Cap 83. Elección


Pese a retirarse en un santiamén tras la llegada del amanecer, Sans no se dirigió hacia su casa tras tanta emoción consigo que no cabría en una simple habitación. No podía quedarse quieto en un sólo lugar por más de un minuto, y no por una inseguridad momentánea de en dónde debería de aparecer o no, sino por el simple hecho de no saber qué hacer con semejante energía que ahora tenía consigo. Su concentración que anteriormente presumía como avanzada y superior, también se estaba viendo afectada de forma esporádica, sin poder enfocar qué estaba viendo, oliendo o cualquiera de sus sentidos que claramente no estaban acompañándolo en ese momento de júbilo.

Porque justo en ese momento, Sans Gaster, un joven habitante de Snowdin cerca de cumplir sus veintisiete años, era el hombre más feliz del mundo.

Debía de reconocer que aún le costaba trabajo poder procesar lo ocurrido, como si su mente le estuviera jugando una mala broma con su imaginación que no parecía ser tan creativa en otros tiempos o circunstancias. Pero tan sólo le bastaba con tocar sus dientes para recordar que aquella sensación cálida era real, que en verdad había ocurrido, para volver a sonreír abiertamente mientras seguía sin decidirse en dónde terminar deteniéndose para seguir procesando lo acontecido con una felicidad que nunca creyó posible experimentar. ¡La vida era Sovramagnificentissimamente!

La bonita florista que solía observar todas las mañanas trabajar, quien lehabía tomado por un simple conocido acosador al otro lado de la calle, lo había denominado como un ángel guardián pese a percepciones de otros. Realmente se había dispuesto a acercarse a su familia con la que ya había tenido problemas. Acercándose a cada uno de una manera sorprendente y extrañamente acercándose más a él con ello. Queriendo entender su segundo idioma y queriendo hablarle con ello pese a una torpe pronunciación que le había enloquecido en el instante. Le había correspondido el beso, le había apegado a ella, le había pedido más a su manera... Sus sentimientos estaban en una sintonía que hacían del momento una hermosa melodía que nunca sacaría de su cabeza. Una melodía cuyo ritmo lo había marcado el corazón acelerado de la mujer que lo traía estúpidamente enamorado.

Y tras pensar en eso, finalmente se detuvo sin saber en qué sitio se encontraba y ni le importaba ese hecho de momento. Porque si de algo estaba seguro, era de que Frisk no se conformaría con un beso que personalmente lo tenía atontado y deseoso de mucho más. Esa bonita chica era curiosa a su manera, directa en su hablar y sin complicaciones en todo aspecto de su persona. Estaban dando pasos peligrosos sin importar cómo lo viera, aun cuando su sonrisa estaba siendo sincera desde hace mucho tiempo y disfrutaba en verdad poder hacerlo.

-Disculpe señor, pero... ¿de dónde vino?

Tras escuchar eso, Sans se giró para contemplar al mesero que le observaba con un deje dudoso, sin saber si debía de tratarlo como un cliente más en aquel restaurante elegante que poco a poco estaba contemplando de su entorno, o si sacarlo por la fuerza por considerarlo un vago que sólo se estaba colando. El esqueleto, aun sin poder borrar su sonrisa, se tranquilizó mientras agradecía haber estado bien vestido en todo momento. Muy seguramente ese era un factor detonante para que el humano ante él se cuestionara demasiado de cómo tratar apropiadamente su estadía espontánea, sea en donde sea que estuviera.

-No importa de dónde o cómo vine. –Comentó Sans mientras sacaba su cartera para brindarle unos cuantos billetes al mesero, sin siquiera revisar si era mucho o no. Y dejó que el mismo humano se diera cuenta de ese detalle sobre no importarle lo que estaba sacando y dándoselo con nada de discreción, haciendo su confianza el anzuelo suficiente para obtener lo que quería. –Sino que parece que tengo una reservación aquí, ¿o no, amigo?

-Cierto. Por aquí, señor.

El esqueleto sonrió mientras lo seguía hacia su aparente mesa. Francamente no había planeado quedarse y sería un problema para luego, pero aprovechó el momento para celebrar con una buena comida en lugar de lo que fuera a preparar Papyrus con tal de ganarle a Muffet, o viceversa. Últimamente se peleaban por ese hecho y terminaban haciendo una asquerosidad que el mismo viejo procuraba evitar a toda costa, desapareciéndose desde muy temprano para estar aparentemente vigilando la zona central de Snowdin.

Había dormido muy poco, pero no quería atreverse a llegar a su recámara donde caería dormido tarde que temprano y descubrir que todo se había tratado de un simple sueño. No quería llegar a su casa pronto donde sólo lo molestarían ante algo que él mismo estaba siendo consciente que se le notaba en todo el cráneo. ¿Y cómo no hacerlo? Estaba feliz y no podía creer que realmente lo estuviera tras tantos años condenándose a una vida miserable. Estaba experimentando un cachito de esperanza que más que preocuparle, se estaba deteniendo para sólo disfrutarlo antes de que alguien más se atreviera a regresarlo a su jodida realidad. Por eso mismo, por más que quisiera gritarlo a la ciudad entera o compartirlo con alguien, tendría que reservarse hasta saber qué hacer tras ello.

Parecía que el soborno que le había dado al mesero era más de lo que contempló a la mano, porque la mesa en la que ahora le estaba colocando el menú mientras le servía una copa de agua con una rodaja de limón, se encontraba justamente ante una hermosa vista que daba hacia el mar. Confirmándole que, había terminado en alguna parte de Waterfall turística de la que tal vez no debía de quedarse mucho tiempo. Aun así, Sans sonrió ante la vista marítima y sin importarle mucho las múltiples complicaciones. Hoy era un hermoso día.

-Tráigame su mejor whisky. –Pidió Sans sin querer ver la carta con seguramente mejores opciones para degustar. –Y sírvele también a todos, amigo. ¡Yo invito esta ronda!

-Señor, son las ocho de la mañana. Solo brindamos desayunos.

-Oh... pues tráigame un vaso de leche para mí y para todos los demás. –El esqueleto se limitó a reír por ese hecho. –Y la especialidad de la casa.

El mesero se inclinó un poco para dar a entender que haría lo que le pedía tras recoger el menú de vuelta, pero Sans estaba muy seguro de que en cuanto se giró para darle la espalda, la expresión del humano debía de ser de una de desconcierto ante tan extraño cliente que le había tocado y aceptado. Aunque no se comparaba con la propia, que aun cuando supiera manejar esa clase de situaciones, no le era para nada grato tener que ver cómo el robot millonario se acercaba lentamente hacia él, teniendo un vaso con leche que el mesero recién le había servido.

No tuvo que pensar demasiado para saber que había terminado en un lugar que seguramente le pertenecía. Aunque aquello sí era una sorpresa sabiendo que el restaurante donde estaba parecía estar lo suficientemente cerca de la vista marítima. ¿Qué no se supone que los Blook le tienen prohibido acercarse lo más posible a la costa? Tal vez el límite era menos de lo que había creído, tal vez Mad Dummy era más tonto de lo que se creía, o simplemente tal vez estaba pensando demasiado la situación como para permitir que el robot se sentara ante él sin invitación. Coincidiendo con la llegada de su plato que más que comida en él, parecía que le habían traído una figura hecha con poca comida que podría acabarlo de un sólo bocado. Aquello lo dejaría con hambre en muy poco tiempo.

-Vaya, pero qué sorpresa tenemos aquí. –La voz del magnate era más molesta de lo que solía recordar de él, aunque tal vez era porque el mismo sujeto se estaba encargando con su mera presencia de ser una desagradable presencia. –Los vientos invernales llegaron hasta la costa, ¿eh?

-Si sabes lo que te conviene, me dejarás en paz. –Comentó Sans sin necesidad de entrar en su juego.

-Ahora eres tú quien está dentro de mis dominios, siendo que este es uno de mis restaurantes. Y a diferencia de otros, yo sé ser un buen anfitrión. –Sin necesidad de alguna invitación, se sentó frente a él mientras movía suavemente su vaso de leche como si de un buen trago de alcohol se tratase. En otro tipo de circunstancias, aquello le habría dado algo de gracia. –Tengo curiosidad, ¿qué te trae por aquí, Sans?

El mencionado se limitó en mantener su sonrisa, aun cuando ya no se tratase de una sincera por su presencia. ¿Así que pretendía comportarse de manera amable con él, llamándolo por su nombre? No hacía falta observar su alrededor para saber que aquella confianza desmedida era por sentirse seguro con mucha vigilancia, muy posiblemente con guardaespaldas que no lograba identificar de momento o mucho más que debería de tomar en cuenta por el sujeto que tenía ante él. Dada las circunstancias en las que por cuenta propia se había metido, tendría que seguirle el juego hasta poder zafarse de la situación sin afectar más las cosas.

-Te aseguro que no por los desayunos que brindas aquí. –Señaló su plato sin tocar, continuando con ese aire amistoso que pretendía reflejar. –¿A esto le llamas la especialidad de la casa?

-Lamento que no sea de tu agrado. Supongo que no todos contamos con los mismos finos paladares.

-Así es, he comido cosas mucho mejores. –Como, por ejemplo, todo lo que ha preparado su bonita. Pensó Sans con una suave sonrisa que le hizo detenerse de todo malestar. Aun con su ausencia, podía calmarlo de esa manera. –Así que, si me disculpas...

-Supe sobre el compromiso de tu hermano con la hija de la líder sindical. –Interrumpió Mettaton sin entrar a más rodeos. –Interesante que tu padre llegue a esos extremos para tener esa clase de beneficios. ¿Tan desesperados están de recursos para venderse de esa manera? ¿O es porque tu aparente error los está llevando a la ruina?

