La estupidez del amor [Chizuru y Kaoru]
Antes de empezar, este oneshot narra mi head canon de lo que pasaría con Kaoru en una ruta de Heisuke y si él y Chizuru se encontrasen luego de todos los eventos con Sanan y donde Heisuke y Chizuru ya viven solos. Yo he jugado solamente todas las rutas de Heisuke, ya que realmente es el personaje que más me interesa, pero he visto ciertas cosas sobre las demás rutas.
Pido disculpas si alguno de ustedes que si jugaron todo el juego se molesta por algo, pero ya digo, esta es mi manera de imaginar al personaje Kaoru Nagumo interactuando con Chizuru en una ruta de Heisuke. Y de cómo sería la relación entre ambos.
No me queda más por decir más allá de que disfruten~♡
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¿Amor? ¿Qué era el amor?
Un estúpido sentimiento creado por los humanos para llamar al acto de apareamiento o el simple hecho de querer decir de una manera más bonita la necesidad de reproducirse para no desaparecer, para justificar la necesidad de estar cerca de aquellos unidos por la sangre, para justificar hasta los actos más crueles en su nombre. Para un demonio el amor no era algo importante, tampoco los vínculos con las personas, sólo el poder bastaba. Para un demonio de su nivel no era necesario tal cosa como amigos o alguien a quien amar, pero aún así lo quería. Desde siempre lo había querido.
Quería todo cuanto tenía aquella persona. Tal vez por pura envidia o por el hecho de no aceptar llevar su misma sangre, vínculos que no le importaban lo dañaban lentamente y en el más profundo silencio en la oscuridad aún podía recordar esa cara. Si. Lo quería todo.
A pesar de que no le interesaba algo tan efímero como los lazos y el amor, el quería todo el amor que ella recibía, quería estar en su lugar, tener el apoyo que ella tenía sólo por ser ella. No podía entenderlo y mientras más el pensamiento rondaba su cabeza más su personalidad calculadora y fría trataba de analizar matemáticamente el hecho de que alguien así pudiera ser tan feliz y que la vida le sonriese tanto. No era justo, nunca lo había sido.
Desde pequeño siempre lo había intentado, lo había intentado una y otra vez, ganar ese sentimiento estúpido llamado amor. Quería el amor de su padre pero no era él quien estaba en sus ojos, al contrario, el había sido dejado atrás teniendo como único recuerdo de su padre una mansión llena de lujos y una madre que nunca decía más alla de «Pobre de mi querida niña» cuando había sido él al que habían abandonado. El no lo entendía. ¿Por qué proteger a una criatura tan débil como eso a lo que la sangre llamaba hermana? ¿Por qué su propio padre había escogido a esa niña como heredera y sucesora? ¿Por qué lo habían dejado atrás y habían huido a Edo? Siempre en la boca de sus padres se encontraba aquel nombre molesto. ¿Acaso era porque los demonios mujer eran tan exóticos y raros? ¿Debería ser una mujer entonces para que le prestasen la atención que el merecía como primogénito?
Eventualmente ese niño creció rodeado de lujos y un corazón vacío que no tenía amor, siempre quiso ver el rostro de la persona que se lo había arrebatado todo al nacer, pero nunca se atrevió a hacerlo. Pero como el destino es un gran jugador de ruleta rusa, entre sangre y el acero de las espadas encontró a esa persona por primera vez. Rodeada de humanos, viviendo como uno deplorablemente ignorando cada onza del linaje que contenía su sangre pero aún así teniendo el derecho a portar el nombre de aquel majestuoso clan mientras él sólo podía tener las sobras. No era justo, no era justo y podía sentir su sangre hervir cada segundo que miraba su rostro.
“Mi nombre es Chizuru, Yukimura Chizuru. ¿Tú eres?”
Esas estúpidas palabras mientras daba una sonrisa de lo más idiota a una total desconocida. ¿Qué tan estúpida podía ser para revelar su nombre completo a cualquier persona que estaba en la calle sólo porque le había visto en problemas? Él no tenía nada que agradecerle a ella aún si le habían salvado de unos ronin, no era necesario, pero aún así seguido por puro impulso no supo en que momento las palabras dejaron su boca.
