Cap 85. Aquí se rompió una taza...
La semana se había vuelto un tanto rutinaria para Frisk, aunque no se trataba de algo que le aquejara por completo. Hacía tanto tiempo que no se sentía de esa manera tan calmada, que le apenaba bastante su propia actitud en su reflejo. No hacía falta que los conejos le dijeran aquello que estaría comunicando su alma, porque las sonrisas que soltaba en más de una ocasión decían mucho más que cualquier palabra últimamente.
Las mañanas las iniciaba con una flor esperándole en la ventana, con una nota que además de darle los buenos días, indicaba siempre que no podía esperar a verla por la noche. Y tenía que taparse el rostro por la pena que le daba admitir que ella sentía lo mismo, lo cual cada vez más la dejaba confundida al final del día en cuanto el esqueleto se apartaba de ella. ¿Quién diría que aquel que la acosaba en la distancia, terminaría alegrándole tanto su presencia? Se sentía boba por lo que estaba generando en ella, y Flowey le confirmaba aún más que en efecto estaba actuando como una boba que olvidaba que aquel ser que le estaba gustando cada vez más, se trataba de un temible mafioso que podría matar al ser que consideró como su padre en toda su vida. Pero no podía evitarlo por más que tuviera eso en cuenta rondándole por la mente. Sans era muy especial para ella ahora.
Después de tener que preparar el desayuno y atender a su amigo, se encaminaba hacia el jardín central para reunirse con el esqueleto mayor de todos dentro de tan extraña familia. El cual siempre le tenía una bebida caliente esperándole en el sitio donde se sentaría, teniéndole tan poca paciencia por permitir que un elixir que le gustaba tanto estuviera enfriándose por tardarse tanto, cuando ya sabía de antemano que no podía salir tan puntual todos los días, a causa de sus otros pendientes en la casa donde amablemente la alojaban. Y por esa razón, además de descubrir cada vez más los malos hábitos insanos del señor, tendía ahora a llevar un par de sándwiches y una magdalena para acompañar el café. Al menos así se aseguraba de que el jefe de familia estuviese desayunando apropiadamente, aunque le gustaría que disminuyera su consumo de cafeína y tabaco de vez en cuando.
-Ocúpate de tus propios asuntos. –Gruñó el esqueleto una vez más, tras mencionarle nuevamente su preocupación por las cantidades excesivas de cafeína que ingería tan sólo en su presencia por las mañanas.
-¿Cómo es que siendo aspirante al campo médico, no cuida de su propia salud? –Insistió mientras partía por la mitad la magdalena para compartirla.
-¿Te parece que tenga ganas de vivir más tiempo?
-¿Qué le dije de los comentarios deprimentes, señor?
-¡Agghh! Eres insoportable, florista.
No obstante, recibió la mitad de la magdalena para comerla lentamente, haciendo que la chica sonriera de poder verlo comer apropiadamente. Seguía siendo un señor amargado, triste y agresivo, pero cada vez más parecía que lograban llevarse mejor. Si bien la razón de compartir un momento así había iniciado por estar en búsqueda de respuestas, ahora simplemente estaban acompañándose el uno al otro, estando el señor Gaster vigilando la zona por su lado, mientras que Frisk sólo estaba ahí para asegurarse de que no cometiera alguna locura de nuevo. Razón por la cual también le preguntaba con frecuencia sobre si había hablado ya con sus hijos, pero su misma respuesta le dejaba en claro que no tenía intención alguna de hacerlo ante un orgullo que prefería dejar intacto, que el hecho de poder mejorar la relación con su familia. Simplemente no lo entendía, sobre todo porque había veces en que los niños se acercaban a pedirle que jugara con ellos y el esqueleto se limitaba a observarlos de reojo una vez que sacaba su periódico matutino. Estaba segura de que esa mirada de preocupación paternal que lanzaba no era por nomás.
Después de ello, volvía a la casa para lavar algo de la ropa que regaban los conejos de vez en cuando y los trastes sucios del desayuno. Nuevamente atendía a Flowey para que no se sintiera solo ni que tampoco agrediera a los otros conejos, para de ahí partir a algo nuevo que había acudido una vez desde su puerta y que ya llevaban varios días haciendo lo mismo. Aun cuando no le encontrara mucho sentido que se lo pidiera particularmente a ella.
-¿Y QUÉ TE PARECE? –Preguntó Papyrus tras haberse desaparecido ante ella para aparecer en menos de un segundo. –YO CREO QUE SÍ ESTOY PROGRESANDO.
-Sigues sin aparecer en el círculo. –Indicó Frisk mientras señalaba lo que el mismo esqueleto había trazado con unas pequeñas piedras.
Había sido una sorpresa que el menor de la familia esqueleto tuviese la misma habilidad de teletransportarse, aunque evidentemente era algo que no dominaba ante algo que parecía ser muy complicado y fuera de su comprensión. Por ello era que pasaba la tarde practicando su nueva habilidad en los terrenos relativamente cercanos a las vías del tren, y aparentemente necesitando su compañía para asegurarse de estar logrando trasladarse con precisión. Frisk había accedido por curiosidad y en agradecimiento por haberle enseñado a conducir, pero no cabía duda de que ella no podía ser de mucha ayuda con su práctica. Más bien le parecía que sólo quería estar acompañado en el proceso.
-Creo que Sans o Don Gaster podrían asesorarte mejor con esto. –Insistió nuevamente tras un par de días con lo mismo. Razón por la cual no se hizo esperar el gruñido del esqueleto. –¿Han hablado recientemente?
-NO, Y NO QUIERO HACERLO TAMPOCO. –Aclaró mientras estiraba un poco sus huesos, antes de volver a intentar trasladarse sin moverse. Lo cual daba muy poco sentido a que tuviera que estirarse previamente para eso. –SANS YA SABE QUE ESTOY PUDIENDO TELETRANSPORTARME Y AUN ASÍ NO LE IMPORTA.
-¿Y tu padre?
-ÉL NUNCA QUISO ENSEÑARME ESTA TÉCNICA, POR LO QUE NO PIENSO DECIRLE QUE LA ESTOY APRENDIENDO POR MI CUENTA.
Frisk terminaba suspirando con frustración, notando que hacer que la familia entera hablase entre ellos apropiadamente, era un berrinche colectivo del que no tenía razón de ser. ¿Por qué no se daban cuenta de todo lo fácil que sería para ellos si sólo conversaran?
Tras ello, regresaba nuevamente a la casa para preparar la comida para todos los integrantes de La Madriguera. Procuraba apresurarse un poco para tener el tiempo necesario para participar en los preparativos de la boda, la cual la señora Bonnie estaba encabezando toda la organización pese a la reapertura del cabaret, pero al menos le permitía organizar a su manera su parte con tal de no agobiarla demasiado.
-¿Ya has pensado en qué flores te gustarían para tu ramo? –Preguntó Frisk en cuanto se topó con Shyren en las escaleras.
-¿Mi ramo?
-El que vas a llevar en la boda. –Frisk arqueó la ceja. Cada vez más se convencía de que la menos entusiasta con la boda, era justamente la novia dispersa en todo. Aunque el novio no se quedaba atrás en eso, procurando siempre verse ocupado cuando sólo cargaba con un desarmador consigo para aparentarlo. Ya se había percatado de eso. –Si no tienes algo en mente todavía, podríamos empezar con saber cuáles son tus flores favoritas.
-No tengo flor favorita. ¿Cuáles existen?
-Rosas, azaleas, girasoles, orquídeas, margaritas, lirios, bugambilias, lavandas, flor de mayo, petunias, crisantemos, violetas, alcatraces, narcisos...
-¡Ok, ok! –La paró alzando la voz y las manos, siendo sumamente extraño ese comportamiento en ella. Y claramente ella también se extrañó por su reacción, porque rápidamente puso visualizarse un leve sonrojo por la vergüenza. –L-lo siento... Amm... ¿y si mejor lo decides tú? Yo no sé mucho de eso, pero tú sí. Así que sé que será algo bonito si lo haces todo tú.
