Cap 70. Valiente


Ser niño no podía ser una excusa para cometer errores. Sans lo tenía muy presente en cada entrenamiento de tiroteo con su padre, donde constantemente tenía que mejorar su puntería y siéndole difícil ante el problema de vista a larga distancia. Simplemente no era algo que le gustara ni se le diera con los resultados esperados, pero no opinaba nada al respecto al no querer defraudar a su padre.

Tenía que ser valiente y astuto, tenía que estar a su lado para mantenerlo a salvo. Y no cometer el error de nuevo que le había hecho perder a su madre.

Había mejorado bastante en su magia, logrando ser un verdadero apoyo presencial para su padre. Y tras el encargo de la familia Blook sobre hacerse cargo del vigilante del faro, parecía que su padre le estaba integrando aún más a las misiones pese a tenerlo bajo supervisión de sus extraños seguidores de piel gris y considerablemente apartados, mientras él acataba todo de frente como todo un jefe. Aun no entendía como esos sujetos se habían presentado un día ante la puerta de su hogar y solicitado voluntariamente estar al servicio de su apellido, pero era aún más sorprendente que su padre terminara aceptándolos y dándoles la confianza suficiente para estar a solas con un par de ellos. Si debía admitirlo, era extremadamente incómodo al parecer que no hablaban si no se les ordenaba hacerlo, pero no estaba haciendo mucha diferencia hoy en día de convivir con su hermano, quien había estado muy decaído desde su última visita a Waterfall y Muffy no le decía nada al respecto.

Suspiró con resignación de solo pensarlo, ese par de raros... Como el mayor de los tres, tenía más razones para volverse el mejor. Algún día, él sería quien estuviera al mando y tendría que protegerlos. Aun cuando eso implicara acostumbrase al sonido molesto que emitía la bala al momento de salir disparada y que le distraía demasiado de otros sonidos del entorno. Algo que había aprendido de su madre, era a apreciar cada extraña melodía que pudiera surgir en el punto en el que estuviera situado, como si de un espectador frente a una orquesta magistral se tratase. Si bien en su momento le había parecido algo muy raro, era tarde para apreciar ese detalle. Realmente había algo muy armonioso en cada sonido, como las gotas que golpeaban sobre el charco de manera rítmica, el viento nocturno que avecinaba una nueva tormenta... y los pasos apresurados que indicaban la cercanía que estaba teniendo hacia el punto en el que se encontraba.

Aunque los seguidores grises estuvieran ahí para mantenerlo a salvo en distancia, Sans no lo pensó ni por un momento en iluminar su ojo azulado y emplear su magia de retención hacia el humano que estaba huyendo hacia la dirección en la que estaban esperando. Tenía razón su padre, habría uno que otro ladrón que intentaría escaparse por ese callejón. Y el objetivo era no permitir que ninguno se saliera con la suya por atreverse a desafiarlos. Humanos con rostros tan similares a aquellos que se habían atrevido a invadir su casa, de llevarse a su madre y acabar con su vida.

Con ese recuerdo tan presente, no se dio cuenta a tiempo que había cometido el descuido de no desarmarlo en el instante. Notando ahora que, aunque lo tuviera atado desde su alma sin necesidad de sacarla a la fuerza, eso no era suficiente para inmovilizar sus brazos que ahora desenfundaban un arma que les apuntaba sin reparar en que se trataba de un niño. Tal vez no se daba cuenta de eso ante la poca luz que otorgaba la luna sobre un callejón maloliente, tal vez simplemente estaba actuando por miedo o reflejo como autodefensa, o tal vez su padre en verdad tenía razón sobre lo despiadados que eran todos los humanos por igual. Pero nada de eso importaba en ese instante y más le valía comprender eso.

Los seguidores grises se habían lanzado hacia el humano para detenerlo lo más pronto posible, sin importarles que pudieran ser disparados a tal cercanía tan peligrosa y obligándole a soltar el arma que cayó sobre uno de los charcos que anteriormente sonaba el compás de la melodía nocturna. Sin necesidad de alguna indicación, lo recogió para impedir aún más que el humano recuperara su arma, sosteniéndola exactamente como le habían enseñado en cada entrenamiento para evitar accidentes. Ahora tan sólo tenían que esperar a que su padre llegara y...

-¡Malditos monstruos!

El ladrón había dado un cabezazo al felino de pelaje gris y sacado en el instante otra pistola que había tenido oculta en cuanto tuvo libre su brazo. Todo había pasado tan rápido, viendo cómo estuvo a punto de disparar al monstruo gris de grandes ojos que aún le estaba sujetando su otro brazo, que Sans le apuntó desde su posición con tal de intimidarlo lo suficiente y que dejara a un lado la idea que claramente quería cometer. Pero a diferencia de él que tan sólo era un niño apuntando hacia arriba ante la diferencia de estaturas, el humano no tenía intenciones de tener piedad por nada ni nadie. Teniendo que apretar el gatillo antes de que mataran a alguien frente a él de nuevo. No lo permitiría nunca más, nadie estaría en peligro en cuanto él estuviera presente y no retrocedería por miedo.

Había disparado latas, botellas, a varios blancos que su padre creaba para él y su hermano... pero definitivamente no se comparaba a lo que acababa de hacer.

Le había apuntado a la cabeza al saber que los humanos eran demasiado resistentes para aguantar lo suficiente hasta ser atendidos, (enseñanzas de su padre sobre la extraña anatomía que tenían los humanos), pero realmente no contaba con la precisión que había realizado, disparando en su frente y matado en el instante. Viéndolo ahora con la poca luz nocturna del entorno y con una expresión que estaba seguro de que no olvidaría nunca en su vida. Tornándose los charcos en un tono oscuro mientras la cabeza no paraba de sangrar.

Sans había retrocedido dos pasos como si con ello pudiera alejarse de la terrible imagen que estaba contemplando, bajando el arma y apuntando hacia el suelo justo como le habían enseñado, pero deseoso de soltar aquello con lo que había cometido algo tan aterrador, que le hacía sentir las lágrimas venir ante el miedo que le generaba lo que estaba viendo. Los monstruos incoloros ni siquiera se giraron a ver cómo se encontraba el niño que se suponía que estaban cuidando. En su lugar, se alejaron hasta el punto de ser una posible barrera en la entrada al callejón para que nadie más entrara, aunque el particular sonido de las patrullas le aclaraba más sobre la posible indicación que tenían esos sujetos de impedir que la policía se adentrara a la escena del crimen. Y seguramente el disparo había sido la razón por la cual parecían estar buscándolos.

Ya no escuchaba más aquel compás marcado por las gotas sobre los charcos, ni el viento que indicaba al entorno qué sonidos emplear a su paso. Tan sólo había ahora el sonido de las sirenas policiacas... y seguramente sería el único sonido que escucharía por el resto de su vida.

Tal vez había sido pocos segundos de diferencia, pero para Sans fue eterna la espera de la llegada de su padre al punto exacto en donde le había dejado con sus respectivas indicaciones a cada uno. Ignorando por completo el ahora cadáver ante ellos, el esqueleto de gran altura inmediatamente buscó que sus miradas se cruzaran.

-No llores Sans, recuerda que sólo se trata de un humano. –Comentó su padre con la seriedad que recientemente se había vuelto intacta en él. Sans podía notar que tenía sus manos enguantadas manchadas, seguramente por un enfrentamiento mayormente controlado que lo que había tenido él. –No merecen nuestra compasión.

-S-sí, papá... –Apenas y pudo contestar. Entregándole la pistola que había estado sosteniendo pese a no tener tal indicación. Tan sólo no quería seguir teniéndola en sus manos.

-Vayamos a casa ahora. Me encargaré de inspeccionar este cuerpo en particular. –Finalmente se dignó en ver el cadáver y lo levantó con su magia a la altura de su rostro mientras lo inspeccionaba a simple vista, dejando caer más sangre sobre los charcos bajo sus pies. Parecía no importarle ese detalle. –Papyrus puede ayudarme con esto, tú ya puedes descansar en cuanto lleguemos.

El pequeño esqueleto se limitó en asentir con la cabeza, conteniéndose las ganas de llorar y vomitar al mismo tiempo. Tomándolo del brazo para desaparecer juntos de la escena, y aparecer en el instante en la sala de su casa con el cadáver a lado de ellos que era sostenido por múltiples manos huesudas del mismo tono que su padre emitía desde sus cuencas. Ahí inmediatamente se toparon con la niña arácnida de larga cabellera negra, mientras le enseñaba a su hermano una araña que tenía en un par de sus manos y que aparentemente estaba bailando ante ellos. Ambos niños se giraron para verlos en cuanto aparecieron ahí, pero ante la costumbre, no les causó ninguna impresión verlos ensangrentados y con un cadáver flotando consigo. Cosa que a Sans le hizo sentirse más avergonzado por la debilidad que estaba teniendo ante lo que acababa de cometer.

