[82] NADA QUE PERDER
Lo primero que sintió June al recuperar la conciencia fue el movimiento constante bajo su cuerpo y un dolor infernal en la cabeza.
Al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba amaneciendo y que no solo sus manos y pies estaban atados sino que su boca estaba amordazada. Se encontraba en la parte delantera de un camión, probablemente el mismo que habían visto en la casa de los Cameron, y al girar la cabeza, vio a Rafe conduciendo a su lado.
—Buenos días, bella durmiente —dijo en cuanto la vio despertar.
June intentó hablar, pero todo lo que decía se ahogaba detrás de la mordaza que tenía en la boca. Rafe suspiró, y manteniendo una mano en el volante, usó la otra para quitarle la mordaza.
—¡¿ESTÁS LOCO, MALDITO PSICÓPATA?! ¿QUÉ DIABLOS ES ESTO? ¿DÓNDE ESTOY? —gritó June—. ¿DÓNDE ESTÁ SARAH? ¿ME GOLPEASTE?
Rafe puso los ojos en blanco, sin apartar la vista del camino—. Santo cielo, cálmate, ¿sí? No soporto tus gritos tan temprano.
—¿¡Qué demonios te pasa, Rafe!? ¡Suéltame ahora mismo! —exigió June—. ¿Qué estás haciendo? ¿Adónde me llevas? ¿Dónde está Sarah?
—Sarah está bien —respondió él con indiferencia, ignorando el resto de sus preguntas—. Está con su familia, preparándose para irse.
—¿Irse? —repitió June, desconcertada.
Rafe asintió—. Sí, se va de viaje —la miró—. Y tú también.
June soltó una risa amarga, cargada de rabia—. Estás más loco de lo que pensaba si crees que voy a irme contigo a Dios sabe dónde.
—Bueno, por lo que veo, no tienes muchas opciones —dijo Rafe, señalando sus manos y pies atados—. Estoy harto de que ustedes, Pogues, se metan donde no les llaman. Ya es hora de que tus amiguitos aprendan una lección.
—¿Es una broma? ¡Tú fuiste el que robó la cruz de la familia de Pope! ¡Eres tú el que se mete donde no le incumbe, maldito psicópata ambicioso! —gritó June, sintiéndose impotente.
Rafe suspiró, molesto—. Puedes gritar todo lo que quieras, Maybank, pero la verdad es que tú también te irás de esta isla. Una vez que lleguemos al Caribe, serás libre de irte por tu cuenta —rió con cinismo—. Tus amigos estarán tan preocupados por tu paradero que dejarán de buscar la cruz.
June sintió las lágrimas acumulándose en sus ojos—. ¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué te hicimos? —al no recibir respuesta, añadió con voz quebrada—: ¿Por qué lo mataste?
—¿A quién? ¿A Renfield? —respondió Rafe, encogiéndose de hombros—. No fui yo. Fue esa señora, Limbrey. Discutieron y ella le disparó.
—¿Y qué vas a hacer con su cuerpo? —preguntó June, con un nudo en el estómago.
Rafe detuvo el camión de golpe y la miró con frialdad—. Se acabó la conversación.
Antes de que June pudiera siquiera preguntar qué estaba haciendo, Rafe se acercó a ella y le volvió a colocar la mordaza en la boca. Ella se revolvió con desesperación bajo las ataduras, pero las cuerdas eran demasiado gruesas y apretadas; era inútil. Estaba atrapada.
Cuando él abrió la puerta y salió del camión, June aprovechó para observar su entorno. Parecía que estaban en la misma carretera donde la Twinkie se había hundido bajo el lodo y el agua; un lugar tan desierto que pedir ayuda sería imposible.
Escuchó cómo se cerraba la puerta trasera y, al mirar por el espejo lateral, vio a Rafe arrastrar el cuerpo de Renfield hacia el agua, probablemente con la intención de dejar que los caimanes se encargaran de él. Permaneció allí un momento, inmóvil, antes de darse la vuelta para regresar al camión, pero justo cuando estaba girando, June vio cómo el cuerpo de Pope chocaba violentamente contra él.
Su corazón latía tan fuerte que creyó que se le saldría del pecho. Pope estaba allí. No sabía cómo había llegado, ni siquiera si sabía que ella estaba en el camión, pero con solo verlo, la esperanza volvió a encenderse dentro de ella.
Mientras escuchaba los sonidos de la pelea afuera, se dedicó a buscar algo que pudiera ayudarla a liberarse de las ataduras en los pies, con la esperanza de al menos poder escapar del vehículo. Hizo todo lo posible por encontrar un cuchillo, una herramienta, cualquier objeto filoso, pero no había nada que pudiera usar.
Sollozó con fuerza al darse cuenta de que no había forma de salir de allí, no a menos que lograra llamar la atención de Pope, lo cual era imposible con la mordaza cubriéndole la boca.
Escuchó pasos acercándose y abrió los ojos de par en par, pensando que su novio vendría al rescate. Pero esa esperanza se desvaneció en el acto al ver el rostro ensangrentado de Rafe aparecer por la puerta.
Sin decir una palabra, se inclinó y metió el brazo debajo del asiento del conductor, sacando un arma. Los sollozos de June se volvieron aún más fuertes y desesperados, y aunque trató de gritar para detenerlo, lo único que salió fueron sonidos ininteligibles.
Rafe la ignoró por completo, bajó del camión y ella lo observó por el espejo mientras se detenía a unos metros y gritaba—: ¡Seré yo o los caimanes!
June se pegó contra la puerta del pasajero, temblando, con las lágrimas nublándole la vista. Se obligó a alzar la mirada una vez más, esperando alcanzar un último vistazo de Pope... pero él no estaba por ningún lado.
