[66] VIAJE FALLIDO

—A mis padres les da pánico que sea una Pogue, como si fuera lo peor del mundo —dijo Kiara mientras el ferry avanzaba.

Después de salir de la casa de los Carrera, Pope condujo directo al ferry con la esperanza de alcanzar el último del día. Por suerte, llegaron justo a tiempo y subieron sin problemas.

JJ se había sentado en el techo de la camioneta, armando un porro con calma mientras Kiara se sentaba en el borde de la parte trasera. June se sentó contra el respaldo, y Pope permaneció de pie junto a la camioneta, un brazo rodeando a su novia, y el otro sosteniendo la carta que releía por décima vez.

—Bueno, escuché que tienen buen porro en los internados —dijo JJ.

Kiara se encogió de hombros—. No iré al internado. Tendrán que secuestrarme, atarme y meterme en una camioneta.

—Vaya, Kie. Ves muchas películas —rió June.

—Yo digo que fumemos uno mientras —dijo JJ, bajándose del techo y pasándole el porro a Kiara.

—Oye, June, ¿ya intentaste llamar a John B? —preguntó Pope.

—Sí, veinte millones de veces —respondió June.

JJ se puso la gorra para atrás y silbó—. Unas cuantas.

—Siempre que llamo, atiende una mujer de un hotel —continuó June.

Pope asintió—. Bueno, hasta que sepamos algo más, debemos limpiar su nombre. Esta carta es nuestra mejor opción.

—Siempre a raya —dijo JJ—. Por eso te quiero, Pope.

Kiara se levantó, pasándole el porro a June, quien lo declinó. Luego, se giró hacia Pope—. ¿Qué Pope serás hoy?

—Estoy bien. Intentaré concentrarme —respondió Pope.

—El buen Pope —dijo Kiara, sentándose junto a JJ—. Pope aburrido.

—Yo te lo acepto —dijo JJ.

Pope puso los ojos en blanco antes de soltar a June y darse la vuelta, claramente molesto por el comentario de Kiara. June se incorporó con calma, bajó de la camioneta y se paró a su lado.

—¿Quieres caminar? —preguntó June, mirándolo con una pequeña sonrisa mientras el viento le levantaba el pelo.

Pope dudó medio segundo, pero asintió y tomó su mano. Se alejaron de la camioneta sin llamar la atención, caminando por uno de los pasillos laterales del ferry. Caminaron en silencio unos minutos, el metal del piso vibrando bajo sus zapatillas, hasta que se detuvieron en una esquina tranquila, lejos del resto del grupo.

June se quedó junto a él, y fue la primera en romper el silencio—. ¿Crees que podamos hacerlo?

—¿Hacer qué? —dijo Pope, mirándola de reojo.

—Limpiar el nombre de John B —respondió ella.

Pope se encogió de hombros—. No lo sé. Pero esta carta... es algo. Es más de lo que teníamos ayer.

June asintió, mirando hacia adelante—. Tienes razón. Aunque debo admitir que estoy nerviosa por ello.

—Lo sé, June —dijo Pope, pasando un brazo alrededor de sus hombros y atrayéndola hacia él con suavidad—. Pero todo va a salir bien.

June se giró y se colocó frente a él. Le sonrió con tranquilidad, como si con él todo se sintiera un poco más fácil, y luego se inclinó para besarlo. Fue un beso corto, suave, pero lleno de intención.

Cuando se separaron, Pope la miró con una sonrisa en su rostro—. Juro que besarte podría ser mi cosa favorita en el mundo.

—¿Podría ser? —repitió June con un tono juguetón.

—Sí —dijo Pope, fingiendo pensarlo—. Estoy debatiéndome entre eso y resolver acertijos imposibles.

June fingió indignación, llevándose una mano al pecho—. Vaya, estás rompiéndome el corazón.

—Estoy bromeando, mi amor —respondió Pope con una sonrisa—. Besarte, abrazarte, simplemente estar contigo es mi cosa favorita. Nada va a superar eso.

—Qué romántico —murmuró June, rodeándolo con los brazos por el cuello—. Te amo.

—Yo también te amo.