-Papyrus, acompáñame a revisar esto. –Comentó su padre sin necesidad de saludarlos. –Hoy te enseñaré sobre el sistema respiratorio de los humanos.

-¡SI, PAPÁ!

El menor de los tres esqueletos se paró y se dispuso a seguir a su padre mientras se encaminaban hacia el sótano, lugar que habían asignado para la revisión de los muertos y extirpar sus órganos.

-¿Sansy? –Le llamó la niña arácnida sacándolo del shock que aparentemente estaba teniendo. Incluso le había sacudido el hombro y no se había dado cuenta en el instante. –¿Estás bien? ¿Quieres que...?

El mencionado ni siquiera esperó a que terminara su pregunta, encaminándose inmediatamente a su habitación con tal de estar aislado de todo al no permitirse verse mal ante su familia. Su padre seguramente le regañaría si le viera mal, o tal vez no le permitiría de nuevo el acompañarlo en tales misiones y eso no quería. Aun con lo que acababa de hacer, había salvado una vida que no le agradeció de ningún modo. Tan sólo había realizado lo que le correspondería de ahora en adelante y ya.

Se quitó la ropa para ponerse ahora la pijama, notando cuánto se había manchado de sangre y sin darse cuenta de eso en el instante. La aventó lo más lejos posible de él con tal de apartarse de aquel momento aterrador, percatándose de que estaba temblando y con lágrimas que amenazaban con salir una vez más, pero limpiándose con la manga de su pijama al contenerse todo lo posible de no hacerlo. Tenía que ser el más fuerte de los tres niños al ser el mayor, tenía que ser valiente, muy valiente... y un hombre no lloraba por cosas así. Tenía que contenerse aunque no le viera nadie.

Se suponía que tenía que acostarse a dormir, pero permaneció sentado sin poder borrar la expresión del humano en cuanto murió por su disparo. Era aterrador pensar que un humano podía partir del mundo y dejar huella de lo que habría pasado por su mente segundos antes de morir.

-¿Sans?

Susurró su padre al entreabrir la puerta para comprobar si estaba todavía despierto tras un par de horas después, pero no necesitó respuesta ni indicación para adentrarse a su habitación en cuanto lo vio. Tan sólo se sentó a lado suyo y colocó una caja de madera sobre sus piernas.

-Bien hecho, Sans. No creí que te las ganaras tan pronto.

Suponiendo que era una indicación o permiso para abrirla y ver su contenido, Sans revisó en el instante que se trataba de un par de pistolas cuyo metal brillaba demasiado. No se parecían en nada a las armas con las que había estado practicando tiroteo ni a la que había estado sosteniendo horas antes. Definitivamente se trataban de un par de pistolas nuevas que habían estado en espera de ser contempladas por él y no sabía cómo sentirse al respecto. Pero aun así, emitió una sonrisa al comprender que estaba siendo valorado por su padre.

-Gra... Gracias, papá.

-Están bañadas en plata, así que procura darles mantenimiento constante para evitar ralladuras. –Comentó su padre con una sonrisa tan tenue que no hacía mucha diferencia a su habitual expresión seria. –Después te enseñaré como.

-Está bien.

-Mañana comenzaremos con tu entrenamiento a corta distancia para que las estrenes. –Se paró y se encaminó nuevamente hacia la puerta para retirarse. –Así que ya duerme para que no estés distraído.

-Sí, papá. Buenas noches.

-Bounanotte, Sans.

Le apagó la luz para no darle oportunidad de permanecer así por más tiempo, pero aun así Sans no pudo conciliar el sueño inmediatamente por mucho que estuviera cansado. Ahora se estaba concentrando en ver el regalo que le habían dado, pero ante el recuerdo tan fresco, no sabía cómo agradecer por tal cosa sin sentirse atemorizado por sí mismo. ¿Oficialmente era un asesino? Ni siquiera necesitaba una respuesta para eso al ver nuevamente la ropa manchada de sangre en la esquina de su cuarto, haciendo que tuviera el impulso de poner la caja de madera a un lado para sacar otra que tenía debajo de su cama.

Siempre le había relajado y alegrado tocar el saxofón que le habían regalado hace pocos años que ahora se sentían lejanos pese a su corta edad, pero ahora que lo sostenía en sus manos ya no estaba sintiendo la misma emoción de antes. La música era para hacer felices a otros, pero ahora era un asesino. Su destino no era hacer felices a otros, sólo proteger a sus seres queridos. Ya no habría música para él, debió saberlo desde el momento en el que murió su madre y taparon el piano con el primer tapete que encontraron. Ahora debía acostumbrarse al sonido de la bala y las sirenas policiacas únicamente.

Sin más, salió de su habitación con el instrumento en sus manos, sólo para lanzarlo en el contenedor de basura más cercano y sin tener cuidado. Posiblemente le regañarían por haber salido de su casa para hacer tal cosa o le encontrarían de inmediato los extraños seguidores que llevaban poco formando parte de los planes de su padre, pero no podía dar más tiempo para decir adiós a su sueño. Era momento de dejar atrás sus miedos y de crecer, impidiéndose llorar en cada paso que daba de regreso para dormir como le había indicado su padre.

Pero ahora que despertaba, ya no era más ese niño queriendo estar a las expectativas de su padre para protegerlo. Ahora era un adulto que apenas y tenía el ánimo suficiente para levantarse de la cama tras una terrible cruda encima. Notando lentamente que estaba en su habitación en una posición bastante incómoda con la que le daba la impresión de que sólo había sido arrojado así sin reparo alguno. Y quien sea que haya sido de su familia, podía considerarse suertudo de que se hubiera preocupado lo suficiente de sólo llevarlo a casa.

Aunque tuviera todavía sueño, ahora tenía algo importante por hacer. Razón suficiente para dirigirse hacia la cocina por agua antes de encarar una vez más a cierta flor. Ya no más oportunidades de ser piadoso sólo por ser importante para Frisk, ahora las cosas parecían estar escalando de mal a peor y más les valía estar al tanto el uno al otro.

-¡Aghh!

En cuanto se acercó al comedor, vio que habían dejado la maceta de Flowey ahí junto a una jarra de agua con la que intentaba aparentemente regarse, que muy seguramente Muffet había sido quien se la había dejado al alcance. Si bien era una escena que le habría causado risa en otras circunstancias, le quitó la jarra con su magia para tomarle directamente de ella ante la necesidad de hacerlo con prisa. Tenía tiempo que no se había sentido así de esa manera, siendo Frisk la testigo de eso con cierto pesar.

-¡Hey! Consigue la tuya. –Protestó la flor con evidentes ganas de ahorcarlo con las lianas expuestas que tenía. A Sans le parecía extraño que le hubieran permitido tal libertad, pero en una rápida revisada del entorno, había varias arañas atentas al lugar donde ambos se encontraban. Esa maldita en verdad era buena para tener ojos en todas partes. –Vi que tu hermano te trajo cargando como la basura que eres.

Sans ni siquiera tuvo intenciones de fingir buen humor ante el malestar latente. Una vez que terminó de tomar toda el agua, dejó la jarra sobre la mesa y se sentó frente a la planta parlante con gesto amenazante. Iluminó su ojo azulado sin intención de verse intimidante o relajado, tan sólo atrapó a todas las arañas y las levitó juntas hasta ponerlas todas en la jarra vacía, mientras Flowey sólo le observaba en espera de que le dijera algo.

-Hablemos con total seriedad, hierba.

Del bolsillo de su pantalón, sacó su encendedor de reserva y un puro que guardaba de emergencia. Pero antes de siquiera prenderlo, quemó a las arañas sin gesticular ninguna expresión en el proceso. Ni siquiera quiso observarlas retorcerse al no poder escapar por la magia de Sans, tan sólo dejó que la flor observara que su paciencia tenía un límite, y si no quería correr el mismo destino, sería más cooperativo que otras veces. La cruda era más que suficiente para estar de mal humor y no importarle las consecuencias de eso.

-¿Los Dreemurr experimentaron con Frisk? –Preguntó sin rodeos, teniendo como fondo ambiental el extraño grito agudo de las arañas dentro de la jarra. No tenía tiempo para preguntarse cómo era eso posible. –¿Sí o no?

