera mintiendo con tal de desviar el verdadero asunto? Eso sería más sencillo de creer, sino fuera por el hecho de que no tenía idea sobre qué era lo normal o no en esa ciudad. Todo parecía ser tan extraño para ella cada vez que pasaba tiempo en ella. Simplemente el sentido común tenía un significado diferente para ella comparado a lo que era para Ebott city.
Sans había insistido anteriormente en lo diferente que era a otros humanos o a otras mujeres, comentando que aquello le hacía ser "una chica interesante por conocer", siendo una excusa para acosarla en todo momento al grado de acostumbrarse a su presencia. ¿Sans ya se había percatado de eso en ella? ¿O sólo le estaba dando demasiadas vueltas al asunto? Realmente no sabía que pensar al respecto. Estaba llena de más preguntas ahora y dudaba tener respuestas para ellas en poco tiempo.
-La habitación a la derecha hay ropa que podría quedarte. –Le indicó tras varios minutos en silencio entre ambos. –Vístete.
Frisk retomó su mirada en el Don, extrañada que tras tanta tortura y palabrería se dignara en permitirle vestirse ante una apariencia evidentemente desastrosa. Pero no tuvo la mente despejada para cuestionarse qué intensiones nuevas habría en eso, tan sólo hizo caso a la petición en silencio. Aprovechando la oportunidad de no ser observada con esa mirada tan incómoda, como si en cualquier momento fuese a explotar y por ello tenía que estala evaluando cada segundo.
El esqueleto también había cuestionado el hecho de que Flowey era un experimento ¿Acaso el señor estaba obsesionado con ese tema y veía cosas donde no las había? En definitiva no sabía nada al respecto como para poder defenderse en ese hecho, pero sí había algo de lo cual mantenerse firme al conocer a la perfección. Ella era la hija adoptiva de Asgore y Toriel.
Ella era una Dreemurr. Y ese esqueleto no le iba a quitar ese hecho.
...
El pueblo no estaba tan alejado de Ebott city, pero tenía la suficiente distancia para que tuviera que tomar el tren ahora que su magia tenía límites en cuanto a distancia. También había tenido la opción de manejar hasta ese punto con alguno de los automóviles de la familia, pero realmente le daba pereza hacerlo. Además, quería aprovechar en apreciar la forma en la que Frisk había llegado a la ciudad a través de ello. Estando oculto en uno de los vagones con cargamento desconocido con tal de no estar recibiendo la nieve directamente. Estaba acostumbrado al frío constante, pero los tiempos invernales no tenían piedad para nadie, mucho menos para un monstruo de su tipo.
Estando solo y en camino, se puso a fumar con tal de tener calor consigo, esperando que no pasara demasiado tiempo en su búsqueda y que no pudiera hacer nada más al respecto. Era una simple corazonada lo que le dirigía hacia el pueblo tan descuidado que entre voces lo denominaban como "pueblo arruinado", pero por más que pensaba en la situación, tenía demasiado sentido todas sus suposiciones al respecto. Aunque por otro lado, deseaba estarse equivocando para no tener que dar con algo que no fuese de su agrado.
Si encontraba a la esposa del Gran Don, se encargaría de obtener respuestas concisas para acabar todo con sus propias manos. Y si no, al menos le gustaría ver si Frisk realmente había vuelto a su hogar y asegurarse de ese modo de que estaría bien estando alejada de todo peligro. Se había prometido olvidarla y dejarle en paz con su vida, pero cada vez era más difícil cuando cada cosa le encaminaba siempre a ella, no sólo en pensamiento. Y eso le inquietaba como culpablemente le agradaba. Un extraño rayo de sol que se asomaba en su constante clima nublado que era su existencia misma.
Llegando a la parada en el pueblo, aprovechó para teletransportarse directamente al pueblo y no ser visto bajando del tren, recordando que la misma yakuza había estado atenta anteriormente o que pudiese haber algún vigilante por parte del Gran Don en cualquier lado. Recorriendo un poco el lugar, ante su vista realmente le quedaba el nombre de "ruinas" conforme andaba lentamente en la zona. Muchas de las viviendas se veían un tanto descuidadas, pero la gente que estaba fuera de sus casas conversando no parecían lamentarse con ese hecho. Había un extraño ambiente que le generaba cierta calidez a diferencia de lo que era Snowdin para él. Habiendo mucha gente de mayor edad conversando entre vecinos y uno que otro niño que se asomaba en variadas ventanas malformadas por bajo presupuesto. Incluso le llamaba la atención de que todavía usaran caballos como medio de transporte, pareciendo que no había automóviles a la vista o que por lo menos no eran frecuentes si tenían calles construidas con poco uso. Comprendiendo ahora porqué Frisk se sentía extraña con muchas cosas de la ciudad, simplemente era un cambio muy radical que había dado para su entorno.
Tenía que buscar a la señora Dreemurr en caso de ser cierta su suposición, pero internamente no dejaba de buscar a Frisk con la mirada con cada paso que daba. Esperanzado de poder toparse con ella al otro lado de una calle, en una de esas viejas viviendas o viejos locales, seguramente vendiendo flores cuyos colores resaltarían en el lugar y sonriéndoles tenuemente como sólo ella sabía hacerlo. Simplemente esperanzado de verla a salvo estando tan alejada de la ciudad, creyendo que de algún modo esa humana en verdad le hubiese hecho caso en retirarse pese a su conocida firmeza en sus decisiones.
-Tú no eres de por aquí, joven. –La voz de un señor bastante grande le desconcertó por detrás, haciéndole girarse para contemplar a un monstruo de un solo ojo abarcando gran parte de su cuerpo. –¿De quién eres?
-Vengo de visita. –Contestó de inmediato para no verse sospechoso y sin entender del todo su pregunta. Ya había pensado en la posibilidad durante su trayecto de tener una excusa con la cual ocultarse a la vista. Un lugar tan pequeño seguramente desconcertaría ver a alguien nuevo. –Una visita en víspera navideña, je... pero olvidé cuál era la dirección.
-¡Oh! Yo conozco a todos los que viven en este pueblo. ¿A quién buscas?
-Frisk. –Respondió por mera inercia, cosa que le hizo maldecirse internamente por no seguir con su propia mentira. Después de todo, sería más sospechoso si se encontraba buscando una monstruo bastante particular ¿cierto? –Es una humana con ojos alargados, de mi estatura, cabello corto castaño...
-Nunca he escuchado ese nombre, joven.
-Creo que es la chica que sólo habla con plantas, papá. –Intervino una señora que no pudo ocultar más su curiosidad en la conversación. Comprobando de que había demasiados ojos y oídos en el pueblo. –Parecía ser la jardinera de la señora Toriel, o al menos siempre se le veía ahí. Pero no se ha sabido nada de ella en meses ahora que su jardín se ve descuidado. Creo que ya no vive aquí desde hace tiempo.
-Los jóvenes que siempre quieren irse a lo alocado de la ciudad, seguramente.
Sans sonrió con calma, pero internamente estaba preocupado al escuchar eso. Si Frisk no había regresado a su hogar, definitivamente seguiría en Snowdin como había predicho la flor, seguramente buscándole para llevárselo consigo como había dejado en claro todo momento. Esa chica bonita con su terquedad le metería en problemas tarde que temprano... si no es que ya estaba en ellos, pero ya luego pensaría en eso por su propio bien. Tenía un tema por tratar principalmente en el lugar. Y si Frisk no estaba ahí, podría operar con mayor libertad y menores distracciones.
-¿Sabe en dónde puedo localizar a la señora?
-Sí, su casa está todo derecho de aquí, es la más alejada de este pueblo. Tiene un campo muy grande con un invernadero a la vista, no hay pierde con eso. –Contestó el señor sin pensarlo demasiado. Como si se supiera cada casa de memoria. –Prepara postres muy buenos, pero tiene tiempo que ya no los vende.
