Quince Letras: Plática de chicas...
Aclaración. Este escrito está inspirado en la obra de Undertale llamada Osado corazón. Creado por mich Sonrisas. Si tú no has leído el capítulo especial de Asgore completo. Esto podría darte spoiler.
✨✨✨
El ambiente era pesado, podía quebrarse la tensión con un toque simple de la yema del dedo. La monstruo jefe estaba pálida, tiesa como un muerto. Seguía sin poder asimilar lo que había sucedido. Su boda... su fiesta... su protectora... todo se había ido al garete.
Las risas transmutaron a llantos. El baile a una lucha sangrienta por supervivencia. Su protectora... a polvo. Ahogo un sollozo, casi sintiéndose estar en soledad de no ser por el cálido tacto en sus hombros, el cual le impidió echarse a llorar como una niña. Esa presión en su pecho, esa angustia... comenzaba a odiar el dolor. ¿Por qué le sucedía esto? ¿Acaso no podía ser plenamente feliz por más tiempo? ¿Tiene una maldición acaso? ¿Era su culpa la muerte de la Reina? Si tan sólo ella no hubiera estado ahí, lo que sea que le perseguía para hacerla infeliz podía no haber afectado a...
No, es ridículo. Esas cosas no existen. Esto era la realidad y ella como pareja de quien se volverá el rey de los monstruos, debe afrontarla con la cabeza en alto.
Limpio su rostro con una mano y enserio su semblante, que luego se descoloco en una expresión de tristeza. Recordar la faz de Asgore al ver morir a su madre le hundía el corazón. Desoladora. Desesperada. Angustiada. Dolida. Como si le hubieran arrancado el corazón y lo hicieran trizas contra el concreto. Y luego... verdadera furia. Como una flama abriéndose paso en un solitario bosque, consumiendo todo a su paso. Violento. Agresivo.
Sintió como se sentaba en algo suave, no estaba muy segura del que, tampoco donde estaba, su mirada estaba perdida en sus pensamientos y se dejaba mover cual muñeca de trapo. Cerró los ojos, rebobinando todo el ambiente bélico de hace unos momentos, y como, en un segundo, casi perdió todo. Casi perdió a Asgore.
Sollozo, sin poder evitarlo esta vez. No tenía lugar a donde ir. No tenía familia. Todo lo que podía aspirar a sostener con sus propias manos, era la mano de su ahora cónyuge, el cual había estado a segundos de morir. ¿Qué haría si le perdía...?
—¿Qué...? —La monstruo jefe dio un salto al percibir un líquido frío en su frente, sus pupilas se dilataron y distinguieron la fisonomía de un esqueleto con armadura ligera limpiando el sudor que se colaba de su pelaje.
—O-Oh... lo siento, Lady Toriel —respondió la esqueleto apenada, llevando la toalla semi húmeda a la altura de su pecho— Vi tensó sus músculos, supuse que una pequeña limpieza seguida de un masaje la ayudaría un poco antes de comenzar a curar sus heridas.
Toriel giró su rostro exhalando el aire gélido de una noche silenciosa. Se habían alejado de todo el conflicto y la turbulencia, apenada por dejar atrás a todos sus invitados y personas que habían venido a celebrar su matrimonio, se levantó dispuesta a volver. No podía simplemente huir del problema. Ella debía...
Su hombro fue detenido con dulzura y la esqueleto le indicó que se sentara con una pequeña sonrisa, no pudo desobedecerla.
Paulatinamente, el aura serena y verdosa de la chica invadió el cuerpo de la monstruosa jefe, sintiendo como se relajaba de a poco y sus músculos se tomaban un descanso. Cerró los ojos apoyando su cabeza contra la pared y suspiró. Que bien se sentía...
Arial se sentó a su lado sin perder la concentración de su magia sobre el cuerpo de la mujer cabra. Disimulando su cansancio y sus propias heridas, poniendo el bienestar ajeno por encima del de ella, queriendo aliviar un poco todo lo que pudiera pasar dentro de la cabeza de la monstruo.
Toriel suspiró otra vez, dejando que el silencio de la noche la consumiera, un mutismo aterrador teniendo en cuenta la pesadilla que acababa de vivir. Trago grueso rebobinando las escenas vividas momentos atrás, y por más que lo intentaba, no podía sacarse de la cabeza la imagen de Asgore, corriendo cual bestia salvaje, detrás de los humanos asesinos.
Le dolía admitir que se quedó paralizada del horror con la expresión colérica de su ahora esposo. Y supo que el alquimista estaba en el mismo estado de perturbación que ella, lo que le dio a entender que nunca había visto a su amigo tan molesto. Seca de la garganta, incapaz de reaccionar, vio una figura avanzar hacia el príncipe sin titubear. Arial no había dudado en ir tras el príncipe bloqueando los obstáculos con un muro de huesos.