Sans se limitó en darle un trago más a su vaso. No estaba dispuesto a entrar en esa clase de provocaciones en una zona donde el magnate posiblemente tenía una especie de ventaja con tal confianza socarrona. Y al dar un leve vistazo al poco alcance que tenía a sus costados, pudo reconocer una figura que definitivamente le pondría en problemas y que muy seguramente era la razón de tanta confianza del robot. De todos los lugares que había en Ebott City, de todos los días del año... ¿Por qué tuvo que detenerse en el mismo sitio donde el alcalde de la ciudad estaba llegando?

Queriendo mantener su postura relajada, pensó en todas las posibilidades de salir de ahí sin que hubiese más testigos. No había mucha gente en el lugar, además de los dos monstruos que conversaban, había tan sólo un par de mesas con parejas, una familia y ahora el alcalde llegando con quien pudo reconocer, se trataba de su hijo que hacía poco había cumplido la mayoría de edad a lo que recordaba en algunos periódicos (como si ese fuese una noticia importante para todos). Pero no veía ningún guardaespaldas a la vista, a menos claro, que estuviesen en los alrededores del exterior... o se tratase justamente de las mesas con parejas que desde antes ya habían estado ahí. A los cuales les había invitado ya un vaso de leche en celebración por su propia felicidad... y tal vez el mismo mesero había comentado sobre de qué mesa venía en parte tal gesto.

Mierda.

-En fin, dado que seré invitado a la boda, ¿qué crees que sea conveniente regalarles?

-¿Qué tal tu cabeza en bandeja de plata? Estoy seguro de que será un buen pisapapeles. –Finalmente soltó su vaso vacío y contempló al robot que no paraba de sonreír con fanfarronería. Quiso usar su magia para desaparecerse inmediatamente, pero algo parecía querer desviarlo de la misma forma que lo hacían los reflectores. ¿Qué demonios...? Si había logrado entrar con magia, significaba que no había nada de eso. ¿Por qué ahora parecía presentar ese fallo? Aparentemente la presencia del alcalde había dado ese cambio, pero eso no tenía sentido. –O mejor aún, me dices qué quieres para estar ante mi.

-¿Crees que me es grato hacerlo después de nuestro último encuentro? –Admitió Mettaton sin más preámbulos, pero sin borrar el gesto que dejaba en claro lo mucho que le gustaba tenerlo preso de alguna manera. –Estoy contigo porque me necesitas, específicamente en este momento.

-¿Y esperas a que te deba un favor después de esto?

-Completamente, sí.

-Prefiero matar al alcalde ahora mismo, que estar en deuda con alguien como tú.

Había comentado tal cosa con profundo desprecio, pero no tuvo necesidad de revisar su ropa, con tan sólo acomodarse un poco más en su asiento y teniendo que ser lo más sutil posible para no delatarse de esa manera, para darse cuenta de que había salido sin sus pistolas. Mierda, mierda, mierda. Se había esmerado tanto en salir a buscar más flores donde fuera, que realmente no le había importado ese detalle tan esencial en su fatídica vida pese a no gustarle usarlas. El viejo ya le había advertido desde años que no siempre le sería bueno depender únicamente de su magia, y ahora también tenía razón sobre el peligro que estaba siendo su despiste, por lo que, si lograba salir bien de esta, se apuntó en no volver a cometer de nuevo tales errores.

Ya estaba cometiendo demasiados errores en tan poco tiempo que hasta él estaba sorprendido de eso, por lo que no seguiría dejando a la suerte el que se mantuviera todavía con vida. ¿Quién diría que la razón por la cual se sentía tan vivo ahora, sería el posible causante de su final? Maldita vida.

-No te lo recomiendo, ya que como podrás notarlo, tu magia no te ayudará en nada de momento. El alcalde es mi primer cliente del prototipo de mis reflectores desviadores de magia portátiles MTT. Patente registrada. –Mettaton bajó su vaso suavemente, teniendo el meñique alzado antes de colocarlo sobre la mesa sin ruido alguno. –¿Por qué crees que el Gran Don ha estado tan desesperado en que muera?

-¿Porque es mejor que haya una escoria menos en el mundo?

Había lanzado ese comentario con gracia, pero Sans entendía a la perfección a lo que quería llegar el robot con eso. Tecnología que pudiese llevarse a todas partes, sonaba aterrador a su manera. La existencia de los reflectores desviadores de la magia ya eran una molestia absoluta en varias zonas, por lo que volverlos fáciles de transportar sin necesidad de estar conectados a algo, muy seguramente no le causaría gracia al monstruo más temido de todos los tiempos que comunicaba sobre el orgullo a ser un monstruo y tener acceso a la magia. Mettaton tal vez lo veía para enriquecerse aún más o para protegerse de las múltiples amenazas que tenía encima, pero poner a la venta y al alcance de manos peligrosas tales artefactos, en definitiva lo hacía mucho peor.

En Ebott city las cosas eran matar o morir, y en ello se tenía que recurrir a la magia misma para mantenerse a salvo uno mismo ante todo el poder y resistencia que tenían los humanos. Lo poco que tenían para sobrevivir ante tantas injusticias, se lo estaban quitando también. Mettaton Blook no solo era un traidor entre familias, estaba dando la espalda a todo con tal de protegerse de lo mucho o poco que tenía en verdad consigo. Y le daba un mal sabor de boca estar de acuerdo con la bestia de Asgore Dreemurr sobre querer muerto al tipo que tenía frente a él. Tal vez había cometido un error de perdonarle la vida aquella vez.

-Ya hablé con tu padre sobre haber una alianza entre nosotros, pero me temo que nuestra conversación no pudo avanzar ante algunos imprevistos y desacuerdos. –Pese a divertirle al robot tener control de la situación, Sans pudo notar que algunos meseros habían colocado una sombrilla en su mesa pese a no ser necesario, siendo seguramente una orden que les había dado desde antes. Sin contar que su espalda estaba ayudando todavía más a entorpecer toda vista frontal sobre su presencia en el lugar. Realmente lo estaba encubriendo, pero aquello fácilmente podría dejar de hacerlo en cualquier momento. –Ustedes y yo tenemos cosas en común, intereses que nos podrían beneficiar mutuamente. ¿Por qué son tan necios en querer hacer todo a su manera, cuando claramente siguen fallando? Puedo darme cuenta que el compromiso de tu hermano es el resultado de una de tantas fallas.

-Nuevamente te estás equivocando de sujeto con el cual negociar, hojalata. Yo sólo soy quien ejecuta las cosas, en todo el sentido de la palabra.

-Tú serás el siguiente Don Gaster. –Sans tuvo que reprimir un gruñido tras escuchar eso. Sin importar cuánto supiera eso, detestaba como sonaba. –Por lo que dada las circunstancias, prefiero hablar de lo que puede ser un buen futuro que un torpe pasado estancado.

-Y en palabras tuyas, ¿qué buen futuro es el que pretendes?

-Uno en el que el Gran Don esté muerto.

Sans tuvo la necesidad de sacar su puro del saco para relajarse con semejante conversación cercana a una figura política nada grata, pero se percató inmediatamente que había olvidado también traerse uno al igual que su encendedor, siendo el caso que había disminuído sus ganas de estar fumando hasta ahora. Mettaton parecía comprender qué era lo que quería, sacando él un puro de su propio saco y entregándoselo tras usar su dedo como encendedor. El esqueleto terminó aceptando el objeto, pero no iba a agradecerle tampoco. Lo que le estaba pidiendo es que él y su familia fuesen los verdugos mientras que él se salía con la suya, no hacía falta pensar demasiado en eso.

Si el jefe de familia se enteraba que estaba teniendo tal conversación por una torpeza suya, sería razón para ahora sí, encerrarlo en su recámara para que no saliese nunca más.

-Al Gran Don le gusta el poder que obtiene irradiando temor hacia todos, y es por eso que no ha podido conmigo, porque comprendo sus estrategias y tampoco sabe por dónde atacarme fuera de solo querer matarme. Porque gran parte de lo que tiene, fue gracias a mi en el tiempo que estuve trabajando para él. –Mettaton se cruzó de brazos y se recargó sobre la mesa, mostrándose un poco más serio acorde a lo que realmente quería hablar. –Pese a la bestia descomunal que es, con la fuerza para matar a varios en un instante con sus propias manos, su verdadera ventaja está en la comercialización que tiene por las drogas que distribuye. Así que, para debilitar a alguien tan fuerte como él, deberían de atacar donde más le duele primero en lugar de tratar de enfrentarlo a puño limpio en algo que claramente no le ganarían.

-Y asumo que tú sabes qué debilidades tiene.

-Si, y ustedes tienen resguardada una de esas debilidades.

Sans no hizo el menor esfuerzo en ocultar su molestia al respecto. Lanzándole una mirada asesina al robot que parecía saber más de lo que le convenía. ¿Cómo era que el magnate podría saber sobre la relación que tenía Frisk con el Gran Don? Porque si parecía querer sugerir semejante cosa, significaba que tenía cierta noción de esa situación como para pasarlo desapercibido, pero ya era muy tarde para fingir demencia e ignorancia del tema, si él mismo mantenía su mirada molesta e insistente hacia él, con ganas de en verdad poder matarlo si se atrevía en insistir en eso. Aunque no tuviera sus armas ni facilidad de emplear su magia, tenía un tenedor al alcance que podría caber en donde no le daba el sol al robot.