-Métete ese puro por detrás para dejar de meterte en asuntos que no son tuyos.

Respuesta equivocada. Sans ya había prendido precisamente el puro que había mencionado la flor, con el cual quemó la liana más cercana que tenía con la punta encendida. No parecía que la flor sintiera dolor o miedo por ello, pero el cambio de expresión que tuvo fue más que suficiente para saber que estaba entendiendo el mensaje. Sobre todo porque ahora estaba malabareando con una mano el encendedor mientras que con la otra se disponía a restregar el puro en la liana dañada.

-¿Experimentaron con Frisk? ¿Sí o no?

Preguntó de nuevo, Flowey se le quedó mirando ahora con un semblante serio a la par. Y a diferencia de sus constantes negativas agresivas o desvíos de tema en otras ocasiones, por esta vez se mantuvo en silencio como si con ello quisiera mantenerse firme en no dar palabra alguna al respecto por más tiempo. Pero todo ello en conjunto, fue una respuesta más que suficiente.

-¿Por qué? –Finalmente cambió de pregunta al no necesitar más de la otra. –¿Qué pretendieron con eso o cuál fue su objetivo? ¿Le hicieron algo como a ti?

-Ya les dije que no se tanto. Esos malditos reptiles no fueron precisamente comunicativos conmigo ¿sabes?

-El viejo determinó que absorbe las cosas como tú lo haces con las almas. –Recalcó tras dar una fumarola. Por suerte, lo que había hecho no había apagado su puro aun. Habría sido un desperdicio en caso contrario, ya que tenía algo de tiempo que había dejado de hacerlo a comparación de lo seguido que lo hacía. –Y ayer vi cómo se regeneraron sus manos con suma velocidad. No fui el único que se dio cuenta de eso.

-¿Qué...?

-Nos topamos a uno de la yakuza. –Continuó Sans sin dar paso a interrupciones. –Pareció que tuvo más sentido para él que para Frisk y para mí, porque se retiró sin dejar rastro alguno.

-¿Frisk está bien? –Parecía ser lo único que le importaba, algo de lo que finalmente estaban de acuerdo. –¿Fue en ese maldito cabaret?

-No, la llevé a conocer la tumba de sus padres. Sus verdaderos padres.

La flor rápidamente cambió de expresión a una que podría comunicar mucho odio, pero no se comparaba con la presencia de las espinas rojas que surgieron de las dos lianas restantes que tenía surgiendo desde su maceta. El esqueleto estaba seguro de que podría crear muchas más, pero que estaba limitado ante la poca tierra que tenía en el espacio cerrado de la maceta improvisada con un contenedor.

-¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? –Su voz sonó más grave, a comparación de lo aguda que habitualmente le parecía. Sus lianas estaban extendidas alrededor suyo pretendiendo intimidarlo con ello, pero realmente no estaba contando con su hartazgo y la cruda que cargaba consigo. –¡¿Tienes una maldita idea de lo que ocasionaste?!

-Yo no fui quien le contó, fue el viejo. –Aclaró de inmediato sin necesidad de alterarse. Incluso se dio el tiempo de fumar un poco antes de seguir hablando. –Yo solo le aclaré el panorama. Ahora tú acláramelo a mí, florecita. ¿Qué pasará ahora que sabe que el Gran Don es el asesino de su verdadera familia?

Las lianas estuvieron por apresarlo a modo de respuesta, pero Sans fue más rápido y se teletransportó detrás suyo para apuntarle con un hueso, pero antes de que siquiera tuviera la oportunidad, Flowey rompió la mesa en la que estaba para estampar los pedazos hacia su dirección. El esqueleto se había teletransportado sin siquiera pensarlo, pero ahora contemplaba la mesa destrozada y las sillas siendo las siguientes en estamparse hacia la pared en la que él estaba más cerca. Era un hecho, el viejo estaría molesto con él en cuanto viera el desastre.

-¡Debí matarte desde el momento que te acercaste a ella! – Rugió tras lanzar la última silla intacta. –¡Debí matarte desde antes!

-Te agradezco que no lo hicieras. –Finalmente le sonrió con intenciones de hacerlo a modo de burla, pero la verdad era que sonreía con sinceridad y leve cansancio. –Conocerla es de las mejores cosas que me ha pasado.

La flor le golpeó finalmente con su liana repleta de espinas, partiendo en dos su puro y rasgándole su ropa antes de que pudiera moverse al aventarlo lo más lejos posible. Por lo visto, la planta había previsto su movimiento de teletransportación tras verlo constantemente hacerlo. Nada mal para un arma biológica creada para ser imparable. Un poco más cerca y muy probablemente le hubiera causado un severo daño con esas espinas.

-¡Te quiero lejos de ella! ¿Me oíste?

-Je... ¿y si no quiero? – Tuvo que moverse rápido antes de que la liana lo intentara golpear de nuevo. –¿Y si ella tampoco quiere?

Lo admitía en sus adentros. Sabía que no debía provocarlo dada la situación, pero tampoco estaba mintiendo. Aún tenía muy presente las palabras de Frisk sobre considerarlo un ángel y besarlo. Y tal vez era un pésimo momento para pensar en ello cuanto frente a él había un experimento letal que deseaba matarlo. Definitivamente estar enamorado lo hacía más suicida.

-¡Yo soy el único que sabe lo que es bueno para ella! ¡Soy el único que puede mantenerla a salvo!

-¿De qué la has estado salvando realmente? –Intentó emplear su magia para retenerlo, pero extrañamente no tuvo efecto. ¿Qué demonios...? –Frisk merece saber toda la verdad.

-¡No pretendas saber lo que es bueno para ella! Tu mera presencia ha sido una serie de catástrofes para ella.

-¡Ella se ha sentido triste, imbécil! –Le contestó arrojando un par de huesos para detenerlo de esa manera ahora que su magia azul no había tenido efecto, pero la flor los rompió de un simple movimiento de sus lianas con espinas cada vez más grandes e intimidantes. Si no lo detenía ahora, destruiría todo el piso inferior de la casa. –Quisiste volverla dependiente de ti, pero eso sólo le hizo darse cuenta de lo sola que ha estado.

Antes lo controlaba con la facilidad de su magia, ¿por qué ahora parecía repelerla? ¿Tenía algo que ver su origen como arma biológica imparable? Podría intentar cortarlo para separarlo de sus raíces nuevamente, pero desconocía cuánto tiempo pasaría para que pudiera recuperarse de eso. Aunque ganas no le faltaran, no podía darse el lujo de eso, aunque seriamente se la pensaba al ver el desastre que ya habían hecho.

Tuvo que crear varios huesos azules para improvisar una jaula, a lo cual finalmente pudo tenerlo controlado en un punto, aunque ello había tenido que destrozar el piso y parte del techo al mismo tiempo. Definitivamente estaría en problemas, pero eso era algo de lo que se preocuparía después.

-Escucha, no me importa que quieras matarme ni que jamás tenga tu aprobación. No la necesito. –Sans se acercó a la jaula, teniendo su ojo azul presente en todo momento para mantener el celeste en los huesos. –Lo que si requiero saber es qué le hicieron exactamente, porque esa parece ser la razón por la cual está aquí en la ciudad.

-No pienso confiar en ti. No cometeré esa estupidez de nuevo.

-No necesito tampoco tu confianza, sólo que confíes en ella. Dices que tú solo sabes mantenerla a salvo, pero la señora Dreemurr quedó sorprendida de que le permitieras comer carne. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre con eso?

La flor no emitió palabra alguna. Limitándose en verlo con odio y moviendo sus lianas de un modo inquieto, dispuestas a atacar ante el más mínimo descuido. Sans estaba seguro de que si tuviera toda su regeneración completa, los huesos no serían suficientes para detenerlo. Aun recordaba la vez que los habían contratado para su captura, siendo Papyrus el único que lo había logrado realmente.

-Flowey, ni tu ni yo sabemos lo que pretende la yakuza con ella. Pero si ya están al tanto, necesitamos estarlo nosotros también que somos quienes la mantienen a salvo. –Se acercó aún más a la jaula de huesos, esperando que sus palabras fueran más que suficientes. Si seguían peleando, tendría mucho por lo que reparar y eso le generaba mucha fatiga. –Si Gerson o el resto de la gente del Gran Don también lo sabe, es un verdadero problema. Así que nuevamente te insisto, no tienes porqué confiar en mí, confía en que Frisk sabrá reaccionar con lo que le compete. Parece que la vez como una niña, pero no lo es.

-Yo sé cómo tú la vez a ella. Y esa es una razón más para quererte lejos.