-Parecía ser una solterona que tenía que trabajar para subsistir, pero desde que ya no lo hace pareciera que el dinero no le falta. –Indicó la señora con una sonrisa que reconoció Sans como burla. –Esa señora es muy rara.
Sans hizo un gesto sosteniendo la punta de su sombrero a modo de agradecimiento y se encaminó derecho hasta dar con la mencionada casa. Sabía que seguía siendo observado, así que no pudo desaparecerse con su magia para no levantar mayor sospecha. Snowdin era muy similar en ese aspecto, teniendo tantas miradas curiosas que generaban rumores con suma facilidad y sin importarles la veracidad de sus propias palabras.
Había sido una conversación muy corta la que había entablado con esos dos seres, pero había sido más que suficiente para acercarle en su teoría de que en efecto la señora Dreemurr y Frisk se conocían. Si Frisk había sido una jardinera como indicaban los habitantes del pueblo, eso podría explicar la naturalidad con la que la humana se había empeñado en trabajar por su cuenta, al igual de mostrarse en mayor confianza conviviendo entre monstruos que entre humanos si casi parecían estar ausentes a la vista. ¿Así habría conocido al hijo del Gran Don? ¿Teniendo una relación platónica que le llevaría a querer ir a la ciudad en su búsqueda?
Pero el caso de que fuese la señora del Gran Don realmente, pudiera ser que había estado trabajando para mantener apariencias, ocultándose a primera vista en una zona cuyo único pasatiempo era sacar conclusiones con lo que se permitían observar. Simplemente exasperante esa percepción arraigada, pero lo interesante en ello era que había dejado de trabajar "como si no le faltara el dinero". ¿Acaso algo había cambiado para no querer mantener su apariencia? Parecía que estaba por comprobarlo por cuenta propia en cuanto dio con el camino más despejado, permitiéndose desaparecer ahora que estaba fuera de toda vista curiosa.
Por la extraña descripción que le habían dado para la casa, pudo reconocerla de inmediato en cuanto vio un campo sumamente descuidado con plantas secas por doquier, como si no se le hubiese dado el cuidado necesario en mucho tiempo y que Frisk seguramente lamentaría ver algo así. Si ella era la que había estado cuidando tal campo, sus mismas plantas habían lamentado su ausencia. Curioso, podía sentirse identificado con esas plantas muertas. Pero por más que se encontraba atento a su entorno, no daba con nadie que pudiera estar custodiando el lugar.
Con sumo sigilo entró al terreno, encaminándose al pequeño invernadero que estaba igual de descuidado que el exterior y habiendo muchas macetas con plantas sin hojas por doquier que complicaban su paso sigiloso ante tanta hoja seca esparcida en el suelo. No sabía sobre qué tipos de plantas estuvieran ahí, pero varias de ellas le parecieron levemente familiares al haberlas visto en la misma florería. Pero lo que realmente le había llamado la atención fue contemplar un tumulto de paja con una cobija tejida llena de tierra, estando todo acomodado de tal forma que fácilmente podía sustituirse por una cama. ¿Acaso Frisk había estado viviendo ahí? No quería sacar conclusiones tan precipitadas aun, pero ver algunos guantes esparcidos y tan similares a los que Frisk portaba no le ayudaba mucho. Sin contar el hecho de que la maceta cercana a esa paja se veía igual a como había terminado las flores doradas que le había regalado y que terminaron marchitándose al no saber cómo cuidarlas.
Antes de que siguiera preocupado con tantas similitudes al alcance y que seguramente su mente sólo le estaba jugando sucio, una gran silueta le hizo agacharse para no ser detectado, notando que una figura alta había pasado por ahí, reflejando su gran sombra a su paso y encaminándose a entrar a la gran casa que estaba pegada al cuarto cristalino en el que estaba. No tuvo que asomarse demasiado para poder reconocer la silueta de un monstruo jefe. Y siendo tan escaza esa especie, sin duda alguna la dueña de todo el lugar era nada más ni menos que la misma señora Dreemurr, la esposa del Gran Don. Se detestó a sí mismo en ese instante por haber acertado en lo que pensaba, pero no quiso cuestionarse más cosas. Si tenía que actuar, en definitiva estaba ahí para hacerlo. Adelantándose a todos con tal de tener a la raya todo.
Se teletransportó dentro de la casa, teniendo su ojo azulado presente sin poder contenerse de lo que estuviera por hacer. Esa extraña sensación que no tenía palabras precisas para explicarlo y que seguramente no cualquiera pudiese comprenderle, pero toda tensión fue opacada en cuanto se permitió contemplar la extraña casa que no se parecía en nada a las del resto del pueblo. Parecía estar hecha un desastre, sí, pero no por el pasar de los años y falta de mantenimiento, sino por un desorden que seguramente a Papyrus o al viejo les desesperaría contemplar. Teniendo muchas cosas desordenadas nada apropiado para ser la casa de una mujer tan importante, casi como si alguien se le hubiese adelantado en cazarla y nadie hubiese reparado en el desastre que había dejado a su paso. Aquello lo mantuvo en mayor alerta por lo que fuera a toparse. Si la había visto entrar a su hogar y no escuchado ningún ruido que le alentara tal cosa, pudiese tratarse de alguien como él y no era algo que le conviniera en el momento.
-Sé que estás aquí.
La voz de la mujer le desconcertó de tal manera que supo que era tarde para esconderse. Tan solo se giró para poder contemplar a quién le había hablado en la oscuridad, siendo la monstruo jefe dándole la espalda, girándose con cierta dificultad para contemplarle directamente y sin importarle la poca luz que había en el lugar ante tanta cortina gruesa opacando la entrada del sol. Teniendo una botella de vino en una mano mientras que con la otra se sujetaba en la pared ante un evidente mareo que fácilmente pudo reconocer.
-¿Mmh? No eres el verdugo que esperaba.
La voz de la mujer cabra sonaba levemente embriagada, pero también con un deje de decepción en su tono que no pudo pasar por alto. La mirada castaña de la mujer estaba un tanto desviada, atribuyéndolo a la cantidad de alcohol que tuviera consigo (y conociendo a la perfección esa sensación), pero no cabía duda de que era consciente de lo que estaba observando, que frente a ella no era producto de una retorcida imaginación alcohólica y que su vestimenta de etiqueta podría indicarle de lo que podría pasarle en un instante. Pero no había miedo en esos ojos ni mucho menos curiosidad por su presencia, tan solo estaba vacía, siendo sólo una melancolía andante y tan diferente a lo que había sido conocer al Gran Don.
Sans se quedó en su posición sin mover ni un hueso, observando a la monstruo con su ojo luminoso y dispuesto a atacar en el acto si se atrevía a hacer algo. Después de todo, era una mujer de la mafia, esposa del mafioso más temido a la redonda y visiblemente una monstruo sumamente fuerte tratándose de una especie particularmente escasa. Pero para su sorpresa, tan solo había levantado la mano que sostenía la botella de vino y le dio un trago sin preocuparle la presencia de su amenazante, derramando una que otra gota en su pelaje sin darle importancia a ese hecho.
-Bueno... la parca es mejor que nada. –Habló nuevamente la monstruo sin preocupación alguna, con ese tono embriagador que pudiese indicar que esa botella no era la única que había estado ingiriendo durante el día. –Reconozco la mirada de un asesino, así que si vienes a matarme que sea rápido. Se me está por acabar las botellas de vino y eso sería lamentable.
-¿Usted es la señora Dreemurr? –Preguntó Sans en el acto sin querer entrar en rodeos. –¿La esposa del Gran Don?