Frisk terminó accediendo, pero cada vez más confusa con el comportamiento de la sirena y el conejo. No obstante, se recordaba frecuentemente que no era un asunto suyo para tratar de indagar más en la situación. Al menos tenía que haber alguien prudente en la casa y que supiera lo valioso del espacio personal. Aunque para desgracia suya, ese papel lo tenía solo ella ahora. Sobre todo por cómo los conejos andaban queriendo asomarse en su descanso, sabiendo ahora todos de antemano de sus reuniones con Sans en el techo y teniendo las orejas lo más alzadas posibles junto a sus risillas que sólo incomodaban aún más. Por lo que el auto fue un regalo de lo más conveniente para tener la libertad de retirarse sin más de todo el alboroto. El esqueleto sólo parecía divertirle su propia reacción.
-Déjalos. –Rio Sans desde el asiento de copiloto. En verdad parecía disfrutar de no ser quien estuviera conduciendo. –Con la clase de gente que visita ese lugar, seguramente será lo más cercano que vean a una relación.
-Lo dudo. –Contestó Frisk secamente, sin apartar la vista al frente pese a querer lanzar una mirada de desagrado a su acompañante. –Sigue sin haber una pareja por ver.
-¡Ouch! ¿Esa fue una indirecta? –Pese a hacer la mímica de haber sido apuñalado por el frente, la sonrisa burlona generaba el impacto contrario. –¡Oh dioses! No cabe duda de que soy una mala influencia para ti.
-No fue una indirecta, solo digo las cosas como son. –Aclaró pese a no ser una cuestión necesaria Sabía que el esqueleto tenía eso presente tras tantas conversaciones entre ellos. –Además, Shyren y Ronnie van a casarse, por lo que por obviedades, son una pareja por ver.
-¿La sirena y el mayor de los conejos?
-Si, aunque... No se ven contentos con su propia decisión pese a la felicidad de toda la familia. –Disminuyó la velocidad cada vez más para frenar suavemente ahora que habían llegado a su destino. Finalmente, podría decir que sabía frenar sin hacer que su acompañante se golpease la cabeza con el frente. Y tuvo que esforzarse en ello tras ver que Sans no acostumbraba a ponerse el cinturón. –Pero nuevamente, yo no sé de esas cosas como para saber cómo debe actuar o no una pareja.
-¿Eso te molesta? –Frisk tuvo que esperar a que Sans fuese más específico con esa pregunta. –¿Te molesta que no te haya dado algo firme entre nosotros?
-Eso solo es asunto mío.
-Frisk...
-Si tu no piensas darme claridad de las cosas, yo no tengo por qué darla también.
Concluyó sin dar más explicaciones al no ser necesarias. Ya habían hablado sobre el tema en más de una ocasión, pero al final terminaban así, sin poder llegar a algo más en lo que sea que estuviera pasando entre ellos que sólo hacía que se sintiera temerosa por ese hecho. Y no, no le gustaba sentirse así en algo que a su vez le alegraba el inicio del día. Sobre todo porque cada vez que Sans mencionaba algo entre ellos sólo quedaba en una incógnita resignada a disfrutar el presente sin hacer más conjeturas partiendo de esa. Queriendo formar parte de la vida del otro sin aclarar realmente lo que eran. ¿Por qué era así? Le quedaba claro que realmente quería estar con ella, visitándola diario y siendo cada vez más largo el momento en el que se mantenían sosteniendo sus manos mientras conversaban de una que otra tontería. ¿Entonces por qué...
...no se volvían una pareja que ambos deseaban ser?
Pensar en ello le hacía sonrojarse por el mero atrevimiento, pero no le cabía duda de que a eso iba encaminado sus sentimientos cada vez más firmes en cuanto a ello. Después de todo, era consciente ella misma en cómo esperaba ansiosamente la flor y pequeña nota en cuanto abría los ojos por la mañana, en cómo le gustaba tener siempre un saco sobre sus hombros, mientras sostenía su mano esquelética durante muchas horas nocturnas silenciosas donde parecía que sólo necesitaban eso para estar en calma. En cómo se le aceleraba el corazón cuando el esqueleto la tomaba por sorpresa para robarle un beso, y en como ella misma buscaba alargarlo más al serle agradable la sensación. Tal vez no tenía experiencia en lo que era una relación, pero definitivamente elegía a Sans para eso.
Confiaba en él y por ello deseaba darle todo el espacio que requiriera, pero a su vez, sabía que aquello sería una eterna espera si seguía con esa clase de temores. Por lo que tampoco pensaba estar de brazos cruzados en espera de que algo así ocurriera sin que ella pudiera hacer algo al respecto. Por esa razón, Frisk decidió desviarse de la rutina matutina para aclarar algo más de una buena vez por todas. Limitándose a tomar la flor que siempre le esperaba en la ventana para sólo colocarla a un lado de Flowey, el cual sonrió maliciosamente tras lo que seguramente sacó sus propias conclusiones con tal gesto repentino.
Se apresuró a preparar el desayuno y llevarse algo consigo para salir a la brevedad sin dar explicaciones a nadie. Ya que pese a tener buena conversación con el resto de los esqueletos, no era su ayuda esta vez lo que realmente necesitaba. Y encontrarla no era tan sencillo, ni tampoco tan grato.
-Muffet. –Mencionó Frisk una vez que pudo dar con ella a entradas del mercado, la cual se giró inmediatamente para verle con una expresión no precisamente agradable con su presencia. –¿Puedo ha...?
-Su color favorito es el azul, igual que tú. –Mencionó la arácnida sin más, como si tuviese prisa en contar cada detalle. –Su música favorita es el jazz, su comida favorita es la lasagna, pero suerte con atinarle a la sazón de su madre, que ni yo lo he logrado. Le gusta el whisky añejo, pero también suerte con conseguirlo con esta maldita ley seca que se ha extendido por todo Ebott city...
-¿Qué?
-¿No viniste a hablar sobre el no cumpleaños de Sansy?
-No. –Contestó Frisk de inmediato, aunque se apenó por haberlo olvidado por completo. ¿Qué momento era el adecuado para celebrarlo si este año no daría el día exacto? ¿Hoy o mañana? ¿Qué le regalaría? Sacudió su cabeza en el instante, mejor pensaba eso en otro momento menos complicado. –Una vez me dijiste haber ido a la casa del señor Dreemurr, por lo que sabes la dirección de en dónde está, ¿cierto? Entonces...
No pudo terminar su petición al tener su boca tapada con una de las múltiples manos de la arácnida cada vez más molesta con su presencia. Y no la quitó hasta que un par de transeúntes pasaran de largo sin hacer contacto visual con ninguna al no ser asunto de ellos lo que fuera que estuviera pasando en la conversación entre chicas. No estaba segura de si le estaba pidiendo ser más discreta o simplemente detestaba escucharle.
-Eres una maldita. –Soltó Muffet con un tono de desprecio que marcó demasiado.
-¿Qué...?
-Dejemos en claro algo. Si quiero deshacerme de ti, pero, ¿en verdad crees que a estas alturas podrás solucionar las cosas únicamente hablando con quien generó todo el caos en la ciudad? ¿En verdad crees que será diferente contigo sólo porque fuiste una aparente hija para él? –La arácnida simuló estar masajeando sus sienes, tal y como lo hacía Don Gaster cuando algo le exasperaba y avecinaba una migraña molesta. –Si así fuera, ¿no crees que ya habría hecho algo para contactarte si realmente quisiera hablar contigo?
Frisk se mantuvo en silencio, sabiendo que Muffet tenía mucho más por decir y que tales cuestionamientos no estaban expuestas por tratar de ser respondidas en el instante. Ella ya había pensado en todas esas preguntas, por supuesto, pero detestaba que quedaran en simples incógnitas, torturándole por varios periodos y sin llegar a nada al final del día para cambiarlo. Eso concluía gran parte de su vida después de todo, aun cuando siguiera luchando para que eso acabara.
-Si por mi fuera, te llevaría a la puerta de su casa, sabiendo que las posibilidades de que te destrocen son altas. Pero eso no lo querrán Sans, ni Flowey, ni Papyrus, ni mi querido W.D... –Cada vez que hizo mención de cada uno, su voz amargada terminó volviéndose una de lamento. Dejando de masajear sus sienes para seguir enfocándose en la humana ante ella. –Tienes muchos seres queriéndote aquí. ¿Por qué insistes en querer tirar todo eso por la borda?
-Porque pareciera que esa es la razón por la cual Sans no quiere algo formal conmigo.