***
El corazón de Pope Heyward dejó de latir en cuanto vio el rostro lleno de lágrimas de su novia desde su escondite entre los árboles.
No solo Rafe Cameron había logrado escapar con la cruz de su familia, sino que además había tenido el descaro de ponerle las manos encima a June. Otra vez. Pope estaba hirviendo de rabia, tan furioso que apenas podía pensar con claridad. Cada vez que cerraba los ojos para intentar recuperar la compostura, lo único que veía era la expresión aterrada de ella: la mordaza cubriéndole la boca, su cabello despeinado y las lágrimas recorriendo sus mejillas.
Iba a hacerlo pagar. Por cada golpe, por cada amenaza, por cada maldito segundo que ella había pasado con miedo.
Observó impotente cómo el camión se alejaba entre la maleza, levantando tierra a su paso. Sabía que no tenía forma de alcanzarlo corriendo; el motor rugía con fuerza, y en cuestión de segundos, desaparecería de su vista.
En cambio, sacó el celular de su bolsillo con manos temblorosas y marcó el número de la única persona que sabía que podía ayudarlo en ese momento.
—¡Kie! —dijo en cuanto atendió—. Estoy en problemas.
—¿Qué pasó? —preguntó Kiara.
—Rafe tiene la cruz —respondió Pope—. Se llevó a June —su voz se quebró—. Kiara, necesito que vengas a buscarme. Por favor, Kie.
Kiara jadeó—. Dios mío. Sí, ya voy. ¿Dónde estás?
—En el pantano pasando el Roble del Ángel —respondió Pope.
Así fue como Pope terminó en la vieja y maltrecha camioneta de Kiara quince minutos después.
En cuanto ella llegó, le dijo que debían reunirse con el resto de sus amigos para intentar idear un plan, pero Pope ya estaba mucho más allá de eso. Le indicó que fueran al lugar donde John B había sido arrestado, recordando que habían escondido el arma de JJ allí, y Kiara abrió los ojos con sorpresa. Él la ignoró. Sabía que ella no iba a discutir con él en ese momento. No cuando podía ver en su rostro lo decidido que estaba.
Cuando Pope regresó a la camioneta con el arma en la mano, Kiara le informó que había rastreado el celular de John B y sabía exactamente dónde estaban. Sin perder tiempo, pisó el acelerador y se alejaron del lugar a toda velocidad.
Al detenerse en el patio de embarque, abandonaron el auto y corrieron a través de la masa de contenedores hasta que encontraron a sus amigos. Cuando se detuvieron detrás de ellos, Kiara dijo—: Hola.
JJ se sobresaltó sorprendido—. ¡Ay, casi te pico los ojos!
Kiara rió—. Parece que se asustaron.
—¿Cómo nos encontraron? —preguntó John B.
—Localizamos los teléfonos —respondió Kiara.
JJ entrecerró los ojos—. Esperen, ¿dónde está June?
—¿Y qué te pasó a ti? —preguntó John B al ver a Pope.
—Rafe, tercer round —respondió Pope antes de añadir—: Tiene a June.
—¿Qué? —exclamó JJ—. ¿Qué diablos significa eso?
—No sé mucho. Me escondí cuando Rafe sacó un arma y la vi por la ventana del camión —explicó Pope—. Estaba amordazada y llorando.
—Voy a matarlo —dijo JJ, su voz tensa.
—¿Esa es la cruz? —preguntó Kiara, llamando su atención.
—Sí. También tienen a Sarah —respondió John B.
—Debemos subir a ese barco —dijo JJ.
Los tres comenzaron a caminar hacia donde se encontraba un grupo de trabajadores, y cuando John B vio que Pope no se movía, se acercó a él—. ¿Qué haces?
—Tengo una idea. Confía en mí —dijo Pope.
John B lo detuvo—. No, deja de correr.
—Confía en mí —espetó Pope—. Los encontraré después. Vayan.
Pope echó a correr sin darle tiempo a responder, rodeando el edificio con el corazón desbocado. Había visto unos tanques de gas en la parte trasera y, aunque era una locura, su mente ya estaba trazando un plan imprudente.
Al llegar, inspeccionó rápidamente los tanques hasta que se decidió por uno a la derecha. Lo abrió con rapidez y esperó a escuchar el leve sonido del gas escapando antes de retroceder unos pasos y sacar el arma, dispuesto a hacerlo explotar.
Vaciló un instante, pero en cuanto la imagen del rostro de June con los ojos llenos de miedo apareció en su mente, apretó el gatillo.
El disparo resonó con fuerza y, un segundo después, una explosión sacudió el lugar. Las llamas se alzaron frente a él y, en cuanto recuperó el equilibrio, Pope echó a correr hacia donde sus amigos planeaban ir con la esperanza de alcanzarlos mientras la alarma de incendios comenzaba a sonar a la distancia.
Cuando los encontró, John B se acercó a él—. Pope, ¿qué fue eso? ¿Qué...?
—Subirán ese contenedor al barco —explicó Pope, señalándolo—. Podemos ir ahí. ¿Quieres hacerlo?
—Eres un genio —dijo John B.
Pope asintió—. Vamos a buscar a nuestras novias.
Corrieron hacia el contenedor seguidos de Kiara y JJ, y en cuanto se aseguraron de que no hubiera nadie alrededor, Pope y John B se subieron primeros.
—Espera —dijo Kiara antes de subirse—. ¿Lo pensaste bien?
—Sí. Es el plan —respondió Pope.
—Una vez que entremos no podremos salir —murmuró Kiara.
—No tienen que venir —dijo John B, mirándola—. Es nuestra lucha.
—¿Es una broma? Es mi hermana, por supuesto que iré —espetó JJ, subiéndose. Una vez que se acomodó, miró a Kiara—. ¿Nada que perder?
—Nada que perder.
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