-Pues sí, tienes razón. –Si había un buen momento para callarse o retroceder, seguramente era ese, pero hizo todo lo contrario. Sentía como si estuviera hablando con el único ser directo de Frisk y debiera pedir una especie de permiso para seguir relacionándose con ella. Lo cual era absurdo en todo sentido de la palabra. –Flowey, estoy enamorado de ella.

Debió imaginarse que la planta intentaría hacer algo con tal cercanía, aun cuando lo tuviera preso en una jaula de huesos que no podría tocar sin lastimarse severamente. Pero siendo una flor con una fuerza inimaginable a través de los recursos naturales, no pudo ver en qué momento había creado una tercera liana que había perforado el suelo en el que se encontraba.

Y que le golpearía tan fuerte con ella que lo dejaría inconsciente.


...

Frisk sabía que no debería volver a salir si ya había causado muchas preocupaciones en la mañana, pero el que los conejos no consiguieran algunos ingredientes para el resto de los días era un verdadero problema. Por la noche tenía muchas cosas por limpiar y atender como para estar viendo por la comida de muchos integrantes en un solo lugar. ¿En verdad eran tan descuidados todos? Agradecía en verdad que le brindaran techo, comida y trabajo, pero, exceptuando a la señora de la casa, todavía se preguntaba cómo era que tantos adultos en conjunto no eran conscientes de ser responsables con lo más básico. Sólo Ronnie parecía ser el que más se encontraba atento a cada detalle, pero últimamente lo veía preocupado o hablando con Shyren de una manera muy discreta que no le daba el ánimo de interrumpir.

Así que agarró una de las bolsas de tela para el mandado y salió con paso prisa antes de que uno de los conejos tratara de detenerla o quisiera acompañarla. Aprovechó que algunos puestos del mercado aún no se retiraban, aunque tenía que apurarse con ello si varios estaban recogiendo todo. Podría intentar recorrer más lejos en una que otra tienda, pero con el poco presupuesto consigo y el tiempo contado que tenía antes de que el cabaret abriera, optó por no retirarse tanto. Además del hecho de no querer volver a ver a Don Gaster que seguramente estaba todavía en el parque.

-¡Hey! Pero si eres la humana que vive en la Madriguera. –El reptil que atendía en el puesto de verduras le llamó en cuando vio que se aproximaba. A Frisk le sorprendió en primera instancia ver que estuviera cargando varias cajas de madera sin complicaciones. –Creo que te llaman "la amant...".

-Estoy harta de que me llamen así. –Contestó con disgusto.

-Lo siento, lo siento. –Pese a su disculpa, rió un poco antes de dejar las cajas en el suelo. –Supongo que es un término muy vulgar para una señorita. ¿Estás de compras? ¿Puedo ayudarte en algo?

Frisk arqueó una ceja al extrañarle tanta amabilidad de un desconocido, pero optó nuevamente por no darle importancia al requerir agilizar sus tiempos. La señora Bonnie se mostraba más nerviosa con ella por su ausencia, y estaba muy segura que se trataba por lo que pudiera hacer la chica arácnida o el mismo Don Gaster en cualquier momento inoportuno. No les tenía miedo a ninguno de los dos, pero no quería que la familia conejo pasara por malestares a causa de su presencia.

Tan sólo le entregó la lista con lo que estaba buscando, agradeciendo el hecho de que tuviera la mayor parte de las cosas consigo y entregándole una bolsa aparte con lechugas sin necesidad de pedirlas. Recordándole finalmente que ya había visto a ese reptil antes.

-¿Eres amigo de Ronnie?

-Sí, vamos con el mismo entrenador. –Le contestó el reptil mientras revisaba la pequeña hoja y colocaba las cosas que faltaban. –Aunque tiene tiempo que se ha ausentado por su trabajo. Debe ser agotador ser el hombre de la casa.

-En realidad hay muchos hombres viviendo en la casa. –Comentó sin entender por qué eso era agotador.

-Sí, pero Ronnie es el mayor de todos ¿no? –Levantó la mirada al mismo tiempo que le entregaba la bolsa de tela con las cosas. –Aprovechando que eres humana, ¿podría pedirte un favor? Se tienen que llevar unas verduras a la iglesia, pero no me gusta entrar ahí. Si lo haces, no te cobraré algunas cosas, que realmente no te alcanza con lo que me diste.

-Oh... De acuerdo.

Agradeciendo el que no tuvieran que hablar más, Frisk terminó con muchas cosas por cargar entre los dos brazos esperando poder deshacerse de uno cuanto antes. La iglesia estaba a un lado del puesto del reptil, por lo que se adentró sin saber a quién dirigirse para entregar tales cosas. ¿Por qué al reptil no le gustaba entrar ahí? Si lo tenía justamente a un lado. ¿Sería un flojo? Pese al malestar, supuso que debía de agradecer el trueque propuesto para llevar la mayor parte de las cosas que tenía en lista para la comida. Aunque eso significaba que no podría comprar más tampoco si ya se había acabado todo el dinero que tuvo consigo. ¿Cómo sería pagar con los cheques? Estaba segura de que podría sacarle de un apuro así si tan sólo supiera cómo se usaban.

Tras caminar por el pasillo central del lugar, vio que el señor de antes se encontraba ahí, mirando los vitrales cuya luz generaba tonos distintos a los que recordaba de la primera vez que los había visto. No podía culparlo por quedarse contemplándolos de esa manera, lo cierto era que eran hermosas piezas de arte.

-¿Señor? –Frisk no sabía cómo dirigirse hacia él, pero el señor tan sólo se giró y le sonrió amablemente. –Traigo sus verduras.

-¡Oh! Gracias señorita, aunque debió traerlas el encargado del lugar.

-Dijo que no le gustaba entrar aquí.

-Entiendo...

El señor suspiró con un deje de resignación, tomó la bolsa y la dejó a lado suyo. Pero continuó con lo que estaba haciendo desde antes de que ella llegara, lo cual Frisk no supo qué hacer con ello. ¿Por qué tanta atención a las largas ventanas? ¿Debía avisar que ya se retiraba o lo dejaba así sin más?

-Cuando era joven... era como tú. –Frisk no entendía a qué se refería, pero por más que lo observara para verse directamente, el señor siguió viendo los vitrales con una sonrisa melancólica. –Yo también me enamoré de una monstruo en mi juventud.

Frisk no le había preguntado nada al respecto ni tampoco le interesaba su vida personal, pero se hacía la idea de porqué le estaba contando eso en particular (siéndole un tanto exasperante que sólo se le relacionara con ese rumor), pero aun así se mantuvo en silencio en espera de algo más. Si tenía que ser sincera, no le parecía algo extraño al haber convivido con monstruos en casi toda su vida, pero la ciudad ya le había demostrado que su percepción de muchas cosas no era precisamente una opinión popular, siéndole aún más irracional el lugar en el que vivía conforme seguía avanzando.

-En aquel entonces no había piedad alguna como ahora. Mis padres en cuanto me vieron... inmediatamente me encerraron en la casa y poco después me obligaron a tomar una decisión que me mantuviera apartado por siempre. –Continuó el señor sin devolverle la mirada, como si observar aquellas largas ventanas le ayudaran a visualizar su pasado, del cual tal vez pasaron muchos años de ello. ¿Cuántos tendrá? Ante la curiosidad, se esmeró aún más en ver su rostro como si con ello le indicara los años que tenía encima más allá de las canas y arrugas, pero en ello notó por primera vez que sus ojos eran verdes tras sus párpados caídos. –Me habría gustado ser valiente como tú, señorita.

-¿Por qué me considera valiente? –Atrajo eso su atención al extrañarle que tuviera una percepción de ella. –Usted ni siquiera me conoce realmente.

-Te he visto defender a los monstruos por igual, sin importar si son delincuentes o no. –Finalmente le devolvió la mirada para darle una muy cálida sonrisa. –Es más de lo que yo he podido hacer aquí.

-¿Y qué es lo que hace aquí? –Observó el entorno nuevamente, recordando que su primera impresión había sido una tienda de estatuas metafóricas.

-Bueno, parte de mis labores es predicar el amor al prójimo y escuchar a otros. –Rio tenuemente el señor, manteniendo su postura amable y relajada. Después, le señaló el mueble de enfrente. –Esto, por ejemplo, es un confesionario.

-¿Su trabajo es escuchar confesiones? –Frisk no le encontró ningún sentido a eso, pero parecía que al señor le divertía la expresión que había hecho. –¿De qué sirve eso?