-Oh, parece que me estás malinterpretando un poco. –Comentó Mettaton tras pocos segundos transcurridos. –Yo no quiero que ella salga lastimada de ningún modo.

-Te advertí hace tiempo sobre si te atrevías a volver a investigar sobre ella o molestarla. –Iluminó su ojo mágico sobre él, aun cuando ello no le ayudaría en mucho. –Parece que no fui muy claro con eso.

-No lo hice, la información me llegó a mi de forma inesperada. –Su sonrisa socarrona aumentó antes de seguir hablando. –Además, ella es la que ha estado buscándome desde hace tiempo. Yo solo quiero ayudarla en lo que parece necesitar de mi.

Escuchar aquello lo molestó todavía más por razones que no tuvo que cuestionarse demasiado, pero tuvo que recordarse que estaba en una situación desfavorecedora para él y Mettaton lo sabía perfectamente. Razón por la cual pretendía provocarlo ante algo que parecía ser obvio para muchos en la ciudad, pero ¿era cierto eso? ¿Frisk había estado buscando a Mettaton por algo? ¿Por qué nunca se lo dijo? La respuesta parecía ser tan simple como el hecho de ser algo que nunca le había preguntado, sabiendo cómo era ella con cosas así. Pero no podía evitarlo, realmente le molestaba tan sólo escuchar eso, aun cuando la bonita florista fuese libre de sus propias acciones y decisiones como ella siempre lo dejaba en claro. Aun cuando posiblemente había sido por algo que había necesitado resolver realmente y que, por alguna razón, había tenido que ser semejante idiota al que había tenido que pensar para algo así, fuera lo que fuera... sujeto al que habían salido alguna vez... A la fuerza y bajo amenaza, claro, pero salido... y buscado aún tras eso...

Sans soltó una gran bocanada de humo. Tenía que recordarse que, hace tan sólo unas horas, Frisk y él se habían besado antes de que iniciara el amanecer. De que sus sentimientos eran correspondidos y que el robot sólo quería provocarlo para sacarle información ventajosa. Por lo pronto, tendría que dejar esos sentimientos aparte para enfocarse en cómo salir de ahí sin que las autoridades se dieran cuenta de su presencia en el lugar. Y estar siendo acompañado por el dueño famoso de varios negocios más, no ayudaba en nada pese a estarle encubriendo de alguna manera. El alcalde parecía estar desayunando tranquilamente con su hijo y nada más, sin percatarse todavía del delincuente peligroso al que tenían un precio a su cráneo.

-Entonces ve al grano, hojalata. –Soltó Sans, manteniendo su ojo mágico.

-Quiero que podamos tener una conversación directa entre nosotros. No una ocasional con poco tiempo para entrar en detalles, sino una en la que haya total libertad de llegar a un acuerdo favorecedor para ambas partes.

Realmente quería desistir, pero para lamento suyo, no tenía otra alternativa. Podría simplemente aceptar para luego negar tal cosa, pero estaba seguro de que el magnate haría de las suyas si no cumplía con su parte del trato, con tan solo comunicar de que él que estuvo ahí. El viejo le mataría personalmente si lo supiera de esa manera, Papyrus incluso formaría parte de tal asesinato también. Además, realmente le interesaba saber qué era lo que Mettaton conocía sobre Frisk y el Gran Don.

Aunque se sentía realmente molesto que lo tomaran como autoridad directa para tales tratos. Siempre se le había hecho cómodo estar detrás del asiento, dejando que el jefe manejara la situación mientras que él se encargaba de protegerlo de cualquier atentado. Pero ahora, el líder de la yakuza y el magnate más conocido de la ciudad lo tomaban a él directamente como figura autoritaria para los intereses y negocios. Y eso significaba que, además de estar envejeciendo para que quieran tomarlo como "Don", su aparente futuro como líder mafioso lo estaba alcanzando. No le gustaba para nada ninguna de las dos.

-Bien, hablaré con la familia sobre tu propuesta.

-Excelente. –El robot finalmente se paró, acomodándose un poco el saco como gesto triunfal. –Puedes salir por la puerta de la cocina, ya pagué por el silencio de todos los que están ahí. Y estaré esperando su llamada lo más pronto posible, tu padre ya tiene mi número.

Sin nada más por hacer, el robot se retiró para irse a una esquina pretendiendo querer atender algo, para después dirigirse directamente a la mesa del alcalde y su hijo para que le prestaran atención solamente a él y no al esqueleto que estaba aprovechando la ocasión para retirarse inmediatamente por la puerta indicada.

Sin saber que, uno de los presentes había estado atento desde su mesa con suma discreción. Meneando un poco su vaso de leche con la única mano que tenía.


...

No importaba cuánto recorrieran, cuánto se esforzaran en alejarse. Si no eran las criaturas pegajosas, eran los canes quienes les estaban persiguiendo ahora. Lo cual le confirmaba a Lyra que no tenía oportunidad alguna ante el poder de la bestia sobre toda la ciudad.

Tanto la mujer almeja como ella, llevaban tiempo recorriendo la ciudad entre calles no concurridas para tratar de ocultarse sin correr muchos riesgos, pero siempre parecía que los canes podían encontrarlas de alguna manera a modo de juego macabro, como si algo en ellas pudiese dejar un rastro evidente que sólo entorpecía la huída. Habían logrado llegar hasta Waterfall, pero podía notar en su propia respiración y brazos que ya no estaba pudiendo más. Y tampoco podía pedirle nuevamente a la almeja que la cargara cuando aquello hacía más lento el recorrido.

-¡Pss! Por aquí.

Una extraña voz les hizo girarse abruptamente, del cual parecía venir de un sujeto encapuchado que impedía poder ver de quién o qué se trataba. Tan sólo parecía estarles llamando desde el callejón con una mirada luminosa que atemorizaba tanto como el lugar lúgubre de donde se asomaba. No obstante, tanto Lyra como la monocromática almeja estuvieron de acuerdo en un sutil movimiento de que preferían irse con aquel extraño que ser atrapadas por esos canes. Dirigiéndose hacia el encapuchado con prisa antes de que los otros se dieran cuenta. Y fue así como el ser les arrojó parte de la basura que había en el callejón, lo cual la sirena se habría molestado por tal gesto si no fuera por haber comprendido a la primera que era para desviar el olor y fusionarse de alguna manera con la zona. La almeja por su parte, ni siquiera hizo un ademán de siquiera importarle eso.

Rápidamente se pusieron a correr en dirección contraria, suponiendo que el encapuchado sabía lo que hacía si les había indicado que le siguieran. Y tal vez podría tratarse de una trampa si tras tanta caminata precavida a los pasos de los perros, ahora les hacía bajar por la alcantarilla donde difícilmente podrían encontrarle o escapar ahora de ese ser. Pero realmente estaba desesperada ante la única oportunidad que estaba teniendo de poder hacer algo tras tantos años aislada de todo. No solo era su vida la que estaba en juego. Aunque eso le hacía preguntarse todavía más, sobre porqué arrojarles basura si de cualquier manera estarían andando en un lugar que olía mucho peor.

-¿Quién eres? –Preguntó finalmente Lyra, tras asegurarse de que estaban de un modo a salvo.

-Soy el gitano del río... ¿o ahora soy la gitana del río? Mmmm... –Por el tono de su voz, parecía ser más bien una pregunta que se hacía hacia su persona que una simple afirmación. No cabía duda de que era un ser anormal. –Pueden decirme como gusten.

La sirena gruñó en sus adentros. Genial, lo que le faltaba a su loca escapada era estar siendo acompañada por un ser más que no tenía ni idea de cómo se llamaba.

-¿Y por qué nos estás ayudando?

-Es lo que hago siempre, ayudar a quienes lo necesiten. –Se detuvo de golpe para girarse nuevamente hacia ellas. –Pero también es porque noto que no te queda mucho tiempo, sirena.

No hacía falta ver el rostro del encapuchado, para notar que hablaba con total seriedad mientras observaba sus brazos. Lyra quiso taparlos de alguna manera, con cierta pena que estaba fuera de lugar y que claramente no valía la pena, pero aquello le hizo evaluar realmente su situación tras escuchar finalmente esas palabras que habían estado tocando en su mente desde hace tiempo, pero que simplemente no había querido afrontar. Lo que sea que le hayan hecho... No. Ella misma se lo estaba haciendo de alguna manera, tenía que admitirlo. Mantener un hechizo a distancia que lentamente la estaba consumiendo era el factor principal de lo que le estaba ocurriendo a sus brazos, pero aún más, el hecho de sobre esforzarse hasta ver realizadas sus metas que tanto había pensado en su aprisionada vida con la bestia.

Quería llorar de la impotencia, pero simplemente no se lo permitiría nunca. Tenía que llegar con Bonnie, Shyren o Wingdings. Tenía que asegurarse de que estaban a salvo... para también salvar a Arial de las garras de ese maldito. Si para ello tendría que costarle la vida, estaba dispuesta a eso desde antes. Después de todo, ya había pagado en vida su fatídico error de haber robado a mafiosos. No permitiría que el resto sufrieran por lo mismo.

-Y disculpen mi atrevimiento, pero ¿de casualidad eres un oscuro? –Señaló ahora a la almeja, la cual tan sólo le observó con indiferencia con el único ojo que tenía. –Siempre había querido conocer a uno.

-¿Oscuro? –Preguntó la almeja tras ladear su cabeza.

-Mmm... supongo que eso es un no.

-¿Cómo que oscuro? –Preguntó ahora Lyra.

-Si no han escuchado de ello, no lo escucharán de mí. –Nuevamente les dio la espalda para seguir caminando. –Andando, ya casi llegamos.