“Mi nombre es Nagumo Kaoru, gracias por su asistencia antes, Sr. Yukimura”
Él no tenía necesidad de continuar con ese estúpido papel pero aún así lo hizo. Había tenido la oportunidad de conocer de cerca a la dueña y causante de sus desgracias y haría uso de ello aún si debía mantener la apariencia de una mujer. Haría uso de ello hasta verla reducida a cenizas frente a sus ojos y reclamando todo lo que por derecho era suyo.
Entonces sin darse cuenta esa obsesión y odio que cargaba desde pequeño se fue alimentando lentamente hasta incluso llegar a sabotear una de las misiones de los humanos conocidos como shinsengumi a los que ella tanto favorecía. Intentando que todos a su alrededor la odiasen pero aún así cuando por segunda vez sus ojos se encontraron, él no esperaba nada de lo que pasó.
Siendo perseguido por quien odiaba, podía haberla emboscado fácilmente, estando frente a él tenía tantas oportunidades de matarla en ese mismo lugar pero no lo hizo. A pesar de que no había nadie viendo, a pesar de que ese hombre llamado Okita Souji se había quedado muy atrás, a pesar de que podía atacar por el lugar que quisiese... No lo hizo. Porque ahí estaba otra vez esa mirada suya que le daba náuseas. Y cuando reaccionó había respondido que no había hecho tal cosa como ir a un lugar de noche o interrumpir una misión de los shinsengumi, y el hombre de nombre Okita había llegado a su lado.
En el momento en el que un suspiro aliviado dejó los labios de aquella chica la confusión se apoderó de él ¿Por qué estaba aliviada? Si era una persona a la que había visto por cortos momentos y de la cual sólo sabía el nombre ¿Por qué estaba aliviada de que la chica igual a ella, Kaoru, no hubiese cometido tal acto? ¿Por qué poner confianza en alguien que no es uno mismo?
Y ahí estaba otra vez esa estúpida sonrisa que trataba de entrar a su vacío corazón sin juzgar, sin pedir nada, sólo estar ahí. Aún si estaba siendo engañada, ella seguía sonriendo. ¿Tan estúpida era? No, no era así. Y ahí se despidieron, con el haciendo una promesa en su interior. «La próxima vez que nuestros ojos se encuentren te quitaré hasta el último aliento que poseas hasta ver desaparecer cada gota de vida de tu cuerpo»
Pero aún así, eso nunca pasó. Nunca vio otra vez a esa persona a pesar de que la observaba de lejos, sus ojos nunca se encontraron. ¿Por qué siquiera la vigilaba? ¿Con qué propósito? ¿Por qué razón incluso se aseguraba de que hacía cada segundo? Siendo seguida por esa estúpida imitación y teniéndolo de mascota, luchando una guerra sin sentido para vivir un día más como si su vida estuviese limitada a las leyes humanas. Realmente estúpido de su parte, pero más estúpido era él que aún seguía observando desde lejos.
Viendo como luego de ver un mar de sangre, luego de ver como frente a ella cada uno de sus inútiles lazos se rompía uno tras otro, viendola aferrarse al último. Luego de un mundo de violencia y sufrimiento viendo como se aferraba a esa estupidez llamada amor y hacia promesas en vano que no tenía la certeza de poder cumplir o ver el día después de mañana, Kaoru no podía entenderlo. Y mientras más miraba, más sentía que quería todo cuanto ella tenía. Amor, una persona capaz de dar su vida por él, ser reconocido como alguien valioso, como una existencia que vale la pena. Entonces sucedió en una noche donde su pequeña mascota llamada Toudou se encontraba durmiendo. Dos pares de ojos dorados se encontraron bajo esa noche sin luna.
—Me alegro ver que ha estado gozando de buena salud, Sr. Yukimura— su voz salió dulce como la de una mujer a pesar de que sus ropas y cabello ya no entraban en esa categoría, mientras frente suyo estaba la persona que ya no llevaba hakama ni espada en sus caderas y sin necesidad de aparentar ser hombre —O debería decir Chizuru.
Las miradas doradas que antes habían chocado una con la otra habían desaparecido por completo y sólo dos pares de ojos castaños analizaban a la persona delante suyo. Ninguno de los dos dijo nada por unos buenos minutos, sólo se pararon ahí entre el manto de luciérnagas que era la única luz que los cubría esa noche. Ambos esperando una palabra del otro, analizando cada movimiento hasta que la que interrumpió el silencio fue la joven de kimono rojo.