-Hace mucho que no oigo eso, je... Supongo que eres uno más contra él. –Por primera vez le vio emitir una mueca, aunque no estaba del todo seguro si eso podría considerarse como una sonrisa. Posiblemente no lo había hecho en tanto tiempo que ni recordaba cómo era hacerlo. –Pues... felicidades por encontrarme. ¿Qué es lo que quieres?
-Quiero respuestas.
-¿Qué tipo de respuestas? ¿Su paradero? ¿Sus ganancias? Todo eso puedes obtenerlo sin necesidad de buscar a su esposa. No es alguien que se oculte del todo. –Comentó la monstruo cabra mientras movía levemente su botella cerca de terminarse. –Gorey no es un cobarde. No... no hay nadie que se le compare.
Sans no sabía qué hacer con la situación realmente. La señora parecía ser un lamento andante, sin parecer estar dispuesta a luchar por su propia vida ni mucho menos en darle importancia lo que pudiera ocasionar con eso. Si querían vengarse matándola, la tendría bastante fácil con eso. Pero ahora que estaba comprobando gran parte de las cosas que pensaba, no desaprovecharía la oportunidad de dar con la verdad de todo.
-Quiero saber sobre porqué el monstruo que declaró la guerra a los humanos, ha estado manteniendo económicamente a una humana. –Soltó nuevamente sin entrar a rodeos. Después de todo, el tiempo era algo que tenía en contra ahora. –Específicamente a la hija del enemigo que él mismo mató.
Rápidamente la expresión de la monstruo cambió de indiferencia a una de total terror, dejando caer la botella que tenía mal sujeta entre sus dedos y esparciendo el contenido que le quedaba sobre la sucia alfombra. Tal parecía que no estaba lo suficientemente borracha para reconocer la situación en la que estaba ahora. Incluso le pareció que había murmurado "Frisk" antes de intentar correr con cierta torpeza. Sans simplemente sonrió con cierta malicia tras haber dado en el blanco, deteniéndola con su magia sin darle oportunidad alguna de escapar pese a no ser del todo necesario.
Tomándole con sorpresa, notó que la señora había sacado de su bolsillo un tenedor que estaba apuntando a su cuello como intento de amenaza, pero el esqueleto se lo quitó con su magia con suma facilidad, atrayéndolo a su mano y moviéndolo con cierta gracia de que intentara silenciarse con un utensilio de cocina tan sencillo. Le recordó un poco a cómo eran los yakuzas, sin importarles su vida a cambio de mantener su honor y lealtad en su grupo. Simplemente absurdo y extraño que la esposa del Gran Don actuase tan diferente a como era esa bestia.
-No tiene mi permiso para morir todavía. –Le indicó mientras se acercaba a ella lentamente, resaltando demasiado la diferencia de tamaños. –O lo que sea que haya intentado con esto.
-Ya he escuchado eso antes... –Parecía hablar consigo misma en esa oración. –Si sólo se me quiere muerta, háganlo. No me tengan así.
-¿Por qué han estado manteniendo a Frisk todo este tiempo? –Insistió sin darle importancia a su comportamiento. Teniendo el brillo azulado de su ojo sobre ella.
-¿La llamas por su nombre? –Por primera vez parecía tener su total atención, como si olvidara en ese instante que estaba siendo sujetada con magia y su vida dependía de un hilo. –Entonces la conoces. ¿Ella todavía está bien? ¿No le ha pasado nada malo aun? Ella no sabe ni hablar por teléfono ni prender una radio. No sé cómo pudiera afrontar todo por su cuenta.
-¿A usted... le preocupa? –Se extrañó Sans de todo eso. No era lo que esperaba pese a saber el mantenimiento económico nada tacaño el que le daban a la humana. En definitiva todo se estaba tornando más turbio de lo que hubiese imaginado. –Ella era su jardinera ¿cierto?
-¿Jardinera? –Escuchar eso pareció molestarle, soltando uno que otro gruñido que dejaban a la vista sus colmillos que fácilmente podrían quebrantar huesos. – ¡Ella es mi niña! ¡Lo único que me quedaba en la vida! Y... la dejé irse... Como todo lo demás...
La mujer cabra se soltó a llorar sin importarle la incomodidad que estaba sintiendo el esqueleto ante ella, estando completamente confundido con la situación. ¿Su niña? ¡¿Qué estaba pasando?!
...
Eran tantos los regalos que había recibido por su cumpleaños, que Tammy aún no terminaba de verlos todos y que seguramente terminaría haciéndolo después de navidad. Tantos paquetes por abrir con hermosa envoltura y que sin lugar a dudas su contenido eran objetos de mucho valor considerando los invitados que tuvo, que requerían vigilancia por parte de varias criaturas de su propia especie para que no cualquiera pudiera echar un ojo a tales objetos que podrían ser robados. No obstante, nada de esos objetos tenía un verdadero valor para ella. Sólo había uno que había buscado con urgencia y que había sido el segundo en abrir dado que su madre le había hecho abrir el suyo primero.
Estando en su cama con sus objetos de bordado a un lado, tenía en sus manos el regalo que venía por parte de Papyrus. Era un hueso de oro sólido sin descripción alguna de para qué lo usaría, pero aunque fuese de cualquier material con función o no, era el primer regalo que realmente apreciaba en su vida. Haciéndole sonreír con tan sólo tenerlo consigo.
Tal vez había sido muy incómodo para ella tener tantos ojos encima en su fiesta de cumpleaños, pero todo había valido la pena para conocer a alguien tan grandioso como Papyrus.
Desconocía porqué había tenido que retirarse tan precipitosamente, pero no era alguien que pudiera cuestionar asuntos personales y aún más cuando sabía a qué se dedicaba realmente. No obstante, había sido muy cortés con ella en todo momento e incluso le había dado permiso de tratarlo de un mejor modo que cualquier ser conocido. De tan sólo pensar en que podía llamarle "Pyrus" con total confianza, le hacía acalorarse inmediatamente y con ganas de dar vueltas en su cama.
-SeÑoRiTa TaMMy. –La voz de uno de los sirvientes le desconcertó de sobremanera, soltando el hueso por mero nerviosismo sobre la cama suave en la que estaba. –YaMAda pArA uSTed. ¡Hoi!
-¿Por teléfono? –Le extrañó que alguien le llamase particularmente a ella y no a su madre siendo lo habitual en la casa.
Caminó con cierta desconfianza, siguiendo al sirviente hasta llegar a la habitación en donde se encontraba el aparato que decoraba bastante bien el lugar. Su madre no se encontraba en el momento dado estar atendiendo algunas cosas en el sindicato, por lo que supuso que el caso era que siendo mayor de edad ahora, tendría que atender las cosas de la casa tal y como su madre solía serlo con su alegría de siempre. Esa era demasiada presión para el poco tiempo que llevaba como adulta oficialmente.
-¿Ho-hola? –No pudo evitar tartamudear al momento de contestar.
-SALUDOS TAMMY. SOY PAPYRUS.
Tuvo que apartar inmediatamente la auricular por lo elevada que era su voz, pero no pudo evitar lanzar un ligero grito de la sorpresa. En definitiva no esperaba que le llamara.
-¿P-pyrus? –Preguntó todavía por si sólo se lo había imaginado. Completamente acalorada de pronunciar su nombre así a través del teléfono.
-ESPERO QUE HAYAS PASADO UN BUEN CUMPLEAÑOS DESPUÉS DE QUE ME FUI.
-S-si, así fue. Hoi. –Instintivamente estuvo moviendo su cola sin poder contenerse. –No porque te hubieras ido, quiero decir. Si no que estuvo todo tranquilo al final.
-¿EN VERDAD? –Su voz alzada no sonaba del todo segura con su afirmación. –TAMMY, QUIERO PEDIRTE UN FAVOR QUE REQUIERE DEL TODO TU SINCERIDAD.
-¡C-claro, puedes pedirme lo que sea, P-Pyrus!