-Oh, créeme que si lo quiere. Más bien yo diría que por fin se dio cuenta de sus estupideces y por ello te mantendrá lejos de todo esto.
Sin avisar nada más, la arácnida le dio la espalda para finalmente adentrarse al mercado. Pero Frisk no estuvo dispuesta en dejar la conversación ahí, acompañándole en lo que fuera a hacer por ahí hasta poder dar con algo más concreto. Preguntándose en ese momento si debió haber aprovechado en comprar las cosas también ahora que ya estaba ahí. Y Muffet no hizo nada por detenerla pese a su descontento en cada paso, por lo que continuó hablando mientras seguían caminando lentamente.
-Es bastante lógico, humana. Solo hay dos caminos a elegir. –Mencionó tras pagar un par de tomates y levantarlos lo suficiente para ejemplificar sus palabras con ellos, en lugar de guardarlos en su bolsa de tela. –O tú te unes a su estilo de vida que claramente te desagrada, o te apartas de una buena vez.
-Pero yo quiero seguir viéndolo.
-¿Y qué determina que realmente podrán abstenerse de algo más? Estar con él es: o vives defendiéndote, matando de ser necesario, o mueres, generándole una tortura infinita que eventualmente acabará con su propia vida. Si tus únicas par de neuronas que te quedan hacen bien su trabajo, elegirás el sentido común de apartarte. Créeme, no te gustará este estilo de vida y ni lograrás sobrevivir lo suficiente por cuenta propia.
-Pero tú si lo haces.
-Yo estoy dispuesta a masacrar a todo aquel que intervenga en el camino de mi amado. Yo estoy dispuesta a matar por amor. ¿Y tú?
-Por supuesto que no.
-¿Entonces eres capaz de verlo morir ante ti?
-¡Tampoco!
-Entonces ahí está tu problema. Sigues creyendo que todo se hará a tu voluntad. Que todo funcionará acorde a tus propias creencias.
-Ustedes son los drásticos en todo esto. –Frisk observaba el par de tomates que cada vez más le ponía en la cara, como si con ello quisiera obligarle a tomar una decisión justo ahora. –¿Que tiene de malo en querer paz solamente?
-En que la paz no se obtiene por las buenas, boba. –Finalmente bajó los tomates y los guardó en su bolsa de tela, dándole la espalda nuevamente para seguir con su camino. Igualmente, Frisk le siguió el paso pese a ser claro que no quería su compañía durante sus compras. –Ya deberías de saberlo, ¡dioses! Aun no entiendo por qué te aceptaron a ti sin más con semejante estupidez que te cargas.
-¿A qué te refieres?
-Te he visto con mi querido W.D. todas las mañanas. ¿Tienes idea de lo difícil que es eso? ¿Qué acepte tu compañía, la comida que le prepares...? ¿Hablar contigo? –Pese al evidente desprecio que le tenía por muchos de sus gestos, su voz sonaba realmente triste conforme mencionaba cada palabra. –Para desgracia mía, parece que W.D. te acepta lo suficiente. Y no puedo provocar tu muerte porque eso sería lastimarlo de alguna manera.
-La convivencia ha sido mucho mejor, pero aun así no creo serle de tanto agrado como describes. –Puso a un lado su comentario sobre quererla muerta, aunque eso le hizo mantenerse más cautelosa con sus pasos mientras siguiera acompañándola. –Yo sólo me estoy encargando de que coma algo fuera de toda esa cafeína y que no vuelva a intentar morir.
-Espera ¡¿QUE?!
Muffet se había girado repentinamente, haciendo que Frisk casi se cayera por no frenar a tiempo pese a la distancia que había comenzado a establecer con ella. También su grito había hecho que todos los presentes le prestaran suma atención, pero con un brusco giro de su cabeza y observándolos con sus ojos molestos luminosos, fue suficiente para que cada quien retomara lo suyo.
-No puedo creerlo... Todo va de mal en peor. –Susurró Muffet, casi como si estuviese hablando consigo misma. –Si los tarados de sus hijos se dieran cuenta, nada de esto estaría pasando.
-No parecen querer hablar, ni tampoco Don Gaster con ellos. –Mencionó Frisk al percibir que estaban en la misma frecuencia ahora. –No entiendo por qué la necedad en eso.
-Los hombres no tienden a hablar de sentimientos entre ellos, por lo mismo que te conté hace tiempo.
-¿Y por qué tú no les dices algo?
-¿Crees que no quiero? Ellos solo me apartan cada vez que quiero ayudarlos con algo.
Frisk terminó suspirando de frustración al detectar el mismo patrón. Definitivamente había algo en los Gaster que sólo complicaban las cosas entre ellos por mero masoquismo. Y si bien había hecho lo posible de mantenerse al margen por no ser asunto suyo, una parte de ella le incomodaba seguir viéndolos así, quejándose por el otro mientras descargaban sus frustraciones con ella. Si se contaban juntos en vida, ¿por qué estar desperdiciando todo eso? ¿Sería lo correcto querer hacer algo? ¿No estaría mal de su parte querer intervenir? Aunque si no hubiera intervenido en las vías del tren, las cosas habrían empeorado, ¿cierto? ¿Entonces estaría bien querer hacer algo más ahora?
-Muffet, ¿quisieras... ayudarme con... el regalo de cumpleaños de Sans? –Indagó un poco con su pregunta tras haberla armado en su mente primero.
-¡Claro! –La expresión de la arácnida cambió por completo, pero Frisk sabía que era una felicidad falsa porque estaba apelando a su curiosidad. Y pese a molestarle esa actitud, eso le era conveniente de momento. –¿Qué necesitas?
-Poder asistir a la casa de los Gaster.
-Fuhuhuhuhu, ¿qué te hace pensar que accederé a eso?
-Quiero poder prepararles la cena como regalo de cumpleaños. –Continuó sin hacerse esperar por más cosas. Sabiendo que la arácnida se podría retirar en cualquier momento. –Y mientras tanto, podré responder las preguntas que me hagas.
-Ya sé mucho sobre ti, boba. –Se giró inmediatamente, estando ya dando pasos para retirarse. –No hay nada que me interese de ti ahora.
-¿Y qué me dices sobre los Dreemurr?
Muffet se detuvo en el acto. Frisk se alivió de que eso fuese suficiente para captar su total atención.
-Muchos saben cosas que yo sigo sin poder procesar de él, pero nadie más que yo conoce un lado diferente de él. –Insistió para hacer que no se fuera, esperando que la arácnida se girara nuevamente en cualquier momento para cerrar el trato. –Tal vez... ¿Eso les sea suficiente información?
-No, no es suficiente.
Y tras una risa burlona, continuó su camino hacia sus compras. Queriendo dejar atrás a una humana que no estaba dispuesta a dejar las cosas así hasta obtener lo que necesitaba, aunque tuviera que recurrir a otra clase de métodos más ortodoxos de su parte. Por lo que pagó por un jitomate al vendedor que tenía a un lado y se lo arrojó con una pésima puntería, pero suficiente para captar su atención nuevamente, atrapando el fruto con una agilidad que debía de reconocer como asombrosa, a su vez que la observaba nuevamente molesta con ella.
-Ya te estás pasando, humana. Déjame en paz. –Le arrojó el jitomate de vuelta, sin poder atraparlo con la misma agilidad que ella por obviedades razones. –¿Qué no tienes algo mejor que hacer?
-Estoy posponiendo mi desayuno con Don Gaster para estar contigo, ¿tú qué crees? –Soltó inmediatamente, dándose cuenta de que aquello la enojaría aun más de lo que se suponía que debía de ayudarle a su objetivo. Pero ya era tarde para eso. –Sé que no debería de entrometerme, pero quiero ayudarlos. Eso te incluye.
-Si tan bien te llevas con mi querido W.D., ¿por qué no le pides a él directamente que te lleve a la casa, uh?
-Porque me diría que no.
-Pues ahí tienes mi respuesta también.
-SE LO PIDES A LA MONSTRUO EQUIVOCADA, ELLA NO PUEDE AUTORIZAR LLEVARTE A NUESTRA CASA. –La voz alzada reconocible hizo que ambas chicas se giraran hacia el monstruo que se había acercado a ellas con tanta discreción que no lo notaron en el instante. Frisk desconocía qué hacía en ese lugar cuando su zona de vigilancia era hacia el otro extremo de Snowdin. –SOLO UN GASTER PUEDE... Y MIENTRAS LO SIGA SIENDO, YO TE AUTORIZO.