—Kaoru— Esas fueron sus únicas palabras, su torpeza no era tan grande después de todo, y lo que Kaoru había llevado pensando toda su vida se había cumplido en esa simple frase, ella sabía desde un principio sólo había actuado estúpida a conveniencia. Pero ¿Por qué?
Esa simple palabra le había abierto un montón de puertas que pretendía mantener bajo llave. La razón de oír ese simple nombre al cual llamaba suyo le había hecho dudar de su propia existencia por un segundo y cuando su cuerpo reaccionó estaba frente a frente a la mujer que tanto odiaba y el frasco en su bolsillo parecía muy tentador de usar. Pero primero debía oír ciertas cosas.
—Sabes quién soy, ya veo— Su voz salió lo más frío que había oído en años mientras sus ojos no mostraban ni una pizca de emoción más allá de un vacío interno raramente capaz de ser llenado por algo o alguien. Por otro lado su copia idéntica frente a él parecía no ser afectado por nada de eso sino por algo más profundo y triste que no podían captar los ojos de Kaoru.
—Padre me lo contó todo...— Chizuru habló mientras sujetaba sus propias manos con fuerza sobre su vestido, la noche anterior cuando había oído toda la historia por primera vez, cuando había entendido la razón de todo por primera vez no pudo evitar sentirse culpable, y aún lo hacía. Aún si directamente no había sido su intención, aún siendo ignorante y haber dañado a muchas personas en el proceso y aún siendo lo suficientemente testaruda para seguir avanzando hacia adelante arrastrando a todos con ella y tratando de sacarlos de la oscuridad, aún seguía causando daño sin saberlo. Como si su mera existencia fuese un daño al mundo Chizuru no podía dejar de pensar una y otra vez cuanto sentía haber sido ignorante y ser tratada como tal. Como algo tan delicado que se puede romper, como alguien a quien se le deben ocultar cosas para protegerla. Chizuru lo odiaba.
Chizuru odiaba el hecho de que cada persona que conocía había sufrido por su culpa, y aún lo seguían haciendo. Kaoru no era la excepción, siendo negado de todo por la existencia de ella, viviendo en la sombra aún teniendo el derecho de estar a la luz. Ella no podía entender el pensamiento de su padre, ni un poco, y al parecer Kaoru tampoco. Lo podía ver en sus ojos, unos ojos que desde el primer momento que vio le mostraban odio y sed de sangre peor que la de cualquier rasetsu.
Sin previo aviso entonces se agachó, su cabeza mirando al suelo, sus pies lentamente bajando hasta quedar sus rodillas como apoyo y ambas de sus manos frente a ellas, totalmente reducida y expuesta ante el hombre que ahí estaba parado. Una inútil súplica de perdón a alguien que no era capaz de sentir misericordia y que tal acto sólo le había hervir la sangre.
¿Por qué esa mujer se había expuesto de tal manera? ¿Por qué cada vez que la veía siempre le daba un maravilloso millón de oportunidades de acabar con su triste vida y reemplazar su lugar como heredero del clan Yukimura? Y... ¿Por qué nunca hacía nada?
Era suficiente. Ya era suficiente.
Cada segundo de debilidad que pasó por su mente fue desechado por completo a la vez que sus ojos mostraban esa locura que sólo en raras ocaciones mostraba a alguien. Sentía que estaba siendo engañado, que estaban jugando con él una y otra vez y que su existencia no era más que un juego para cada una de las personas a las cuales debía llamar familia. Esta vez, no habría vuelta atrás. Si ella realmente era un demonio que valía la pena, algo tan simple como lo que el estaba por hacer no sería problema alguno. Pero por el contrario si realmente no era más que un teatro o imitación de todo cuanto el debía ser, habría acabado con esa molestia de una vez por todas y la haría vivir un mundo de dolor. Un mundo donde es matar o morir y ella tendría que terminar matando a su ser más amado o dejándolo a él tomar su vida.