***

En cuanto el ferry llegó a Charleston, los Pogues se metieron rápidamente en la camioneta y retomaron el camino rumbo a la dirección que se encontraba en la carta.

Pope se puso al volante con una seriedad silenciosa, la carta doblada descansando entre el freno de mano y el asiento. June se acomodó a su lado sin decir mucho, mientras Kiara y JJ se apretujaban junto a ella. El aire dentro de la camioneta estaba cargado de expectativa, pero nadie parecía dispuesto a romper el silencio que se había instalado desde que bajaron del ferry.

Después de unos minutos conduciendo, los estómagos empezaron a quejarse casi al unísono. Habían pasado horas desde la última vez que comieron, y la tensión acumulada no ayudaba. Sin pensarlo demasiado, Pope se desvió hacia un pequeño local de comida rápida en la esquina de una calle tranquila.

Pidieron hamburguesas, papas fritas y refrescos, y se sentaron en una de las mesas afuera, bajo una sombrilla desteñida por el sol. Cuando terminaron de comer, se limpiaron con servilletas grasosas, volvieron a subirse a la camioneta y retomaron el camino.

Kiara le pidió a Pope la carta para releerla, intentando buscar algo que les diera un indicio sobre qué quería ese tal Limbrey.

—Chicos, leí esto miles de veces —dijo Kiara después de unos minutos—. No tiene sentido. Los Limbrey son dueños de la mitad de Charleston.

—Eso es raro. ¿Qué saben los reyes de Charleston sobre un asesinato en la isla Kildare? —añadió June.

JJ asintió—. Sí, ¿y por qué tú específicamente? Eso también es raro, ¿sabes?

—"Por favor, asista solo" —recitó Kiara—. Eso es.

—Estaba pensando lo mismo —admitió Pope—. Creo que es porque...

Antes de que pudiera continuar, el motor empezó a chisporrotear de forma alarmante y, unos segundos después, una densa columna de humo comenzó a salir por debajo del capó.

June hizo una mueca—. Eso no es bueno.

—¡Vamos! —espetó Pope.

—¿Qué es eso? —preguntó Kiara—. Frena a un costado. Es mucho humo, incluso para esta camioneta.

JJ comenzó a subir la ventanilla mientras tosía—. Pope, ¡tengo pulmones sensibles!

—¡Detente! —dijo June.

—Estoy frenando —dijo Pope mientras estacionaba a un costado de la carretera.

—¡Mierda!

—No, no, no —murmuró Pope, bajándose.

—Dios mío —dijo JJ.

—¡Va a explotar! —espetó Kiara—. Salgamos de aquí, June.

—No va a explotar, Kie —le aseguró June mientras se bajaban.

—Probablemente desenchufaste el radiador, Pope —dijo JJ—. Jamás vi algo así. Lo desarmaste por completo.

June se acercó a Pope, que ya había levantado el capó de la camioneta y agitaba una mano frente a su rostro, intentando despejar el humo espeso que se elevaba como una nube asfixiante.

JJ aplaudió mientras decía—: ¡Vaya! —tomó una cubierta del suelo—. Vas a tener que reprogramar tu cita, Pope.

—¿Plan B? —preguntó Kiara—. Podríamos... ¿transporte público? ¿Hacer dedo? ¿Alquilar bicicletas?

JJ se acercó a ellos y observó el daño—. Sí, es el radiador.

—Mi papá me matará —susurró Pope.

—Sí, probablemente —dijo June, pasandose una mano por el cabello—. ¿Y ahora qué?

—¿Llamamos una grúa? —sugirió Kiara.

June asintió—. Buena idea, aunque no tengo más saldo en mi teléfono.

—Yo tampoco —dijo JJ.

Kiara sonrió, levantando su teléfono—. Yo sí.

Llamó a la grúa, y esperaron alrededor de veinte minutos al costado del camino bajo un cielo que comenzaba a oscurecerse. Cuando finalmente llegó, el conductor enganchó la camioneta con rapidez, y luego les ofreció un aventón hasta el taller donde iban a arreglarla.

Una vez en el taller, Pope y JJ fueron a hablar con el mecánico, y Kiara los acompañó tras ofrecerse a pagar con su tarjeta, ya que, después de la comida, ninguno de ellos tenía dinero extra.