El resto del camino lo hicieron en completo silencio hasta que llegaron a una entrada que les permitió ir a la superficie nuevamente, contemplando ahora que estaban llegando a una carreta de madera bajo un puente donde circulaba un pequeño río. Por lo visto, era ahí donde vivía el encapuchado para que se denominara hacia su persona como el ente del río, sea cual sea su género y especie. Había un contenedor que aún humeaba un poco donde seguramente quemaba cosas para entrar en calor, unas ramas donde posiblemente tuvieron comida quemada y un caballo amarrado que apenas y comía la mala hierba que surgía por ahí. Aunque para Lyra era más extraño ver el rostro de ese caballo, que además de contar con un hocico muy corto, parecía que sonreía y le observaba curioso con esos pequeños ojos de cachorro. ¿En dónde demonios había terminado yendo?

-Hogar, dulce hogar. –Indicó el ser encapuchado. –Las llevaré a donde quieran ir en cuanto sea de noche. A plena luz es peligroso.

-Ehhh, muchas gracias.

-Mientras tanto, ¿les parece que les lea las cartas? –De su larga prenda, sacó una baraja de tarot maltratada, que parecía haber sido dibujada a mano desde hace mucho tiempo. Pese a estar sosteniendo esas cartas, parecía muy meticuloso en mostrar sus manos al grado de parecer portar guantes. –Algo me dice que hay algo interesante para ustedes.

-No, gracias. No creo en esas cosas.

-¿En qué? ¿En la magia? –Se burló el encapuchado ante una gracia que de alguna manera podía comprender el contexto. –Las cartas fueron quienes me dijeron que tendría que ayudar a alguien en una travesía de vida o muerte. Y no se equivocaron.

Sin requerir más palabras de por medio o de algún permiso, el ser encapuchado se sentó ante ellas y sobre el suelo comenzó a colocar las cartas tras haberlas barajeado un poco. Lyra supuso que el orden en que las colocaba tenía una razón de ser, porque parecía cuidar meticulosamente ese detalle. La almeja se había sentado en respuesta al ser encapuchado, por lo que terminó ella haciendo lo mismo ahora que parecía que no le quedaba más por hacer. Después de todo, parecía que les sería imposible encontrarlas por ahí, además de estar visiblemente cansadas.

-Mmm... Bueno, esto es interesante. Veo una boda.

-¿Yo? Pffff. –La sirena tuvo que hacer un esfuerzo en ocultar su risa y fastidio al mismo tiempo. –Se nota que tus cartas no me conocen.

-No siempre se trata de algo directamente tuyo, sino de algo muy cercano a ti.

Lyra se cruzó de brazos mientras pretendía seguir escuchando al ser encapuchado, sin prestarle atención en lo que fuera a decir tras semejante cosa. Lo único que quería era poder llegar a Snowdin lo más pronto posible, el resto eran patrañas.


...

-Llegas tarde, florista.

Frisk se limitó en asentir tras el sueño que permanecía en ella, aceptando sin problema alguno el vaso de café que en otros tiempos lo habría tenido solo consigo para que el esqueleto se lo tomase poco después. Pero ahora, realmente necesitaba la cafeína para permanecer despierta tras no haber dormido nada oficialmente. Y parecía que el señor lo estaba notando mientras la observaba en silencio, teniendo el periódico abierto en la segunda página pero sin importarle en lo más mínimo su contenido.

Pese a que llevaban días frecuentando por las mañanas en el parque, desde que había tenido que sacarlo de las vías del tren, realmente notaba una mejora en su trato hacia ella. La constante agresión se había convertido en una fría cordialidad que podría retomarse de un lado para el otro con suma facilidad, pero de alguna manera ambos sabían mantener ese margen como si solo se tratase de voluntad o excusa para romperlo. Hablar con suma franqueza era la especialidad en su trato, gustase o no lo que estuvieran por escuchar del otro.

-No dormí nada por querer esperar a Sans. –Tuvo que reprimir un bostezo mientras se sentaba a lado suyo. –Usted sigue sin hablar con él y con Papyrus ¿cierto?

-Deja de insistir en eso. –Comentó el esqueleto tras pasar página y seguir ignorando el impreso. –¿Por qué estabas esperando a Sans?

-Si usted no contestó del todo mi pregunta, yo no tengo por qué contestar la suya.

-¡Agghh! En verdad que eres fastidiosa.

-¿Puede enseñarme más palabras en italiano?

-Modales es lo que debería de enseñarte, ya que parece que nadie quiso hacerlo.

-¿Ese es su modo de decirme que sólo debo pedirlo por favor?

-Y todavía te atreves a ser más fastidiosa.

La humana se limitó en esbozar una tenue sonrisa cansada. Teniendo el pino frente a ellos que, al ya no tener nieve encima, podía asomarse un ligero tono verdoso en sus vacías ramas que apuntaban hacia un cielo despejado que acobijaba el día con un hermoso color azul. Extrañamente, eso le levantaba todavía más el ánimo para no querer quedarse dormida en su asiento. ¿En qué momento comenzó a sentir calma dentro de tanto caos que le rodeaba?

Por enésima vez, tocó suavemente sus labios. Sabiendo que tenía la respuesta todavía impregnada en ellos.


...

Sans se había quedado en su casa, esperando poder hablar con su familia pese a no querer hacerlo. Pero sorpresivamente no estaba ninguno de ellos cuando más los necesitaba. Fue así, como no le importó caer dormido entre toda esa espera, pudiendo descansar apropiadamente tras el desvelo que le había mantenido con suficiente energía por el beso, pero cansado al final ante el reclamo de su cuerpo. No sabía cómo tocar el tema con su familia cuyo regaño se asomaba antes de siquiera iniciar, pero estaba dispuesto a afrontar los hechos dada las circunstancias.

Tras varias horas dormidas a lo que indicaba el reloj de su casa, pero con constante ausencia del resto de los habitantes, se enlistó para continuar su rutina nocturna de llevar flores en la ventana de la bonita chica. Desapareciéndose de la vivienda sin avisar a nadie, pero apareciendo en el cementerio donde se estaba llevando las flores que nadie reclamaría en vida. No obstante, parecía que esta vez ningún muerto había recibido tal obsequio, o que se había tardado demasiado y ya habían sido recogidos todos por alguien más. Rayos, ahora tendría que ir a otra zona. Tal vez al pantano donde habían visto las flores eco... No, no quería arrancar algo de lo que no sabía cómo tratar después. Se trataba de una planta mágica después de todo, por lo que tal vez, cometería una tontería mágica de arrancar algo así ante su conocimiento nulo en la materia. ¿Sería trampa llevarse las flores que los niños cuidaban del parque?

Al estar pensándolo demasiado, optó por comprar chocolates por esta ocasión. Apuntándose el hecho de necesitar un proveedor para futuras referencias. O al menos, otro lugar de dónde extraerlas.

Se había aparecido en el techo de La Madriguera para comenzar a usar su magia y acomodar la caja sobre la comisura de la ventana, pero para cierta emoción suya, Frisk estaba ahí. Sentada sobre una superficie de cemento que pretendía resaltar el tinaco, teniendo una colcha a su alrededor al haber estado, aparentemente, dormida esperándolo hasta ese momento.

-Hey. –Sans levantó su mano a modo de saludo, haciendo que la caja que estaba levitando se moviera del mismo modo. –¿Qué hay, bonita?

-Ho-Hola.

Sans se sentía como un tonto al no hacer nada más que estar ahí, contemplándola por una emoción reciente que jamás olvidaría por el resto de su vida. Y Frisk, quien estaba sujetando su colcha para protegerse del frío nocturno, se quedó observándolo con un deje de timidez que parecía estar de acuerdo con él con el hecho de no saber cómo reaccionar mutuamente tras lo ocurrido la noche anterior.

-Esta vez no hubo flores, así que... –El esqueleto se limitó en sujetar la caja y entregársela conforme se acercaba a ella. –Espero que te gusten.

-Gracias, pero no tiendo a comer mucho dulce. –Pese a una aparente decepción, Frisk le esbozó una tenue sonrisa que le fue suficiente. –Esto me recuerda a mi hermana. A ella le gustaba mucho el chocolate.

Instintivamente hizo que observara el collar con forma de corazón que parecía que nunca se quitaba. Poniendo la caja a lado suyo para acariciar suavemente la joya en silencio, y dejándole en claro de alguna manera que en efecto no se los comería. Sans se apuntó en no darle esa clase de regalos dulces otra vez. Y sin necesidad de alguna invitación o permiso, el esqueleto se sentó a lado suyo al no querer apartarse de ella, pero sin saber qué decir por el nerviosismo que le producía al no querer verse como un tonto ante ella. Aquello le hizo darse por cuenta propia porqué varios le insistían sobre su aparente torpeza. Tal vez se veía más bobo de lo que creía y era la razón por la cual no le querían permitir mostrarse ante el mundo por su propio bien.

No obstante, dejó de pensar en esa clase de cosas en cuanto la chica tomó lentamente su mano. Entrelazando sus dedos con los suyos y siendo una vez más quien diera la iniciativa en todo.

-¿Has hablado recientemente con tu padre? –Preguntó Frisk en cuanto dejó de acariciar su collar.

-No, ¿por qué?

-Creo que lo molestaré si te digo por qué.

-Je, ¿y desde cuándo eso te importa?

Frisk no le respondió pese a una larga pausa, y aquello solo le generó más intriga. Pero también, le recordó que en efecto debía de hablar con el viejo sobre cosas que no gustarían para nada. Recordando que la razón era justamente el maldito robot que había mencionado justamente a la chica que tenía a lado suyo, observándole ahora con interés ante algo que no pudo ocultarle a tiempo.

