[83] NO TERMINÓ

Rafe arrastró a June hacia la cabina del conductor de un barco carguero con una facilidad que resultaba escalofriante.

Después de pasar la mayor parte del viaje gritando, forcejeando y sollozando, el cansancio físico y emocional se había apoderado de ella por completo. Su cuerpo dolía, su garganta ardía y sus ojos estaban hinchados de tanto llorar. Por suerte, si es que podía llamarse así, en cuanto Rafe puso un pie en el barco, ya no fue necesario mantenerla amordazada.

El hombre que operaba el carguero ni siquiera pareció inmutarse ante el evidente secuestro. Estaba claro que le pagaban por mirar hacia otro lado.

Ahora, June se encontraba sentada en una silla dentro de la cabina, con las manos atadas a una de las patas de la mesa con una soga gruesa. Frente a ella, Rafe hablaba en voz baja con el capitán del barco, intercambiando palabras apresuradas sobre una explosión en el embarcadero.

—Digo que hubo una explosión en el embarcadero —dijo Rafe—. ¿De dónde salió? No subestimaría a esos imbéciles. No los conoces. Quizá subieron al barco —se acercó a él—. Escucha, ¿por qué no revisas? ¿Qué te cuesta?

El hombre lo miró antes de tomar la radio—. Escucha, Mack.

¿Sí? —dijo la voz del hombre, Mack.

—Busquen a ver si hay algún polizón —ordenó el hombre.

—Gracias —dijo Rafe.

Bueno, pero ¿por qué? —preguntó Mack.

—Nunca se sabe —respondió el hombre—. Revisen por las dudas.

Bien.

El hombre miró a Rafe—. Bien, está listo.

—Bueno, gracias —dijo Rafe, asintiendo—. Tengo que encontrar a mi hermana, pero volveré más tarde.

—¿La dejarás aquí? —preguntó el hombre, señalando a June.

Rafe asintió—. Sí, ella no será un problema, ¿verdad, Maybank?

—Vete a la mierda, Rafe —espetó June.

Rafe soltó una carcajada antes de saludar al hombre y salir de la cabina, desapareciendo por completo unos segundos después. El hombre ni siquiera la miró; simplemente se giró de espaldas y volvió a concentrarse en el rumbo del barco, como si la presencia de una chica atada a la mesa fuera algo común.

June aprovechó el momento. Su pulso se aceleró mientras sus ojos recorrían la cabina desesperadamente, buscando cualquier objeto que pudiera ayudarla a liberarse. El vaivén del mar hacía más difícil mantener el equilibrio, pero no pensaba rendirse. Tenía que encontrar una salid, y debía hacerlo antes de que Rafe regresara.

—No hagas nada estúpido —dijo el hombre al verla escaneando la habitación.

—Por favor, ayúdame —suplicó June—. Juro que no diré nada, solo quiero irme.

—Lo siento, pero ya es tarde para eso —dijo el hombre, sin mirarla—. Ya estamos en camino.

June tragó saliva con dificultad, sintiendo que el nudo en su garganta crecía.

—¿Al menos puedes decirme si viste a mi amiga? —preguntó con desesperación—. Se llama Sarah, es rubia y...

—Sé de quién hablas —la interrumpió el hombre—. Está bien—el sonido de un teléfono sonando interrumpió la breve conversación—. Tengo que atender esto. No hagas ruido.

June se quedó en silencio, viendo cómo el hombre salía por una puerta lateral con el celular en la mano. Apenas se fue, sus pensamientos comenzaron a desbordarse. No tenía idea de cuándo volvería a ver a su hermano, a su novio, a sus amigos... estaba atrapada, sola, y con cada ola que golpeaba el barco se sentía más y más lejos de casa.

Pero entonces, como si el destino la escuchara, vio algo por la ventana: una silueta moviéndose con cautela fuera de la cabina. Sus ojos se abrieron de par en par cuando reconoció el rostro de Sarah asomándose entre la estructura metálica.

Cuando sus miradas se encontraron, los ojos de Sarah también se agrandaron por la sorpresa. Sin pensarlo dos veces, le hizo un gesto con el dedo índice sobre los labios, pidiéndole silencio.