Sus manos se movieron debido a la locura y tomando el frasco de su bolsillo y con la otra mano el cuello de la mujer en el suelo, empujandola por completo hasta estar de espaldas al pasto y con él encima, empujó el contenido de aquella pequeña botellita por su garganta con tanta fuerza que él cuerpo bajo suyo empezó a contraerse mientras la dueña sólo tosía una y otra vez captando en su mente lo que era aquel líquido rojo.
La cara de sadismo que pudo ver Chizuru sólo la hacia querer llorar, mientras el dolor en su cuerpo se volvía tan insoportable que quería gritar y desgarrar su garganta mientras su cuerpo era presionado contra el suelo. Se sentía como si estuviera ardiendo entre llamas infernales pero aún así no emitía un sonido alguno, justo como quería Kaoru, ella lo estaba soportando. ¿Habría visto su intención desde un principio? No, eso era imposible.
—Vamos, grita— Sus únicas palabras parecían estacas de hielo sobre la persona que sentó a cada fibra de su cuerpo arder y en el fondo de su cabeza sólo podía pensar en cosas que no tenían que ver con la situación actual pero aún así eran lo suficientemente fuertes e importantes para desvirtuarla de concentrarse en la cara de Kaoru y más en el dolor que sentía ¿Heisuke había sentido este mismo dolor? ¿Su deseo de vivir había sido tan grande como para soportar esto? ¿Todo porque quería estar con ella una vez más? —Quiero ver esa cara otra vez, la cara que pusiste cuando murió el Toudou humano, la cara que pusiste cuando no podías hacer nada sólo observar.
La voz de Kaoru y un punzante dolor en su hombro derecho la hicieron reaccionar y las lágrimas que tenía contenidas empezaban a salir una tras de otra, pero no hubo sonido alguno. Las lágrimas que dejaban sus ojos tampoco eran por culpa de ninguno de los dolores que sentía, ni las llamas en su cuerpo ni el acero que ahora atravesaba su hombro, sus lágrimas eran debido a que una vez más había comprendido el dolor por el cual había pasado personas valiosas para ella, el dolor que unos aún pasaban sólo por querer estar a su lado. Su mente no pudo evitar pensar en la persona que la estaba esperando en casa, ella no podía rendirse ante ese dolor y ante Kaoru, había cosas que no podía abandonar y personas que no quería dejar atrás. También Kaoru. Tambien su hermano.
Los ojos que rápidamente se tiñeron de rojo y el cabello blanco esparcido en el suelo contemplaban la escena de otros ojos idénticos pero dorados y un cabello similar a pocos centímetros de distancia. Y determinada tocar el corazón que no podía ver extendió sus manos a pesar del dolor y envolvió entre sus brazos al chico encima suyo, encajando más profundamente la espada en su piel hasta que la cabeza del contrario estaba recostada a su pecho.
—Lo...siento...Kaoru— Con todo el esfuerzo que podía reunir ya luego de aguantar su dolor pudo poner en palabras sus acciones para ser recibida con un forcejeo inútil por parte de la persona atrapada por ella, no lo dejaría ir tan fácilmente esta vez, no lo soltaria hasta terminar.
—¡Sueltame, perra!— Eventualmente debido a los tirones la espada salió de su cuerpo y cayó junto a ambos mientras el joven trataba de usar toda su fuerza para liberarse del abrazo contrario, pero aún así imposible. ¿Cuál era su intención después de todo? Debería estar pasando por un inmenso dolor pero aún así estaba determinada a no dejarlo ir y tenía la fuerza para ello —¡¡Sueltame!!
Pero sus intentos inútiles de liberarse y gritos se vieron callados en cuanto la fuerza del abrazo se detuvo y simplemente paso a ser un abrazo cariñoso mientras lentamente acariciaban su cabeza y una mano tan sólo sujetaba con fuerza su ropa pidiendo algo que él no entendía. Eventualmente pudo sentir como el cuerpo bajo suyo se iba calmando también lentamente. Ella lo había soportado después de todo.
—Estoy siendo una buena hermana menor... estoy recibiendo tu castigo hermano, por eso por favor deja de odiarme...— Cuando esas palabras dejaron sus labios Kaoru pudo incorporarse rápidamente al sentir que toda la fuerza contraria había desaparecido.