-¿Qué es lo que tienes?

-No es nada.

-Sans, hay veces que no te entiendo, pero en verdad quiero hacerlo. –Soltó Frisk con seriedad, observándole con demasiada insistencia para su gusto de lo que trataba la razón. –Así que, por favor, ¿puedes ser más comunicativo conmigo?

El esqueleto terminó observándola en silencio, limitándose a sonreír amargamente como modo de respuesta suficiente para ambos, aunque el agarre de sus manos comunicaba mucho más que cualquier mirada o palabra que pudiese soltar en ese instante. Aun así, Frisk se acomodó la colcha sobre sus hombros con la mano libre que tenía, antes de seguir hablando.

-Entonces dime, ¿qué es lo que te está molestando?

-Que hayas buscado al tarado de Mettaton Blook. –Soltó finalmente con algo de amargura en su voz que no pudo ocultar a tiempo. Sin darle más explicaciones de cómo era que lo sabía. –¿Por qué lo hiciste cuando te trató mal aquella vez?

-Lo hice cuando me abandonaste en la estación del tren, sin nada y sin mi amigo. –Le recordó con frialdad y sin tacto alguno. Haciéndole sentir mucho peor de lo que había creído posible. –No pude dar con él de cualquier manera, Y además, después de eso, la señora Bonnie me acogió y ya no tuve necesidad.

-¿Y lo buscarías de nuevo si tuvieses un aprieto?

-Pensé en hacerlo hace poco por el problema económico que tuvo la familia de conejos. –Admitió Frisk inmediatamente y sin entrar en rodeos como sólo ella sabía hacerlo. La admiraba siempre por eso, pero esta vez dolía que fuese así. –Pero nuevamente, la situación mejoró y ya no hubo necesidad. ¿Por qué parece que te molesta de la misma manera que aquella vez con el señor que me golpeó?

-Porque pareciera que eres demasiado tolerante con aquellos que te agreden y... simplemente no puedo soportarlo. –Sans terminó soltando a la chica, parándose con tal de desviar su enojo con ello. Caminando lentamente de un punto a otro mientras la florista le observaba con atención y ninguna gesticulación más comunicativa. –No lo merecen, bonita. Deberías de detestarlos por lo menos.

-Tu padre y hermano también me agredieron en su momento. No hay diferencia.

Pese a que estaba en lo cierto, no le gustaba esa verdad. Frisk tan sólo estaba siendo ella misma, pero le irritaba un poco que aún no comprendiera lo mal que estaba permitir tales cosas hacia su persona. Aun cuando Papyrus le había dado un disparo de advertencia, Frisk lo frecuentaba para sus clases de manejo. Aun cuando su propio padre le había disparado, también seguía en contacto frecuente por lo que entendía. Si bien le alegraba de alguna manera ver que se estaba acercando a su familia que tanto quería proteger, Frisk estaba en lo cierto sobre no haber diferencia en cuanto a aceptar a todos los seres que le habían agredido alguna vez sin ser selectiva. Siendo justa en todo el sentido de la palabra. Y eso solo le confirmaba que, pese a todo lo que estaba sabiendo de Asgore Dreemurr, tampoco sería diferente o caso especial.

Aun con todo el daño irreparable que le había hecho, aun con todo lo que le había arrebatado, Frisk estaría dispuesta a tolerarlo también. A perdonarlo cuando había múltiples razones para no hacerlo... y era por ello que aún deseaba poder verlo y hablar con él pese a todo. No era buena señal en lo más mínimo, sobre todo porque tarde que temprano, uno de los dos terminaría matando al otro.

-¿También yo he sido ese caso? –Sans finalmente se atrevió a preguntarlo, aun cuando no le gustaría la respuesta. –¿También me has estado tolerando a mí?

-No lo había visto de esa manera. Supongo que al inicio si. –La chica pareció estar pensando en ello por primera vez, a lo cual Sans se sintió como un tonto por haber tocado el tema. –Pero me percaté con el tiempo de que eres especial para mí de una manera que sigo sin poder entender todavía. Así que "tolerar" no sería la palabra que usaría en este caso, sino sólo... que me has estado complementado.

Sans se detuvo entre la sorpresa y la emoción que le causaba escuchar eso con una claridad que sólo su bonita florista podría brindarle de esa manera. ¿Cómo contener las ganas de lanzarse a besarla apasionadamente con semejante cosa? Podía sentir su rostro completamente acalorado tras su sinceridad absoluta, pero para Frisk, parecía estar comunicando todo lo contrario.

-¿Dije algo malo?

-Todo lo contrario, sólo hiciste que me enamorara más de ti. –Se sentía tan extraño poder confesarle eso abiertamente, incluso le apenaba si debía admitirse a sí mismo, apartando un poco la mirada sobre ella. Pero era lo justo y necesario si Frisk lo era en todo momento y oportunidad. –Je... tú sí que logras lo imposible, bonita.

Una cosa era admitir las cosas con Grillby o con Papyrus, quienes lo juzgaban o apoyaban abiertamente como fuese el caso, pero tener que hacerlo con la misma Frisk era paralizante por más que se esforzara en demostrar lo contrario. Aún no podía digerir del todo que realmente estaba logrando algo con la florista que observaba al otro lado de la calle todas las mañanas. Aunque la hubiese besado y siendo correspondido, aún permanecía en él la duda de que todo fuese sumamente falso o un recordatorio más de lo que no debería de tener dada su vida. Pero Frisk no se retiraba ante la pena ni bajaba la vista con cualquier emoción negativa. Y contemplar su mirada sobre él fue suficiente para recordar que, en efecto, no se había dejado llevar por una imaginación bastante fantasiosa.

-¿Puedo saber por qué es que te gusto?

El esqueleto sonrió tras esa tierna pregunta soltada con una seguridad firme que muchos enemigos que había enfrentado en el pasado le habrían envidiado. "Gustar" era una palabra muy chica para lo que realmente estaba sintiendo dentro de él desde hace tiempo. Y se agachó para estar a su altura antes de poder contestarle. Teniéndola de frente en todo momento con tal de no huir más de eso. Siendo el hombre valiente que Frisk merecía, aunque claramente le faltaba mucho para serlo realmente. Porque aun cuando estuviese ahí, se sentía como un completo bobo.

-Una vez me permitiste entrar a tu casa para no estar bajo la lluvia, aceptaste comer conmigo sin importarte que fuera un delincuente o un monstruo. –Sans quería mantener una postura firme ante ella, pero una gran parte estaba inquieto por tener que abrirse así con ella. No estaba acostumbrado a esa clase de cosas y mucho menos hacia la persona que lo traía loco. –Después me dejaste dormir en tu casa tras haber llegado borracho, me acobijaste del frío con la única colcha que tenías y dejaste que pudiera aclararme con mi hermano, otro delincuente monstruo, en tu propia casa.

-Sí, ¿pero eso qué...?

-Y después jugaste con los niños del parque e hiciste que fueran unidos sin importar sus diferencias. –No había querido interrumpirle, pero Sans sabía que si se detenía ahora, volvería a quedarse callado por la pena que le daba. –Arreglaste el parque para darle color a un lugar que por tanto tiempo ha sido gris, e hiciste que Papyrus quisiera querer salvar una vida... al viejo... Y también a mí. Me haces cuestionar muchas cosas, me haces querer hacer algo realmente por mi vida cuando creía que no merecía nada... pero me haces quererlo, desear... poder verte todas las mañanas sonreír a las flores. Porque cada vez que sé algo de ti... no puedo evitar maravillarme... emocionarme con cada cosa que sales.

De las pocas posibilidades que se manifestarían en ella, nunca creyó posible que en sus palabras estaría la de contemplarla completamente roja y sin habla. Teniendo sus alargados ojos vino mayormente abiertos a lo que ocasionalmente mostraba, haciendo juego a sus mejillas acaloradas, y sus labios entreabiertos que de alguna manera le tentaban a lanzarse sobre ellos hasta poder saciarse. Pero qué hermosa imagen estaba teniendo en ese preciso momento ante él.

-Eres el rayo de sol que nunca creí que tendría en mi friolenta y lúgubre vida. Así que si, Frisk la humana... Sei la donna di cui sono innamorato. Eres la mujer de la que estoy enamorado.

-Pero solo hago esas cosas porque yo soy así. –Comentó tras una pausa, pero con un tono bajo por la sorpresa.

-Y porque eres así, es que estoy fascinado de ti.

Pese al sonrojo que sobresaltaba por la luz de la luna, Frisk se puso de pie ante él, dejando la colcha en su asiento y esperó a que el esqueleto hiciera lo mismo para seguir hablando. No había ningún temblor en sus manos como cuando reflejaba estarse conteniendo por algo, ni estaba mostrando frialdad que la hacía encajar perfectamente en el barrio que habitaban. En lugar de todo eso, podía notar que sus ojos estaban demasiado abiertos para seguir contemplando su mirada tinta llena de determinación en una decisión que no tenía piedad en pensársela demasiado. O por lo menos, es lo que Sans creía que estaba pasando una vez que entreabrió aún más sus labios, inhalando aire antes de poder hablar adecuadamente.

-Sans, si nos gustamos y nos hemos besado, ¿qué es lo que somos?

-Un par de tontos que están rompiendo muchas reglas.

-No me refiero a eso.

-Lo sé.