-¿Qué? Pero Pyrus... –Comenzó a decir Muffet antes de ser interrumpida por la mano alzada del esqueleto.
-NO SÉ QUE PRETENDAS, FRISK, PERO ESPERO QUE NO SEA ALGO ESTÚPIDO. –Continuó hablando el esqueleto alto, ignorando la advertencia de la arácnida a lado suyo. –HAY COSAS DE LAS QUE NO SE TE PUEDE PROTEGER SI TE PASAS DE LA RAYA.
-Los extremistas siempre han sido ustedes. –Frisk le sonrió en agradecimiento.
-¡Agghh! ¡Estoy rodeada de locos! –Terminó exclamando Muffet hacia el cielo.
...
Chara tenía pocos placeres recientemente por sus castigos, lo cual la habría llevado a la exasperación si no fuera por lo cómico que resultaba ver a Kris tan frustrado por algo que aún estaba fuera de su conocimiento. Un día sin más, el jefe había llegado para ponerse a entrenar en solitario hasta que no pudiera levantarse más, para luego bañarse y repetir la rutina que claramente no necesitaba. Era evidente que algo le molestaba y no quisiera mostrarlo en su gente que tanto lo admiraba y seguía sin cuestionamiento alguno, aun cuando los llevara a la muerte misma.
-¿Mal de amores, jefecito? –Comentó Chara de brazos cruzados y recargada en el marco de la puerta, riéndose suavemente cada vez que lograba percibir un quejido de su parte que muy pocos podrían contemplar de su parte.
-Deja de insistir con eso. –Le contestó Kris sin verla directamente. Concentrándose en el extraño mueble alargado que no paraba de patear una y otra vez con diferente pierna cada cierto tiempo. –No sé porqué tienes esa idea absurda recientemente.
Chara se limitó a sacar la lengua burlonamente a modo de respuesta. No podía decirle la razón por la cual tenía eso en mente, aun cuando su propia mención fuese una mala idea si realmente se trataba de ese caso. Por lo pronto, su diversión consistía en molestar al jefe en cada oportunidad hasta que se hartara de ella y le devolviera los pocos placeres que tenía en su lamentable existencia con tal de deshacerse de ella por un rato. Después de todo, ya lo había hecho en más de una ocasión.
-Si no se trata de una mujer, puedes decírmelo. –Insistió con picardía, aun cuando ello empeoraría la situación. –Sabes que esas cosas a mi no me importan.
-No me compares contigo.
-Entonces sí es una mujer. –Le sonrió con malicia, en espera de agarrarlo con la defensa baja tarde que temprano. –¿Ya sabes cómo complacerla, o quieres que te dé la plática?
-Cállate, Chara. –Dio un par de patadas más fuertes, aun sin verla a ella.
-Oww, no hay de qué apenarse. Aun cuando seas un hombre virgen en los inicios de los treintas, puede que tengas lo tuyo.
-¿Por qué siempre insistes con el tema?
-Si lo experimentaras aunque sea una vez, entenderías porqué es tan bueno. Al menos no estarías dando patadas absurdamente a ese tonto mueble para tratar de relajarte en un fin de semana. –Señaló justamente lo que no paraba de patear con insistencia, como si se estuviera imaginando un rostro en particular para tener tal energía para hacer lo mismo constantemente. –Ya enserio, ¿porqué te privas de algo así? ¿En verdad tiene que ver con una especie de voto marcial, o...?
-¡Por disciplina, Chara!
Tras su exclamación, el jefe tomó todo el impulso para romper en varias partes el mueble con tan sólo una patada, cuyas partes se esparcieron rápidamente hacia los lados sin darle a nada importante. La chica mencionada no retrocedió en ningún momento, sabiendo que nada de eso le llegaría en donde estaba, ni tampoco por la reacción efusiva del jefe que en verdad habría sorprendido a cualquiera ante su temple taciturno que procuraba sin importar quién estuviese cerca. Parecía que finalmente había llegado a un límite, ¿pero de qué? ¿Realmente lo había hecho enojar ella con su insistencia de años? Lo dudaba demasiado.
-Es claro que algo te molesta, Kris. –Finalmente decidió mostrarse seria ante él, acercándose lentamente mientras evitaba pisar las piezas de madera. –Y eso es demasiado raro en ti. ¿Qué es lo que ocurre?
-No es algo que debas saber ni involucrarte –Kris habló entrecortadamente ante lo agitado que estaba. Tomando una toalla que había dejado cerca de él para secar su cuello con ella. –Cuando tenga algo por asignarte, ten por seguro que te lo diré. Por lo pronto, sólo concéntrate en el hecho de poder vengarnos pronto.
Chara rodó los ojos por escuchar eso nuevamente, prefiriendo acercarse a la mesita donde estaba el té para servirse y poniéndolo en una pequeña taza antes de que realmente se enfriara. A lo que recordaba en sus enseñanzas sobre su cultura natal, era un "delito" permitir que el té se desperdiciara así sin más, por lo que aprovecharía para calmar a su superior con tal de saber realmente qué lo ocurría. Aunque fuese entretenido verlo así, en el fondo le inquietaba que particularmente él tuviese esa actitud sin más.
Desde que lo conoció aquel día en el que dio armamento a los mexicanos a cambio de ella, había notado que se trataba de un sujeto muy serio, queriendo mantener la compostura en todo momento para jamás mostrar sus verdaderas intenciones a los demás, sea aliado o enemigo. En cambio, estaba permitiendo que particularmente ella fuese capaz de verlo así en un momento de aparente vulnerabilidad, y aún más, estarlo molestando en todo el proceso. Aunque no le dijera nada y ni lo haría, parecía que había momentos que necesitaba cuando fuera, una simple persona con la cual conversar fuera de todo trabajo. Y siendo ese el caso, se sentía extraño que fuese ella la elegida para eso.
-¿Quieres que traiga la baraja y vemos si esta vez logro ganarte? –Mencionó mientras le pasaba la pequeña taza humeante.
-¿Qué?
-Ya sé que soy terrible, pero requieres reposar tu cuerpo en lugar de tratar de romper otro mueble. –La chica se encogió de hombros en cuanto su jefe sujetó la bebida. –A diferencia de mí, tú tienes un límite.
-¿Estás... preocupada por mi?
El tono de su voz había sonado demasiado extraño en él, como si realmente le sorprendiera pensar en la posibilidad (y ciertamente, hasta ella se sorprendería si ese fuese el caso). Definitivamente el jefe de la yakuza estaba actuando raro estos días, era difícil saber si su mirada también se había tornado diferente con todo el cabello mojado por el sudor que tenía tapándole los ojos, pero Chara se incomodó por ese hecho. La última vez que había sentido una mirada tan fija de su parte, había sido la primera vez que se habían conocido. Estando ella en un caballo, temerosa de lo que fuese a pasar con ella ahora ante un cambio drástico en su corta vida nuevamente.
-No te hagas ideas raras. –Quiso seguir su actitud bromista, pero optó más bien en darle la espalda a su jefe aparentando indiferencia. Acercándose a la otra mesa donde estaba su propia comida esperándole y la razón por la cual había acudido a ese cuarto en primer lugar. –Yo solo quiero ver si puedo seguirte molestando, ¿ok? Pero si no quieres jugar para seguir rompiendo muebles, es asunto tuyo.
No obtuvo respuesta en todo ese silencio incómodo, por lo que levantó su plato junto a otro más que pretendía llevarse consigo y apartarse de una buena vez sin necesidad de despedirse. Su plan de incomodarlo hasta poder sacarle información había sido comprometido por su propia estupidez aparentemente. Se apuntó mentalmente en no volver a cometerlo.
Lo que menos quería era que Kris pensara que realmente le importaba la yakuza, porque eso significaría para ella misma que, una vez más, se sentía parte de algo que claramente podía desvanecer como todo lo que ha pretendido acercarse en su vida. Y ya no estaba para esa clase de decepciones.
-Últimamente tienes más hambre que de costumbre. –Escuchó que Kris estaba levantando las piezas esparcidas ahora.
