SEGUNDA PARTE Capítulo 15: Omamori
Minoru tenía solo días de nacido cuando su madre tuvo que volver a trabajar.Utahime lo envolvía en un cargador de tela y lo mecía junto a su pecho.Ella era su todo: su morada durante nueve meses y ahora era su hogar, su alimento , su consuelo.Destinó hacia él los sentimientos que durante unos pocos meses sintió que serían eternos, los sentimientos alimentados por ese hombre con quien lo había consebido.A veces se preguntaba si él estaría bien, porque en el fondo sentía amor, un profundo amor.Ella era solo una pieza de su rompecabezas, una pieza descartable y desechable, a pesar de ello atesoraba la felicidad de haberlo conocido.Su bebé ponía su mano pequeña sobre su pecho buscando su piel suave mientras ella confeccionaba con cuidado cada omamori de color rojo con cintas y con dibujos de pequeños gatitos.
Poco a poco la pequeña réplica de Satoru fue creciendo y volviéndose más pesado.Lograba mantener la cabeza erguida solo y sus ojos azules brillantes bien abiertos mientras se llevaba su manita pequeña a la boca.
Los omamori no eran para nada solo un artículo de venta turística para los que visitaban el barrio japonés.Ella colocaba su energía maldita en ellos y lograba hacer que los amuletos fuesen efectivos.La voz de que podrías envitar las desgracias si portabas uno fue corriendo y a penas lograba confeccionarlos en respuesta a la gran demanda.
-! Quién diría que nuestros poderes de hechiceras nos serían tan útiles! - comentó Shoko una noche tranquila.
Los amuletos eran una forma simple y segura de ganar dinero extra pues no podían utilizar su energía maldita abiertamente, ya que deseaban pasar desapercibidas.Utahime se encargaba de pequeños trabajos ocasionalmente, empleos temporales que le permitieran ganar dinero mientras mantenía a su bebé cerca.
Shoko trabajó de sirvienta para una familia de comerciantes de alto estatus como pocas veces experimentaban los japoneses inmigrantes.La hija mayor de ellos : Mei Mei , era difícil de satisfacer y obedecer , pero tras largos meses la joven pudo acostumbrarse a servirle.
Una mañana frente al incipiente e improvisado templo sintoísta Utahime estaba vendiendo sus amuletos. Uno de los visitantes le compró y se mantuvo viéndolo unos segundos.Ella acostumbrada al diario transitar de varias personas solo se preocupaba por que sus amuletos estuvieran a la vista y de como Minoru parecía inquietarse un poco de estar sentado y no siendo cargado.Tenia dos años , era un niño grande para su edad : intranquilo pero obediente y de corazón noble.
El niño se quedó mirando al nuevo cliente :el señor de cabello y mirada oscura.
Geto se había visto reflejado en ojos como esos varías veces, y aunque la energía maldita que brotaba de los amuletos lo había sorprendido , más lo hicieron los ojos del infante:
-Usted es Utahime Iori.
Ella palideció, y levantó el rostro.Hacia años que nadie mencionaba su apellido y se imaginó, estando totalmente en lo cierto, que pronto su vida daría un vuelco otra vez.
Tomó a su hijo en brazos y huyó lo más rápido que pudo dejando todas sus pertenecías.No pudo hacer mucho pues una maldición salió del cuerpo de Geto y la envolvió a ella y a su hijo pequeño impidiéndoles moverse.La mujer entró en pánico y pensó en gritar pero ambos estaban encerrados en una especie de domino.Ningún no hechiceros podría comprender que sucedía.
Geto se acercó a ella caminando lentamente y no pudo contener las lágrimas mientras abrazaba a su hijo con toda su fuerza.Y el rostro inolvidable frente a ella fue lo último que logró recordar.
Al despertar Utahime estaba acostada en una cama lujosa , con su hijo pequeño durmiendo a su lado.Lloró de la felicidad al verlo sano y bien, pero no sabía donde se encontraban:
-Hola! - oyó
Volteó su rostro y vio a aquel hombre que no conocía.Pensó en escapar pero estaba retenida por una energía que no sería visible para los no hechiceros.
-Imaginé que intentarías huir de nuevo sin darme oportunidad de explicarme.
-¿Quién eres?
-Soy Suguro Geto, oficial naval de la Marina Imperial Japonesa: mi lealtad está con el emperador.
Utajime seguía confundida y dubitaba cada vez más.
-También soy hechicero de Grado Especial y soy mejor amigo de Satoru.
Las pupilas se dilataron.
-¿Satoru Gojo?
-Si, el hechicero más fuerte ....y padre de tu hijo.
Había sido descubierta, siempre creyó que el poder de los Gojo la alcanzaría pero pensaba que se demoraría más.Se imaginó entregando su cuello antes que a su pequeño que seguía dormido.
-No estoy aquí para lo que crees, todo, absolutamente todo lo que sea que estés pensando y que te haya hecho huir es mentira...
Ella seguía en negación, cerraba los ojos como si las palabras no pudieran llegar a sus oídos solo por no mirar.
- En Japón hay un hombre que va a terminar volviéndose loco si no te vuelve a ver.
-Pero... él.... él intentó... él quería separarme de ....
-No es verdad: eran los planes de su familia , no los suyos.El jamás se pondría de parte de algo así y menos después de haberse enamorado.
-No lo creo...dudo que eso sea verdad.Por favor ....por favor .... necesito irme ...
-Utahime Iori.Escúchame.Nada es realmente como piensas...
Para Geto resultaba conmovedor verla asustada sabiendo que él jamás le haría daño."Imbécil, te enamoraste de una buena mujer Satoru idiota" pensaba para sí.
"(...)Tu hijo tiene dos años Satoru, y es tu viva imagen.Utahime es una mujer realmente hermosa.Sospecho que te ama por la forma en que reacciona al oir tu nombre.He logrado localizarlas a ambas pero necesito que vengas lo más rápido posible(...) "
Gojo volvía a leer la carta nuevamente, a veces la leía una vez al día, otras veces tres.Su corazón emocionado se agitaba. Pensó en los días de viaje en el mar que aún le faltaban y en lo lentos que le parecían los barcos.
Notas del Autor:
Existe la creencia de que los amuletos o talismanes, omamori en japonés, protegen al portador de cualquier infortunio y dan buena suerte. Muchos de estos objetos tienen dibujados dioses sintoístas o deidades budistas, una inscripción con su nombre, algún mantra o caracteres sánscritos. Además, suelen ser del tipo ofuda, es decir, una tira de papel, madera o tela. Ya en la antigüedad, los japoneses creían que los dioses habitan todos y cada uno de los elementos de la naturaleza, de ahí que colocarlos cerca o llevarlos consigo protegiera de las desgracias.

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