Unos segundos después, algo rodó hasta la puerta: un bote de pintura oxidado que chocó contra el marco con un golpe seco. El ruido hizo que el hombre, que justo estaba regresando, se detuviera en seco y girara la cabeza en dirección al sonido, frunciendo el ceño con confusión.

—¿Qué carajos? —dijo. Luego habló por el teléfono—. Espera un segundo. ¿Qué diablos es esto?

En cuanto desapareció de la vista, June vio a Sarah entrar a la cabina—. Dios mío, Sarah. ¡Estás bien!

—¡June! ¿Qué diablos? —preguntó Sarah—. ¿Qué haces aquí? Pensé que Rafe te dejaría en algún lugar del Corte.

—Lo sé, lo sé —respondió June—. Pero eso es lo de menos. Tenemos que pedir ayuda.

Sarah asintió—. Primero voy a buscar algo para desatarte.

—No, va a llevar mucho tiempo —dijo June—. Agarra la radio, pide ayuda y luego regresa. No sabemos cuánto más estaremos solas.

Sarah tomó la radio y le prometió a June que volvería antes de desaparecer por la puerta con la esperanza de encontrar un lugar aislado donde pudiera hacer la llamada. El corazón de June latía con tanta fuerza en su pecho que estaba convencida de que estaba a punto de sufrir un infarto mientras esperaba.

Un minuto después, la vio. El hombre regresaba arrastrando a Sarah del brazo con una expresión furiosa en el rostro, y todas las esperanzas de June se hicieron pedazos al instante. Él le ordenó a uno de sus hombres que se la llevara afuera y que no la perdiera de vista.

—Tienes que venir aquí —habló el hombre a la radio.

June sabía que probablemente estaba pidiendo refuerzos para vigilar a ambas y asegurarse de que no intentaran escapar ni pidieran ayuda otra vez, pero ese pensamiento desapareció tan pronto como vio quién apareció por la puerta cinco minutos después.

Ward Cameron entró en la habitación, caminando con paso firme, y la sangre de June se congeló al verlo.

Estaba vivo.

—No, no, no —murmuró June, observándolo—. Pero... se supone que estás muerto. Esto no puede ser real.

Ward la miró—. Maybank —dijo—. Sabía que serías un problema —luego se giró hacia el hombre—. ¿Qué pasó?

—Lo que pasó es que tu hija casi arruina todo —respondió el hombre—. Esto se está tornando peor de lo que acepté. Quiero el doble si tengo que arriesgar a mi gente.

—Te pagaré el triple si nos llevas sin problemas —dijo Ward—. ¿Sí? ¿Te parece?

—¿Qué tienes en ese baúl? —preguntó el hombre con exasperación.

—Nada. Ya te dije que es una antiguedad religiosa —respondió Ward.

June resopló—. Maldito mentiroso.

—Lo que diablos sea —exclamó el hombre—, pero llama mucho la atención. Y eso no me gusta. Mi gente tiene miedo, cree que está maldita.

—¡Es de una iglesia! —dijo Ward.

El hombre señaló a Sarah—. Y debes controlar a tu hija.

—Y tú no debes hablar de mi hija —dijo Ward de forma amenazante.

El hombre suspiró—. Cálmate. En tierra, me importa una mierda lo que pase, pero aquí no quiero problemas.

—Me encargaré de mi hija —le aseguró Ward.

—¿Y ella? —preguntó el hombre, señalando a June.

Ward la miró—. No es mi problema. Mi hijo se encargará de ella cuando lleguemos.

Con eso, Ward dejó la cabina y caminó en dirección hacia donde se encontraba Sarah. June compartió una última mirada con ella antes de verlos desaparecer por la esquina, sin saber cuándo la volvería a ver.

El hombre que estaba fuera la ignoró, girándose hacia un mapa colgado en la pared, concentrado en los puntos marcados en él. No fue hasta unos minutos más tarde que alguien más entró a la habitación.

—Oye, Eberhimi, encontré a uno —dijo una voz femenina con tono triunfal—. Tengo un polizón.

June se quedó paralizada cuando vio a una joven arrastrando a Pope por el brazo, su ropa sucia y su expresión cansada—. ¿Pope? ¡Dios mío! ¡Pope!