-Es porque es de lo poco que aún me permites hacer. –No tuvo ninguna intención de ocultar su reproche. Aunque siguió limitándose a no ver el rostro semi oculto del jefe de la yakuza. –¿O qué? ¿También piensas castigarme la comida?
Recibió un gruñido a modo de respuesta, siéndole suficiente para retirarse en su totalidad sin precisar más su atención en el sitio, aunque realmente nunca había sido el caso en primer lugar. Tan sólo quería llegar a su habitación donde la dejaban encerrada por horas, donde creían tenerla controlada en cuatro paredes sin mucho por hacer, salvo una meditación que nunca logró aprender de todo y ni le interesaba hacerlo.
Una vez estando con la puerta cerrada, donde muy seguramente ya estarían un par de sujetos en su vigilancia, puso la comida encima de su cama para mover con cuidado el mueble al que le había puesto papeles doblados en las puntas para no causar ruido ni huella. Dejando al descubierto el agujero de la pared con el suficiente tamaño para que una adolescente de piel púrpura y tentáculos en la cabeza, pudiera asomarse con libertad y acomodarse con facilidad en cuanto le dio el espacio suficiente para incorporarse.
-¡Qué bien! Me muero de hambre. –Comentó la mocosa en cuanto se bajó de su agujero, sin permiso alguno, para dirigirse hacia la comida que había dejado encima de la cama. –Del otro lado sólo nos dan pan y agua.
-Que te quede claro que no te traigo comida por mero gusto. –Chara se enfadó de su actitud. Al menos le hubiera ayudado en mover el mueble antes de dirigirse hacia la comida. –Sólo es porque eres el único entretenimiento que tengo de momento y no me conviene que mueras de hambre mientras tanto.
-Si, si, lo que diga. –Comentó la chica tras una breve risilla y un par de bocados dados a la charola que había elegido por su cuenta. –Usted actúa como mi mejor amiga, pretendiendo ser ruda cuando en el fondo son de lo más solidarias.
-No es una palabra que me defina, niña. Te lo pueden asegurar todos por aquí.
-Tal vez los adultos malos de aquí digan cosas terribles de usted, pero los niños que están al otro lado comentan otras cosas. –Pese a sus constantes majaderías, la escuincla se sentó en el suelo y colocó la charola en la que estaba comiendo sobre sus piernas. –También le tienen miedo, pero dicen que usted salvó a una latina de ser abusada.
-¿Y te dijeron lo que pasó después con ella?
Su silencio fue suficiente respuesta para saber que estaba enterada de la situación. Por eso y más no valía la pena que se interesara por el bienestar de los malditos mocosos que albergaban en el lugar, preparándolos para una vida de la que no podrán escapar nunca más. Si es que vivían para contarlo, claro.
Y aun así, sabiendo de sus propios errores y resignaciones, estaba ahí sentándose junto a una adolescente más. Dejando que comiera todo lo que quisiera, aunque eso implicara darle de su plato también ante lo que seguramente será su única comida en todo el día. Enseñándole a sujetar los palillos que claramente desconocía cómo hacerlo, para que dejara de comer con las manos y terminara ensuciando la alfombra.
-Mi nombre es Skate. –Soltó la monstruo.
-No pregunté tu nombre, niña.
-No, pero quiero que lo sepa. –Le sonrió mientras la soltaba para ver si había entendido finalmente cómo mover los palillos para sujetar algo con ellos. Pero era evidente que aún le faltaba algo de práctica, por lo que terminó encajando la comida con ellos para sujetarlos de esa manera. –Supongo que no me dará el suyo, pero no importa. Me gusta convivir con usted. Me recuerda que pese a los malos momentos, humanos y monstruos sí pueden estar pacíficamente entre ellos.
Chara se mantuvo en silencio con tal de no seguir esa conversación cada vez más irritante para ella. Recordándose a sí misma las múltiples razones por las que debería de dejar de hacer tales cosas, pero pareciendo que tenía instintos masoquistas que no se limitaban en la cama, aparentemente.
...
La tarde la había pasado normal con su rutina. Acompañando a Papyrus en su aparente entrenamiento salvo por la presencia de la arácnida que ya no se les separó tras la intervención en el mercado, observando todo en silencio ante un enojo que nunca pretendió ocultar en todo momento. Incluso le daba la impresión de que hacía reproches por lo bajo de vez en cuando para dejar aún más en claro lo molesta que estaba, pero ni el esqueleto ni ella prestaban atención a eso.
-¿Y BIEN? ¿PARA QUÉ QUIERES ESTAR EN NUESTRA CASA? –Preguntó Papyrus al momento de terminar su entrenamiento de teletransportación, aun sin lograr aparecerse en las zonas que él mismo marcaba. –CREÍ QUE CON TODO LO QUE TE PASÓ AHÍ, NO QUERRÍAS PONER UN PIE A ESE LUGAR EN TODA TU VIDA.
-No me agrada la idea de volver. –Admitió Frisk de inmediato, mirando hacia el frente desde el asiento de copiloto donde el esqueleto le había abierto la puerta. –Pero quiero hacer algo por el cumpleaños de Sans.
-PONTE UN MOÑO Y LISTO. –El tono de su voz reflejaba cierta burla que no había captado en el instante, hasta que Muffet que estaba sentada detrás de ellos comenzó a reírse por lo bajo. –NO CREO QUE HAYA OTRA COSA QUE QUIERA POR AHORA.
-N-no creo que sea el caso. –Desvió la mirada tras la timidez que le había producido escuchar tal cosa sin más. Razón por la cual ahora Papyrus estaba riendo. –Si bien a veces me deja en claro que quiere estar conmigo, en otras pretende apartarme y sólo me deja confundida.
-SI TANTO TE EXASPERA ESO DE ÉL, DÍSELO Y YA. NO ES COMO SI SUPIERAS MANTENER LA BOCA CERRADA. SNOWDIN ENTERO SABE QUE LO HEMOS INTENTADO.
-Sí se lo digo. Pero de momento no sé qué es lo que somos.
-Un par de idiotas, eso es lo que son. –Comentó Muffet desde su sitio. –Pyrus, ¿estás seguro de querer llevarla a la casa? A leguas se nota que Sans no es su verdadero objetivo de estar ahí. Ella debe saber que el tonto no está a estas horas en la casa.
En efecto, no era su verdadera razón de querer asistir a esa casa cuya ubicación desconocía pese al tiempo que vivió ahí. Pero también, era un buen motivo para hacer algo al respecto como excusa suficiente. No dijo nada al respecto en espera de que el esqueleto le cuestionara lo que fuera bajo esa amenaza, pero tan sólo se encogió de hombros sin querer indagar más al respecto y continuó manejando tranquilamente. De alguna manera, era su forma de demostrarle que confiaba en ella finalmente, aun cuando no fuese algo que hablaran antes. Era igual de raro que toda la familia Gaster, se recordó mentalmente.
No obstante, le pasó una venda a mitad del recorrido para indicarle que se la colocara en los ojos. Obedeciendo a tal petición sin querer renegar al respecto, aunque el olor a humedad y escombros se le hizo muy familiar en cuanto sintió que estaban muy cerca. ¿Cómo era posible que la casa Gaster tuviera que pasar por algo así primero y no ser detectada por nadie? ¿Requerían tanta discreción por su vida criminal? ¿Su pa... Asgore Dreemurr estaría igual? Paró de hacer preguntas mentales en cuanto sintió que el auto se había detenido finalmente, pero no pudo quitarse la venda de los ojos hasta que terminaron de encaminarla ciegamente hasta lo que le pareció que fue la puerta principal. Estando ahí, una mano le quitó tal cosa para que ahora contemplara la sala en la que pasó varias noches intentando dormir. Estaba donde mismo el piano cubierto con una alfombra cada vez más repleta de polvo, las escaleras que daban con el piso superior cuyas habitaciones no pudo conocer en realidad, y el sofá verde olivo donde había sido su aparente cama al no brindarle nada más sin indicación precisa en su estadía. Pero también, había sido el lugar donde Sans había intentado besarla por primera vez... pero no era momento para pensar en eso.
-MUY BIEN, YA ESTÁS AQUÍ. ¿AHORA QUÉ QUIERES HACER?