-¿Pyrus, eh? Eso significa lo que yo creo ¿verdad? Huhuhu.
Una voz muy diferente y dulcemente femenina sonó al otro lado de la auricular mientras la voz de Papyrus más alzada comenzaba a reclamarle aparentemente por una intervención. ¿Quién era esa chica? Bajó sus orejas sin saber qué pensar al respecto.
-PERDONA, TAMMY. TENGO UNA MOLESTIA AQUÍ QUE NO SABE QUEDARSE EN SU LUGAR. –Reprochó con enfado antes de aclarar su garganta y seguir hablando directamente con ella. –NECESITO QUE ME CUENTES SI TU MADRE HABLÓ CON MI JEFE Y SI PASÓ ALGO DESPUÉS DE ESO.
Tammy trató de hacer memoria si había visto algo raro, pero sólo se había quedado rodeada de sus sirvientes en cuanto la vieron sola. Aunque eso le había ayudado a tranquilizarse al no requerirse más participación de su parte con los invitados desconocidos en su mayoría, no se comparaba con la intriga que había sentido de que le abandonara tras darle el dato que necesitaba. ¿Había hecho algo mal con eso? Tal vez no debía pensar en hacer todas sus cosas por su cuenta, se apuntó.
Su madre había estado contenta igual de siempre, siendo la verdadera reina de la atención de todos los presentes y teniendo todo bajo su control. No le había preguntado nada sobre qué había pasado para que su prometido se fuera sin avisar a más presentes o a su propio padre, mucho menos le interrogó sobre qué había pasado en su tiempo a solas como si ya estuviera al tanto de todas formas. Tan sólo había estado feliz en todo momento y ya no había visto al terrorífico de su padre en el lugar salvo por un par de veces y estando acompañado.
-Creo que tu padre habló todavía con Mettaton después de que te fuiste. No presté mucha atención después de eso, lo siento. –Se lamentó de no poder ser de mucha ayuda para él. –Se fue muy rápido a los pocos minutos que tú te fuiste, Hoi.
-YA VEO... ¿Y TU MADRE CÓMO SE ENCUENTRA? ¿LA SIENTES DIFERENTE?
-Más feliz que de costumbre, Hoi. Creo que le gustó que te presentaras a la fiesta para conocerte.
"Y también yo" quiso mencionar, pero se puso tan colorada de solo pensarlo. No se sentía capaz de entablar una conversación tan sincera y abierta con él todavía. Simplemente le era extraño la sensación que le daba estar hablando con él por teléfono.
-BIEN, MUCHAS GRACIAS TAMMY. NOS HABLAMOS LUEGO.
Quiso hacer un intento de seguir conversando, pero estaba tan acalorada y nerviosa que simplemente pudo asentir antes de terminar colgando. ¡Pyrus le había hablado! ¡Le había buscado! Eso significaba que en efecto se seguirían frecuentando.
Nuevamente movió la cola contenta, teniendo a la mano el teléfono todavía pese a ya no ser necesario.
...
-ESO NO FUE DE MUCHA AYUDA, PERO COMPRUEBA DE UNA FORMA LO QUE TEMÍ DESDE UN INICIO. –Comentó Papyrus mientras dejaba el teléfono y se dirigía hacia los presentes. –EL JEFE SE FUE DE INMEDIATO CUANDO YO PARTÍ, ASI QUE ESO PUEDE SIGNIFICAR QUE AL OBTENER EL DATO VINO POR LA HUMANA, SABIENDO EN DÓNDE ESTABA EXACTAMENTE EN TODO ESTE TIEMPO.
Tras dar con tan extraño grupo en la calle haciendo un escándalo y dirigirse a La Madriguera para calmar las cosas, Papyrus había descubierto con cierto temor que el tiempo que había tratado de adelantar había sido en vano. Una vez más, estaba un paso delante de ellos. Si no había podido hacer algo para impresionarlo o complacerlo, mucho menos estaba logrando superarlo.
Estaban todos sentados en la sala de la señora Bunny, sintiéndose incómodo de estar en ese lugar nuevamente y por cuenta propia. En definitiva no tenía ningún buen recuerdo en ese lugar y mucho menos cuando veía a las hijas pasar constantemente por ahí, ya sea por curiosidad de ver a tan extraño grupo reunido o simplemente para saludarle en la distancia al reconocerlo. Papyrus optó por ignorarlas, no quería reconocer ningún rostro y que le generara mayor incomodidad estar ahí.
-Así que Wingdings se llevó a la cachorrita. –Lamentó la coneja mientras les pasaba unas tazas de té que recién había preparado por cortesía. –Debí protegerla aún más.
-Fue culpa mía. –El hijo mayor hizo acto de presencia, siendo muy descortés de su parte que hubiera escuchado la conversación privada. –Yo sugerí tomarnos un descanso en la azotea. Yo la puse a la vista.
-Entonces a ti te mataré primero. –Reprochó la flor desde su sitio, desconcertando al conejo que no se había percatado de su presencia y que además pudiera hablar. –Luego a cada uno de ustedes y luego a todo este maldito lugar invernal.
-Calma, calma, Flowey. –Muffet hizo un intento de acariciarlo con una de sus manos libres, pero la flor casi le muerde en el intento. Así que se limitó a seguir sosteniéndolo tras tener envueltas en telaraña sus raíces recién crecidas. Había sido la única manera de separarlo de la señora Bunny, además de su mera presencia que claramente le intimidaba. –No querrás marchitarte del coraje, huhuhu.
-¿SI SABES QUE ESE NO ES SU NOMBRE, CIERTO?
-Es el que él me dio. –Se encogió de hombros sin darle importancia a ese hecho. –Ahora cuéntame sobre cómo te fue con tu prometida. Si te llama con el mismo apodo que yo, supongo que le hablaste de mí. ¡Que adorable de tu parte! ¿Qué tanta confianza se tienen ahora? ¿Ya dieron el siguiente paso? ¿Qué tan bonita te parece? ¿Crees que supere tu anterior am...?
-CONCÉNTRATE, MUFFET. EL JEFE SE LLEVÓ A LA HUMANA A QUIÉN SABE DONDE. –Le recordó con evidente enfado de su insistencia en banalidades que no venían al cabo. –DESDE AYER POR LA NOCHE SE LA LLEVÓ CONSIGO Y NO SABEMOS QUÉ LE ESTARÁ HACIENDO.
-Podría estar muerta ahora mismo si lo planteas así, tontito. Y si es lo que quiere... –Tuvo que activar su magia sobre la flor al percibir que estaba por estrangularla por sus palabras. De alguna forma sí que era útil su telaraña en esos momentos. –Mi querido W.D. tiene sus planes, y todos ustedes deberían de comprenderlo y estar de su lado. Todo lo hace por su bienestar, malagradecidos.
-A costa de otras vidas está mal, jovencita Muffet. –Le reprochó la señora Bunny.
-¿Qué no se ha dado cuenta, señora? Vivimos en Ebott city. Aquí es matar o morir. –Se burló sin siquiera pestañar. Teniendo sus cinco ojos con ese color levemente rosado que iba a la par con la telaraña que envolvía a la flor que le miraba con evidente enojo. –Si tanto les preocupa esa humana, debieron de habérsela llevado lejos de esta ciudad desde hace mucho. No es que me importe, pero es lo más lógico.
Papyrus estaba de acuerdo, pero ya era demasiado tarde para pensar en posibilidades a esas alturas. Que le perdonara Sans en donde sea que estuviera ahora. Era muy tarde para poder hacer algo por su cuenta y era muy probable de que la humana ya estuviera muerta si sabía la vinculación que tenía.
Sólo esperaba que su hermano estuviera bien. Un poco de paz al menos antes de darle la noticia como un pésimo regalo navideño.
...