-No todo puede quedar callado, señorita. Como, por ejemplo, el hecho de que te cuente de mi pasado.

-Pero yo no le pedí que me contara.

-Lo sé, pero algo me dice que eres de mucha confianza. ¿Algo que quisieras contar?

Frisk le miró atentamente, pero terminó desviando la mirada al sentirse incómoda con su leve insistencia. No tenía intenciones de hablar abiertamente de muchas cosas que le rondaban por la cabeza a un completo desconocido, por más amable que le pudiera parecer a simple vista. Le habían pasado tantas cosas durante los últimos meses como para no aprender la lección de no poder confiar abiertamente. Además de que estando en un lugar tan alto y repleto de velas junto a estatuas con expresiones particulares, le hacía sentirse indefensa y en desventaja. Tal vez no había sido tan buena idea aceptar el trato y tener que entrar nuevamente.

-Recuerdo que te interesaron mucho los ángeles. –La voz del señor le sacó de sus pensamientos.

-Si. Es porque hay alguien a quien considero mi ángel guardián. –Comentó sin siquiera pensarlo, buscando con la mirada aquellas esculturas que tanto le habían llamado la atención en cuanto las había visto por primera vez. En efecto, no se parecían a Sans o algún monstruo que conociera ante tantas facciones humanas salvo las alas, pero no podía evitar pensar en que pudiera significar la unión entre ambas especies. –Él es un monstruo que coincide mucho con la descripción que me dio sobre lo que hacen.

-Asumo que te refieres a tu pareja sentimental.

-No somos pareja.

-¡Oh! ¿Entonces qué son?

-Él es mi ángel guardián, como usted dijo.

-Eso no describe qué relación tienen, señorita. –A Frisk le pareció que por un momento al señor le dio por reprimir un suspiro de resignación, siendo más fuerte en él una sonrisa de paciencia. –Es interesante que lo relaciones con un guardián. Eso indica el gran aprecio que le tienes a ese monstruo, pero sigue siendo un concepto, no una formalidad.

Frisk quedó por más de un minuto pensando su respuesta, pero no daba con algo que le ayudara a describir realmente cómo era su relación con Sans. No era la primera vez que le preguntaban eso, siendo Mettaton el primero y la señora Bonnie la segunda, (siendo ella más insistente y directa a lo que le parecía percibir su situación), pero estaba muy segura de que ese no era el caso, aun cuando era consciente de que Sans si gustaba de ella... ¿cierto? Pensar en eso sólo hacía que le llegara nuevamente a la cabeza la canción de los conejos. A lo cual instintivamente desvió la mirada de la pena que le daba recordar ese momento tan incómodo.

¿Sans si la estaría viendo como una pareja? Era nulo su conocimiento de cómo era que se daba una relación así, pero estaba muy segura de que al menos tenía que haber un consentimiento y acuerdo por ambas partes para poder denominarse de ese modo. Querría preguntárselo personalmente, pero Muffet ya le había explicado sobre el protocolo de no hablar al respecto con los hombres en general. ¿Por qué los citadinos se complicaban tanto? ¿O era algo sumamente global? Eso no quitaba lo absurdo que le parecía el no hablar las cosas directamente. Estaba segura de que muchas cosas se facilitarían para la ciudad si dejaran tantos tabúes y barreras absurdas impuestas.

-No lo sé. –Finalmente contestó tras mantenerse mucho tiempo en silencio, viendo que el señor le estuvo esperando en todo ese momento. –No sé qué piense él de mí con exactitud.

-¿Y qué es lo que tú piensas de él?

-Que me agrada y que es importante para mí ahora, pero... –No terminó la oración al no encontrar las palabras precisas para darse a entender ella misma. Estando muy segura que, si Sans fuese un amigo, no habría intentado coquetearle en varias oportunidades, ni mucho menos sentiría atracción hacia ella como tenía entendido ahora. –¿Usted cómo denominó a la monstruo de la que se enamoró... si se puede saber?

-Éramos pareja, pero solo nosotros dos lo supimos. –Contestó el señor con cierto gesto de alivio. Tal parecía que si le gustaba poder hablar de eso con alguien. ¿Cuánto tiempo se lo había tenido que callar y esperar a confesarlo a alguien más? Tenía que estar muy desesperado para tener que hablarlo con una completa desconocida. –Creímos que podríamos vivir así, con tanto secretismo entre la vida que nos rodeaba, pero no fue suficiente en el momento que mis padres nos descubrieron y amenazaron con matarla.

-Lamento mucho que pasara por eso. –Comentó Frisk al comprender de alguna manera ese sentimiento.

-No sé qué habrá sido de ella después de eso. Mis padres me metieron a ser sacerdote y no pude saber nada más. –Suspiró el señor ante la nostalgia reflejada en su voz. Frisk tuvo que contenerse a preguntar qué venía siendo un sacerdote para no interrumpirle. –Y aunque me hubiera gustado que las cosas se hubieran presentado de otro modo, no me arrepiento al final si en esto puedo ayudar a otros.

-¿A costa de su felicidad?

-A costa de un mundo mejor.

Frisk podía notarlo, la sonrisa que el señor esbozaba tras sus palabras era sincera. Y pese a que sus experiencias le indicaban que no todo era lo que parecía, decidió devolverle la sonrisa al sentirse identificada con ese sentimiento. Su razón de estar en la ciudad era por un anhelo de recuperar la familia que le quedaba, de volver a aquellos momentos felices pese a ser menos integrantes. Y ahora que no lo había logrado y descubierto cuál era realmente su realidad, no sentía que fueran razones suficientes para considerar todo completamente perdido. Al menos, ahora se estaba enfocando en saber la verdad de su pasado, fuera algo grato o no, hacía tenido la oportunidad de tener un trabajo propio y lo volvería a hacer en cuanto viera el momento adecuado para hacerlo. Aun quería hablar con él... aunque ahora no estaba segura de si era apropiado seguir llamándole padre ante la incertidumbre que le carcomía en silencio.

Tal vez se sentía sola y agobiada con muchas cosas, pero era esperanzador ver que nuevamente se había topado con una persona aparentemente agradable. Aunque seguía sin entender realmente qué era lo que hacía ahí y para qué era una iglesia. ¿Realmente su profesión era escuchar a otros y ya? ¿Tanta estructura para algo así? ¿Eso no lo hacía un chismoso? No estaba segura de si ahora debía moderarse o no con su confianza.

-Por supuesto, debo mantenerme en un perfil bajo. No toda la gente de mi rubro piensa como yo. No todo el mundo piensa como nosotros dos. –Continuó el señor al apartar la mirada de nuevo para ver los vitrales que parecían emitir una luz diferente por la hora. –Pero como un viejo que no pudo hacer nada más en su momento, es esperanzador que una señorita como tú alce la voz frente a una multitud y defienda el amor al prójimo sin importar lo que sean. En mi posición debería decirte que te moderes y seas toda una dama, pero en su lugar oraré por ti.

-Gracias... supongo. –Frisk no entendía su comportamiento, pero al menos parecía que se trataba de algo amable de su parte. –No trato de ser valiente ni nada por el estilo. Solo soy yo siendo yo.

-Con más razón oraré por ti, entonces.

Frisk seguía sin saber a qué se refería, pero por alguna razón sonaba como una preocupación mezclada con burla. No estaba segura de cómo tomárselo.

-Debo retirarme, pero antes acláreme una cosa. ¿Qué es lo que se hace en este lugar... además de escuchar confesiones?

-Bueno, a veces bautizo bebés, otras veces uno a parejas en santo matrimonio...

-¿Las iglesias son para casarse también? –Le sorprendió saber eso. Aunque la verdad, nunca se había preguntado cómo era que una pareja terminaba casada. ¿Así que para eso existían lugares como el que estaba? ¿Por qué tenían que ser lugares tan innecesariamente altos y repletos de velas y estatuas? ¿Sus padres habrían pasado por un lugar así? Y varias preguntas más le llegaban por el estilo, pero terminó concentrándose en una en particular mientras veía el semblante preocupado del anciano a lado de ella. –Si su trabajo es casar a parejas, ¿por qué no intentó casarse con la monstruo con la que estaba?

-Oh, mi niña... –Suspiró con tristeza. –El mundo es un lugar cruel para ti.

-No entiendo qué...

-Comienza a oscurecer, señorita. Será mejor que vuelvas a tu casa.