-Dirigirme a la cocina, es todo lo que haré aquí realmente. –Indicó inmediatamente al girarse con el esqueleto de gran altura para ella. –Descuida, sólo necesito que Muffet me acompañe.
-¿Qué?/¿QUÉ? –Preguntaron al unísono.
-Tu vigilas a esta hora la estación del tren hasta que las entregas de los remolques terminan. –Le comentó en el instante que notó que algo en eso no le estaba pareciendo. –Y después partes a la zona norte de Snowdin para vigilar las locaciones cercanas. Sé que tienes cosas por hacer antes de volver.
-QUE TE SEPAS NUESTROS HORARIOS YA DA ALGO DE MIEDO. –Admitió el esqueleto. –PERO SI NO ESTÁS SOLA... SUPONGO QUE NO HABRÁ MUCHO PROBLEMA... CREO.
-Muffet me vigilará bien. Después de todo, ese es su trabajo principal en la zona que ella misma tiene a cargo.
-QUE SEPAS TANTO SÓLO ME ATERRORIZA AUN MÁS.
-Ustedes mismos son los que me han dicho lo que hacen a ciertas horas.
-CIERTO, PERO...
-Descuida Pyrus. –Finalmente la arácnida se puso a un lado de ella, abrazándola con demasiada confianza para su gusto. –No le quitaré los ojos de encima, huhuhu. Sólo seremos un par de amigas conviviendo.
Aunque evidentemente le daba desconfianza, (incluso a la misma Frisk con la mención de "amigas" para referirse a algo inexistente entre ellas), terminó accediendo al considerar que en efecto no estaría sola en casa tan peligrosa. Que si bien habría preferido una mejor compañía, realmente no le quedaba de otra para su plan muy poco elaborado en su mente dado el tiempo que lo había estructurado. Si Flowey supiera algo al respecto, le habría detenido ante semejante torpeza en la que se estaba metiendo a su voluntad.
-Muy bien, humana. –La arácnida le sujetó de los brazos al haberlos colocado tras su espalda desde el aparente abrazo amistoso. –¿Cuál es tu verdadera intención en todo esto?
-Ya lo dije desde un principio. –Alzó la ceja con algo de exasperación por su insistencia. –Quiero preparar la cena.
-¿Realmente crees que caeré en el juego de buena dama atenta a la figura masculina? Por favor, tú no eres así.
-No tiene nada que ver con complacer a un género o no. –Le pareció absurda esa reclamación, pero supuso que era algo que sería normal entre citadinos. –Yo solo quiero que finalmente hablen entre ustedes.
-¿Y crees que una cena hará eso? Cada vez conviven menos.
-Lo sé, por eso quiero aprovechar el cumpleaños, o no cumpleaños de Sans. –Pese a la incomodidad de la posición en la que la tenía sujeta, se mantuvo en calma en todo ese tiempo. Sabía que podría matarla en cualquier momento y con suma facilidad, pero que tampoco lo haría con el aparente reconocimiento que le tenía el jefe de familia. Fuese algo cierto o no. –Mencionaste un platillo que la señora Gaster preparaba. Nunca he preparado algo así, pero si lo hacemos juntas puede que quede lo más parecido posible.
-Sí que tienes instintos suicidas. Hacer eso sería como insultarlos en su propia casa.
-¿Pero qué tal si logramos que finalmente hablen entre ellos con eso? Aunque sea para insultar la comida, sería un buen indicio para que lo hagan. Yo solo quiero que dejen de poner todo en manos de la muerte, que intenten vivir adecuadamente ahora que todavía tienen oportunidad.
Algo en todo eso parecía ser de lo más convincente para la arácnida, soltándola lentamente del agarre tan incómodo con el que la había tenido sujeta. Tal vez ella misma ya había pensado en esas cosas con antelación, pero fuera lo que fuera, no lo compartió con ella y se limitó en encaminarla hacia la cocina donde ella misma ya sabía dónde se localizaba. Después de todo, en su estadía en tal lugar se había encargado de preparar la comida, aun cuando no parecían tener intención de acercarse a la mesa varias veces al grado de estar dispuestos a desperdiciar varias comidas. ¿Acaso por ser esqueletos no necesitaban de al menos tres comidas al día? ¿No les era tan necesario como otros seres? ¿O simplemente era mero berrinche de su parte? Por lo que llevaba conociéndolos, le daba la impresión de que aquella última cuestión era la más acertada de todas.
Al estar en la cocina, Muffet sacó unos tarjeteros que estaban guardados en la alacena, mostrándole la receta que le había mencionado, mientras se colocaba con otras manos un mandil para no ensuciarse. Le permitió sujetar la tarjeta para leerla en silencio y saber qué cosas sacar de la alacena y otras utilizarlas de la despensa que la joven había comprado en la mañana en el mercado, pero algunas pequeñas arañas parecían saber qué es lo que harían, porque ya le estaban pasando a su ritmo algunos ingredientes sobre la barra principal. ¿Cómo era que Muffet lograba comunicarse con ellas? ¿O cómo era posible que pudieran ser tan atentas y fuertes para cargar con algunas cosas? ¿También sería cosa de magia?
-¿Cómo era convivir con una hermana? –Soltó Muffet sin más.
-¿Mmh?
-Mencionaste eso aquella vez... y me da curiosidad.
Frisk tuvo que hacer memoria para entender de qué estaba hablando, hasta dar con la vez que habían peleado hasta el cansancio. Pese a tener algunas preguntas sobre por qué tenía curiosidad particular en eso, optó por seguir lavando las frutas y verduras al contar con el tiempo limitado.
-Pues... Siendo ella la mayor, Chara siempre me estaba cuidando, aunque no se comparaba con la sobreprotección que hacía Asriel. –Sonrió de tan sólo recordar esos momentos. Teniendo cuidado en lo que hacía con sus manos. –No teníamos juguetes, así que ella agarraba unos botes de medicamentos y de limpieza, les dibujaba caras y los volvía nuestros muñecos. Era divertido porque además les hacía voces a cada muñeco improvisado.
-¿Cómo era posible que no tuvieran juguetes, si los Dreemurr son ricos?
-No lo sé, siendo tan pequeña, nunca me cuestioné eso, ni tampoco siendo adulta. –Admitió sin seguir dándole importancia. Atesorando aún más el recuerdo que cualquier respuesta que se le pudiera otorgar tras eso por una vez en su vida. –Asriel se juntaba con nosotras a jugar con los mismos botes dibujados. Aunque creo que más bien nos estaba cuidando de no ingerir o tirar el contenido de las mismas.
-Eso me recuerda a cómo es Flowey contigo. –Soltó una risilla tras su comentario, pero por primera vez no le sonó burlona o melosa. –Supongo que por eso estás tan acostumbrada a que siempre haya alguien queriéndote cuidar.
-Supongo, no lo había pensado.
-También debe ser la razón por la cual la vida parece tan fácil para ti. No has tenido que preocuparte por nada, porque otros se hacen cargo de eso por ti. También por eso eres una malagradecida porque no te han costado las cosas a ti directamente.
-No es el caso. –Mencionó con seriedad. Recordándose que Muffet siempre buscaría la manera de aminorarla en todo. –Tal vez no sepa de muchas cosas por tantos secretos que me han tenido en toda mi vida, pero muchas otras tuve que aprenderlas por mi cuenta bajo la depresión de mi madre.
-¿La señora Dreemurr es una mujer deprimida?
-Pues desde la muerte de mis hermanos, permaneció triste sin importar lo que hiciera. Aprendí a cocinar a temprana edad por lo mismo. De lo contrario, nos habríamos muerto de hambre. –Terminó de lavar algunos de los ingredientes y los colocó en un bowl para ponerse a hacer la salsa. –Y lo que sé sobre plantas y flores, lo aprendí desde pequeña. Así que, por muy poco que sea esto, es lo único que sé hacer para tratar de remediar algo.
Mientras partía los jitomates y cebolla, pensó seriamente en eso. ¿Por eso a Muffet le parecía absurdo su intento de querer arreglar todo con comida? Extrañamente, una risa le respondió lo suficiente, pero no de una manera déspota o desagradable como acostumbraba de su parte.