Los ojos que una vez vio rojos como signos de un rasetsu ahora no eran más que un color dorado cálido y brillante mientras que el cabello blanco seguía en ambos y un par de cuernos salía de ambas cabezas, era como mirarse a un espejo después de todo, exceptuando la amabilidad que había en sus ojos y que él no poseía.
—¡Chizu-!— Sin saber porqué su voz se oyó en pánico por un segundo hasta que vio parpadear a la persona bajo suyo y empezar a hablar en un tono somnoliento.
—Yo aún no puedo morir... hay alguien... a quien no puedo abandonar, y ahora ya no es sólo una persona... tambien estas tú, hermano— Y esas fueron las últimas palabras que dijo la menor de los hermanos Yukimura antes de caer dormida por completo, después de todo ese era el modo en el que se recuperaba la mayoría de las veces de sus heridas.
Por otro lado la expresión pacífica y relajada en el rostro de la chica no era nada comparada a la sorpresa en el rostro del joven junto a ella. Se suponía que él había ido a matarla, había ido a acabar de una vez por todas con esa deplorable mujer pero ahí estaba él, sobre ella aceptando su amabilidad y cuestionandose sus actos, con una mano sobre la cabeza contraria acariciando lentamente sin saber el motivo mientras sus ojos dorados parecían temblar de momento.
—Dios, realmente, tu eres estúpida— Un suspiró escapó de los labios masculinos mientras se levantaba lentamente para sentarse al lado de la chica que dormía sin preocupación alguna aún luego de todo lo que había sucedido. No pudo evitar sonreír y soltar una pequeña carcajada al ver lo tranquilo de su rostro para luego poner su seriedad habitual y mirar como en el horizonte lejano había un pequeño hilo naranja indicando la salida del sol.
El silencio duró unos segundos y luego su voz halló lugar otra vez.
—Eres débil, estúpida y un par de cientos de cosas más. Eres la heredera de nuestra familia y aún así tienes el descaro de unirte a humanos y sacrificarte por ellos dándole de tu sangre a esa imitación de demonio, sólo para mantenerlo con vida por un sentimiento tan inútil como el amor— Kaoru sabía que nadie lo estaba escuchando, sabía que sus pensamientos frustrados sólo serían testificados por las luciérnagas que iban desapareciendo una a una y por el sol que empezaba a salir. Sabía que nadie en ese lugar oiría todo cuanto quería decir pero eso era suficiente. Lo que ella le había mostrado era suficiente —Cada vez que te veo quiero matarte, y lo he intentado cientos de veces pero siempre terminas dándome esa estúpida sonrisa aún sabiendo que quiero quitar cada rastro tuyo de vida con mis propias manos, lo sabías desde un principio pero no hiciste nada, que estupidez.
Otra pausa momentánea se halló en sus palabras y a la vez que su mano halló el camino hasta la cabeza contraria y acariciaba lentamente el lugar una y otra vez para luego tocar suavemente sus cuernos y cada detalle del rostro que era igual al suyo y a la vez tan diferente. Sin pensarlo mucho se levantó del lugar y sacudió el polvo y rastros de hierba lentamente de su ropa para luego agacharse y cargar en brazos a la pequeña chica durmiente para llevarla hasta uno de los pasillos exteriores de su vivienda y dejarla recostada a un pilar suavemente sentada y con ambas manos sobre su regazo asegurándose de que su kimono estuviese bien colocado.
—Pero aún así no puedo porque siempre pones esa estúpida e idiota sonrisa como si todo fuese a salir mejor sólo con eso— Si, ella siempre ponía una estúpida sonrisa esperando que todo mejorase, creyendo que todo mejoraría, era capaz de sonreirle incluso a alguien que sabía que había quitado cientos de vidas, era capaz de llorar por un monstruo y lamentar la muerte de un asesino. Así era esa estúpida mujer que compartía su sangre. Alguien que incluso pensaba que su existencia era valiosa, la primera persona que lo había hecho. No podía ser tan mala, después de todo. —Supongo que en el fondo también soy estúpido por quererte, hermana.
Y diciendo esas palabras el demonio de ojos dorados desapareció al salir el sol matutino poniendo algo que no había visto en su rostro de manera sincera desde que era un niño. Una cálida sonrisa. No podía ser tan malo compartir esos lazos llamados sangre con alguien después de todo. Si ese era el amor entre familia, podría aceptarlo.
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