Frisk se preocupó al escuchar eso. ¿Oscurecer? ¿Cuánto tiempo había tardado en hablar con el señor? Rápidamente tomó sus cosas que había bajado poco a poco mientras la conversación iba surgiendo y se dispuso a retirarse con paso prisa, apuntándose mentalmente en no aceptar más tratos o distracciones. Seguramente la señora Bonnie estaría aterrada ahora mismo de no verla de nuevo en la casa, haciendo que todos sus hijos la buscaran en todas partes y tal vez tenerla con más vigilancia que volvería aún más incómoda su estadía, o peor aún, Muffet estaría de nuevo intimidando a los conejos. No quería verse grosera en ningún momento ante la hospitalidad de esa familia, pero realmente estaba necesitada de espacio a la brevedad para no hacer que otros se preocuparan por ella.

En efecto, el atardecer estaba llegando a su fin conforme daba paso prisa en su regreso. Lamentándose de haber salido sin suéter al sentir el viento denso que avecinaba la noche.

-Te encontré.

Pero una voz detrás reconocible le hizo girar y detenerse en el acto, sorprendida con escucharlo precisamente en plena calle y sin otra compañía.

-¿Flowey?


...

Tal vez no era una buena idea cerrar su bar bajo una justificación absurda, pero Grillby sentía que debía de atender personalmente ese asunto por si su sospecha era más que acertada, además del hecho de comprender que Sans no debería de salir de Snowdin ante la orden de su padre (aun cuando al bobo le importara un rábano las indicaciones). Le había avisado a Fuku con una nota que vería en cuanto regresara de la escuela, esperando que entendiera y se portara bien en su ausencia. Ya que la distancia que estaba recorriendo era más lejana de lo contemplado.

No le había costado analizar la extraña invitación que había sido dejar tal estrella ninja en el saco, siéndole sorprendente que el mismo esqueleto no se hubiera dado cuenta de ese detalle consigo. Aunque si había tenido sangre de la humana, podía suponer que lo había colocado cuando la humana era quien había portado tal prenda. ¿Y eso significaba que estaría citando a la florista o al mafioso? Bueno, era algo que averiguaría dentro de poco.

Reunirse en New Home era tentar al diablo por ambas partes, por lo que, mientras conducía rumbo al destino contemplado, se convenció aún más que había sido acertado adelantarse por su cuenta. Aunque hubiera dejado atrás su anterior profesión, su instinto investigador no le permitía dar la espalda a la situación que involucraba a su amigo.

Sobre todo por la curiosidad que le daba conocer tal punto de encuentro.

El cielo ya se encontraba oscuro al momento de llegar, indicándole lo tanto que había tardado en dar con la pista y encaminarse a la brevedad en su auto. Siendo sincero, había tardado en comprender que se trataba de una invitación aquella estrella de cuatro picos. La pista inicial había sido la misma figura, indicándole que, además de pertenecer a un oriental conocedor, que lo relacionaba a la misma yakuza recordando las investigaciones viejas de su hermano. Pero la clave en todo eso había estado en el grabado en uno de sus picos, lo cual irónicamente parecía estar hecho para aparentar una brújula y que los números grabados en ello daban pauta a ser una dirección precisa. Y en cuanto había sacado su mapa, no tardó en relacionar el lugar junto a la nota periodística vieja sobre un incendio que había acabado con la vida de un mercader y su familia.

El lugar que había dado fin a El Jugador. El lugar que había dado inicio a El Rey.

Era interesante que tras tantos años transcurridos de ese incidente, no hubieran arreglado ese terreno convirtiéndolo en algo más tras las cenizas que habían quedado. Pero tan sólo estaba contemplando un lote baldío donde ni la hierba mala quiso surgir. Si el gobierno ni alguna inmobiliaria había reclamado la zona, era un hecho que aun pertenecía a alguien y no estaba dispuesto a darle un cambio a ese lugar, como si fuera necesario dejarlo tal y como quedó por última vez. Un recordatorio de lo peligroso que venía siendo el Gran Don y que ningún humano podría vencerlo.

-Yo cité a un Gaster, no a un simple lacayo.

Grillby apenas y había bajado del auto y dado un par de pasos para ver que ya se encontraba ahí el humano con su cabello tan largo que le cubría gran parte de la cara y portando larga gabardina verde olivo. Mientras seguía avanzando hacia él, pudo notar a simple vista que se encontraba solo, pero eso no garantizaba nada a su experiencia. Tenía que ir precavido y, sobre todo, con una distancia considerable.

-Hola, de nuevo. –Soltó Grillby con toda seriedad. No le agradaba tener de frente al sujeto que había lastimado su pie. –Tendrás que conformarte conmigo.

-¿Y quién se supone que eres tú?

-Esa pregunta se la hace el mismo Sans Gaster sobre ti. –Se cruzó de brazos con tal de verse más intimidante, pero estaba seguro de que no funcionaba. –Él no va a perder el tiempo hablando con cualquiera.

-Pero sí que tiene tiempo para salir con una de los nuestros. –El humano se mostró aún más firme de lo que le había aparentado la primera vez que le había visto, pero no parecía tener intenciones de agredirle, físicamente hablando al menos. –Soy Kris Yamaguchi, líder de la yakuza que reside en esta ciudad.

Grillby optó por no mostrar ni un gesto, pero internamente le había sorprendido que estuviera conociendo al actual líder de ese grupo tras el derrocamiento de Masao Saito. Y si estaba queriendo hablar con Sans nuevamente, estaba muy seguro que era referente a la florista. Ahora se estaba formulando demasiadas preguntas en su presencia, pero estando en el lugar no se sentía en confianza de explayarse con suma libertad. Debía de tener cuidado por si había alguien más protegiendo a su jefe.

-¿Y qué es lo que el líder de la yakuza quiere de los Gaster? –Dejó de estar de brazos cruzados para mostrar la estrella afilada de cuatro picos. –¿Por qué citarlo aquí, donde ambas familias corren peligro?

-¿Así que el primogénito de los Gaster es un cobarde y por eso no se presentó? –El humano parecía querer girar para ver el desastre detrás de él, pero era evidente que jamás le daría la espalda a un desconocido. –Vaya. Creo que cometí el error de considerarlo más valiente.

Grillby se quedó callado, aun cuando en ello pareciera confirmar sus palabras erróneas. Su amigo era todo lo contrario, era un suicida por el que tenía que cuidar al grado de ser él quien estaba presente ahí. Pero si algo le había enseñado su combate con el japonés antes, era que no se sabía lo que pudiera tener oculto, sin contar que ahora que sabía que era un líder de un grupo delictivo, que su gente estuviera en alguna parte cercana, estando atentos a la conversación entre ambos.

-Mi gente te ha visto con el primogénito Gaster, así que en verdad asumiré que eres de su gente. –Continuó el japonés tras el silencio entre ellos. –Mándale mi mensaje, hombre de fuego. Dile que la yakuza no tiene intenciones de ser enemigos de los Gaster en cuanto mantengan a Frisk a salvo y sin salir de su territorio. Pero en cuanto matemos a la bestia, tendrán que devolverla.

-Hablas de ella como si fuese un objeto. –Se asqueó.

-Sé que tenemos un enemigo en común, pero eso no nos hace aliados. –Siguió en su narrativa en tono neutral. Era evidente que no tenía intenciones de querer su opinión. –Así que no estorben y dejen que nosotros nos encarguemos. Cuenten con que tendrán el agradecimiento correspondiente por parte de la yakuza por su cooperación una vez que todo termine.

-¿Eso es todo? ¿Lo citaron hasta acá sólo por un mensaje?

-Era importante que él estuviera aquí personalmente. No es algo que le incumba a un simple lacayo.

Grillby en verdad quería decirle sobre lo tanto que sabía sobre en dónde estaban parados. Sobre lo que había investigado y lo que deseaba saber aparte de todo lo que estuvo a su alcance, pero la firmeza que reflejaba en su voz y sus palabras era más que suficiente para saber que no dudaría en agredirle nuevamente. Apenas se había recuperado de su pie como para permitir otro enfrentamiento, y más sabiendo lo lejos que estaba con una sobrina adolescente rebelde y sola en casa. Simplemente no podía correr riesgos, ya había hecho demasiado tener que ser el intermediario para mantener distanciado al mismo Sans de sus múltiples metidas de pata.