-Yo también aprendí a cocinar por necesidad. W.D. rara vez tiene el ánimo de preparar algo, Sans es un flojo para eso y Papyrus... pues ya te harás idea de lo terrible que es. Supongo que por eso no lo quisiste aquí para esto. –Rió un poco sin necesidad de tener una respuesta de su parte ante lo evidente. –Y si bien me esmero en darles algo de calidad, creo que mi sazón no es de su particular gusto.
-¿Qué es lo que te gusta cocinar a ti?
-Tengo gusto a la repostería, pero nadie de aquí tiende a comer mucho dulce. –La arácnida a lado suyo se encogió de hombros, queriendo aparentar no importarle ese hecho cuando claramente le entristecía. –Sé que tú tampoco, aunque tienes cierto gusto a la vainilla.
-Flowey te contó eso, ¿cierto? –Recibió otra risilla a modo de respuesta. –Es extraño que se lleve bien con alguien más, debo reconocértelo.
-Más bien tú lo descuidas mucho últimamente. Él se preocupa bastante por ti, ¿sabes?
-Sé que lo hace, pero ahora todo se siente diferente. –Leyó una vez más la tarjeta con la receta escrita a mano, para hacer caso a cada indicación por más extraña que le pareciera. Al hacer una receta completamente originaria de Italia, supuso que sería normal parecerle de tal forma tales procesos. –Flowey ha sido mi mejor amigo por muchos años, y si bien trata de aparentar sentimientos a su manera, no es lo que necesito cuando requiero comprender mis propios sentimientos. Así que, gracias Muffet. Me hiciste darme cuenta de algo.
-¿De qué?
-De que en verdad me gusta poder conversar. Creo que es algo liberador sentir que se me escucha en verdad. No sólo por darme la razón de algo que no se entiende. –Frisk se encogió de hombros notando que algo dentro de ella se sentía muy liberador con poder expresarlo. –De ti al menos, encuentro lo extrañamente relajante que es conversar con otra mujer.
-Mi intención nunca fue ayudarte, tonta. –Expresó con un deje de molestia en su voz, pero al girarse para verla directamente, su tenue sonrisa indicaba lo contrario. –Pero espero al menos poder haber hecho algo para detenerte en tus torpezas. No creas que estaré siempre ahí para ser tu voz de la razón.
Continuaron cocinando tranquilamente, aprendiendo de las indicaciones que la arácnida le comentaba sobre los procesos de la pasta y lo meticulosa que debía de ser con la salsa para que quedara correctamente. Si bien no le parecían pasos tan complicados, prestó demasiada atención con tal de evitar ciertos errores antes de meter la lasagna lista al horno. Y mientras pasaba el tiempo en eso, ambas chicas se pusieron a preparar más cosas para acompañar tal platillo, proponiendo cada una lo que podía hacerse y teniendo que aceptar que como bebida únicamente aceptarían el vino para acompañar todo. Sólo esperaba que el alcohol no entorpeciese la intención en todo lo que estaban haciendo por el bien de la familia tan necesitada de atención. Por lo que preparó también café por si le apetecía eso mejor, por más que no estuviera tampoco de acuerdo en el consumo excesivo de eso.
Notando que ya llevaban demasiado tiempo en eso, se dispusieron a poner la mesa que, si bien Muffet estaba decorando únicamente para tres seres, Frisk colocó el cuarto plato y cubiertos inmediatamente.
-Esta cena también es para ti, Muffet. –Le indicó inmediatamente. –Tú también debes hablar con ellos.
-Pero... Ellos no querrán...
-Eres rara, y tienes una situación muy extraña con ellos, pero eres una Gaster de alguna manera. –Colocó la servilleta de tela sobre el plato, doblándola como la arácnida le había enseñado rápidamente. –Tienes que escucharlos y que te escuchen también, de lo contrario seguirán como están. Y como tú dices, no puedes ser siempre la voz de la razón, ¿cierto?
Por un momento le pareció que la arácnida estaba por llorar ante ella, pero la chica se giró tan rápido que bien pudo ser sólo su imaginación. Sobre todo porque habían escuchado que el tiempo del horno había llegado a su límite y debían de sacar el plato principal.
Los extraños cuatro monstruos incoloros aparecieron poco después, observando la mesa decorada y sin hacer preguntas de por medio tras ver que Muffet estaba ahí. Aquello era un indicativo suficiente para saber que los esqueletos no tardarían en presentarse. Y tal fue así en cuanto pudo escuchar la voz de Don Gaster bajando por las escaleras mientras le hablaba a su gente cuyas indicaciones no prestó atención en absoluto.
-Frisky. –Soltó Muffet en un susurro, notando que estaba un poco nerviosa pese a su sonrisa. –Ya lo decidí. Es el apodo que te daré para no tener que llamarte solo humana.
-Parece que todos en esta ciudad se esmeran en no llamarme directamente por mi nombre.
Escuchó su risa tras eso. Y nuevamente, no le pareció tan irritante como otras veces.
Salió de la cocina en cuanto pudo escuchar que Don Gaster ya estaba en el comedor, a su vez que escuchaba la voz alzada de Papyrus y detectaba el aroma a Sans que le apenaba poder reconocer tan sencillamente. Los tres observaron extrañados la mesa decorada elegantemente con variedad de comida de lo más apetitosa tanto por aroma como por presentación, pero no se comparaba con la mirada que tanto Sans como Don Gaster le lanzaron a ella en cuanto la vieron parada a lado de la mesa.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó sin más el jefe de la casa. Dejando evidente molestia en todo su ser.
-La cena está lista. –Comentó sin importarle nada más. Señalando con su mano la mesa evidentemente decorada para la ocasión. –Muffet y yo lo preparamos. Espero que disfru...
-Tengo cosas por hacer. –Interrumpió Don Gaster alzando la voz, manteniendo su enfado mientras se giraba lentamente hacia los seguidores grises que aparentemente le habían estado esperando. –No sé cómo entraste aquí, pero más te vale que no sepas cómo volver.
-Bonita, ¿qué tal si nos vamos a otro lado? –Le comentó Sans en el instante.
-NO TENGO POR QUÉ CONVIVIR CON USTEDES. –También se giró Papyrus, teniendo toda intención de dirigirse hacia su recámara. –COMERÉ DESPUÉS.
Frisk los observó en silencio, notando que Muffet pese a estar a lado suyo, parecía también tener intención de retirarse a la cocina sin decir nada más pese al esfuerzo que habían hecho juntas. Ya la tenían harta con esa actitud en conjunto.
¡¡CRAACK!!
Sin pensárselo, había tomado la taza más cercana que tenía a la mano y la arrojó al suelo con fuerza, agradeciendo en el instante que no hubiese servido algo en ella antes, o de lo contrario habría sido más aparatosa la situación. Y si bien le incomodaba tener tanta atención encima tras su arrebato inesperado para todos los presentes, (sin contar que un par de los seguidores grises le estaban apuntando con sus armas inmediatamente), se mantuvo firme en su acción ahora que había logrado realmente lo que quería. Ya luego limpiaría lo que acababa de hacer antes de que alguien saliera lastimado.
-Dije que la cena está lista. –Enfatizó en la primera palabra.
Tanto Sans, Papyrus y Muffet, parecían estar anonadados por lo que había hecho. Sin mover ni un solo centímetro de su cuerpo ante un extraño temor de lo que pudiera pasar más adelante si se atrevían a objetar una vez más. En cambio Don Gaster, le observaba con sumo enojo y no le importaba que la chica ante ellos estuviese dispuesta a romper cada pieza de la vajilla hasta que se sentaran en el comedor de una vez por todas.
-¡¿Acabas de romper una de mis tazas?! –Exclamó enojado el jefe de familia.
-Y pienso romper más si no se sienta de una buena vez y deja de comportarse como un niño.
-Última vez que te permito estar en mi propia casa. Sabes que puedo matarte en cualquier segundo.
-Pues hágalo. –Lo retó sin tener ninguna intención de retroceder. Aun cuando el esqueleto se hubiese acercado a ella para intimidarle y los monstruos monocromáticos no dejaran de apuntarle hasta no recibir una indicación contraria. –Pero primero cene y conviva con sus hijos.
-¡¿Por qué te entrometes?! ¡¿Por qué haces esto?!
-¡Por que usted tiene miedo! –Terminó exclamando Frisk con la misma exasperación. –Usted, Sans, Papyrus y Muffet. Todos ustedes son unos miedosos.