La cabeza de Pope se giró bruscamente hacia el sonido de su voz, el alivio apoderándose de él—. ¡June! ¿Estás bien? —ella asintió mientras las lágrimas caían por su rostro, y él se giró hacia el hombre—. Estás muerto.

El hombre rió, acercándose a él—. Elegiste el barco equivocado —tomó un destornillador—. Hablemos de qué haces aquí antes de arrojarte por la borda.

Todo pasó muy rápido. El hombre apuntó el destornillador directamente al rostro de Pope, y June observó con horror cómo la chica que lo sujetaba soltaba sus muñecas y gritaba—: ¡Ahora! —justo antes de que Pope se lanzara hacia adelante y golpeara al hombre con todas sus fuerzas.

June apenas podía comprender lo que estaba ocurriendo. Su mirada estaba fija en la pelea que se desarrollaba frente a ella, el estruendo, los gritos, el forcejeo. Estaba tan concentrada en eso que ni siquiera notó que la chica se le había acercado.

Al verla, retrocedió instintivamente, sus manos aún atadas, hasta que la chica levantó ambas manos en señal de paz.

—Oye, está bien. Soy amiga de John B, vengo a ayudarte —dijo con rapidez, señalando las cuerdas—. ¿Puedo?

June asintió con cautela, aún jadeando por la tensión. La chica se arrodilló frente a ella y empezó a desatar los nudos con movimientos ágiles pero cuidadosos mientras el sonido de la pelea seguía llenando la sala.

En cuanto sus manos quedaron libres, June se frotó las muñecas en un intento de calmar el ardor que le provocaban las marcas rojas que habían dejado las ataduras.

—Oye, ¿qué pasa? —preguntó otro hombre, entrando a la cabina.

Antes de que pudiera dar un paso, la chica le pegó una patada en la pierna y tomó esa oportunidad para empujarlo hacia un mueble y presionar un cuchillo contra su cuello.

—Atémoslos —dijo Pope.

—¡Al suelo! —gritó la chica, empujando al hombre.

June observó cómo la chica tomaba la misma cuerda que había estado alrededor de sus muñecas y, con la ayuda de Pope, la utilizaba para atar las manos del hombre, asegurándose de que no pudiera escapar.

Una vez que terminaron, Pope se giró hacia ella. Respiró hondo, tratando de recuperar la compostura, pero en cuanto sus ojos se posaron en su novia, el alivio lo invadió por completo. June estaba viva. Estaba a salvo. No tenía heridas visibles más allá del enrojecimiento cruel de sus muñecas y las lágrimas de angustia que aún le resbalaban por el rostro.

Sin pensarlo dos veces, Pope dio un paso hacia ella y la abrazó con fuerza, envolviéndola por completo como si al apretarla contra su pecho pudiera borrar todo el dolor que le habían causado. June se aferró a él con la misma intensidad, escondiendo el rostro en su cuello mientras sollozaba, dejando que finalmente toda la tensión contenida se derrumbara entre sus brazos.

—Dios mío, June. Estaba tan preocupado —susurró Pope.

—Pope, estás aquí —dijo June contra su pecho—. Estaba tan asustada. No sabía si... si volvería a verlos.

—Lo sé, lo sé —murmuró Pope, tomando su rostro entre sus manos—. Todo está bien, ¿sí? Tenemos un plan.

—Sí —dijo la chica—, y estamos perdiendo tiempo.

Pope asintió—. Sí, claro —se giró hacia su novia—. June, esta es Cleo.

—Cleo —repitió June—. ¿La misma Cleo que ayudó a John B y Sarah?

—Sí —respondió Cleo—. Ahora, ¿quieren venir aquí para terminar con esto?

Asintieron, y June siguió a Pope hasta donde Cleo se encontraba. Ella sujetó al hombre, Eberhimi, y le colocó un cuchillo en la garganta, mientras Pope se paraba frente a él con la radio en la mano y June a su lado.

—Ahora vas a decir: "atención, pasajeros y tripulación, reúnanse en el casco delantero" —le ordenó Pope—. "Es una orden". Dilo.

—Atención, pasajeros y tripulación, reúnanse en el casco delantero —repitió Eberhimi—. Es una orden. Repito, tripulación y pasajeros, vayan al casco delantero de inmediato.