Pero al menos no se iría de ahí con nada, además del absurdo mensaje que claramente Sans no se lo tomaría bien. En verdad estaba obteniendo algo con el simple hecho de estar ahí, siendo una zona de ricos desperdiciada que daba sentido a dónde estaban enterrados ahora, siendo un cementerio en que aun en muerte, los ricos no deseaban juntarse con los de clase baja, aun con las lápidas simples que marcaban su zona de eterno descanso. Estando ahora en el lugar que había dado fin y principio a muchas cosas, podía imaginarse por dónde había entrado el Gran Don para encarar a Masao Saito dependiendo si había querido ser visto o no. Podía imaginarse cómo habían llegado los bomberos después, siendo tarde para encontrar a las dos niñas que habían quedado con vida, imaginándose cómo el Gran Don se las habría llevado con facilidad en un solo brazo. Siéndole cada vez más extraño cada detalle mientras estaba ahí, visualizando cómo habrían sido las cosas.

Y definitivamente sin tener sentido todavía ese detalle.

-Muy bien, yo le mando tu mensaje.


...

Jamás volvería a dejarla sola. ¡Jamás!

-Flowey, no me estás dejando trabajar. –Frisk le recriminó en un tono serio tras mencionarlo varias veces. Y claramente le había ignorado en todas esas veces al no pedirle su opinión al respecto. –Estás asustando a los conejos.

Y no tenía intenciones de que fuese lo contrario. Desde que la había encontrado tras una brusca búsqueda, no dudó ni por un instante en enredarse en su brazo y quedarse ahí todo el tiempo que le permitiera sus raíces hasta que necesitara de agua nuevamente. Había escapado tan rápido como pudo antes de que alguien pudiera detenerlo, pero realmente había sido suerte que sólo la basura sonriente estuviera ahí en ese instante. Y la conversación que habían tenido había sido lo que le faltaba para dejarse de tonterías. No volvería a dejar sola a Frisk por el resto de su vida. ¡La alejaría de todos los malditos que sólo le harían daño!

-Ammm, cachorrita, si quieres luego... –Un conejo comenzó a hablarle, teniendo las orejas bajas ante un temor evidente.

-¡No le llames así, maldito! –Exclamó la flor.

-Flowey, ya basta. –Frisk intentó quitárselo de su brazo, pero eso sólo hizo que quisiera apegarse más a ella, enredándose con sus lianas y raíces. –Te estás comportando demasiado posesivo. Y necesito que me dejes realizar el trabajo del que ya estoy atrasada.

-Tú no tendrías que ser una sirvienta, no tienes necesidad de serlo. –Le reclamó mirándola directamente. –Alejémonos de esta maldita ciudad y no volvamos nunca.

-Ya te dije que no.

-Frisk...

-¡Cachorrita! ¿Estás bien? –La madre de todos los conejos entró a la habitación en donde Frisk intentaba recoger toda la ropa que los malagradecidos tiraban al suelo antes de entrar a escena. Como si les causara satisfacción tener a una humana a su servicio. –Necesito que dejes de darme estos sustos o moriré de un infarto muy pronto.

-Yo seré quien la mate por hacer que Frisk esté sirviéndoles.

-¡Flowey, ya basta! –Ahora si le había alzado la voz. Eso sí era extraño en ella. –No entiendo qué es lo que te ocurre ni cómo es que estabas solo, pero no voy a permitir que seas grosero. Esta familia sólo está ayudándome.

-¿Que qué me ocurre? ¡La familia Gaster es lo que ocurre! –Exclamó cada vez más irritado de que su amiga no lo comprendiera. ¿Tanto se había acostumbrado? –Nos separaron y han hecho de tu vida un maldito infierno.

-Eres tú quien ahora no me está dejando hacer mis cosas, Flowey. –Aunque no se viera enojada, le era evidente que se estaba conteniendo. Incluso había moderado el tono de su voz nuevamente. Frisk intentó una vez más quitárselo, pero Flowey se lo impidió nuevamente, tomándose muy enserio el hecho de no separarse de ella jamás. –¿Dónde está Sans? Creí que él era quien estaba contigo o algo así.

-Puede que esté muerto ahora, no sé. No me quedé a averiguarlo.

-¡¿Qué?!

Era extraño verla preocupada en verdad por una vida ajena a su familia, sus flores o él mismo, incluso varias emociones más se reflejaron en su rostro habitualmente congelado inexpresivo. Parecía querer estar triste, molesta y preocupada al mismo tiempo, sin ponerse de acuerdo en qué hacer en ese instante, pero sin querer reprimirlo como lo hubiera hecho en otras ocasiones. Sus manos no estaban temblando y podía ver a la perfección sus ojos tintos.

Maldita sea. Era peor de lo que pensaba.

-Me escapé de su casa extraña y lo golpeé para lograrlo. –Terminó explicando para calmarla. –No le di tan fuerte, así que puede que sólo quedara inconsciente y ya.

Aunque internamente deseaba que si estuviera muerto. Ya estaba harto de su constante intervención, interrogatorios y ahora de su coqueteo elevado que había llevado al extremo de confesar lo evidente. Ni siquiera tuvo intenciones de contenerse mal con tan sólo escucharlo. Y en efecto, Frisk se calmó un poco al escuchar su explicación sin mucho contexto, pero su seriedad se mantuvo a flote mientras parecía querer analizarlo con la pura mirada.

-Señora Bonnie, lamento que nuevamente tenga que ausentarme de mis deberes, pero necesito arreglar esto. –Finalmente dejó de observarlo y de tratar de quitárselo del brazo. –¿Puede prestarme por un momento su camioneta?

-Sí... entiendo. –La señora no parecía estar calmada con tal solicitud, pero Flowey estaba seguro de que le tenía más miedo a él que a otras cosas. O al menos lo reflejaba el tono de su voz y orejas bajas. –Por favor, no tardes.

Durante la caminata de la chica, no perdió el tiempo en ver atentamente el lugar en el que se encontraba hasta el último detalle, queriendo comprender por qué la florista había defendido ese lugar antes de siquiera alegrarse por poder estar juntos de nuevo, pero sólo daba con un entorno nauseabundo de seres excitados y alcoholizados por los conejos que entraban a escena. Y eran tantos conejos los que veía, que podría sorprenderle cómo era que vivían tantos seres en ese lugar y todavía le daban espacio a Frisk. Seguramente estaría incómoda con el poco espacio personal que le han de brindar y estaría aguantándose por creer que así deben ser las cosas en esa casa. Razón más que suficiente para querer sacarla de ahí como dé lugar.

Aún no se soltaba de su brazo, pero había suavizado su agarre al por fin estar solos. Y si tan sólo pudiera emitir verdaderas emociones, le sorprendería el hecho de que Frisk hubiera tomado las llaves del vehículo y puesto a conducir por las calles de Snowdin con una facilidad y confianza que nunca creyó posible. ¿Dónde había quedado la chica que no se atrevía a pedir siquiera un boleto de tren?

-¿Cuándo aprendiste a conducir?

-Papyrus me ha estado enseñando. –Le contestó mientras mantenía la mirada al frente. –Es entretenido.

-¿Y por qué quisiste aprender a conducir?

-Yo no quise realmente y tampoco lo pedí. Fue solo algo espontáneo... creo. Aun no comprendo a Papyrus, pero parece menos molesto.

Flowey estaba en desacuerdo con eso, pero necesitaba más información sobre porqué Frisk parecía querer habituarse a un entorno que en otros tiempos se habría quejado de todo. Le habían agredido, lastimado, insultado... ¿cómo no iba a preocuparse por ella estando separados? Y ahora que estaba al tanto de que sabía sus orígenes, suponía que su insistencia de querer trabajar aun en su presencia era por querer aguantarse de todo una vez más. Siendo una terca sin remedio de no querer mostrar sus emociones a nadie, como si no valiera la pena el esfuerzo y guardándose todo en un abismo donde nadie podría alcanzarla. Ni siquiera él. Y eso era lo que quería evitar.

-No te agrada tenerme junto a ti como antes. –Aun así lo soltó.

-Me da gusto ver que te encuentras bien. –Contestó Frisk en el acto. –Pero justo ahora no te estoy entendiendo. Una cosa es ser protector, pero lo que estás siendo ahora es posesivo. ¿Qué es lo que ocurre?

-¿Cómo te sientes?

-Flowey, te pregunté...

-Quiero saber cómo te sientes. –Le interrumpió con un leve gruñido rematador. –Eso es lo que me ocurre. Quiero saber cómo te sientes de saber tus orígenes.

Frisk dio vuelta con una lentitud incómoda, siendo evidente sus intentos de mantener silencio lo más largo posible mientras pensaba en las palabras correctas. Y eso le era evidente con sólo ver sus manos temblar mientras sostenía el volante.