Sans se dispuso en mantener la mirada, pero eso lo hacía sentirse aún más torpe que por las anteriores palabras salidas del corazón. No, no podía ser el hombre valeroso que ella necesitaba y merecía por más que quisiera esforzarse para lograrlo, porque en un entorno del que él mismo había ayudado a construir, tenía que ser realista entre tanto ensoñamiento que le invadía con sólo su presencia. Debía de tener los pies sobre la tierra ahora que razonaba el verdadero peligro en todo ello, aunque si debía de ser sincero consigo mismo, ya lo sabía mas sólo no deseaba prestar atención a las señales que todos le indicaban.

Podía notar la desilusión en sus ojos tintos, pero parecía comprender de alguna manera que no le diría nada más, apartando la mirada de él junto con todo su cuerpo en un suave giro para enfocarse en un nuevo frente que no había nada interesante por mostrar. En verdad esperaba que pudiera perdonarle por tanta desidia o rodeo, pero no era capaz de solidificar sus deseos en cuanto tuviera grandes problemas encima de los que no quería involucrarla en lo más mínimo. Sobre todo, porque él no tenía ni idea de si podría salir airoso de todo eso para empezar. ¿Qué clase de futuro podría darle? Aunque deseara estar con ella, poniendo a un lado la situación con el Gran Don, su realidad era que no podría ofrecerle mucho dentro de su vida criminal. No era algo que quisiera brindarle, no era algo que Frisk merecía. Pero para él ya era tarde para cambiar su estilo de existencia, demasiado tarde.

Además, estaba cometiendo demasiados errores que ya ni podía contarlos con sus dos manos. Justo en la mañana había cometido uno por una felicidad absoluta que aún lo invadía y que, para mal gusto de la vida, le recordaba que no era apto para tal sentimiento. Si seguía así terminaría muriendo, o peor, siendo el causante de la muerte de todos sus seres queridos.

-Sigues teniendo miedo. –Frisk ni siquiera lo preguntó, como si tuviera total firmeza de la situación de la que nada ni nadie necesitaba aclararle. –Sigues queriendo poner patéticas excusas para hacer o no hacer las cosas.

-Je, ¿acaso estás molesta?

-Si lo estoy. Ya te dije que asumo todas las consecuencias.

-Frisk...

-No comprendo nada de lo que pasa, pero sin importar que hubiese razones, de cualquier manera me parecerán absurdas. –Frisk le devolvió la mirada, dejando en claro que en esos ojos alargados podía reflejar su hartazgo de su desidia. –Sans, me gustas, y me aterra ese hecho por no saber qué se debe hacer en casos como estos. Por lo que, lo que puedo ofrecerte es que yo sea valiente por los dos, hasta que tú puedas serlo por tu cuenta.

-No es tan sencillo, bonita, yo...

-Es porque mataron a tu madre y temes que me pase lo mismo, ¿cierto? –Ni siquiera hubo oportunidad ni necesidad de contestar lo evidente. –Sans, si llegan a pegarme, me levantaré. Aun cuando no tenga facilidad alguna. Creo que ya he dejado en claro eso.

-Insisto, no es tan sencillo como quieres creerlo.

-Pues si llegan a matarme, no habrá nada más por hacer, pero todo ello será por mi propia responsabilidad, no tuya.

-¡¿Y pretendes que viva con eso?!

-No pretendo, quiero que vivas. Quiero que elijas vivir de verdad. –Su seriedad estaba intacta, pero sus manos mostraban un ligero temblor que le comunicaban que estaba llegando a un límite que no permitiría reflejar. Ni siquiera ante él. –Y creo... que es lo que tu madre quiso para todos ustedes, pero sólo se limitan a lamentarse y a no permitirse ser feliz por su ausencia.

Sans había pretendido limitarse a tomar una de sus manos para que dejara de temblar, pero sus ansias de ella habían hecho que terminara abrazándola sin su consentimiento. Frisk le había devuelto el abrazo con una lentitud que comunicaba su timidez con tal cercanía espontánea, más no hizo nada más para apartarlo. Incluso le daba la impresión de que lo estaba oliendo como si se tratase de un cachorrito que buscaba calmarse. Era adorable hasta en gestos tan simples como esos, que en verdad se reconocía a sí mismo el autocontrol que tenía en ese preciso momento.

Por supuesto que quería ser feliz con ella, por supuesto que deseaba poder hacerlo con libertad y hacer lo que fuera para brindarle una vida calmada que merecía. Pero si ya habían ido tras ella por un simple rumor, no quería ni imaginarse lo que podrían hacerle si iba a algo más serio con ella. Y en el caso hipotético de que dejara a un lado todo eso e improvisara con lo que le llegaba... había un caso aún más aplastante ahora que había mencionado a su madre.

-No puedo decirte que no quiero algo más contigo porque eso sería mentirte. Pero admitámoslo, mi vida es una mierda como para tener que arrastrarte conmigo. –Le comentó sin romper el abrazo. Teniendo que esforzarse en no besar su cuello ante las ganas espontáneas que le habían dado al tenerlo tan cerca. – Además, ¿te puedo seguir gustando pese a que formaré parte de la muerte de Asgore Dreemurr?

-No puedo saber algo que no haya ocurrido.

-Pero puede que pase.

-Pero no lo has hecho.

-Pero pretendo que sí pase.

-Pero también puedes no querer hacerlo.

-Pero...

-Sans, te he visto masacrar a muchos seres en un par ocasiones y tú solo. Te he visto lastimar a otros y te he visto salvarme a mí. –Frisk le abrazó más fuerte en el instante. No estaba seguro de si era para contenerse de apartarse de él por el enfado, o porque en el mismo enfado quería agredir de una manera sumamente tierna que daba el efecto contrario. –Dices que no tienes opción en muchas cosas de tu vida, pero esa es la mentira más grande que te has dicho. Puedes elegir, siempre has podido. Tal vez no sean las opciones que te gustarían, pero esas elecciones te mantienen hacia adelante sin importar el resultado. Tú elegiste sonreír, aun con todo malestar. Elegiste ser fuerte para tu familia, aun cuando claramente no te agrada lo que haces. Elegiste salvar a una humana en lugar de matarla. Elegiste besarme... aun con tantos diciéndote que debes alejarte de mí. Así que por favor... solo elige vivir como tú quieres hacerlo.

Sans no pudo decir nada con todo eso, por lo que se limitó a devolverle el abrazo aún más fuerte para comunicarle todo su sentir. De todas las posibilidades y mejores prospectos para la florista, ella estaba ahí, abrazándole a él con fuerza para pedirle que dejara de tener miedo de vivir la vida que en verdad quería. Demasiada maravilla de golpe para poder procesarlo, pero siendo una realidad de la que nada ni nadie pudo prepararlo para eso. Si realmente pudiese tener libertad de elegir, sin lugar a dudas elegiría poder estar con ella. Mandar al diablo a las absurdas leyes que impedían una relación interespecie, mandaría al diablo a todo aquel que cuestionara sus sentimientos e intentaran hacer lo que sea para impedir lo que estaba floreciendo entre ellos. Mandaría al diablo en todo el sentido de la palabra a quien se atreviera a hacer daño a su bonita flor invernal que en ese instante sólo estaba para él. Abrazándolo con fuerza para indicarle que ella ya había tomado una decisión y esa era estar con él tras todo lo que ya sabía de él con mucha antelación.

La deseaba, la deseaba demasiado al grado de no darse cuenta de en qué momento había comenzado a besar su cuello. Notando cómo la chica no lo rechazaba pese a una timidez inminente reflejada en sus brazos temblorosos que rodeaban su cuello, siendo que en su lugar, lo recibía con suaves suspiros que sólo lo incitaban más y más hasta poder sentir el calor que irradiaba en su suave piel, dejándole en claro que aquella calidez le estaba implorando algo más que no tenía intención de negarle porque él lo deseaba mucho más. Y lo dejaba en claro con sus manos que no tardaron en recorrer su delgado cuerpo hasta llegar al punto que quería. Sujetándola de la cintura para apegarla más a él para sentir más de cerca aquel calor que iba en aumento como sólo un rayo de sol como ella podía generarle.

Sabiendo que podía hacerlo, inmediatamente se lanzó hacia sus labios cuyo sabor ya le era adictivo mucho antes de haberlos probado. Deseando poder estarla besando hasta saciarse sin importar cuántas horas pudiera llevar eso, pero siendo una tarea difícil si sus suaves suspiros que eventualmente soltaba, le produjeron un hormigueo a lo largo de su columna que le advirtió que si no se contenía ahora, no podría hacerlo después ante las ansias de algo subido de tono para alguien que apenas y le permitía poder explorar el interior de su boca. No obstante, la estuvo encaminando lentamente hacia la colcha que había dejado arrumbada para estar ahora sentados nuevamente en algo más cómodo que una fría superficie de cemento. Sin romper el contacto en ningún momento al no querer soltarla nunca de su vida. Oh Frisk... si tan sólo supiera lo tanto que le enamoraba cada centímetro de ella... tal vez no le estaría pidiendo tanto tener que elegir algo que de antemano deseaba con todo su ser.

No supo en qué momento sus propias manos habían bajado mucho más para posicionarse en sus muslos descubiertos, pero tampoco le importaba del todo ante el calor en aumento que estaba recibiendo en respuesta. Atreviéndose a sujetarlos para colocarlos sobre sus piernas, siendo que por ese breve segundo, la chica separó levemente el contacto de sus labios por la sorpresa, mas no le detuvo en ningún momento por el atrevimiento y ni dijo nada al respecto. Dioses, ¿qué tan lejos le permitiría ir? ¿Qué tanto deseaba llegar a más? Se preguntaba en ese preciso instante, acariciándole suavemente sus piernas ante la intriga de querer averiguarlo. No queriendo contenerse ante un sentido común que le estaba abandonando conforme escuchaba la respiración de la mujer que sostenía en una parte que debía de negársele a un pecador como él, excitándole aún más por notar cómo se le estaba erizando la piel a la misma velocidad en que él se acercaba a la comisura de su falda. Una barrera que le dividía entre sus ganas de querer romperla o detenerse ahora que todavía podía.