June se quedó sola, sentada en la parte de una camioneta abandonada a tan solo unos metros de ellos, con el olor a grasa impregnando el aire. Jugaba con sus manos para matar el tiempo cuando escuchó pasos acercándose, y al girar la cabeza, vio a JJ viniendo hacia ella.

—En medio de la nada —dijo JJ, señalando al mecánico, quien seguía absorto en el motor de la camioneta—. Está en su salsa. "Debo saber el punto de calibrado antes de tocar la válvula de admisión".

June rió—. No seas malo, JJ. Es su trabajo. Solo está tratando de sobrevivir, como nosotros.

—Claro —murmuró JJ, sacando su petaca—. No es tan malo —señaló a Pope—. Míralo a él. Haría cualquier cosa por nosotros. Es un Pogue sin duda. Hasta los huesos.

June giró y vio a Pope conversando con el mecánico. Estaba señalando varias partes del motor con una expresión de exasperación en su rostro, como si intentara entender qué estaba pasando. No pudo evitar sonreír al verlo tan inmerso en la situación.

Cuando Pope notó su mirada, se giró rápidamente, levantando la mano a modo de saludo. Sonrió, aunque de forma apurada, antes de volver a dirigirse a la camioneta para continuar con la conversación con el mecánico.

—¿Estás seguro de que no estás enamorado de mi novio? —preguntó June.

—Cállate, Junnie —dijo JJ, poniendo los ojos en blanco.

June arqueó una ceja—. ¿Qué hay de Kiara?

—¿Qué tiene? —replicó JJ.

—Bueno, hay cierta tensión entre ustedes —respondió June—. ¿Te gusta?

JJ resopló—. Por supuesto que no. ¿Me parece atractiva? Claro, ¿a quién no? Es hermosa.

June lo miró—. ¿Pero...?

—Pero nada —dijo JJ, agachando la cabeza para no hacer contacto visual—. No me gusta. Y eso es algo bueno, porque ambos sabemos que lo nuestro no funcionaría.

—¿Por qué dices eso? —preguntó June, frunciendo el ceño, visiblemente sorprendida por su respuesta.

—¿No es obvio? —respondió JJ, soltando un suspiro—. Yo arruino a la gente, June. Ella merece algo mejor que eso.

June lo miró en silencio por un segundo antes de hablar, con la voz más firme—. Eso no es cierto, JJ. No vuelvas a decir eso.

—June...

—No, en serio —lo interrumpió ella—. Hemos pasado por muchas cosas, y aun así, siempre estuviste ahí para mí. Incluso cuando todo era un infierno en casa, tú me protegiste. Sigues protegiendo a los que quieres. A Pope, a John B, a todos. Eso no lo hace alguien que arruina a los demás. Eso lo hace una buena persona —JJ bajó la mirada, tocado por las palabras de su hermana—. Puede que no siempre tomes las mejores decisiones, pero tu corazón está en el lugar correcto. Y si tú no lo puedes ver, al menos créeme a mí. Porque yo sí lo veo.

JJ levantó un poco la mirada y asintió apenas—. Gracias, Junnie.

June sonrió con suavidad—. Para eso estoy.

—Sí, supongo que sí —respondió JJ.

—Y, si algún día llegas a arruinar algo con Kiara, me voy a encargar de que te arrepientas —agregó June.

JJ soltó una risa—. Lo sé.

Cuando Pope y Kiara regresaron, se acomodaron junto a los hermanos Maybank. Pasaron más de tres horas esperando a que el mecánico terminara con la camioneta, y para cuando finalmente estuvo lista, todos estaban agotados.

Decidieron no seguir conduciendo esa noche y en su lugar, estacionaron en un claro abandonado a las afueras de Charleston, donde no llamarían la atención. Esa noche, los cuatro durmieron en la parte trasera de la camioneta. JJ se acurrucó en una esquina, Kiara se acomodó en la otra punta, mientras que June y Pope ocuparon el espacio libre, abrazados bajo una manta vieja.

Con el sonido lejano de los grillos y el motor ya en silencio, cerraron los ojos, esperando que C. Limbrey los aceptara a pesar de su tardanza.

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