03. FRAGMENT OF SAINTHOOD


CAPÍTULO     TRES.
FRAGMENTO DE SANTIDAD

Después de días lejos de Desembarco del Rey, lady Emeline Lannister había vuelto de una fugaz e inesperada escapada a Roca Casterly en las Tierras al Oeste. La brisa marina acaricia su rostro mientras el barco de la flota Lannister se acerca al muelle, y una sensación de familiaridad la abrazó al divisar las altas torres y los muros imponentes de la capital de los Siete Reinos. Le ganaba la nostaliga extrañando a su madre como la hija mimada que fue desde siempre, llegaba un punto donde las cartas ya no eran suficientes cayendo en recuerdos, terminó por olvidar su voz cayendo en carencias maternales solo curadas con una fría caricia de Alyssane Baratheon que le había devuelto un sentido de arraigo y pertenencia que a veces se perdía en la intriga de Desembarco del Rey. Su estadía corta fue suficiente para desear volver a la Fortaleza Roja, ahora, su padre la esperaba en el puerto del pueblo para llevarla al castillo, en donde realmente pertenecía por más que intentaba sentirse cómoda bajo las estrictas reglas de la realeza.

Al llegar al muelle fue recibida por la figura imponente de su padre, Tyland Lannister, quien la esperaba con una escolta de caballeros de la Guardia Real. La presencia de los caballeros con sus armaduras relucientes y sus rostros serios funcionaba como recordatorio del poder y la influencia de la Casa Lannister en los asuntos de los Siete Reinos, recibiéndola con la autoridad merecida para la hija de un lord.

──Querida hija ──sonrió cuando divisó el dorado cabello resaltar con los rayos del sol. Extendió su mano para ayudar a Emeline a bajar──, bienvenida de vuelta.

Al poner un pie en tierra firme la chica se arrojó a los brazos de Tyland Lannister, envolviéndolo en un abrazo cálido y afectuoso. La unión entre padre e hija era palpable en medio del bullicio del puerto. El hombre, conmovido por el gesto de su hija, devolvió el abrazo con ternura, sus manos grandes y seguras envolviendo el delicado cuerpo de Emeline. A pesar de su posición como patriarca de la Casa Lannister y su papel dominante en la corte, en ese momento es simplemente un padre feliz de tenerla de vuelta.

──Madre te envía saludos ──dijo ella sin romper el contacto. De pronto, aprovechando el recuerdo de la voz de la última orden de su madre, lady Lannister sacó de un bolsillo de su vestido un pedazo de papel enrollado sobre sí mismo amarrado con un hilo dorado. Tyland, con manos firmes pero con un destello de duda en sus ojos no dudó en recibirla──. La escribió ella.

A pesar que la tentación y la curiosidad le susurró al oído todo el aburrido viaje vuelta a casa, Emeline terminó por resistir la tentación de abrir la carta, respetando la privacidad y la confianza entre sus padres. Tyland guardó el mensaje en su chaqueta cuidando no estropear el papel, cada vez que su hija visitaba las tierras de Roca Casterly regresaba con un nuevo recado de la mano de su mujer, Alyssane. Sobre uno de los carruajes se destinaban a la Fortaleza Roja, padre e hija se pusieron al día sobre los pocos eventos que ocurrieron durante sus respectivas ausencias. Tyland se atrevió a compartir sobre los últimos movimientos en el Consejo Privado del Rey, confiando en la discreción de su hija menor, por su parte, Emeline compartió las novedades sobre sus otras hermanas. Sabido era que Emeline Lannister es la favorita, y por tanto la consentida, de Tyland abriendo una puerta a la sombra de la envidia alcanzando a la joven.

De la consumación del matrimonio entre Alyssane y Tyland nacieron tres señoritas, siendo la última la más recordada en la historia de Poniente. Ellyn, Alysanne y Emeline. Sin embargo, la razón por la que solo la menor residía en la Fortaleza Roja era probablemente debido a circunstancias individuales y responsabilidades asignadas por su padre, Tyland Lannister. Era bastante común que en las familias nobles solo un miembro represente a la casa en la corte real, mientras que Ellyn y Alyssane se tuvieron que conformar con roles menos importantes en otros dominios y regiones del reino. Por conclusión de sus propios progenitores, Emeline, siendo la más inexperta, pero la más bella entre sus pares, terminó siendo seleccionada para vivir en el castillo y representar a la Casa Lannister en el entorno tanto político como social en Desembarco del Rey.