Sans no sabía qué hacer ante la situación. Era evidente que la soltura de las palabras, así como ese arranque emocional era producto del alcohol que traía consigo la monstruo jefe. Y por más que tratara de comprender qué estaba pasando, lo único que le quedaba en mente era aprovechar justamente esa vulnerabilidad para no requerir de otros métodos. Estaba siendo todo tan fácil y tan rápido que eso le hizo sentirse inseguro.
Pero lo que decía simplemente no tenía sentido. Mencionaba a Frisk como si se tratase de una cría. En definitiva no se esperaba nada de eso.
Dando una revisión rápida a la casa, no había nada a la vista que pudiese ser un problema si se confiaba demasiado. Pero no tardó en dar con lo que realmente le interesaba encontrar desde que había pisado el terreno enemigo. Una fotografía colocada sobre el barandal de la chimenea claramente con falta de mantenimiento. Una imagen que mostraba al Gran Don, parado con total orgullo junto a su esposa, la cual estaba sentada en una silla a lado suyo pese a no ser necesario tal posición. El monstruo jefe era bastante alto a comparación. Pero no había imagen alguna de un hijo en brazos o en alguna otra imagen en los alrededores. Tan sólo estaba esa, como si fuese el único tesoro que se dignara en mostrar a la vista. No había fotos del hijo en ninguna parte, siéndole levemente familiar esa sensación. Como si el no haber fotografías a la vista del muerto hiciera que el dolor fuese menor al tratar de olvidar un rostro del qué lamentar, cuando lo que realmente dolía en todo ese proceso era olvidar la voz o la risa pese a todo esfuerzo de no hacerlo.
-Sólo mátame, esqueleto. Ya he esperado demasiado a que ocurra lo inevitable. –Hipó la señora entre lágrimas sin importarle la apariencia tan incómoda que generaba en tal estado. –Sé que viniste a eso.
-Rogar por su muerte no hará que cambie de tema. –Se giró de nueva cuenta hacia ella, manteniendo su magia sobre ella sin descuido alguno. –¿Por qué han mantenido económicamente a la hija de Masao Saito? Última vez que lo repito.
-Saito-sama fue muchas cosas, pero no un padre... no para ellas al menos. –Parecía murmurar más para sí misma que para cualquier presente. –Gorey y yo les dimos a esas niñas una mejor vida... hasta que los mismos humanos intervinieron.
-¿Mantuvieron a Frisk y a su hermana desde pequeñas? –Preguntó casi por inercia, pero internamente comenzaba a darse cuenta de algo que no estaba seguro de si quería estar en lo cierto o no. Nuevamente, las coincidencias parecían ser más que eso. –Ustedes mataron a los Saito... y se quedaron con las niñas.
Pese a ver cómo cabeceaba levemente la mujer cabra para asentir con la poca lucidez que le quedaba, Sans no necesitó de su respuesta al solidificar finalmente todo en su mente. El rompecabezas por fin parecía tener sentido con cada una de sus piezas recogidas, sin embargo no le causaba satisfacción ese hecho, casi como si se negara a si mismo querer seguir colocando las piezas para ver la imagen final ante sus cuencas. Tanto tiempo queriendo saber sobre la florista que trabajaba al otro lado de la calle, intrigado de que no diese un apellido de por medio y que fuese protegida por un experimento sumamente particular, para que ahora que tenía todas las respuestas frente a él simplemente no pudiese dar crédito.
Frisk le había comentado que estaba en la ciudad esperando encontrarse con alguien. Sabía que era adoptada desde pequeña, pero no tenía interés en saber sobre su familia biológica en lo más mínimo. Pese a no saber muchas cosas de la vida y ser de gustos sencillos, no presentaba señas de haber padecido pobreza alguna vez en su vida. Teniendo la dificultad que implicaba nacer como mujer en el mundo, pero con la suerte de ser una humana para afrontar menores dificultades a comparación. Su comodidad con los monstruos era más que evidente pese a su poco tacto social... y tal parecía que eso tenía una explicación precisa que simplemente no pudo ver antes. No cuando se suponía que se trataba de un tema imposible de presentarse.
"Frisk D." decía la hoja que le había robado aquella vez. Un apellido con D cuya flor parlante le tenía prohibido revelar, sabiendo lo que pudiera desatar tal información. El "infierno" que había mencionado la flor, no era nada que se había imaginado sobre una búsqueda de un amorío de infancia imposible de efectuarse. El infierno para Frisk sería descubrir que había estado viviendo con los asesinos de su verdadera familia. Una niña arrebatada de sus orígenes.
Ni su italiano ni su inglés fueron suficientes para expresar internamente todo lo que estaba sintiendo en el momento.
-Le han hecho creer a Frisk todo este tiempo que ustedes la adoptaron. –Soltó el esqueleto sin poder dar crédito al asunto. En verdad que todo sonaba tan aterrador conforme se atrevía a expresarlo. –Ella cree que puede llamarlos "padres" cuando son los peores para ser considerados de ese modo.
-Yo soy su madre. –Contestó la señora tras haber hipado un poco. –Debió ser lo único que necesitaba... pero no fue suficiente al final... La flor me había advertido que pasaría.
Sans quiso matarla en ese instante. No podía imaginarse de qué tanto apartaron a Frisk de la realidad, manteniéndola en una total ignorancia de lo que implicaba su existencia misma. Instintivamente metió la mano en su saco, queriendo sacar su arma y acabar todo de una vez sin importarle lo ruidoso que sería hacerlo de ese modo, pero con un simple roce recordó el collar que tenía guardado consigo, un objeto que era de valor para la florista y que sin duda alguna estaba lamentando su pérdida. El monstruo de la fotografía no era un amor de infancia que estaba tratando de buscar en la gran ciudad, era un hermano para ella que ya sabía que había perdido junto con su hermana biológica. Y si el heredero Dreemurr lo habían matado en un atentado...
-¿Qué pasó con la hermana de Frisk? –Sans sacó su pistola plateada, queriendo ser aún más amenazante con ello pese a no ser necesario. Quería desquitarse del enojo que le estaba dando saber toda la verdad. –¿Qué pasó con la otra niña Saito?
-Esos humanos la mataron el mismo día que me arrebataron a mi Asriel. –Nuevamente entró en llanto, hipando cada vez más en el proceso mientras buscaba derrumbarse en el suelo. Pero Sans la obligaba a mantenerse de pie con su magia. De alguna manera, tenía mayor control sobre ella en esa posición que bajarla a su propia altura. –Ese día huyeron de casa... No sé por qué lo hicieron... Fue muy tarde cuando Gorey dio con su ubicación.
-¿Por qué fue el atentado?
-Eran viejos enemigos. Gorey dijo ver cómo la mataron frente a él... y la arrojaron a un acantilado... Ni siquiera pudimos recuperar el cuerpo...
Con lo que escuchaba, consideraba como bueno el hecho de que no le hubieran dicho a Frisk sobre cómo habían muerto su hermana y "hermano". ¿La flor sabría toda esa verdad? Le era extraño que supiera lo suficiente para considerar prudente ocultarle todo a la florista, pero por lo que percibía, la señora Dreemurr había tratado con la planta temas sobre ella. Tal vez había sido lo mejor que le acompañara con tal de mantenerle a salvo de todo. Tal vez la planta no era tan terrible como se lo hubiese imaginado pese a todo pronóstico. Siendo así, ahora comprendía el verdadero valor que Frisk le tenía, era el mismo caso que Papyrus era para él en todo ese proceso. No estar del todo solo en una vida destinada al aislamiento.
No podía imaginarse cómo había sido que tales bestias hubiesen educado a una chica tan maravillosa como lo era Frisk. Sencilla en cuanto a su persona, atenta sin importarle todo peligro y sumamente valiente en la adversidad. Nada que ver con el maldito del Gran Don o la deplorable señora que tenía frente a él. Bajó el arma ante el disgusto que le daba descubrir que tanto le habían estado ocultando y que aun así, se sentía incapaz de torturar a alguien que seguramente era importante para la florista. Quería vengar a su madre... pero no así.