Cleo tomó el lugar de Pope—. Diles que se queden ahí hasta nuevo aviso.

El hombre usó sus manos atadas para pegarle a su brazo, obligándola a soltar la radio y el cuchillo. Pope arremetió contra él de inmediato y comenzaron a pelear hasta que el hombre quedó encima de él. Sin dudarlo, June corrió hacia ellos y le pegó una patada en el estómago dos veces, obligandolo a soltar su agarre en Pope.

Cleo se unió a ella y le pegó un puñetazo al hombre en la cara antes de decir—: Vamos.

Pope le pasó otra soga—. Átale las piernas. Iré a la grúa con June. Nos vemos allí, ¿sí?

—Bien —dijo Cleo.

Pope tomó la mano de June y echaron a correr a través de los pasillos del barco. La guió hacia unas escaleras y ambos las bajaron rápidamente hasta llegar al centro del barco, en donde se detuvieron. Antes de que June pudiera preguntar qué estaba pasando, el suelo comenzó a temblar y vio como se abrían una compuertas, revelando a Kiara y JJ junto con la cruz.

Al ver a su hermano, June sonrió aliviada—. ¡JJ!

—¡Junnie, estás bien! —dijo JJ al verla.

—¡Eso es! ¡Vámonos! —vitoreó Kiara.

—El tiempo en el que nos cagan y nos dejamos cagar se terminó —exclamó Pope.

JJ sonrió—. ¡Así se habla! ¡Terminemos con esto!

Pope se giró hacia June—. Bien, iré a la grúa. Necesito que me ayudes con las direcciones, ¿sí? Cleo llegará en cualquier momento para apoyarte.

—Bien, lo entiendo —dijo June, abrazándolo brevemente—. Ten cuidado.

—Tú también.

Echó a correr a través de la plataforma en direcció a la grúa, y June se giró para ver como JJ y Kiara ataban la cruz. Cuando Pope bajó la grúa hacia ellos, sujetaron el gancho a la cruz asegurándose de que estuviera seguro antes de gritarle que la tomara.

—Súbela, Pope —le ordenó JJ.

—Bien —gritó Pope.

JJ estaba sosteniendo una línea de soporte, pero cuando Pope se desvió demasiado bruscamente hacia un lado, fue arrojado al suelo y la cruz golpeó una pila de carga, derribándola.

—¡Despacio! —dijo June.

—Lo siento. ¡Mi culpa! —gritó Pope.

—¡Tu otro centro! —espetó Kiara.

—¡Súbela, Pope! Tú puedes —exclamó June.

Cleo llegó justo a tiempo para ver la cruz atravesando las puertas. Pope le preguntó—: ¿John B consiguió el bote?

—No lo veo —respondió Cleo.

—¿Dónde está Sarah? —le preguntó June—. ¿La viste?

—No, no la vi —dijo Cleo, girándose hacia Pope—. ¡Traéla hacia aquí! —luego miró a June—. Ayúdame.

Cleo se acercó al borde de las puertas abiertas y tomó la soga colgando de la cruz, asegurándose de que June tomara una parte para ayudarla a tirar de ella. Una vez que aseguraron su agarre, comenzaron a tirar con toda la fuerza que pudieron.

—Pope, múevela hacia allá —le ordenó Cleo—. Sobre el agua. ¡Eso! ¡Más a la derecha! ¡Muy bien!

Una vez que la cruz estuvo flotando sobre el agua, la chicas aflojaron su agarre en la soga para poder posicionarla. Los ojos de June se abrieron con sorpresa al ver una docena de hombres armados corriendo en dirección hacia la grúa.

—¡Pope, baja! ¡Sal de ahí! —gritó June, escuchando un disparo.

—¡Suelten la soga! —les ordenó Pope.

—¿Por qué? —preguntaron June y Cleo al mismo tiempo, confundidas.

—¡Nos atraparon! —respondió Pope—. ¡Háganlo!

—¿Estás seguro? —gritó Cleo.

—Sí, suéltenla —dijo Pope.

En el momento en que la soltaron, la figura de Rafe apareció por detrás de June corriendo a toda velocidad. Agarró la soga y se deslizó por la plataforma, haciendo fuerza para moverla hacia donde estaba él justo cuando el gancho de la grúa se soltó, enviando la cruz al agua.