-Desearía poder sentir tristeza por mi familia biológica, pero por la única que puedo sentirme así es por Chara. Al resto no los conocí y no hay oportunidad alguna de ser lo contrario. –Finalmente se expresó mientras conducía con cuidado, pareciendo que tenía un destino en particular al cual llegar. –La familia que siempre he tenido presente son los Dreemurr, pero ahora no tengo idea de qué sentir al respecto fuera de una constante incertidumbre. No sé qué he sido para ellos todo este tiempo. ¿Puedo todavía considerarme su hija por tratarme como una? ¿Debo estar enojada de saber que llamo padre a quien mató a mi padre? Y aún más importante, ¿por qué? ¿Por qué nos acogieron a Chara y a mí tras matarlos? ¿Por qué mentirnos sobre que murieron en un accidente? ¿Por qué los mataron realmente? No sé qué es lo que estoy buscando ahora con todo esto. ¡No sé quién soy ni para dónde voy!

-Frisk...

-Todos los que me rodean aparentan querer cuidarme, pero sólo me han tenido con mentiras y misterios que al final me hacen sentirme sola. Y esto te incluye, Flowey.

-Lo he hecho por tu bien y lo sabes.

-Eso sólo es tu perspectiva. –Su voz sonaba fría y cortante. –Solo yo soy responsable de lo que siento, nadie más debería de importarle cómo reacciono o no a la verdad.

-No estás siendo responsable de lo que sientes, sólo te estás reprimiendo como siempre. –Le reprochó Flowey de inmediato. –Creyendo que sólo tú puedes hacer las cosas y que nadie más puede ver por ti.

-Es que nadie puede ni debe ver por mí. Cada quien es responsable de...

-¡Yo siempre veo por ti, idiota!

Finalmente Frisk frenó de golpe, casi estampándose los dos sobre el vidrio si no fuera por la intervención de su liana para toda catástrofe. Por un momento había creído que había sido una reacción impulsiva, pero al ver por la ventana pudo notar de inmediato en dónde se encontraban y la razón por la cual Frisk había pedido el vehículo. Contemplar el lugar al cual en algún momento pudieron llamar hogar, ahora sólo era un tumulto de destrozos cubierto de nieve y tulipanes que pronto morirían seguramente. Por un lado podría ser algo interesante por contemplar, pero era casi un hecho que la florista no le había llevado hasta ahí solo para apreciar el lugar de buenos tiempos entre ambos.

-Cada vez que vengo, me cuestiono muchas cosas. Pero una de ella es... que todas las respuestas que necesitaba estuvieron justamente aquí. –Frisk levantó la mirada, pero no se enfocó en ver las flores que tanto le encantaban. –Al otro lado de la calle, sonriéndome mientras trabajaba.

Flowey no ocultó su molestia tras escuchar eso. ¿A qué demonios le había llevado hasta ahí entonces? ¿Sólo quería hablarle de eso cuando no coincidía con lo que quería que le hablara? Era tan exasperante... pero si debía admitirlo, esa era precisamente la gota que había derramado el vaso de su paciencia. Escucharlo directamente del esqueleto le había hecho desear matarlo con todas sus fuerzas, en verdad había querido hacerlo. Pero si su intuición no estaba del todo errónea tras lo que había observado en nochebuena, eso le haría un malestar a Frisk... y para su mala suerte, había acertado.

En verdad quería evitar preguntarlo. En verdad no quería obtener una respuesta a ello, pero a lo que estaba contemplando, era algo más que necesario aclararlo.

-¿Sientes algo por la basura sonriente?

-Si te estás refiriendo a Sans, siento que es alguien importante para mi vida ahora.

-No me refiero a eso y lo sabes.

Flowey insistió en no romper contacto visual, pero había sido la misma chica quien había acabado con eso.

-No. –Contestó de inmediato, mirando su propia mano y acariciándola con la otra por alguna razón. –No... no lo sé.

-¿Cómo que no lo sabes?

-Hay tantos que me lo cuestionan, que tal vez yo sea la última en que aún no se ha dado cuenta. No sería la primera vez. –Suspiró con cierto pesar en ello. Flowey tenía las ganas de volver por el esqueleto y matarlo realmente por explicaciones que sólo él comprendía en sus adentros. –Para muchos ha sido obvio que él sí siente algo por mí, pero tampoco sé que pensar al respecto si él no me dice nada. La otra vez lo besé y...

-¡¿Qué tú QUÉ?!

-¡S-sólo en la mejilla! –Aclaró la chica con un tenue sonrojo que sólo le hizo molestarle aún más. Teniendo sentido ahora la cara de bobo que había puesto el esqueleto hace poco. –O no sé si deba considerarse eso una mejilla... Tampoco sé si lo hice bien.

-¡¿ESO ES LO QUE TE IMPORTA?!

-¡Pues yo no sé nada de estas cosas!

Flowey tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse, ya que estaba en el brazo de la chica y podría arrancárselo por puro arrebato.

-Lo que sí sé, es que Sans ha sido sincero conmigo en todo momento. Aun con todo lo que ha ocurrido por causa suya. –Continuó Frisk queriendo mantener su seriedad habitual, pero Flowey podía notar la diferencia tras tanto tiempo conociéndola. –Te traje aquí porque quiero pedirte que no lo lastimes, por favor. Eres importante para mi Flowey, aun con tu insistencia de no decirme las cosas. Pero también lo es Sans ahora, aun con lo extraño que es y con los problemas que me ha ocasionado. No le he pedido a ninguno de los dos que quieran ver por mí y aun así lo han hecho, así que le pido a ambos que no se lastimen, porque son lo poco que he podido tener en mi vida aun sin comprender.

-¡Aghh! No quiero cumplir eso.

-Por favor.

Flowey quería gruñir, quería gritar, quería romper la camioneta en la que estaban y matar al esqueleto en cuanto lo viera. Pero ver a Frisk con tal petición... ¡Maldición! ¡No era justo! Él solo había querido que le hablara sobre cómo se sentía saber sobre los Saito y los Dreemurr. ¿Por qué demonios terminó en una semi confesión que sólo empeoraba las cosas? ¿Qué no se daba cuenta de lo tonto que era? ¿De lo absurdo que estaba siendo la situación? ¡Ningún hombre en el planeta merecía tal consideración de su parte! ¡Ninguno! Sólo con él podía estar segura y a salvo. Todo lo ocurrido lo demostraba más que suficiente.

Pero ya no era una niña tierna que sólo deseaba saber sobre flores. Ahora era una joven queriendo saber qué hacer con su vida, conduciendo, trabajando y tomando decisiones por su cuenta. Preguntándose sobre lo que sentía por un chico de mala muerte... y pidiendo de favor que se encontrara bien. Andando por la noche y hablando con seriedad aun con todos los malestares consigo.

-¿Cuándo creciste tan rápido? –Soltó tras pensar demasiado.

-Flowey...

-Que quede claro que sólo lo haré porque no tiendes a pedir las cosas. –Apartó la mirada al no querer verla más en todo eso. Si pudiera desear algo en ese instante, sería poder sentir tristeza por ver cómo el tiempo cambiaba las cosas y que no pudiera estar ahí para no perder los detalles. –Pero tampoco lo aseguraré. Jamás me caerá bien ese esqueleto ni ningún otro estúpido que se cruce en el camino.

-Eso me queda claro.

-Así que yo te pediré algo a cambio. Sé sincera conmigo también. Ha sido muy hipócrita de tu parte que me exijas decirte la verdad cuando tú eres la primera en cerrarte.

Por un momento pareció que le reclamaría algo al respecto, pero sólo recibió una sonrisa sincera de su parte, con cierta ternura mientras le acariciaba su tallo como siempre lo había hecho. Y eso sólo le hizo calmarse lo suficiente para aflojar su agarre sabiendo que había cosas que en verdad parecía que jamás cambiarían.

-De acuerdo.


***

¡Llegamos al capítulo 70! ¡Más de 500 mil palabras en conjunto! ¡Aaaaaaahhhhhhhh! ¡Ni para mi tesis escribí tanto!

Nuevamente les agradezco mucho por el apoyo que me han brindado y por su paciencia en sus actualizaciones. En verdad quería tenerlo listo para el viernes pasado, pero la vida me presentó otros planes, jajaja. Esta había sido mi prueba de si podía lograr que las actualizaciones fueran semanal y no quincenal, pero definitivamente requeriría tener adelantos para lograrlo de esa manera. Así que seguirá con su ritmo habitual hasta que pueda organizar mi vida nuevamente tras tantas cosas que me han ocurrido en poco tiempo. (Ya requiero una limpia a este paso... o terapia x__x).

*inserte teorías locas aquí*

Michi fuera!

:)

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