Al ver a la valiente guerrera abrirse paso entre la multitud para ir tras Asgore fue cuando ella tomó el asunto por los cuernos, hizo a un lado su vestido y se echó a correr detrás de Asgore, llamándole con fuerza para hacerle reaccionar, y junto a ella, el alquimista también se movió.
No había podido mantener la calma cuando escucho tremendo estruendo venir de la cabeza de Asgore y verlo inmóvil en el suelo la hizo entrar en pánico, siéndole imposible no echarse a llorar con desesperación sobre el pecho de su hombre; nuevamente, Arial se había acercado al príncipe y manteniendo la calma, comenzó a curarlo.
La monstruo jefe levanto sus párpados y clavó los ojos en la esqueleto a su lado, le había parecido muy tierna y educada en un primer instante, pensando con mucho optimismo que por fin podría hacer una amistad con otra fémina. Pero por más que intento, no la podía ver como un miembro de la Guardia Real, no parecía el tipo de persona que rondaba entre hombres sudorosos y un ambiente bélico.
Se equivocó. Le avergonzaba haberla desacreditado sin antes conocerla.
La esqueleto tenía nervios de acero y un corazón blando. No entendía como tal contraste existía en una sola persona en un equilibrio real, pero ahí estaba Arial, el vivo reflejo de ello. No había titubeado en acercarse a Asgore para protegerlo, ni quitarse el vestido en medio del salón de baile para lucir su armadura, ni ir detrás de un colérico príncipe, tampoco había dudado en alejarla a ella del ambiente, analizando rápido la decisión y viendo más adecuado sacarla de ahí, había protegido a los invitados con cuerpo y alma sin siquiera titubear. Era una mujer valiente.
—¿Lady Toriel? —Los ojos de la esqueleto brillaron en la oscuridad de la habitación, sorprendida de que la monstruo jefe se le hubiera quedado viendo por un largo rato sin decir nada —. ¿Tengo algo en el cráneo?
Por impulso, la chica se llevó una mano a su cabeza, palpando su cráneo para buscar alguna imperfección.
Era tan pequeña y se miraba tan delicada... pero había dado la cara ante la amenaza. Protegiendo a los débiles con una voluntad inquebrantable.
—Eres dura a pesar de ser tierna —comentó con una pequeña sonrisa, admirando a la chica en silencio.
—Es que soy un hueso duro de roer —Arial cerró una cuenca divertida, deshaciendo la magia verde, pues ya había equilibrado el estado de la monstruo.
—¿Acabas de... —Toriel tomó de los hombros a la guardiana— ... devolverme la broma?
Una sonrisa mas grande apareció en el rostro de la ex protegida por las sibilas, la gente solamente la escuchaba y reaccionaba con reírse, no entender o fastidiarse. Cosa que a ella poco le importaba, no iba a dejar de hacer lo que le gustaba por opinión ajena, pero que alguien le devolviera la broma la ponía emocionada, haciendo que se olvidara por un momento de lo vivido.
—Si... ¿fue malo? —cuestionó con una sonrisa nerviosa.
—Lo fue, pero eso lo hace divertido.
Arial negó con la cabeza esbozando una sonrisa más tranquila y elevó sus manos hacia la cabeza de la mujer monstruo, aprovechando que la alta estaba sentada para poder alcanzarla. Se dedicó a darle un suave masaje con sus falanges sorprendiendo a Toriel con la suavidad de sus dedos.
—Toc toc —comenzó la mujer esqueleto, Toriel ahogó un chillido de emoción.
—¿Quién es? —contestó casi de inmediato.
—Abraham.
—¿Quién?
—¡Abraham! —Arial ya no podía ocultar su sonrisa.
—¡No te abriré la puerta hasta que me digas quien eres! —exclamó Toriel lanzando un risotada cubriendo el rostro.
La monstruos jefe se acomodó y decidió sentarse en el suelo para sentir la frialdad del mismo relajas sus músculos, llamando a la chica a sentarse frente a ella, cosa que la esqueleto obedeció de inmediato. Toriel asaltó con otro chiste que la guardiana no dudó en devolver, impulsada por el buen carisma de la ex protegida por las sibilas.
Ambas sintiéndose gustosas de por fin hablar con alguien de su mismo género. No tenían problema con hablar con chicos, eran sociales y habían tenido mejor recibimiento entre varones, pero nunca hace falta esa consejera, esa amiga dispuesta a escucharte cualquier tontería. Les hacía falta tanto una plática de chicas a ambas féminas.
El día más feliz de su vida había sido marcado con sangre y polvo, al siguiente día debía vestirse de luto para honrar a la reina. Afuera de aquel refugio yacía un caos entre todos los monstruos, pero en aquella habitación a oscuras, pues a la esqueleto no se le había ocurrido encender la luz por estar más pendiente de la salud de la monstruo jefe, solamente iluminadas por la luz de la luna, Toriel encontró consuelo en medio una plática de chicas, ¿Qué podía decir? Era una mujer de temperamento, pero seguía siendo una chica que disfrutaba de la compañía de otra.
Porque en el fondo, solamente una chica entiende a otra.
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