Era de esperarse que las sombras pesadas de la envidia y el resentimiento se terminen por cernir sobre las complicadas relaciones entre las hermanas Lannister cuando se trataba de la posición de Emeline en la capital. Ellyn junto a Alysanne les tocaba limitarse a observar cómo su hermana menor se instalaba en la Fortaleza Roja, rodeada de la nobleza Targaryen y sumergida en el núcleo de la alta sociedad, el poder e influencia, mientras ellas permanecían alejadas en Roca Casterly o en otras aburridas regiones de los Siete Reinos. La idea de que su hermana menor estuviera tan cerca de los mismos Targaryen, codeándose con príncipes y damas de alta alcurnia, despertaba una sensación de amargura en sus corazones.

Ante las malas miradas de Alyssane Lannister y comentarios sarcásticos en medio de la cena por parte de la mayor, Ellyn, Emeline optó por la indiferencia como su mejor arma. Consciente de que la envidia era un veneno corroedor de relaciones familiares, decidiendo no darle importancia a los sentimientos de celos que surgían entre ellas. En lugar de confrontarlas o dejarse afectar por sus actitudes, mantuvo la cabeza en alto y se concentró en su propio camino en la corte. Sabía que su posición en la capital fue el resultado de decisiones más allá de su control, y no estaba dispuesta a desaprovechar la oportunidad de su vida solo por complacer el dañado autoestima de su familia.







Esa tarde nublada parecía que el cielo no iba a regalar un solo rayo de sol dando un aire solitario, lady Lannister decidió tomarse un descanso para explorar los rincones del imponente castillo de la Fortaleza Roja, mañana a primera hora estaría en la puerta de los aposentos de la princesa Helaena quien sin dudas era quien más esperaba su regreso. Con paso ligero y la mente libre de preocupaciones, se adentró en los pasillos y jardines del antiguo bastión, dejándose llevar por el ambiente cargado de un lado a otro como era habitual.

Aunque la nostalgia por Roca Casterly seguía presente en cada uno de sus pasos, la joven Lannister también comenzaba a reconocer que Desembarco del Rey había abierto nuevas puertas. Era un lugar de poder y ambición, donde podía hacer su marca en el mundo y trabajar para asegurar el futuro de su casa y su familia. Con el corazón dividido entre dos hogares, se esforzaba por encontrar un equilibrio entre el pasado y su presente.

Interrumpiendo sus reflexiones, el inconfundible estruendo de aplausos y gritos eufóricos atrajo la atención de Emeline al ahora, despertando su curiosidad llevándola a acercarse para averiguar qué estaba sucediendo. Al asomarse entre la multitud pidiendo permiso con tal de ver, sus ojos se posaron en la escena del adrenalínico entrenamiento que se desarrollaba en el patio. En el centro del bullicio, destacando por su porte y su cabello largo blanco que caía grácilmente sobre sus hombros, reconoció al príncipe Aemond Targaryen. Su figura imponente con sus habilidades en combate desarrolladas eran evidentes incluso desde la distancia, y lady Lannister no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y fascinación al observarlo en acción.

En el campo de entrenamiento se levantaba polvo, Aemond se enfrentaba a Sir Criston en un duelo convertido en una exhibición de habilidad y destreza. Desde el momento en que las espadas chocaron por primera vez, quedó claro que el príncipe era un guerrero formidable, poseedor de una maestría en el combate que rivalizaba con hábiles caballeros de los Siete Reinos. Con movimientos rápidos y precisos, Aemond esquivaba los ataques del Capa Blanca, respondiendo con contraataques calculados que llevaban el peso de su fuerza y su determinación. Cada golpe era ejecutado con gracia mortal, mientras el príncipe Targaryen se mostraba diestro en la habilidad para la espada dejando boquiabiertos a los observadores.

Siendo Emeline una de las tantas observadoras desde la distancia, una admiradora más cautelosa de no ser notada, aunque, esa no era la primera vez que tenía la oportunidad de presenciarlo. El balcón ofrecía la mejor vista, acomodándose sobre sus codos, sus ojos siguiendo cada movimiento con atención meticulosa, evaluando cada gesto y cada estrategia con una mirada aguda y penetrante. Aunque admiraba la habilidad de Aemond en el combate.