Pero en cuanto se atrevió a meter un pulgar debajo de su falda, la chica rápidamente hizo un movimiento que le hizo detenerse en el instante. Tal vez había sido por mera timidez o por no saber qué hacer, pero fuera lo que fuera, le fue suficiente a Sans para detenerse finalmente de cualquier intento. Recordándose que había cosas que no debía de tentar a la suerte ahora que parecía que algo estaba a su favor. Por más excitado que estuviera, no iba a arruinar lo que le estaba llegando con los brazos y labios abiertos. Aun cuando su parte baja estaba implorando salir ante la cercanía que tenía a sus piernas descubiertas y que deseaba que le rodearan con todo y su calor.

Apartando su mano para dejar fuera toda tentación, le brindó un beso rápido sobre sus labios para después sonreírle ante la felicidad que solo ella podía generarle. Frisk parecía estar atónita a lo que había pasado, pero tampoco hizo algo al respecto para apartarse del degenerado esqueleto que se había atrevido a tocar mucho más de lo normal. Seguía sin quitar sus propias piernas sobre las de él, aunque también pudiera ser por una parálisis de la sorpresa o por no poder procesar todavía lo que había pasado. Fuera lo que fuera, agradecía ese hecho para no dejar al descubierto su excitación visible y que esperaba que la chica no se diese cuenta de eso por la incomodidad que generaría al momento, aunque su piel descubierta encima suyo era el causante de no poder controlarse todavía si debía admitirse también. Ninguno de los dos podía decir algo ante lo ocurrido, limitándose a observarse el uno al otro con un sonrojo que estaba en sintonía con sus mutuas respiraciones.

Frisk era el rayo de sol que necesitaba para subsistir entre tanta frialdad, era la flor que daba color a su entorno gris. Era una hermosa melodía que deseaba poder escuchar por el resto de su vida. Y por ello sabía que por más que quisiera hacer lo correcto, no deseaba poder alejarse de algo tan bueno para él. Su realidad era lúgubre y asfixiante, pero por fin tenía algo que le daba una buena razón para soportarlo.

-Elijo poder formar parte de tu vida, aunque aún no pueda definir de qué manera realmente. –Mencionó Sans finalmente, tras tanto silencio entre ellos y sabiendo que Frisk le podría insistir en cualquier momento. –¿Puede ser suficiente para ti por ahora?

Entre sus largas pestañas, había una mirada que le retaba a decirle algo más, como si buscara algún indicio de algo que no tenía definido qué buscaba realmente. Pero aun así, la chica terminó retirando sus piernas por cuenta propia, sin mostrar alguna molestia o incomodidad por lo que estuviera circulando en sus pensamientos por lo ocurrido.

Recibiendo un simple asentimiento con su cabeza a modo de respuesta positiva, pero negándole más palabras al no tener nada más que decir.


...

Había sido una larga e insoportable espera con semejantes compañías de nombre y/o sexo dudoso, pero Lyra aguantó lo suficiente para por fin estar moviéndose a altas horas de la noche. Sintiendo poco a poco la cercanía que estaba al mar conforme la carreta se movía entre zonas fuera de miradas curiosas. Y era más que evidente que podría llamar demasiado la atención su aparente vehículo, cuando estando en la ciudad resaltaba cada vez más los automóviles metálicos que una simple carreta movida por un caballo de rostro extraño.

El ser encapuchado tarareaba de vez en cuando algo que no tenía sentido alguno, pero la sirena no quiso atreverse a preguntarle por ello con tal de no distraerlo de su objetivo. De cualquier manera, no parecía ser demasiado comunicativo entre las pocas conversaciones que habían mantenido con tal de pasar el tiempo. Y no estaba segura de si se trataba de algo normal entre gitanos al ser su primera cercanía con alguien de ese rubro. Lo cual lo hacía aún más irónico cuando los mismos monstruos eran los partidarios de dichas creencias junto con muchas otras que la humanidad impedía con el pasar del tiempo.

Por estar manteniendo su hechizo en donde fuera que estuviera el perro que había encantado, había tomado una de las capuchas que el ser les había brindado para que se cubrieran del frío nocturno, logrando opacar su antena que permanecía con su luz mientras su magia estuviese activa y que le debilitaba por cada segundo transcurrido. También se encontraba cubriendo sus brazos que cada vez más tenían peor aspecto y que le recordaban que estaba en una cuenta regresiva que no sería piadosa con ella. Pero que tampoco le importaba del todo con tal de lograr su cometido para poder descansar en paz.

Aunque tan solo... deseaba poder ver una vez más a su hermanita. Deseaba poder ver una vez más a sus amigas reunidas, cantar y bailar juntas...

La carreta se detuvo de golpe, desconcertando ese hecho por haber sido poco el recorrido. Pero por más que espero a que el ser encapuchado indicara algo, tuvo que atreverse a asomarse por lo que fuera la razón de no moverse más en el camino prometido. No obstante, se tuvo que dar cuenta del garrafal error que había sido eso, aunque para ser precisos, su peor error había sido confiar desde un principio.

-Vaya, vaya, vaya. –Exclamó un maniquí trajeado en cuanto la vio asomarse. Lyra se paralizó del miedo por reconocerlo en el instante. –Pero qué mercancía nos trajiste ahora, gitana del río.

-Soy gitano del río.

-Lo que sea... Recibe de una buena vez tu paga para que cada quien vaya a lo suyo.

La sirena quiso meterse nuevamente a la carreta con tal de tratar de moverla por su cuenta, pero había sido algo inútil ante tantos maniquíes rodeándole y que ahora la estaban sacando a la fuerza del vehículo de madera. Mientras que para la mujer almeja no hubo resistencia de por medio al no saber procesar por su cuenta lo que realmente estaba pasando. Parecía tan dispersa en todo momento, como si solo pudiera tener una sola cosa en la mente a la vez y no la estaba soltando hasta llegar a su cometido.

-¡Traidor! –Exclamó Lyra en cuanto la sacaron de la carreta.

-Traidora ahora...

-¡Me importa un bledo lo que seas! –Agitó su cola para golpear a aquellos que la estaban sosteniendo sin manos visibles. Pero había sido algo en vano tras llegar varios más en su lugar. –¡No! ¡Déjenme!

-Mmm, te me haces familiar. –Comentó el maniquí líder al acercarse a ella. El olor de su puro le fue tan incómodo como su mirada fija sobre ella. –Pero no recuerdo de dónde...

Lyra sabía que no le quedaría de otra dada la situación, por lo que tomó todo aire posible y gritó como nunca en su vida. Queriendo causar dolor a toda costa a todo aquel que le escuchara, notando cómo la cristalería guardada en la carreta se hacía añicos por el ruido tan elevado que producía y que hacía que todos los presentes se taparan los oídos por el sufrimiento que provocaba, pero siendo un caso inútil al estar bajo el encanto de su magia radiante de ira. Todos menos la almeja incolora, la cual extrañamente le había estado observando sin sentimiento alguno para acto seguido darle la espalda conforme se retiraba lentamente al no estar más sujeta de manos invisibles. Fue así como Lyra comprendió que la extraña ser sólo tenía algo en mente sin importar lo que llevara o no consigo. Y lamentablemente para ella, era lo mejor para todos.

Sabía que iría tras la familia Gaster, y en verdad esperaba que pudiera comunicarles más a ellos de lo que había podido ser con ella.

Se esforzó como nunca en su vida, sintiendo cómo sus brazos se deformaban aún más por su sobre esfuerzo al igual que su cola que comenzaba a verse derretida de alguna manera. Aun así, no quiso detenerse por cuenta propia, aunque le costara el último suspiro de su existencia si al menos había alguien que iría tras Wingdings para avisar de lo ocurrido. Pero un fantasma que no había visto antes, se abalanzó con rapidez sobre ella, sintiendo cómo se había adentrado a ella para sofocarla en el instante y sin saber cómo era eso posible. Retorciéndose en busca de aire o agua para poder acabar con ese sufrimiento, pero siendo un esfuerzo en vano al ser detenida por el fantasma dentro de ella hasta que comenzó a nublarse su vista.

-Entiende tu lugar, sirena. Ahora eres de nuestra propiedad.

Escuchó que le decía el fantasma, pero Lyra soltó una lágrima antes de que todo se tornara negro para ella.


...

Shyren dejó de acomodar sus cosas y prestó más atención al entorno como si algo en la lejanía le hubiese llamado, pero tras varios minutos mirando en la lejanía, simplemente optó que se trataba de su imaginación a causa de su contacto con el mar. Había veces que tanta exposición al agua salada podría hacer ver u oír cosas extrañas para cualquiera, y vaya que ella entendía de esas cosas por naturaleza.

Agitó un poco su cabeza para dejar de distraerse con cosas banales y se apuró en tener todas sus cosas listas y retirarse antes de que la familia conejo se diese cuenta de su ausencia. No sólo le era complicado cada noche por los oídos sensibles de los conejos, sino que la humana que vivía con ellos tenía una aparente rutina nocturna que dificultaba todavía más sus salidas.