-Frisk, creo deberías de calmarte un poco o...
Escuchó que Sans estaba susurrando detrás suyo ahora tras haberse aparecido con su magia, queriendo jalarla sutilmente del brazo para apartarla y, muy seguramente, llevarla lejos de ahí lo más pronto posible ante un peligro que ella misma estaba provocando entre arrebatos e imprudencias. Pero Frisk con un movimiento brusco se apartó de él para seguir discutiendo ahora que tenía a todos juntos en un solo lugar. Dando un paso hacia adelante y pisando uno de los fragmentos de la taza que ella misma había roto para tener su atención. Sintiendo desde su pecho una sensación familiar que podría tratarse de magia que quisiera hacerle retroceder, pero negándose de alguna manera que ni ella misma comprendía y ni le importaba cómo era que sabía que no se estaba logrando bajo su propia voluntad.
Tal vez no era una buena idea estar insultando a una familia de mafiosos bajo su propio techo, rompiendo sus cosas que tal vez eran muy valiosas y estar retando al jefe de ellos a que la matara si quería hacerlo realmente. Pero nada de eso le importaba de momento ante un enojo que iba en aumento conforme discutía. Ya después se preocuparía de su propia insolencia si vivía para contarlo.
-Sans no quiere nada formal conmigo porque tiene miedo de que me ocurra lo mismo que le pasó a su esposa. –Señaló detrás suyo con un pulgar sobre su hombro, sabiendo que el esqueleto que le gustaba estaba todavía ahí. Muy seguramente preocupado por lo que estuviera diciendo ante su propio padre que claramente no aprobaba lo que fuera que estuviese pasando entre ellos. –Papyrus no quiere decirle nada sobre su nueva habilidad por miedo a descubrir que a usted no le importe nada de él. Muffet es una constante entrometida porque tiene miedo a que un día de estos se olviden de ella. Y usted no quiere hablar con todos ellos por miedo a que conozcan su vulnerabilidad. ¿Por qué tenerse tanto miedo entre ustedes? ¿Qué es lo que detonó ese miedo? ¡Tienen que hablarlo!
Pese a que podía sentir la mirada de todos sobre ella, se limitó a enfocarse únicamente en la mirada del esqueleto de mayor edad de todos. El cual sus ojos amatista entre las cuencas agrietadas, eran un claro indicio de la molestia que le estaba generando con cada una de sus palabras. Y si bien esperaba en cualquier momento las manos flotantes que quisieran ahorcarla, algunos huesos que quisieran perforarla, telarañas que quisieran amarrarla, o algún jaloneo que quisiera sacarla de ahí lo más pronto posible... Nada de eso pasó.
En su lugar, le dio la impresión de que todos estaban incómodos ahora por todo lo que había dicho de cada uno sin tener el afán de contradecirla. Sin poder verse los unos a los otros y siendo la razón por la cual preferían verla únicamente a ella. Definitivamente estaba ante una familia con falta de atención y problemas de comunicación.
-De lo único que deberían de tener miedo... es a ya no tenerse los unos a los otros. –Mencionó finalmente. Calmándose lo más pronto posible para retomar su compostura ante la situación. –Y eso pasará más fácil de lo que creen, si no son sinceros los unos con los otros.
Sujetó su collar con tal de calmar su propio temblor de manos, no queriendo pensar mucho en su propia situación y fallando inmediatamente en eso. Ahora comprendía porqué le inquietaba tanto que estuviesen tan conflictuados entre ellos, sin el ánimo de arreglar las cosas cuando tenían la oportunidad de poder hacerlo pese a la mala vida que llevaban. Ella habría deseado poder arreglar su propia familia que llevaba rota y triste desde años, siendo esa la razón por la cual había asistido a la ciudad en primer lugar. Y el querer ver a la familia Gaster poder arreglar sus problemas, tal vez era una cuestión egoísta de su parte, de poder tener esperanza de reparar la suya. Si es que realmente había tenido una familia o no con tantas cosas que le habían ocultado.
Ella ya no tenía hermanos, ya no tenía una madre que le gustara cocinar ni un padre amoroso que le enseñara todo sobre las flores. No tenía un apellido del cual sentirse parte realmente. Sólo era ella siendo ella, pero aun así, esperaba estarse equivocando.
-Preparamos lasagna por el cumpleaños... o no cumpleaños de Sans. –Mencionó tras soltar su collar. Acercándose a la mesa para destapar el platillo principal. –Se intentó recrear la receta de la señora Gaster, pero sé que no se le comparará. Aun así espero que la disfruten. Y sobre todo, que hablen entre ustedes.
Si realmente iban a torturarla o matarla, ese habría sido el momento preciso para despedirse de su vida. Pero en su lugar, el mayor de todos alzó su mano para indicarle a su gente que bajara sus armas y se encaminó lentamente hacia el asiento principal de todo el comedor. Observando y tal vez juzgando, el platillo que había descubierto ante todos.
-En efecto, jamás podrás recrear su sazón. –Aclaró Don Gaster con un tono sumamente arrogante, pero aun así sentándose finalmente y dejando de iluminar sus ojos en el proceso. –Pero más te vale que lo hayas cocinado como se debe, o en el café de la mañana te lo reprocharé hasta que no quieras cocinar pasta en toda tu vida. Así que no pienses ausentarte de nuevo.
Frisk se limitó en sonreír a modo de respuesta. Notando que el enojo había quedado atrás pese al gesto frívolo que le lanzó en el instante. También pudo escuchar detrás suyo un suspiro de alivio que le confirmaba tal cosa.
-Cúbrete los ojos. –Continuó hablando Don Gaster, tomando la servilleta de tela para colocarla en sus piernas. –Te llevarán a la salida, florista. No espero volver a verte por aquí.
Antes de que ella hiciera algo para tal indicación, uno de los seguidores que anteriormente le había estado apuntando con un arma, sacó una venda negra y la amarró con fuerza para taparle los ojos. Le habría gustado poder decir algo más para explicarles todo, pero en cuanto los escuchó hablar supo que tal vez no era tan necesario tener que orientarlos más.
-ANCORA NON CAPISCO CHE SEI INNAMORATO DI UNA COME LEI. –Escuchó la voz alzada de Papyrus.
-Lo so, è meravigliosa, non credi? –Reconoció la voz de Sans,aparentemente respondiéndole algo que no entendió en absoluto.
-Penso che piuttosto sei un ritardato mentale. –Comentó Muffet con una tenue risa.
Frisk no tenía idea de lo que estuvieran diciéndose entre ellos, pero sin importar en qué idioma decidieran hacerlo, esperaba en verdad que pudieran resolver las cosas entre ellos de una buena vez. O de lo contrario, tendría que pensar en qué otra cosa podría romper para lograr captar su atención nuevamente.
Caminó lentamente bajo la guía de unas manos sobre su brazo, sabiendo que uno de los monstruos incoloros se estaba encargando de llevarla de regreso a un punto donde no supiera regresar a tal casa tan extraña. Sonriendo en el instante que comenzó a escuchar los cubiertos y platos detrás suyo, que garantizaban que se habían sentado a comer finalmente. Y en cuanto la dejaron en una zona que pudo reconocer y pudo dirigirse nuevamente hacia La Madriguera, le esperó un reproche tanto por parte de Flowey como de la señora Bonnie por haberse ausentado tanto sin haber avisado antes.
Única vez que se esforzaba tanto por varios a la vez. Tener una vida social era muy agotador.
***
No tienen ni idea cuánto agradezco la paciencia que me tienen. De antemano una disculpa por no poder cumplir con mis propias entregas que por más que quiero poner fechas establecidas a modo de control mío, lo cierto es que la vida adulta me pone otros planes no tan disfrutables. Sin contar que he tenido ciertos problemas de salud recientes que me han absorbido de tiempo, energía y ánimo, que si bien quiero mantenerme optimista en todo esto, la verdad es que me agotan bastante los panoramas a futuro con esto. No obstante, me mantengo firme en poder salir adelante con todo n.n
También he estado teniendo sueños suuuuuuuper raros, pero esa ya es otra historia, jajaja. Aunque son en parte culpables de que no he podido descansar bien últimamente.
**Inserte teorías locas aquí y sírvase de la cena que dejó Frisk para los Gaster**
¡Michi fuera!
:P
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