No podía evitar sentir una fascinación creciente ante la destreza del tuerto. Sus movimientos fluidos y elegantes sabiendo cómo manejarse en la arena dejando en claro por qué era considerado uno de los mejores guerreros de la Fortaleza.

A pesar de los aplausos y halagos llenando el aire tras su victoria en el duelo, Aemond Targaryen lucía agitado y distante, como si estuviera inmerso en pensamientos más importantes que la simple celebración de su triunfo en el campo de entrenamiento apenas parecía prestar atención a las muestras de admiración que le rodeaban. Para la joven Lannister, analizando desde la distancia, la actitud del jinete no pasaba desapercibida. La falta de respuesta ante los aplausos y los elogios era intrigante despertando en ella una curiosidad renovada por el príncipe Targaryen y los pensamientos que lo ocupaban en ese momento. ¿Qué preocupaciones empañarían su momento más allá de la superficie de su aparente calma?

Los últimos días sus reflexiones estaban guiadas por el deseo después de sumergir su imaginación en la poesía erótica, ya que cada vez que Emeline posaba su atención en el segundo hijo de los reyes terminaba encontrando un atractivo que trascendía las comparaciones con sus otros hermanos y cualquier caballero que hubiera conocido antes nunca podría compararse con el porte de un príncipe. No era solo la fuerza física o la destreza en el combate lo que la cautivaba, sino algo más profundo y misterioso que parecía emanar de él con su sola presencia dominante.

Los pensamientos cuestionables que surgían en la curiosa mente de Emeline respecto a Aemond Targaryen podrían representar un riesgo potencial si la princesa Helaena Targaryen llegara a descubrir su secreto.

El encuentro de miradas entre Aemond y Emeline a la distancia los tomó por sorpresa a los dos, llenando el ego de Aemond al saber que había logrado captar la atención de la pequeña hija del mismísimo Tyland Lannister. Convirtieron la victoria en un momento de tensión palpable, cargado de significado y desafío. Emeline, para su propia sorpresa, no se dejó intimidar por la intensidad del príncipe Targaryen. En lugar de desviar la mirada o mostrar signos de nerviosismo, mantuvo una postura firme y decidida, sosteniendo el contacto visual de Aemond con determinación.

──Buen trabajo, mi príncipe ──Criston puso una mano sobre el hombro de Aemond, orgulloso del desempeño de su pupilo personal.

Sin embargo, la imagen de Emeline se plasmó en su mente. Admirando su belleza elegante fiel al estilo Lannister, digna de respeto y atención.

──Cole ──prefirió ignorar el tema de conversación principal. Aún sudando por el esfuerzo, taquicárdico por la adrenalina de un buen duelo──, necesito pedirte un favor.




Solitaria como de costumbre por los pasillos, divagando en silencio cual fantasma maldito encerrado en casa ajena, con las manos jugueteando nerviosamente entre sí, una sensación inquietante e instintiva se apoderó de su calma. Aunque no podía identificar la fuente, tenía la certeza de que alguien la observaba desde la distancia, como una sombra acechante en la penumbra.

──Lady Emeline Lannister ──la voz masculina cargada de labor y orden de Ser Criston Cole la detuvo, congelando sus pasos. Se tuvo que dar la vuelta encontrándose al caballero vestido de armadura dirigiéndose directamente a ella. No estaba segura en tal momento, pero podría apostar que aquella era la primera interacción con el Capa Blanca de confianza de la reina Alicent──. Tiene que acompañarme.

──Lo lamento, Ser Criston, en este momento voy de camino a reunirme con mi padre quien me espera en la Torre Norte. No obstante, si la princesa Helaena necesita mi presencia, estaré encantada de hacerle compañía más tarde. Le ruego que le transmita mis disculpas al no poder acudir de inmediato── expresó Emeline con cortesía, mientras su mente trabajaba velozmente buscando la salida diplomática.

Cole negó con la cabeza, abriendo la duda en Emeline que apoyó su peso en una de sus piernas. Algo no estaba correcto.

──Me disculpo si la orden no fue del todo clara para usted ──suspiró el caballero──. El príncipe Aemond Targaryen reclama una audiencia con usted. Por favor, sígame.

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