Sabía que era peligroso lo que estaba haciendo y que los conejos le regañarían si se llegaban a enterar, pero no podrían comprenderle por más que quisiera explicarse. Para la sociedad, era una mujer monstruo, una mujer "quedada" dada su edad avanzada a comparación de otras señoritas. Una carga conforme pasaban los años. Por más que agradeciera la hospitalidad de la señora Bunny y el resto de los conejos, la realidad era que no siempre podría depender de ellos económicamente hablando. Y lo acontecido en el cabaret era una muestra de eso.

Así que, si podía conseguir dinero para cualquier emergencia que se presentara después, sin dudar alguna lo haría. Además, lo que estaban haciendo parecía ser muy extraño pero con buena paga.

-Pero si es la pequeña Shyren, que ya no es tan pequeña.

La mencionada se giró con sorpresa, lamentándose en el instante por haberlo hecho.

-S-señor Aaron...

-¿Qué haces aquí? ¿Sabes que esto no es lugar para una dama como tú? –Parecía que el hipocampo en verdad tenía intenciones de llamarle la atención, pero el agarre que estaba teniendo sobre sus hombros la inquietaba demasiado de una manera que no se atrevía a expresar. –¿Bonnie te hace venir aquí?

-¡N-no! Yo vengo por mi cuenta.

-Es porque requieres mantenerte ¿cierto? –Su agarre sobre sus hombros fueron resbalando lentamente hacia los costados de sus brazos, sintiéndose cada vez más incómoda y con ganas de huir en el instante. –Debe ser terrible ser una mujer solitaria a tu edad, sin un hombre que te atienda como se debe.

El tono de su voz era demasiado sugerente para empeorar la situación. Desde que su hermana había muerto, Shyren había evitado a toda costa todo contacto con el hipocampo que abiertamente había mostrado un interés romántico hacia la mayor de ambas. Por lo que agradecía cada momento el hecho de que la familia Bunny le hubiese acogido tras el interés del sujeto de quedarse con su custodia de una manera que le atemorizaba. Porque era innegable que, ante sus ojos, solo era una segunda opción conforme estuvo creciendo. Y eso además de asquearle, le aterraba por el hecho de no poder expresarlo sin que la tomasen como dramática o causase un conflicto.

Había sido cautelosa por mucho tiempo para nunca volver a topárselo en su vida, pero había sido muy tonta para pensar que la paga no sería de interés para alguien como él también. Después de todo, se trataba de un monstruo marino que le importaba demasiado poner en evidencia la fuerza de sus músculos.

-No tienes que preocuparte más. Yo me haré cargo de ti.

-N-no...

-Te haré mi mujer.

Con tan sólo escuchar eso, se apartó horrorizada y se dispuso a retirarse con toda prisa posible sin mirar hacia atrás. Escuchando cómo el hipocampo la seguía mientras lanzaba uno que otro comentario inapropiado para ella, pero siendo suficiente motor para no detenerse por más que se cansara. Porque si lograba alcanzarla... no le cabía duda de que la robaría para hacerla realmente su mujer. Y no... no quería... El simple hecho de pensar en estar con alguien que sin duda alguna le exigiría tener intimidad con ella... No, no quería. ¡No quería!¡Y mucho menos estar cerca de él!

Agradecía de alguna manera que La Madriguera estuviese a orillas de Snowdin para que el recorrido no fuese tan largo, pero el hipocampo todavía la seguía y cada vez más cerca conforme escuchaba sus palabras que pretendían ser piropos. Así que en cuanto vio que Ronnie estaba en el camino, se acercó directamente hacia él sin pensárselo más y sabiendo que eso generaría otros problemas para otro momento más adecuado.

-¡Shyren! ¿Dónde...?

-Ayuda.

Lo tomó del brazo para comunicarle el miedo que estaba sintiendo. Notando que el conejo estaba recibiendo el mensaje en el instante, pero generándole muchas preguntas y que algunas fueron respondidas en cuanto vio al hipocampo acercarse con su sonrisa socarrona para percepción de la sirena.

-¡Hey Ronnie! ¿Cómo estás, muchacho? –Habló el hipocampo con una naturalidad fuera de lugar, como si fuese extremadamente común estar persiguiendo a una chica a altas horas de la madrugada. –Hace tiempo que no te veo en mis entrenamientos.

-Si, he estado ocupado. –Ronnie le siguió el juego de conversación natural. Al fin y al cabo, el conejo sabía moderar toda discusión como especialidad particular. –Ya ve, siendo el hombre de la casa.

-Si, lo entiendo muy bien.

-¿Puedo saber por qué estaban corriendo?

El conejo se había limitado en no preguntar cosas directamente como estar persiguiendo a la chica, o en dónde habían estado ambos. Cosa que ambos seres marinos agradecían en silencio, cada uno por sus respectivas razones. Y Shyren estaba segura de que su amigo lo notaba y que por ello se mantuvo en su papel de ciudadano amable que no quería entrar en problemas. Había veces que en verdad le sorprendía lo taciturno que podía mantenerse en momentos tensos, y esta no era la excepción.

-Voy a ser franco contigo, muchacho. Me preocupa mucho Shyren, ¿sabes qué edad tiene?

-Es adulta y ya. ¿Por qué?

La sirena tomó con más fuerza el brazo de su amigo, para comunicarle de alguna manera el contexto en todo eso. Y parecía que en efecto le había captado el mensaje con ese gesto, aunque podría atribuirlo mucho más a estar atento a otras clases de sonidos, ahora que estaba observando cómo sus orejas estaban alzadas con suma atención.

-Oh, no tiene de qué preocuparse, señor Aaron. –Ronnie puso un brazo sobre sus hombros para apegarla a él. –Porque Shyren es mi prometida.

Ambos monstruos jefes lo observaron con sorpresa, mientras que el conejo mantuvo su sonrisa casual sin importarle todo desconcierto. Shyren tuvo que hacer el esfuerzo de no delatarse por lo mismo, pero internamente se entristeció por lo que significaba el hecho de que su amigo tuviera que hacer tal cosa tan precipitada. Ya lo habían hablado hace tiempo como una posibilidad encubierta... pero en verdad había esperado a que nunca tuvieran que recurrir a ello.

Y lamentablemente ya no había marcha atrás.

-Ohh... ya veo. –Comentó el hipocampo con muy poca simpatía. –Pues felicidades a los dos.

-Muchas gracias. –Ronnie sonrió aún más. –Con mucho gusto le invitaremos a la boda en cuanto tengamos la fecha exacta.

-Estaré esperando el momento.

Tras esa breve conversación, el hipocampo se retiró como si todo ello fuese lo más natural del mundo. Y ambos monstruos mantuvieron su abrazo que aparentaba ser cariñoso de una manera romántica hasta que el sujeto musculoso estuviera fuera de la vista. Fue ahí cuando la sirena se giró con suma preocupación hacia su amigo.

-¡¿Qué estás haciendo?!

-No. ¿Tú qué estás haciendo? –El conejo borró su sonrisa falsa para dejar en claro la preocupación que se estuvo aguantando en todo momento. –Shyren, te he estado buscando toda la noche. ¿A dónde te metiste? ¿Por qué Aaron casi te roba?

-Eso no importa, yo...

-¡Claro que me importa! Es la segunda noche que te desapareces. Entiendo de alguna manera que no quieras decir algo a la familia entera, pero que a mí tampoco quieras decirme me preocupa todavía más.

-En realidad... ya son varias noches, pero...

-¡¿Qué?! Shyren... no me digas que... –El conejo no terminó su oración tras comprender algo en su propio silencio. Bajando por completo sus orejas conforme mostraba su preocupación con sus ojos brillosos. –Tonta, te estás arriesgando en ese trabajo que claramente te dijimos que no aceptaras, ¿cierto?

-Sabía que ustedes no entenderían. Y además no quería que recurriéramos a esto. –Se abrazó a sí misma sin querer dar más explicaciones de lo que hacía. De cualquier manera no sabría cómo explicarlo por lo raro que estaba resultando el trabajo. –Estás renunciado a muchas cosas por ti. No soy tu hermana Ronnie, no tienes que ver por mí también.

-Siempre has sido de la familia, así que déjate de cosas. Mamá estará feliz de escuchar esta noticia, además... Esto es algo que ya habíamos planeado hace tiempo.

-Pero, ¿y Ralph?

-Todo está bien, Shyren. Así que, por favor, deja de arriesgarte sólo porque crees que tienes que hacerlo. –La abrazó con fuerza, queriendo transmitirle toda calma ante algo que claramente le entristecía sin necesidad de expresarlo. –Te brindo mi apellido, mi familia y el poco patrimonio que pueda darte, pero por favor... mantente a salvo. No puedo permitir perder a mi mejor amiga por algo como esto.

La sirena le devolvió el abrazo, pero era inminente el hecho de que ambos estaban tristes por las situaciones que estaban fuera de su alcance. Por lo menos, se tendrían el uno al otro para estar fuera del foco que buscaba cualquier indicio para juzgar a todo aquel que no fuera acorde a sus estándares.


***

¡Muchas gracias por la paciencia sobre este breve retraso! Ya estoy mejor de mi brazo, pero aun así trato de no hacer sobre esfuerzos por un tiempo determinado. También, he estado muy cansada, agotada y estresada últimamente con tanto papeleo que me piden para ver mi caso sobre el accidente. Ya ven, procesos burocráticos -_-

Sin más, espero que haya valido la pena toda espera. El siguiente capítulo si se llamará "El principio de Locard" (ya verán luego por qué).

**Inserte teorías locas aquí, y toma una michigalleta para acompañar el vaso de leche que nos invitó Sans a todos**

¡Michi fuera!

:)

Bạn đang đọc truyện trên: TruyenTop.Vip