—¡Mierda! —gruñó Rafe, siendo arrastrado por la cruz.

Pope salió por la ventana de la grúa, trepando hasta llegar hacia la plataforma en la que estaban June y Cleo. En cuanto llegó a su lado, compartió una mirada con ellas antes de que los tres echaran a correr y saltaran por la borda.

—¿Estás bien? —le preguntó Pope cuando emergieron del agua.

—Sí, estoy bien —respondió June, girándose—. ¿Cleo?

—Sí.

—No —murmuró Pope al ver como levantaban la cruz del agua—. ¡Oye! ¡No! ¡Maldición!

—¡Pope! —gritó una voz, y cuando se giraron vieron a John B y Sarah en un bote.

—¡Estamos aquí! —gritó Cleo.

El bote se acercó a ellos, y John B ayudó a Cleo y Pope mientras Sarah extendía sus manos para ayudar a June. Una vez que todos se acomodaron en el bote, Sarah sonrió al ver a Cleo.

—Tanto tiempo, amiga —dijo Cleo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Sarah, abrazándola.

John B se acercó a June—. Estás bien.

—Sí, estoy bien —dijo June, abrazándolo antes de preguntar—: ¿Dónde están JJ y Kie?

—Creí que estaban contigo —añadió Pope, mirando a John B.

—No —respondió Sarah—. Mierda. Debemos encontrarlos.

—Los vi del otro lado del barco —dijo Cleo.

John B manobrió el bote para dar la vuelta y aceleró a toda velocidad por el agua en busca de sus amigos. A medida que se acercaban al otro lado, escucharon gritos de auxilio.

—¡John B, ayuda!

—Es Kie —dijo Sarah.

—¿Dónde están? —preguntó Pope mirando a su alrededor.

June vio dos personas en el agua y gritó—: ¡Ahí están! —su hermano parecía estar inconsciente, y su corazón se detuvo al verlo—. ¡JJ! ¡JJ!

—¡Dios mío! —jadeó Pope cuando se acercaron.

John B se acercó a él y ambos subieron a JJ al bote, apoyándolo contra el mismo mientras las chicas se ocupaban de subir a Kiara. Una vez que estuvieron todos arriba, June se giró hacia su hermano.

—¿Qué pasa? —preguntó Pope al ver que el bote se detenía.

—No anda —respondió John B, intentando encenderlo.

—¡JJ! —espetó June, observando la herida en su frente—. ¡JJ, despierta!

—¿En serio, John B? ¡Nos matarán! —gritó Kiara—. Debemos irnos.

El bote arrancó y John B no dudó en sacarlos de allí. Una vez que estuvieron en movimiento, June suspiró con alivio al ver a JJ escupiendo el agua que había tragado mientras los Pogues los rodeaban.

—Eso es. Escúpelo —dijo John B—. Eso es, amigo.

Pope sonrió—. Hola, amigo. Bienvenido a la tierra de los vivos.

—No hizo falta RCP —le informó John B.

Kiara se arrodilló a su lado—. Hola.

—¿Qué tal? —dijo JJ con tono coqueto.

Sus amigos rieron mientras Kiara abrazaba a JJ. John B sonrió—. Siempre buscando atención.

—Lo que sea necesario —dijo JJ. Cuando su mirada se posó en su hermana, frunció el ceño—. Junnie, ¿por qué estás llorando? ¿Estás herida?

Kiara lo soltó, permitiéndole a June ocupar su lugar—. ¡Idiota! ¡Pensé que te perdía!

—Estoy bien —murmuró JJ contra su pecho—. ¿Qué diablos pasó? ¿Dónde estabas?

—Rafe me secuestró —dijo June—. ¿Qué diablos te pasó a ti?

—El mango de un machete —respondió Kiara.

—¿Machete? —repitió JJ, tocándose la herida en la frente.

—El mango —dijo Kiara.

Cleo lo miró—. La próxima vez estás frito.

—Trataré de recordarlo. Gracias —murmuró JJ.

Pope desvió la mirada hacia el barco, llamando la atención del resto cuando dijo—: Esto no terminó.

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