Le era extraño ese sentimiento. Estando perdonando por segunda vez una vida por lo que pudiera pensar de ello la florista. Comprendía porqué el viejo había puesto esa regla de no enamorarse para evitar tales inconvenientes. En definitiva era una debilidad muy peligrosa.
-No tengo idea de qué fue lo que te hizo mi esposo, pero no me importa... Sólo haz a lo que viniste en verdad. –Insistió la mujer sin poder arrojarse ella misma al suelo. Negándole en mantener su actitud lamentable para obligarle a encarar toda verdad. –No tengo razones para seguir con lo que sea que esté pasando ahora.
-Y si es así ¿por qué no se ha quitado su propia vida desde hace tiempo? –Comentó Sans mientras guardaba su pistola plateada en su estuche oculto en su columna. –Es evidente que no quiere vivir.
-La muerte es un perdón que no puedo conseguir con mi propia mano. Le prometí a ese niño que si fallaba en mi única petición, dejaría que él mismo me matase.
-¿Un niño?
-Hace muchos años lo fue, al menos... Creo que ahora tendría más o menos tu edad. –Señaló la señora tras haber hipado nuevamente, sin darle importancia a ese hecho. –De todos los señores que quedaron con vida en la yakuza, un niño tuvo el valor de tomar el poder. Un discípulo que encontró una familia entre los humanos rechazados como él.
Aquello avivó aún más su interés en lo que fuera a contarle, pero a su vez le hizo querer bajar su guardia pese a estar en territorio enemigo, soltando a la mujer de su propia magia y dejándole caer en el suelo que tanto parecía querer estar. Era evidente que si se lo propusiera, esa mujer podría generarle mucho daño e incluso matarlo, pero era aún más notorio lo tan acabada que estaba moralmente esa señora. Con tanto alcohol encima sin saber qué hacer con lo que le quedaba de vida más allá de limitarse a seguir existiendo. De alguna forma, le recordaba a sí mismo en todas las veces que se embriagaba con tal de no tener que pensar demasiado tras tantas muertes que cargaba consigo día con día. Estando cansado de seguir con lo mismo y de no tener opciones de realizar otras cosas por más que las hubiera deseado, siendo arrastrado a una vida delictiva por el entorno que les había tocado vivir. Esa mujer cabra era un espejo de lo más incómodo por más que quisiera negarlo.
Estando lo suficientemente cerca para tener la situación controlada, se recargó en la pared frente a ella para no perderla de vista. Usó su magia para levantar la botella que había dejado caer la señora entre sus garras, esperanzado de poder rescatar tan siquiera un trago de vino que le ayudara a afrontar cada detalle que estaba revelando de forma tan cruda, pero sólo pudo obtener unas cuantas gotas que no servían para nada. En definitiva quería más... y algo más fuerte preferentemente. No solo obtendría información sobre el pasado de Frisk y la razón por la cual desconocía de tanto sobre sus orígenes, sino que también podría saber sobre porqué la yakuza había estado atenta a su llegada y vigilancia constante sin intervención. Demasiada información para procesarla en poco tiempo, pero siendo suficiente para comprender en qué tanto se había metido o acertado.
-Ese niño se llama... –Intentó recordar el nombre que le había dicho Flowey, pero era uno tan extranjero que difícilmente podría memorizarlo.
-Kris Yamaguchi... Un infante con una carga tan pesada, queriendo asegurarse de que la hija de su maestro estuviera a salvo. –Contestó la señora con menos lágrimas e hipo de por medio. De alguna forma le había relajado quedar sentada en el suelo. –No sé cómo supo de que Frisk estaba con vida, pero me la quiso arrebatar cuando me emboscaron. Yo... estaba huyendo de la ciudad y dieron conmigo antes de llegar a este pueblo, pero pude lograr negociar con él, prometiéndole que la cuidaría bien y que la mantendría alejada de la ciudad por siempre. A cambio, la yakuza me ayudaría a mantener alejados a cualquier enemigo posible que surgiera. Todo con tal de que Frisk pudiera vivir fuera de todo peligro, de toda amenaza... pero cuando mi niña no quiso estar más conmigo... No tuve corazón para detenerla.
Eso explicaba el hecho del porqué la yakuza había estado tan atenta a Frisk en la distancia, pero el que no intervinieran en todos los posibles peligros le era sumamente extraño. Si el pacto que habían tenido con la esposa de su enemigo era que Frisk estaría salvo ¿por qué no lo hicieron por su cuenta ahora que estaba fuera de las garras de esa mujer? ¿Qué les detenía?
-Lo que hizo fue quitarle un dulce a un niño, teniendo tanto de su lado para que ellos obtuvieran nada. –Concluyó Sans con un deje de amargura en su voz. En definitiva se trataba de una mujer mafiosa. –Cualquiera en su posición no le habrían dado esa clase de piedad.
-Hice lo necesario para cuidar de Frisk sin importar todo lo demás. –Admitió sin descaro la señora, sacando una nueva botella de vino dentro del buró que tenía al alcance. –Pero ahora que no está aquí, sé que vendrán en cualquier momento para matarme... aunque ya han tardado tanto...
-Usted misma lo dijo, la muerte es un perdón que no puede obtener por su propia mano, pero es porque es una cobarde. –Le quitó la botella de las manos, siéndole bastante fácil hacerlo ante lo alcoholizada que andaba la señora. Viendo de reojo la etiqueta, no era un buen vino a los que estaba acostumbrado, pero de igual forma quitó el corcho con su magia y le dio un largo trago. –Dejarla con vida es peor tortura para usted. Sobre todo cuando se trata de un "perdón" que no merece. Le arrebataron todo a Frisk y ella ni siquiera lo sabe.
-Ella te importa demasiado ¿cierto? –La mirada fúnebre de la cabra estuvo sobre él tras sus palabras. –No estás aquí por Asgore... estás aquí por ella.
-Estoy aquí porque su esposo mató a mi madre sin piedad alguna. –Señaló de inmediato, iluminando su ojo nuevamente ante el enojo que le daba su vano intento de tener todo a su favor. –Descubrir todo esto sólo lo empeora para usted.
La mirada de la mujer mostró cierta sorpresa al escuchar eso, pero rápidamente volvió a una de intriga y cierta incredulidad como si tratara de procesar la situación en la que estaba. No obstante, se acomodó en su posición tras haberse ladeado un poco, como si le costara mantenerse de forma recta.
-Mientes, esqueleto.
-¿Cree que me tomaría las molestias de no ser así? –Se burló falsamente de la situación, mostrando su sonrisa para nada contenta. –¿De venir hasta acá para ver a una mujer alcoholizada?
-Mi Gorey será muchas cosas, pero no es alguien que mate mujeres.
Sin moverse, invocó un hueso que rápidamente dirigió hacia la monstruo jefe y sin importarle en dónde apuntaba realmente, aunque por su grito de dolor supo que sólo le había perforado una oreja en lugar de matarla de inmediato. Última vez que perdonaba una vida.
Sus palabras le habían hecho molestarse por el descaro de defenderlo de esa manera tan ruin. Teniendo la botella consigo y con toda la tranquilidad de su parte, le dio un trago largo nuevamente mientras esperaba a que la mujer cabra dejara de gritar de dolor tras haberse quitado por su cuenta el hueso que le había perforado. Esperaba que esa fuese señal suficiente para hacerle comprender la situación en la que estaba.
-Mi esposo no... no mata mujeres. –Insistió tras dejar de soltar lágrimas de dolor, sujetándose su oreja lastimada como si con ello calmara lo que le había pasado. –Mantuvo a las niñas con vida por esa razón... eso debería bastar para dejarlo en claro.
-Esa bestia tuvo el descaro de matar a mi madre, sólo para darle una "lección" a mi padre. –Contestó Sans tras bajar la botella de vino para verla con total enojo. En definitiva necesitaba algo más fuerte que un simple vino barato. –Fuimos a su propio dominio sólo para saber eso, dicho con sus propias palabras.
-Esto es raro... Aunque si se trataba de una mujer muy fuerte, puede que...
-Ella no era luchadora. –Le estaba costando trabajo mantener su postura indiferente, pero en definitiva sería él quien tuviera al margen toda la situación. –Ella sólo cantaba, bailaba, abrazaba...
-Mi esposo tiene como regla personal enfrentarse a aquellos que pueden darle una verdadera lucha solamente. Lo demás es una pérdida de tiempo para él. –Habló con tal firmeza y seguridad que parecía haber dejado todo su estado de embriaguez a un lado. –¿Puedes comprobar que te dijo la verdad?
-Arrojó la argolla de matrimonio que tenía mi madre. Mi padre lo reconoció en el acto.
-Mmmm, Gorey le gusta tener "trofeos" de las luchas que más ha disfrutado... para recordar el momento. –Analizó la señora cabra tras soltar su larga oreja. Parecía tratar de tomar sentido al caso, pero sin esforzarse del todo. –Así que si guardó esa argolla en todo ese tiempo, supongo que si le dio lucha suficiente para considerarla digna de sus recuerdos. Aun así me parece extraño.
-Quiso tener una batalla con él en ese instante.
-Eso tiene más sentido... A mi Gorey le gusta mucho pelear. –Comentó con un deje de ternura, acariciando suavemente el hueso que se había quitado de su oreja, como si no se percatara del contexto en el que se había llegado a ese punto u olvidara de que estaba en amenaza. –Lo conocí así... peleando contra...
-No me interesa eso. –Le interrumpió con prisa. Quedarse ahí le hacía sentirse inquieto ahora que sabía que la situación era peor de lo que hubiera imaginado, pero no desaprovecharía obtener lo que realmente quería saber. Sólo esperaba que Papyrus estuviera ayudando de su lado con lo que fuera. –¿Por qué conservar a las hijas de su enemigo? ¿Por qué ver por su bienestar cuando públicamente declaró su odio hacia los humanos?
La señora Dreemurr únicamente se le quedó mirando con esos ojos sin vida que tenía. No había expresión alguna en su rostro, pero Sans pudo reconocer que aquel hábito podría haberlo aprendido Frisk, conviviendo con alguien tan lamentable con su persona y una flor sin sentimientos. Sin embargo, eran completamente diferente las situaciones para él como para querer compararla con ese par en absoluto. Aunque Frisk no se trataba de alguien expresiva ni sociable, era evidente que se contenía de llorar o exaltarse al grado de limitarse a que sus manos temblaran todo lo que no podía mostrar emocionalmente, estando siempre a la defensiva incluso consigo misma. Queriendo mostrarse más fuerte de lo que por sí ya era realmente para cualquiera que se atreviera a conocerla a fondo. ¿Qué tanto había estado aguantando en todo ese tiempo viviendo en el pueblo? ¿En esa casa tan grande para tres seres diferentes?
Él había optado por recurrir al tabaco y alcohol para apaciguar sus malestares constantes, logrando así sonreír con tal de no reflejar lo que realmente pasaba por su mente por el bien de su pequeña familia, por el bien de lo que implicaba su mera existencia y a lo que estaba condenado de seguir con eso. Y si Frisk se enterara de que su vida se basaba en una mentira... ¿cambiaría esa forma de ser que tanto le atraía de ella? ¿Terminaría del mismo modo que los demás? ¿Acercándose a una vida delictiva que de una forma u otra estaba destinada a convivir?
Tal vez por lo mismo era que la flor la cuidaba de no saber nada de ello. Tal vez él debería de hacer lo mismo... si lograba dar con ella de nuevo. Pero si Frisk era sincera emocionalmente en algo, era en el hecho de no gustarle que le alejaran y que no fuesen sinceros con ella. Por lo mismo ella se había atrevido en darle forma a algo que él mismo había optado por no hacerlo. Ella se había atrevido a preguntarle sobre sus propios sentimientos hacia ella... y como el cobarde que venía siendo, simplemente no quiso darle respuesta, abandonándola en el frío invernal para que no tuviera opción salvo de retirarse del lugar. Dejándola sola sin protección alguna y seguramente siendo presa fácil para sea lo que sea las intenciones del Gran Don en cuanto a ella.
-"No tienes mi permiso para morir todavía", esa frase la escuché de otro esqueleto hace tiempo. –La voz de la señora Dreemurr le interrumpió todos sus pensamientos. –¿De casualidad el padre que mencionas es Wingdings Gaster?
Sans no quiso responderle, pero su silencio había sido más que suficiente para la mujer. Se masajeó su cara antes de continuar hablando, como si ello le ayudara a despejarse de todo el alcohol que tenía consigo y que no había sido suficiente para dejarla inconsciente de todo. Él en cambio, se dispuso a tomar más de la botella que tenía en sus manos, un vino que ya no sabía tan mal comparando con el momento amargo que estaba pasando.
-Conocí a tu padre... un hombre con heridas de guerra, tanto físicas como emocionales. –La señora se puso a observar el hueso que estaba sosteniendo todavía. –A Gorey le agradaba tenerlo en sus filas. Nada mejor para él que tener a un hombre que supiera el valor en el campo de batalla. Que transpirara las ansias de volver al combate.
-No lo conocieron lo suficiente entonces. El viejo siempre quiso evitar las guerras por lo mismo que pasó en ella. –Contestó en cuanto dejó de tomar el vino. Casi estaba por terminárselo él solo. –Aun queriendo vengar a mi madre, no quiere que se arme una guerra por eso.
-Suena a que es más amable de lo que recuerdo de él.
-No lo es. Solo tienen puntos diferentes. –Se sinceró pese a no ser necesario su respuesta para eso. –Señora, será la "madre" de Frisk, pero eso no me impedirá torturarla hasta que me dé la información que le pido. Así que deje de entrar en rodeos cada vez que le pregunto.
-No he entrado en rodeos. Quiero leerte cada vez que lo preguntas. –Nuevamente intentó hacer una mueca que simulara a una sonrisa, pero en definitiva no le salía natural tal expresión. –Por la forma en la que pronuncias su nombre, puedo percibir que ha estado bien en todo este tiempo apartada de mí... porque tú la has cuidado ¿cierto?
Genial, lo que le faltaba era que la esposa del Gran Don llegara la misma conclusión que todos los demás. ¿Es que estaba siendo muy obvio? Si era así, su situación estaba más expuesta de lo que pudiera imaginar. Sí que era un idiota.
-El amor es una cosa muy extraña ¿no te parece? –Soltó la mujer sin esperar más respuestas de su parte. –Se cometen tantas estupideces por ese sentimiento... y aun así, vale la pena sentirlo.
-¿Qué es lo que...?
-Sé lo que es Asgore, sé lo que provoca y el peligro que conlleva estar a su lado. Pero aun así... no puedo dejar de amar a mi esposo. –La monstruo jefe se esmeró en seguir sonriendo, aunque su esfuerzo no era del todo agraciado para el esqueleto que la estaba contemplando. –Aun cuando el decidió que lo mejor para todos sería... que no estuviéramos cerca de nada. Renunciando a lo único que le quedaba para lograr su verdaderos objetivos. Me propuso que nos retiráramos de su cercanía una y otra vez... hasta que finalmente accedí.
-¿Por qué terminó accediendo?
-Porque mi Frisk no... no es una humana cualquiera. Tuve que tomar el sacrificio para protegerla, incluso de sí misma.
-Es una humana ejemplar, sí, pero no ameritaba que la apartaran del mundo real. –Sans protestó en el acto, bajando la botella que ya sólo le quedaba un trago para terminarse. –Ella ni siquiera había probado una hamburguesa en su vida o un hotdog. Y eso es casi la comida nacional de aquí.
-¿Le... le han dado carne? ¡¿Y la flor lo permitió?!
La señora intentó pararse de golpe, pero el mareo le detuvo en el proceso y tuvo que agacharse de nuevo para acercarse al esqueleto y tomarlo de su saco. Sans estuvo a punto de atacarle por ese hecho, pero pudo percibir que no había nada de peligro en su movimiento. Tan solo estaba la señora viéndole directamente, mostrando por primera vez algo en sus ojos. Pero el hecho de que fuese miedo no era precisamente grato.
-Aunque no me cayera del todo bien esa flor... creí que la seguiría cuidando como yo... Yo... le dije por qué... no debía...
-Mantenga su distancia, señora. Y explíquese mejor.
-La carne la... empeora... sus instintos...
Sans tuvo que teletransportarse a un lado al percibir que inmediatamente la señora le vomitaría encima al no soportar más el alcohol tras tratar de levantarse de inmediato y empeorando su estado. Comprendía lo que se sentía con ese malestar, observándola en el peor momento, pero siendo incapaz de ayudarle ante el temor de empeorar las cosas. Simplemente la dejó con su malestar y dio un par de pasos hacia atrás para apartarse aún más.
Teniendo la libertad de hacerlo, se puso a recorrer la casa. Pensando en que Frisk había pasado por todos esos rincones que observaba con detenimiento ¿La habría pasado bien? Le costaba trabajo todavía procesar el hecho de que la habían tratado como una hija adoptiva pese a lo que habían hecho realmente a su verdadera familia, pero por la forma en la Frisk se mostraba o cómo la monstruo jefe se expresaba de ella, había un cariño mutuo de alguna manera. Aunque no podía culpar el hecho, sólo Frisk era capaz de ganarse el cariño de un par de asesinos y el apego de una flor terrorífica sin emociones. Así que con eso, si creía capaz de haberse ganado el cariño de la esposa del Gran Don... Pero de ese señor en particular, seguía sin poder creerlo. Alguien que era famoso por lo cruel y despiadado que era con los humanos, quien tenía el rumor de que comía humanos incluso y que podía destrozar a cualquiera con sus dientes... No podía imaginarse de esa manera estando cerca de Frisk, una chica que no tenía filtro alguno en cuanto a su forma de pensar y sus palabras que soltaba abiertamente.
Subiendo las escaleras, pudo distinguir con claridad cuál vendría siendo la habitación de Frisk por los letreros puestos en la puerta. Un detalle que le pareció extraño, ya que después de todo sólo parecían vivir en esa casa tan grande tres seres que al final terminó siendo sólo una.
El lugar era tal y como se había imaginado que sería un cuarto para ella. Algo sencillo pero repleto de plantas que ahora se encontraban muertas ante la ausencia de la dueña. Pudo ver que tenía una pequeña mesa apuntando hacia la ventana donde seguramente se ponía a escribir y algunos cajones a los lados, por lo que no dudó en revisarlos pese a la obstrucción de vivienda que estaba haciendo. No estaba para cuestionarse esas cosas ahora.
Había varias libretas y hojas sueltas con información que anotaba sobre las flores que cultivaba o de una que otra planta que se ponía a estudiarlas. Reconoció su letra en el instante por la nota que le había dado con las flores, teniéndola guardada cuidadosamente en su cajón al igual que como Frisk tenía en ese cajón algunas flores marchitas entre páginas. Seguramente guardándolas como indicadores de qué plantas estaba escribiendo y estudiando sus propiedades. En definitiva sólo había una cosa que le apasionaba y eran las plantas, ya que no parecía tener algún otro interés oculto entre los rincones de su habitación. Fue así como recordó el inmenso jardín de flores que rodeaba la mansión del Gran Don, generándole un malestar inmenso imaginarse a Frisk recorriendo ese lugar. Seguramente con alegría y sin saber que lo que pisaba y apreciaba era producto de toda la malicia que habitaba en esa bestia.
Y pensando sobre él, dio con una pequeña caja que al revisar pudo percatarse que se trataba de algo de mucho valor para la chica. Sólo que su contenido no era nada grato para él. Siendo unas cartas dirigidas hacia Frisk y siendo escritas a mano.
"Pequeña Frisk, espero que te encuentres bien siendo tu cumpleaños número 14 el día que recibes esta carta. Nuevamente no puedo estar a tu lado, pero sé que comprendes que debo trabajar duro para que a ustedes dos no les falte nada. No hace falta que intentes responder esta carta, sé que te encuentras bien y que eres buena con tu madre. Siempre fuiste una niña tranquila, así que sigue así. ¿De acuerdo?"
"Howdy, mi pequeña Frisk. Ahora tienes 16 el día que lees esta carta. ¡Cómo va el tiempo volando! Las flores que cultivo ahora crecen igual de rápido que tú, pero no creo que lleguen a ser tan hermosas como la jovencita que sé que te volverás. Espero que tu madre te haya explicado sobre por qué no puedo recibir tus cartas. Ya fui notificado de tu intento, pero debes portarte bien. No le causes problemas a tu madre. Llegará el día que pueda volver a verlas y comer de los postres que tan bien le quedan a tu madre".
"Pequeña. Ahora tienes 18... Sí que no tengo palabras ahora para pensar en cómo me vuelvo viejo con eso. Espero que comas bien tus verduras para que crezcas sana y fuerte. Con esta carta te mando tu regalo, espero que te guste. Cuida de ti y de tu madre".
"Pequeña Frisk... o mi no tan pequeña ahora. Siendo que ahora tienes 20 el día que lees esta carta, debo decirte que me emociona mucho poder verte y contemplar la mujer adulta que estás por ser. Sé que han sido muchos años sin poder estar juntos, pero sé que comprendes que siempre busco darles lo mejor a ti y a tu madre. No obstante, quiero estar ahí el día que oficialmente te vuelvas toda una mujer, así que espero que te guste como regalo que pueda estar contigo en tu siguiente cumpleaños y poder comer juntos una tarta que seguramente tu madre tendrá lista".
Dejó caer sobre la caja esa última carta, sabiendo de antemano qué fue lo que recibió en su cumpleaños número veintiuno siendo que él mismo pudo leer el contenido de esa carta escrita a máquina a comparación de las demás y sin ser él mismo quien la había mandado. Con razón Frisk había decidido irse a la ciudad tras tal cambio y extraño regalo. Pero aun así no le cuadraba del todo porqué había pasado tales cambios, tan sólo pensaba en lo peor sin poder dar crédito aun con lo que estaba descubriendo con tan sólo estar en esa casa tan alejada de la ciudad criminal.
El Gran Don no estaba ocultando a su esposa, estaba ocultando el tener una vinculación afectiva con una humana, mientras realizaba todo su desastre en la ciudad.
La debilidad de esa bestia... era Frisk.
***
Si has llegado hasta este punto de la historia, grita conmigo de la emoción, aaaaaahhhh!!!!
Super saturada de trabajo, pero pude escaparme un rato para poder terminar de escribir este cap sumamente importante. No tienen ni idea de la emoción que es para mí que se llegue a este punto. Y todo lo que sigue después... uff, ya quiero que lo vean XD
Mientras tanto, vuelvo a mi trabajo, que de algo debo mantenerme en cuanto no me vuelva una escritora/dibujante famosa, jajajaja.
**inserte sus teorías locas aquí y tome una michigalleta**
Michi fuera!
:)
Bạn đang đọc truyện trên: TruyenTop.Vip